La indiferencia (Captulo II)
Publicado en May 07, 2013
Asegúrate de haber leído el Capítulo I
No había podido llegar a su casa, seguramente su marido estaría preocupado por ella. Elena giraba por la ciudad intentando encontrar algún norte en su vida, algo que le indicara que la esperanza era en realidad, lo último que debía perder. Tal vez estaba recorriendo los pasos previos al olvido definitivo, al corte de la agonía que desde hacía doce años la opacaba y la desgarraba día a día. Tomó el colectivo en la esquina sin mirar el número, no reconoció el barrio, ni la gente que viajaba en él. Dejó que la vida la llevara hacia donde quería, así había sido siempre; ¿qué más podía hacer para renegar de su destino? La lucha desigual, el entusiasmo enfocado en una luz, su ilusión inflada como un globo inmenso que se elevaba con el aire cálido, que lo abrazaba y lo llenaba… y la aguja infaltable, dolorosa, que vuelve a la realidad y destruye de un soplido lo que se pensaba tener al alcance de la mano. Elena vio al globo, vomitando el aire arrepentido y refugiarse, sin formas de nuevo, en un rincón escondido. Así estaba; las manos apretaron el caño y aún así, resbalaron por el sudor. La niña desde el asiento la miró asustada, tal vez era terror lo que transmitía su rostro entregado, pensó. Se imaginó pálida, ojerosa, con una mueca dura y macabra. Otro abogado le cerraba la puerta, otra estrella se apagaba en el firmamento y conspiraba a hacer eterno el negro de su cielo. Miró la tarjeta que mantenía en su mano y el nombre no le dijo nada; ni una luz en la ceguera, ni un sonido alentador en su cansado corazón. Con Federico Maggiore había sido distinto. El sólo conocerlo le había inspirado eso que buscaba en los demás; confianza. Creyó que hasta se conmovía con su historia y que él mismo estaba enojado con la porquería que se respiraba alrededor. Había sido un tema de su interés durante mucho tiempo y sin embargo, la había acompañado hasta la puerta diciendo “lo siento”. - ¿Lo siente?- le había preguntado casi gritando- ¡Qué sabrá usted de lo que siento! ¿Tiene hijos, abogado? ¿Sabe lo que se es capaz de hacer por ellos? ¿Alguna vez le pidieron ayuda? ¿Pudo abrazarlos, acompañarlos, estar simplemente a su lado, aunque sea en silencio? ¿Sabe dónde están en este momento? Elena recordó el odio brotando de sus ojos que le pesaban de sueño y las frases que siguieron: - Yo no Maggiore, yo no sé; no pude estar con él, ni ayudarlo, ni abrazarlo, ni mantenerme a su lado ni un puto día de mi eterna vida… No me dejaron y yo siento aquí- y golpeó fuertemente en su pecho- que está vivo, que me llama, que sufre y yo no estoy… él debe creer que le fallé ¿entiende? ¡Le fallé! Cuando cerró la puerta descargó en el golpe la ira contenida durante años, se separó con ella de la hipocresía, de la indiferencia, de la frialdad… El ser humano era egoísta, ella lo había comprobado ciento de veces y la soledad la tomó de la cintura para acompañarla. El transporte local la dejó justo donde quería. Caminó atenta en la dirección que fijaba la vista, sus ojos eran duros e inexpresivos. Desde el puente, vio el paso de los vehículos en dos direcciones y a gran velocidad. La autopista en ese momento del día, estaba encendida con tubos multicolores que la llamaban con insistencia mientras se perdían debajo de sus pies. En el fondo, la ciudad recortaba el cielo que tomaba el color de su alma. Cerró los ojos y rezó pidiendo que su familia la perdonara. Apretó los puños clavándose las uñas en la carne y el grito murió cuando su cuerpo pegó sobre el frío cemento. El auto frenó intentando esquivar lo que inesperadamente había caído. La maniobra hizo que perdiera el control y las ruedas tomaron por el pasto que separaba los dos carriles. Los demás siguieron, indiferentes como siempre, con apuro, concentrados sólo en un punto justo delante de sus ojos. Fermín Altavista logró salir de su auto y pidió ayuda por el celular. “Una loca se arrojó del puente”, explicó y maldijo su mala suerte.
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Carolina Aguilar Vlez
http://www.autoreseditores.com/
silvana press
Después comentame por privado qué sabes de la página que pones alli. No sé si alguna vez me animaré pero algunas veces me tiento...
Gracias por seguirme, ya veré cómo lo cambio para poder exponerlo aqui y hacerte partícipe de ella o parte de ella.
Gracias nuevamente. Saludos.
Carolina Aguilar Vlez
Carolina Aguilar Vlez
Abrazos.
GLORIA MONSALVE
una historia bastante dolorosa y con un desenlace fatal.. pero muy real... muros de indiferencia que os collevan a toar decisiones equivocas quizas pero es la unica salida vigente que se encuetra
quita e aliento historias como estas... mu bien plasmadas
un abrazo de amistad
silvana press