El prestamista
Publicado en Apr 30, 2013
El prestamista entro por la puerta de la habitación, y una gélida brisa recorrió la estancia. Yo estaba de espaldas a la puerta, sentado en una silla junto a la cama.
El prestamista se acerco muy lentamente a mi sin hacer ningún ruido, cuando llego a mi altura puso su mano sobre mi hombro. En ese momento yo supe quien era sin necesidad de mirarle. -¡vamos!-. Me dijo este. -¿Por qué?-. Musite yo con una voz imperceptible. Mis ojos empezaron a ponerse vidriosos, y a continuación empezaron a brotar lágrimas de ellos. -¡vamos!-. Me volvió a decir el prestamista sin un atisbo de sentimiento. -¿Por qué me haces esto a mí?-. Le pregunte – no lo voy a consentir-. Le dije desafiante con los ojos rojos por las lagrimas. - no podrás evitarlo, las deudas se tienen que pagar y yo siempre las cobro-.dijo el prestamista. - pero podríamos llegar a un acuerdo, ¿no…? ¡Sí, sí, eso! ¡Lleguemos a un acuerdo! ¡Te pagare lo que quieras!- le dije nervioso al prestamista intentando inútilmente divisar en sus gesto y movimientos algo de bondad en el. La desesperación estaba conquistando todo mi ser. -jajaja-. Rio el prestamista, y parecía una risa sincera. -¡a casi todos os pasa lo mismo! Cuando llega la hora de pagar intentáis por todos los medios que conocéis posponer el pago. Además ¿que acuerdo puedo tener yo contigo, si yo solo quiero lo que me deben? ¿Qué me puedes ofrecer que no sea mío o que no haya prestado? Cualquier otra cosa no me interesa, ya lo sabes-. Le dijo el prestamista volviendo a la apatía anterior. Yo asentí resignado como el general vencido que tiene que entregar sus tropas al general vencedor. -¡vamos levanta de la silla!- me dijo el prestamista sin ni siquiera mostrar impaciencia. Yo me levante de la silla y me eche hacia un lado girándome para poder verlo. Este se acerco a la cama y puso su cara en frente de la mía. -espero que la próxima vez que nos veamos no tengamos de nuevo esta conversación-.me dijo el prestamista sin pestañear ni una sola vez desde que entro por la puerta. El prestamista, que estaba junto a la cama, flexiono su cuerpo hacia delante y cogió al pequeño que estaba tumbado en ella. Con el pequeño en brazos se giro y salió por donde había entrado, dejándome atrás destrozado y abrazando el cuerpo sin vida de mi hijo sobre la cama.
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