Feb 03, 2013 Jan 26, 2013 Jan 25, 2013 Jan 16, 2013 |
Densidad no quiere decir complejidad. La estructuración sistemática de las cosas, el orden arbitrario y pragmático, son en esencia la demostración de una mente organizada y de niveles cognitivos avanzados. Complejidad no es orden, pero tampoco es caos. Complejidad es superioridad en cuanto a simplicidad, pero solamente en el contexto donde la complejidad es dada por el medio y el acto, cuando la finalidad es entrelazar los hilos constituyentes del hecho en sí; esto es, todo acto o estado que pueda ser categorizado como complejo, está sustancialmente constituido por pequeñas hebras más simples. Lo complejo es la transustanciación de lo simple. Pero lo denso va más allá de lo anteriormente mencionado. Una palabra puede ser compleja por diversas razones; por sus concatenaciones morfo-sintácticas, por su realización fonética, e incluso por su contexto pragmático. Sin embargo puede seguir siendo una palabra simple bajo el análisis individual de cada una de esas categorías. Por su lado, una palabra, un acto comunicativo es denso cuando su representación semántica presupone connotaciones abstractas y ambiguas que conmocionan el sistema lingüístico y que, sobre todas las cosas, su tipificación bajo un denominador común es, o bien imposible o si se logra, artificial. Esto teniendo en cuenta, de nuevo, la arbitrariedad de la palabra. Los textos, desde su concepción de producto comunicativo oral, visual, fonético y corpóreo, pueden tener características de complejidad; pero también separada o conjuntamente pueden tener características de densidad. Sin embargo los temas abordados en los textos no son complejos o densos per se, es decir, cualquier tema puede ser denso o complejo desde la perspectiva que sea abordado. De alguna manera esto demuestra un error conceptual desde el punto de vista hermenéutico: la equívoca concepción de que la interpretación se da solamente en el momento de hacer la lectura del texto, cuando la verdadera y fundamental interpretación se da en el momento en que el autor/actor preconcibe los niveles lingüísticos para concebir su emisión. Esto es, que de un sistema infinito al que llamamos lenguaje, el autor/actor interpreta su contexto, su intención, enfoque, registro y otras características, incluidas las meta-lingüísticas, para al fin, elucubrar sus ideas y producir el acto de habla. Lo denso puede ser simple, tanto para el emisor como para el receptor. Existe, entre los poetas y artistas, una paradoja relacionada con el concepto de estética donde por ejemplo, una pintura o un poema son elaborados por un personaje desconocido en el ámbito; las reacciones operativas son, por lo general, contradictoriamente diferentes a si este texto (enunciado) fuese firmado por un autor o escritor famoso. A esto se le denomina juicio de valor. Entonces la interpretación no es un acto puro, está mediado por la diversidad cognoscitiva, por la condición cultural e indefectiblemente, por el azar. Dado esto se puede aseverar que lo denso es un reflejo de las emociones, más que de algunos procesos cognitivos. Aunque parezca una superposición, sea dicho que lo denso es más emocional que cerebral, sin que esa clasificación opaque los matices que un texto pueda tener. Si uno se pregunta: ¿qué es denso, que no sea complejo? La pregunta en sí es densa, más no compleja. Es densa, porque alude a un concepto muy abierto y generalizado, y su interpretación apunta a identificar una diferenciación de ese mismo concepto, una exclusión del sistema de cosas, a una singularidad. Y dado a que visiblemente se puede deducir el objeto pragmático y semántico de la pregunta, tenemos entonces que no es compleja, porque su composición es inherentemente simple, y es en sí misma un solo elemento, una pregunta con un objeto. Es densa y simple. A cada cual corresponde, por lo tanto, clasificar los diferentes enunciados y textos como densos o complejos, desde sus propios procesos interpretativos, desde el contexto textual y desde la praxis. Las generalidades se dan desde el ámbito sociocultural, solo desde la hermética se rescata lo inverosímil de esa generalidad. Una partida de ajedrez es un acto complejo. Una partida de ajedrez con una nudista es, a lo que a mí respecta, un acto denso. ¿sería acaso muy cruel para los padres de Alex, encontrarlo muerto en su habitación, con la sangre derramada sobre la cama, sobre el piso, sobre el escritorio donde escribió su última nota suicida, con esa horripilante música de metaleros greñudos, locos, drogos e iracundos? ¿o sería más cruel que ese hombre desdichado quisiera continuar con su desafortunada vida, esquivando el destino, y llegando a lugares donde jamás pensó habitaría alguna vez? cada cual se quejaba a su manera, por sus propias cosas, el ególatra es la moda de hoy en día, nadie más que uno mismo se entiende a uno mismo, y por lo demás, ningún otro se preocupará por uno mismo tanto como uno mismo lo hace. (Apología al ensimismamiento) Alex sentía eso, sabía eso, olfateaba en el contaminado ambiente de su ciudad ese olor a destrucción advenidera, a cuerpos ajados y lacerados, a carne pútrida sobre huesos ennegrecidos, él lo sabía, y a la vez lo deseaba fervorosamente, la muerte del prójimo, la destrucción del mundo humano, el sufrimiento en las caras de los demás, y ¡oh orgullo vano! imaginabase él en trono de ébano y oro, en la cima del mundo, carcajeándose y disfrutando del dolor del otro, resultado para él justo, dado a que en su vida una sola palabra había marcado el derrotero: ODIO. más la noche no terminaba, la mañana demora un tanto más que el acelerado paso de las manecillas del reloj, solo bastó un instante en que pudo poner su mente en blanco, tomar ese maldito bisturí oxidado, y sin más, ponérselo en el cuello, derramar su sangre en la cama, en el piso, en el escritorio donde no había dejado ninguna nota, y en sollozos corticos, el temor que se menguaba con la palidez de su rostro y la distorsión de la realidad, finalmente solo pudo, con infantil dolor, esperar a que su familia se diera cuenta de lo que había hecho y lo llevaran a un hospital donde le pudieran salvar la vida, la muerte, lo que le quedaba, nada, una marca en las venas, y ese recuerdo de un maldito árbol gigante y cálido que bridaba afable su sombra. de la mente humana, hierofanía tríptica, PLACER, a tu tumba me has de llevar, sereno, suave, humo. ya te tuve en mis manos, en mis labios, en mi hombría; ufano burlaste las leyes, me socavaste hasta el tuétano. ¿por qué habrías de volver a mí, con tus ojos redondos, tus labios dulces? memorias que vuelven al escribir. siento miedo, siento todo el miedo, de verte y no tenerte, de tenerte y no poseerte... de poseerte y que no sea verdad tengo miedo. las tumbas abiertas se sellan tras mis hombros, sostengo el peso de los poemas muertos; recuerdo que los aniquilabas al nacer, pero yo seguía escribiéndote y amándote. el silencio era un lugar donde existía, tú me otorgaste ese silencio, por un breve espacio de tiempo eterno; y yo intenté romperlo pero era irrompible, ni con fuego ni con rayos lo rompía, el silencio que me impusiste; ese que rompiste con un solo suspiro. y el velo frágil es, ante la luz que emanas, iluminas toda mi oscuridad, anocheces mis mañanas grises, y das esperanzas con tu sola presencia. ¿cómo con tal facilidad la rosa, domina con su perfume al firme guerrero; conquista con su voz al abandonado, y penetra la oscuridad con sus suaves espinas? así eres tú vida mía, un arrullo que adormece, un beso que deseo cercano, un sueño que murmuro en mis ocasos. La que calla sollozos al alba, Amanece en silencios inocentes, herida de sueños. A la que la voz ganó la distancia y no pudo ser. Las palabras encajan en las palabras. Ayer jugamos a ser uno solo, y el bosque lleno de vides, Espejos y maromas y horas muertas a placer. Los hijos de la noche despertaron. Los trazos del lápiz se desvanecieron con el viento. ¿Dolerá acaso un poco de sal en la herida? Un poco más de sueño Antes de despertar al mundo, Un poco más de sueño y el sentir del viento en mis labios. Devastado por los incesantes violines que socavaban la última esperanza y creaban un ambiente donde me hundía, hasta el fondo lodoso, el mismo al cual me he referido en incesantes oportunidades, miraba yo la lluvia golpear con ira sobre el gris asfalto al otro lado de la ventana. La vida por lo general es dura, solo buscamos distracciones banales para olvidarnos del crudo dolor de la existencia; cada cual tiene una máscara que se pone para mostrarla a los demás: unos hablan mucho, otros hablan poco. Unos hablan de lo que leen, otros no leen y por lo tanto poco hablan. Y el hacer… que pesaroso es el hacer del ser humano, hacer porque las opciones son escazas, hay poco de donde escoger, fuimos enseñados a caminar solo hacia adelante, olvidamos los diversos caminos que delante de nosotros se abren para ser recorridos. Bajo la intensa voz del cantante, solo podía bajar la mirada y recordar la nada a la que pertenezco; el solo luchar no es suficiente a veces, como si uno tuviera que amar las cosas que por obligación debemos hacer, para tener una vida más digna, eso de la responsabilidad en ocasiones es un concepto demasiado grande para mí. Sin embargo no me pienso detener, es necesario continuar, así sea andando entre la mierda de este mundo, mi voluntad sigue siendo grande, pero el espíritu ya no me da más, siento que falta poco para mi partida, siempre lo he sentido, pero ahora está mucho más cerca. La lluvia, la voz, la oscuridad de mi habitación y los sueños con demonios y luchas me están desgastando muy velozmente. Es necesario reposar ya en la bóveda oscura y eterna. Ya me he referido en repetidas ocasiones al síndrome que sufro de estar recordando cosas que lo único que causan es devastar mi corazón, el odio que siento por la gente; mi misantropía, se está extendiendo contra mí mismo. Como si cada palabra que he dicho en este mundo, el cual anda más pútrido que nunca, no haya tenido eco, ni algún oído las haya percibido alguna vez. A mi falta de enemigos, soy mi enemigo número uno, la destrucción llega por mis propias manos, tomo mi cuello y lo aprieto hasta que el deseo por respirar me hace soltarlo, luego todo esta oscuro, esto ya no es un camino, sino una pendiente por la que voy rodando sin ningún control, me aguarda un río carmesí con cuerpos de hombres muertos que al verme caer se burlan de mi mala suerte, y me muestran sus dientes corroídos iguales a los que yo oculto, y se agazapan a sus tripas esparcidas por las rocas del río, y de mí se burlan en silencio al verme descender. No hay otra opción que seguir cayendo para darme cuenta, cuando esté en el fondo con ellos, que no soy tan diferente a estos mismos como lo percibo desde aquí arriba, sino que ellos son espejos que me muestran la verdadera esencia de mí ser. Falta un poco más aún, no lo dicen las profecías, ni escrito en los libros está, ni la gente lo percibe al conocerme; los más cercanos se la pasan diciéndome que soy una persona importante, y que tengo una misión en este mundo, algo así como una alucinación, que mi vida tiene una función, que mi existencia tiene un sentido. Quizás a los suicidas nos digan eso constantemente para que permanezcamos un rato más aquí, de otra manera no veo razón alguna por sus palabras que parecen elogios, halagos que fallecen antes de llegar a mis oídos, quizás si haya una razón para estar aquí: demostrarle al mundo que la vida es un extraño juego mental que no tiene sentido alguno. Por lo pronto, sigo aquí contemplando como el agua cae sobre el gris asfalto, y en cada charco veo las ondas que las gotas provocan al caer, de igual manera mi vida se dispersa ante tantas cosas que la llevan de un lugar a otro; más al fin y al cabo, habrá de terminar en un solo lugar. Devastado por los incesantes violines, imaginé mi cuerpo siendo recogido del agua, y posado con algo de dulzura, en el ataúd que habrá de contenerme por el resto de los siglos. Amen. ea! ea, que la muerte apresura su paso y va dejando indelebles huellas sobre sus caminos. Y he visto yo con mis ojos todo rastro de destrucción apocalíptica, y cadáveres apilados sobre el heno, y figuras humanas machacadas con la fuerza de la destrucción. pequeñas historias contaré a ti, hijo mío, para que en el momento oportuno afrontes con la fuerza del búfalo herido los sinsabores que la vida trae, no para regocijo propio en el deleite mórbido de la sangre ajena demarrada en la tierra de Abel; sino para escarmiento y presagio de los sufrimientos humanos, para amarrar con yugo de fuego la tierra lejana y el amanecer oscuro, dominar los vacuos temores sanguinolentos que se acuñan en la medula linfática, y ser uno con el multiverso, con las huellas sobre las huellas y que las lágrimas sean un néctar pasajero. He aquí la historia de un anciano de decrepita apariencia que en soledad vivía, con escasez de fuerzas trémulo deambulaba por los pasillos de su morada, de pútrido olor a orín sus sucias vestiduras impregnadas, un plato de arroz aguado con un trozo de añeja carne que masticaba con sus desnudas encías eran el día a día que la caridad a sus aposentos traía. Viejo y solo, abandonado de todo destino, bajase aquel día a abrir la puerta de su guarida para recibir el sustento, más al resbalar en su propio pus y excremento, se ha de caer el viejo por las escaleras rodando, pensando en su larga vida y entre tanto, contra un pilar que sostenía una matera hubo de estrellarse, y con esfuerzo indecible al intentar pararse, solo sintió el golpe de la pesada matera sobre su pelada cabeza: 38,7 kilos de tierra y matejas hicieron de su encéfalo un manjar para las hambrientas moscas que de su oído derecho succionaban con placer la cálida sangre que de este brotaba. Indiferentes de los sonidos los mensajeros marcharon, dejándolo aún más solo en su propia muerte: manjar de ratas y fiestas de cucarachas, a los 6 días su cadáver putrefacto fuera encontrado, negra su carne blanco su encanto. Más tierno hijo mío, tú, hija de mis entrañas acuosas, no te fijes en la apariencia de la clara cabellera ni en la suavidad de un hermoso rostro: hay aquellos a quienes la caricia del sol les sirve de combustible para quemar sus pecados pestilentes. En la febril primavera mis ojos con deleite vieran, rara pareja de apacibles amantes: mano con mano y caminar parejo, él: alto y fornido, claros ojos y cabello al viento, brazos de acero y sonrisa penetrante. Ella: rubia cabellera enmarcando azules ojos, senos muy firmes y portentosos, delicada figura y manos de seda. Pareja perfecta que el tiempo apareja, sinfonía romántica de sus bocas surgía cuando el uno al otro se dirigía. Aquella fría noche en que el fervor no alcanza, con un fatídico amante a su amor encontraría, torsos desnudos y sábanas mojadas, primero de sudor y semen, posteriormente de sangre y bilis. No fue metódico ni calculador el asesinato hermoso que en óleo luego el maestro Freuer retratase: dos hombres desnudos apuñalados hasta la muerte, sus intestinos sobre la mortal cama, dos dedos y un pene en el suelo cortados, un cuello gris y destajado y para completar el cuadro un roto cráneo con sus prodigiosos sesos saliendo a la frescura del aire de la noche. Escena conmovedora de un amor inmortal. Más he aquí, hermanos míos, conclaves de sabios y concejos de ancianos, he aquí que la muerte para unos es castigo, y premio para el oprimido y el perezoso parece, para aquel loco suicida que en el futuro viese, su austero cuerpo en otra dimensión viviente. Más oh de aquel que en el dolor encuentra no una carne tasajeada y una herida en vituperio, sino un cuarto sombrío, un loco amor perdido, la soledad latente, o que nadie de repente, entienda en su lenguaje la ambivalente significación enhiesta. Investigador por excelencia, científico a pesar de la carencia, uno diferente a Nicolai Tesla pero con su mismo nombre, encontró el potencial de desarrollar gratuita energía sin cables ni molestias; más, oh! dolor supremo, oh parodia sin sentido! epilepsia celestial que raya en el olvido: unos grupos sionistas ocultasen para siempre tan sobresaliente descubrimiento, pues en su proceder manifiesto, el poder de las arcas ambicionaban, imperio sempiterno formarían: gobierno inextinguible y oneroso que succiona los cerebros y ensancha la sangre. ¿Y el final destino de tan imponente genio? En un triste hotel su prolija vida terminaría, rodeado de la nada, de las voces del olvido, de la soledad cansina y de una aparente e inquietante melancolía: las paredes son mis paredes de yeso y maíz cocido, la energía si se destruye, cuando llega a las manos de los amedrentadores. ¡Mas, valor! Oh, mis pequeños guerreros, que el olor a mierda con jabón y hierbas se quita, y el sabor a hiel puede restarse con un poco de miel. ¿Para qué besar unos labios si los puedo morder? Del oprimido vive el aprovechado, del miedo se alimenta el demonio, de la sabia de tu temor se ceba el annunaki y el reptil. En la morada del viento encuentra la belleza eterna, en el saberse alma en cuerpo, y que la carne sea un monumento grotesco de la pequeñez humana, que donde ayer hubo fuertes hombres levantando altísimas pirámides, hoy solo hay polvo y esqueletos de faraones y gatos, y ten presente siempre, que cada vez que respiras, todo miseria mundana estas aspirando: cenizas de muerto, polvo de huesos, lágrimas de plañidera loca, saliva de borracho vomitado, un poco de canela y ceniza volcánica, sudor de buitre y desperdicio radioactivo. No me venga con cuentos de que es muy pulcro y muy recto, que también ano usted posee y por una lúbrica vagina ha usted salido. Para la tumba todos vamos y de gusanos seremos el postrer alimento. El polvo de nuestras casas son pedazos de nuestra muerta piel y el agua que tomamos tiene de muchos animales tratados excrementos. No temas, algún día moriremos, bajo el fuerte roble, o bajo la aún más fuerte rueda de una camioneta. El sol de la tarde serena O el frío viento nocturno Trae a mi mente memorias De las cosas una vez amadas. Sabemos que la memoria mata, El deseo que evoca ver sus labio; Torrentes de miedo que agoniza, Todo perece en el silencio. Hay que seguir caminando, A menos de anhelar la muerte, De sentirse vencido y Derrotarse ante la vil suerte. El querer en mi pecho parece infinito, Camino con miles de disfraces; Bajo la máscara astuta ante su presencia, Quedo embelesado contemplando sus ojos. Y mientras la tormenta va cesando, La brisa se aparta, la niebla se levanta, devela un rostro nuevo, El rostro de la lindísima Alejandra. A ti, a quien por desgracia dejé ir, a ti estas palabras que son ciertas escribo con nostalgia y sentimiento; a ti que no gustas de la poesía. Como un soplo del viento del oeste, llegan a mí tus recuerdos, imágenes de tu rostro suave y terso, que extraño en demasía en este invierno. pero duras fueron mis palabras y procaces mis infames respuestas; a un amor que tierno se ofrecía, y que desprecié sin entender lo bueno. Y el amor se fue desvaneciendo en ella, su corazón a otro hombre entregaría, y solitario yo entendería, que mi corazón era de mi Laura bella. Enlutado ando desde su partida, alegrándome con su sutil saludo, esperando del cielo un milagro, añorando volver a ser su amado. (No la soltaría, jamás la soltaría) De ilusiones vagas vive el hombre, más cuando descubre que el amor que tiene, arrebatado ha sido y destruido, solo por causa de su terquedad latente. Perdón, mujer divina, perdón, por no haber con certeza visto lo que era tan evidente para el mundo: Que la mujer de mi vida eras, dueña de mis sueños y mis fantasías; más ahora sin tu amor camino, esperando que la vida nuevamente me sonría. cuando no podía más, mis lágrimas, que nunca salieron de mis ojos en duelo, tornasen en letras encendidas, expresión purísima de mi creciente dolor. al mirar al negro cielo, en lo etéreo, una estrella inimaginable, un sol lejano, de súbito se apaga, muere; como el sentimiento humano, como mi esperanza. y muere acá en la tierra un deseo, y los inmortales hombres te alejan de mí, me capturan con sus sombras, entrecortan mis palabras con su presencia. yo, que pensé haber sido arrojado al abismo, encuentro que nunca he salido de él; que mis deseos han marchitado, que la pronta muerte me aguarda ansiosa. un arco iris surge frente a mí, al intentar tocarlo su inigualable fuerza repele mi cuerpo, se distorsiona mi mano escritora, se tuerce mi rostro y clamo a dioses lejanos. mis heridas de guerra pronto han borrado, solo han de quedar vagos recuerdos, anhelos gélidos y deseos fatuos, pedazos esparcidos de roto corazón nacarado. nuestras afinidades se esfuman en el aire, se acrecientan las distancias, te alejas; has de encontrar tu gozo absoluto, tu placer, en antiguos brazos reencontrados, en tu destino. poeta solitario de mil voces muertas soy, ausentes de vida mis ojos contemplan tu pronta partida, tu certero paso, tus labios, siempre amados, en los labios de otro hombre. ¿pero acaso no es normal que en mí la soledad reine, que mi alma esté vacía, que las flores mueran en la noche, y sin más, el destino hechicero me entregue a la nada? y veré tus ojos cerrarse y evocar otros rostros, y tu cuerpo dulce, marchará también; y en otros lechos reposarás tu desnudez y colmarás tu insaciable deseo. acaso en la oscuridad de las noches recordarás mi voz, mi rostro, y prometerás al otro día visitar mi tumba, y me leerás dos o tres poemas de la enamorada del viento. quizás así aplaque mis penas, o me siga hundiendo en mi cruel féretro; y tus cabellos en vino se trasmuten y de tu cuerpo salgan gotas que refresquen mi calor. bajo mi inminente pérdida, que vengan el fuego y las palabras, una canción que hable sobre el suicidio, otra razón que dirija mi proceder. !Oh! tú lo amas, lo has amado, lo amarás, aquel que nunca estuvo, mas yo, ¿acaso valgo para un recuerdo? déjame entonces hundirme en el Leteo eterno. más el adiós no es preciso aún, faltan odas y poemas, quizás letanías, tus ojos desnudos enfrentando los míos, un par de palabras con ágiles alas. y luego, como un inconcluso recuerdo, imágenes de tu rostro y tus senos, tus letras borrosas en mi ilegible memoria. pedazos de hojas, de hijos, de horas. Sus palabras se escaparon Y la soledad se hizo eterna, Luego se perdió en el horizonte Y ya jamás la volví a ver. Ahora sus respuestas Consisten en un frío silencio, Es ella una mujer muy ocupada, Y yo no le he de importar más. Está cansada de mí, diré adiós. El odio es el remanente Del amor que entre cenizas Yace muerto, degollado y desmembrado. !Falacias son su pútridas palabras¡ Navegaré en el río del olvido, Y escupiré de sus besos El resabio amargo que dejó en mi boca. Y que me odie porque soy de fuego, Que se olvide de mis palabras Que una vez aludieron su nobleza, Lo que consideré su vital belleza. !Estaba errado¡ mal y equivocado, Craso error haberme enamorado, Su palidez solo refleja su muerte, Mi soledad devela mi estupidez. Que el silencio, mi silencio, Sea el resultado de la ecuación Que más conveniente sea Y con inteligencia, resuelva la cuestión Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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