Esa tarde Don Rafael vio por la ventana de la sala a su hija Berenice en la puerta besándose con un muchacho. No dijo nada cuando ella entró a la casa, ni más tarde en la cena. Sin embargo el padre ya sabía lo que tenía que hacer. A la media noche Don Rafael entró a la habitación de su hija. Miró a Berenice con nostalgia y contempló las formas de mujer en su cuerpo. Entonces le arrancó toda la piel liberando a la niña pequeña que había dentro. Berenice lloró mientras su padre colgaba la piel de mujer en el armario, hasta que Don Rafael fue a consolarla -Ya hija mía, no llores más. Recuerda que siempre serás la niña de papá.