Ahora duermo con el rostro sobre la almohada,  a modo de absurda de imitación a tu pecho.
Pero ella no me acobija, ni me arrulla por entre la niebla ni consuela mis miedos.
Es fría, no la amo  
!!!No, la detesto!!! La detesto! por suplantarte en mi funesta soledad.
 
Ella no extiende sus brazos  sobre mi espalda, ni hace de mis cabellos el nido que construía  a los gorriones.
Sin embargo detestarla no puedo, pues ella esta, y tu no.
 
Y temerosa me recuerda, que has olvidado algo antes de partir para siempre al exilio...
Haz dejado en ella el aroma de tu piel, y yo lo he hurtado...
 
Mañana al ver venir el alba, la pondré a un costado mío, a beber café y a mirar por la ventana a la gente que va y viene. Y será aseada después, y por la noche volverá a mi cama, a soñar de ti y se refrescara del calor del día con mis lágrimas y la secaran mis lamentos y gritare desesperada, aterrada de que pierda tu aroma.
 
Y me consagrare a ella. Ya no llorare tu ausencia. Secare mi alma. Jamás volveré a extrañarte, teniéndola a ella y te olvidare y no serás mas que un amante tan mío como de ella, exiliado de nuestro presente.