LO QUE EL SILENCIO OCULTA Estuvo horas sentado sobre la perfumada tumba improvisada del joven Martín Calderón; caminaba confundido. Tomó el teléfono y, marcando, recordó aquella celeste noche cuando el relente manchaba con rocío sus labios, frente a la Catedral Nueva, donde, imbuidos por las estrellas que se derramaban, prometieron entrar juntos; de la mano, aún sabiendo que les estaba prohibido. Pero nada resulta como se planea; así como jamás pensó matar a quien hasta hace sólo dos noches fue su único amigo, mejor amante e irremediable infiel. Lo enterró junto a él, en el patio, cerca del rosal, lugar de sus infantiles juegos, tempranas confidencias y primeros besos, para no volver a separarse. “Familia Calderón. Este momento no podemos atenderte, si es algo urgente deja tu mensaje, de lo contrario llama luego.” Y colgó.