Un día las Horas, diosas de las estaciones
de la naturaleza en su florecimiento y madurez
llenas de bondad  y cariño por doquier,
cambiaron por espadas sus acciones nobles…
 
Con chillidos y estruendos pintaron de noche
a la primavera y el nuevo prado verde…
El otoño palideció con el frío amenazante
y el caos arrasó con aquellos días brillantes…
 
Sin medir el daño de sus decisiones,
con codicia invadieron sus corazones...
Sus ojos cambiaron por brillantes rubíes
Invadidos por el odio a sus iguales…
 
Poco a poco el silencio arrasó la noche…
La soledad creció con fuerte derroche…
Se fue la vida, se fueron las flores,
las pocas Horas lloraron al orbe…