Purgatorio
Cuando evocamos un pasado de glorioso baluarte, me impresiona que sin ayuda de ciencia y tecnología los artistas germinaban de las piedras y se burlaban del mismo sol; pero, décadas posteriores, la pasión se esfumó en una existencia rancia e insulsa, como si la vitalidad del pasado pudiera perpetuarse sobre una indigna hebilla cerril. (Plaga de caciques y caudillos)
 ¿Habrá un artista que se dedique a pintar sensaciones azarosas fruto de la cizaña que le rodea al cuello en una perdida aldea?
Son cruces lejanas, serpientes, fantasmas y una iglesia en lo alto de la penumbra que anuncia un paisaje funesto, digno de alguna deidad retorcida que en plena borrachera, levantó un tumultuoso desorden humano, vivibles solo en el antro de la parranda y el vicio cual altiva miseria, donde la lepra injuriosa es tan frecuente, como las cruces torcidas que parecen velar a muertos sin orgullo. Ni el Eclesiastés  puede abrir sus puertas para que haya aquel tiempo para todo.
La humatana hace pensar como si el odio de un prócer mayor, derramó toda su candela de indiferencia gracias a la vileza de la infamia colectiva, que ahora unos frotaesquinas solo les quedan la reminiscencia de glorietas añejas, pero opuesto a sus ruines haberes, y a eso tienen la bondad de llamarle cultura. ¡Arribistas!
 Sentido pésame, al profesorado que en su eterna adulancia, por cuidar el puesto, inmolándose por tan repugnante majadería y sostener esta irredimible cizaña rural, voy a obsequiarles un verso de Goethe:
 
 
Lo malo puedes siempre elogiar
¡De inmediato tendrás tu recompensa!
Nadas ahí arriba en tu cloaca
Y eres el santo patrón de los mamarrachos
¿Censurar lo bueno? ¡Has la prueba!
Es posible si tienes tal descaro
Más cuando se advierta, en el barro
Te patearan, como mereces