La competicin de la vida.
Publicado en Apr 20, 2013
Las primeras contracciones nos inscriben en la carrera de la vida. Primero es nuestra madre que, deprisa, se desplaza al hospital y, segundo, los profesionales que, sin prisa pero sin pausa, velan para que la sorpresa no esté invitada al nacimiento.
A veces, la velocidad nos atrapa y corremos como locos poseídos, atragantándonos con la adolescencia, respirando hormonas desquiciadas, chorreando gotas de amargo desamor y desplazando a manotazos las decepciones laborales. Cuando la adrenalina disminuye ralentizamos el día a día y disfrutamos del amor con mayúsculas, dando el pistoletazo de salida a nuevos participantes y entendiendo con ello a nuestros progenitores, que ejercieron como jueces velando para que no nos saltáramos el reglamento. Es el momento de los 20 Km. Marcha, de armarse de paciencia, de andar controlando el movimiento de la cadera, de tensar los músculos, de vigilar que en cada paso un solo pie roce la pista, de lanzar la mirada al infinito y continuar. A la vuelta de la esquina y tras superar los 3.000 m. obstáculos, nos inscribimos en la carrera de fondo por excelencia: la maratón. Se necesita una vida ordenada, plena y satisfactoria para conseguir que el músculo cardíaco se contraiga en las pulsaciones necesarias y hacer realidad el sueño de participar en ella. Cuando me preguntan qué me hubiera gustado ser de mayor respondo: a la nena le hubiera gustado ser artista, pero artista olímpica. Ser la reina al término de los cuarenta y dos Km. Me imagino en plena competición, una vez sobrepasado el ecuador, justo cuando tu misma te sorprendes de ver que lo has hecho, batallando contra los tirones musculares, los calambres estomacales que te hacen dudar sobre si no acabarás ahogada en tu propio vómito, los vahídos que intentan que tu energía se aleje, los fluídos que vas derrochando por la nariz, la boca, los esfínteres... Me imagino, ¿Porqué no?, coronando el estadio olímpico envuelta en una serena victoria, donde arrullada por los rítmicos acordes del himno de mi vida e inmersa en el glamour que otorga el sudor y las lágrimas, corone mi gesta una medalla. Una medalla de oro a toda una trayectoria de vida.
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