Me refugié, abrigando lo poco que quedaba;
un beso, un suspiro, un corazón herido.
En un rincón del olvido busqué ocultarme
y desde allí advertí, que vivía en un vacío.
Fantasmas egoistas jugaron con mi alma
paseando a mi lado, apenas me miraban,
vanidosos y apurados dejaron nada de nada.
Mendigué con entereza en un principio
y con pesimismo después;
comprendí la realidad que me rodeaba;
sólo penas, lamentos y un ritmo enloquecido.
Imposible fue obtener lo que nunca fue mío,
imposible fue conseguir monedas de cariño.
Hoy ya no me escondo,
hoy ya no mendigo,
deambulo con un corazón desilusionado,
en un mundo que siempre será oscuro,
un corazón que caprichosamente late …
¿acaso no es absurdo?