Entre mis manos preparé tu vuelo. Nervaduras sagradas prometieron un cauce y tan solo te nutriste de la sal de mi credo. Humedecida y caliente, aprendiste de la caricia que con poco se vive, (tus primeras palabras). Te fuiste hoy con el silencio de las huellas por las rendijas que formaron mis dedos, (tu prisión entre mis miedos). Epístola buscando su destino sin tormentas (sin tormentos), su nuevo cuenco.