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dice que no sabe del miedo de la muerte del amor dice que tiene miedo de la muerte del amor dice que el amor es muerte es miedo dice que la muerte es miedo es amor dice que no sabe Alejandra Pizarnik Vivo sin saber que la noche se ausenta cada vez que me invadecomo un mar obligado, buscando su orilla. De los nardos, de lo más pesado de la memoria,de las australes sombras,hasta la parte más indefensa de mi corazón,la nochecon sus cruzas de aguas silvestres levantó el verano,y fue polvo, fascinación de un rito inacabado y antiguo. Pienso en su encierro definitivo hasta que el alba regresa,en su impiedad con los hombres que mueren cuando refleja su reinoentre múltiples estrellas,en sus ojos desbaratando mis ojos como dos grandes líneas de fuga. Ahora,ella baja nocturnamente,y me condena a jugadas tercamente hechas,a un final impredecible. Guillermo Capece Desapareció,como la noche frente al alba,mientras yo esperaba todavía su frente libre,su boca endemoniada, su verbo,sus brazos de alucinado buzo de mar en el mar,en el esfumado huracán de la sábana, y ahora, en el agudo espectro de la espera.Murió o no murió.Se fue con silenciosa voz;hermoso, como una piedra caliente entre los dedos,oliendo aún a las últimas lilas de mi cuarto,se fue diciendo un adiós anónimo,y ahora, yo soy el triste amigode quien me construía,me batallaba con su piel compañera,me alzaba en los penosos días de lluviahasta la fuente mágica del deseo. Estaré aquí por varios días.Después no me busquéis.Estaré donde él está.Iré a algún puertocon mi contraído rostro,conducido por la mano obsesiva del miedo.Desde allí, donde duermen mis muertos,yo seré capaz de mi violencia abrupta. Guillermo Capece El rostro sereno de una mujerme mira.Sus ojos tienen la piedad que necesito,y sus labios, quizá, el amor que yo deshecho.No me siento invitado a ese amor,extraño para mí.Pero es demasiado bella como para no comprenderque sus pequeños senos me atraen.(Una belleza que no se atenúa con la hondura de sus ojos.)Suenan hermosas sus palabras:la historia de cuando era niña y jugabaen el patio de su casa con una perritaque un día fugó y enseguida se hizo invierno en su alma.La tardecita cubría de marrón intenso los muebles,y ella lloró durante años en aquel cuarto.Allí,en ese lejano idilio de la infancia,nos encontramos los doscomo pájaros usurpados por la misma herida. Guillermo Capece IYa oscureció la tierra.Difícil es tener tu boca apretada.Tu estatura cerca de mi rostro.Sí, yo se. Es difícil.Se le caen a uno las montañas.Los lagos se hacen charcos diminutos.Todo es difícil.Compartir la sonrisa con vos.O este barco que nos quitan.¡A partir! ¡A partir!¿Pero cómo?Si nuestras plantas penetran en recodos de clausura.Alguien saldrá a gritarnos nuevamente.Debemos tener cuidado. Salvarnos. Pero ahora fumemos en silencio. IIEn qué quedó esa idea transparente,ese cuerpo sobre el que juramos tantas cosas sencillas.Una ilimitada ausencia marcó las señasde tus grandes ojos.Quedarse solo y recordar al otro díalas sombras de los pumas,las desoladas bestias persiguiéndose,hundiéndose conmigo como una gran casa de celos,sumergiéndose,perdiéndose conmigo.Arriba de los cielos, más arriba,la mitad de tu cuerpo fulguraba.Quienes somos, sino aquello que fuimos,sino el pasado de iguales invasiones,de iguales lejanías. Guillermo Capece Emiliano,ovillado bajo mi brazo,como un gato,duerme.De pronto, una cucaracha surca su espalda.Pero no es una cucaracha;son mis dedos que lo acarician.Emiliano sueña.Ese sueño opresor: va a dejarme, me lo ha dicho. Nunca más tendré un gato a quien acariciar.En la noche espero un maullido que nunca llegaMarzo es el mes más obscuro,pienso. Guillermo Capece Soy el camino de mí mismo y la desolación que se abraza a su senda,y tiembla, y borra las huellas para que no me persigan. Estoy vacío de esos animales etruscos que me regaló la partidade unos ojos girando al viento. No puedo confiar en los sueños porque alguien les pone un asesino dentro. Me acuno cuando no me veo pues la vergüenza tiene el ropaje largode los locos. Hoy es domingo, y he estado todo el día ausente. Guillermo Capece Te quise recurriendo a viejas fórmulas,a palabras que creí eruditas, a conocidas caricias.Pero la rosa estaba devorada en los atajos donde tu corazón florecía. Te quise cuando supe que la ruina de los parquessobre las que nos habíamos amado amanecieron intactas; y asi ocurrió en la innominadas noches,y en las vigilias ardientes que tuvimos.Pero el invierno construyó despojos,un último horizonte sobre la piedra muda.Habría que rehacer el cántico de tus manos,llamar tus ojos, seguir el ritmo inacabado de tu cuerpo,gritar tu cintura templando la ciudad entera.Quisiera ser un sólido animal que gire por la selva,la piel de un tigre, sus abrazos secretos;mezclarme en los dias que nos dimos el agua de beber,ser el ávido ramajedonde tu risa cante. Guillermo Capece Para descansarmi corazón deja de latir de a ratos.Pienso, mido su locura y su sombra;y le reprocho.Entoncesvuelven los golpes asustadosa mi pecho. De un largo descanso interminablehe de morir un día. Guillermo Capece A Beba I Ella tenía un plato de sal como una bolsa de trigo donde se buscaba. Tres veces había golpeado en la tormenta como una forma de predecir la muerte. Ella no creía en la libertad ni en los profundos designios del instinto. Cayeron entonces las caricias alquiladas en viejas kermeses de coloresdonde las visitas teñían su pelo de aire y agua consumida. Una tarde, con remordimientos vestidos de locura,cuyo definitivo corredor estaba hecho de la evasión insomne de la muerta. II A la hora en que callósiete pares de nutrias lamieron su cadáver,y una rosa mantuvo con ella una visión:el corazón del agua doliente barría para siempre las últimas preguntas. Guillermo Capece Hoy juego a que tu figura me es cruel Hoy nací para la sombra Para mis animales secretos Para obedecer al silencio También hoy quisiera ser otro Guillermo Capece ¿Y si el romance fuera humo perdiéndose en las murallas de una hermosa ciudad? ¿Y si las oraciones, las vanas respuestas a preguntas mal dichas, las canciones sin otro destinatario que la sinrazón y la duda? ¿Y si los vientos, los húmedos amaneceres estuvieran inventados, y cada día retrocediera a su noche? ¿Y si una cabaña equivocada en mitad del campo diera albergue a un dios inexistente? Mayor dolor no habría. No habría citas ni reclamos, ni pan para comer. Yaceré entre las sábanas hasta un día que se llame domingo. Después vendrá otro domingo, y otro. Al cuarto no lo esperaré: Yo estaré demasiado lejos. Pero algo de tu rostro estará siempre conmigo. Guillermo Capece miro debajo de mi almohada buscando espaciospulcritudes deshechos tenazasdesde lejos veo construírmuebles casas vias azarosasy soy su espectador silencioso siento miedo de mi escaso pan vale decir este llanto? pido un cigarro a un extrañofumo hasta sentirme inocente camino sobre gente apuradaojosabiertosausentes (ytu olvido que no se borra ni con el atentado del amor)soy un nudono atino a encontrar mis huesos enhebrados y por las noches gritohablo un poco con mi ecoladro como un perro nos entendemos No quiero oír tus labios danzar sobre una escala azulal fin los días cada día la vida es el impalpablehacerydeshacernada queda fuera de la luz del que quiere ver bien:la calle vacía o llena de autos y de gente caminandoligero o en sosiego porque poco esperaquizá una flor dejar la máscara hundirse en un domingoantes de llegar a casa para alejar el pequeño tormentode pensar en tus labios danzando sobre una escala azul Guillermo Capece Alguien que me salve.Que me quite la angustia de no poseerme.Que me enseñe que los muros pesan más que las pobres palomasque vuelan en su alto.Quiero que mi soledad me conteste por vez primerapara quién estoy.Yo, que fui el francotirador inasiblesoy ahora el eco lejano de lo que fui.Me inundan las máscaras, el olor de los moribundos,el terror de encontrarme con ellos bebiendode la misma copa ácida su vino.Si vinieron a matarme, que me maten ya.Pero que no me hagan tragar el humo vacíoque siempre llevan en su rostro.Los odio porque una vez los amé.Teñidos de mariposas venían a tracionarme.Usurpaban cada hueco de mi corazón.No sé si quiero que alguien me salve.Los músicos con sus cántigas dirán el resto. Yo soy el que espera. Guillermo Capece descifrar nombres es otro encantamientoque olvidotal vez uno el más recienteel más descuidadosurgecuando una flor llovizname cubre con un lazoy me entrego insinuanteal frío a las laderas de mi cuerpoa las silenciosas memorias de mi sal. De todos estos inefables actos,y también de esta huella perseguida,no ha quedado más que un repartirme entre arenas-Tocando bocas errabundas entraré a profesar mi miseria.Acaso un colosal pedido de auxilio sea como un rayo que no termine. Guillermo Capece Eras extranjero en la tierra.Tu boca bordada por otra raza de costumbres parecidas a las alucinaciones,de iguales y posibles mentiras, de charcos como breves estrellas;porque ser de otra raza es como parir marginadamente, o resoplar la costa de los mares sin respuesta;tu bocaera la encrucijada a la que iban a recalar los fanáticos traídos por desembarcos inútiles,los animales del viento manchados por espumas polvorientas,las canciones girando por la libertad del espacio.Tu boca era yo,que sabía las leyendas del abandono y la ira,que era todas las montañas y la semilla abrazada a un lugar imaginario, que soñaba con fragmentaciones y ecos;tu boca que era yo solicitándote salar ese viejo idioma desconocido,ver tu lengua para llegar a la obscuridad de un país donde todas las depredaciones eran posibles;tu boca, yo,salíamos al encuentro de nuestra noche nataldividida por un cortejo de escombros,por una plegaria de canes, por una violenta y querida superstición.Porque si la noche es una supersticiónno hay duda de que éramos enamorados de la tierra y sus secretos,del vino fiel que se torna duro en los días de las últimas palabras.Juntos, esquilábamos ovejas hasta el amor,hasta que los días empujaron sus paredes bajo humeantes barcos migratorios. No he de decir que te amé por demasiado conocido.Tampoco diré que cuidé de tus perros errabundos cuando moría la penúltima humillación.Sí diréque busqué vestigios de metales,tripulaciones detrás de muchísimas cárceles,vergonzosos huecos en la curvatura de otros labios. Más alto que la tierra, que el único enigma a descifrar,allí estaré bordeándote los caminos, inmolándome,hasta que salgas de todas las bahíascomo negra e incuestionable crucificción,para arrastrar tu calor y abandono por el mundo. Guillermo Capece Si me acerco a esta tierraveo la mirada sombría de los huecosy los filos del vacío que me atraen.Veo lejanías, la infancia entre racimos,un color triste, casi ceniciento,tal vez un ala desgajada en reposo,quizás jirones de una piel querida.Todo muy quieto:la mano, el pecho, la silueta blanca.Espío el regreso en cualquier esquina,y me siento a esperarque la nostalgia me devuelva la cara. Guillermo Capece Verde Federico:yo hubiera querido estar en el momento de los gritos,o de los silencios heroicos;en el momento de las espadas,cuando caíste en tu agua bajo lluvia,mientras los cerdos, enamorados de las banderas subterráneas,tomaban el sol de mediodía. (La soledad de las últimas habitaciones mortifican la memoria.Hay ventanas abiertas, y quedarán así en el invierno.Es raro,pero caen ahora hojas marchitasy me gustaría jugar con ellas.) Verde Federico:desparramo tus gitanos en la mesa,donde con Miguel y Manolo tomamos la sopa de la noche.Tu vestido queda ajado por los toros de la vida,y ni siquiera Nueva York te salva, Federico,porque estás próximo a morir,a caer bajo las balas levantadas a velocidad de la muerte,quizá por el mismo gitano moreno que en tu verso montaba a caballoy era el jinete más audaz de toda Andalucía. Duermescon una palabra entre los labios,con un ramo de hielo en cada mano,bajo las calles empedradas de "pájaros" nocturnos.Al fondo de la tumba llevas,una porción de magia, de manzanas de fiebre,de sábanas de lino. El viento te saluda,las tierras de Granada borran tu contorno,tu sonrisa mira los espejos de la vida.Y se refleja. Guillermo Capece El alcohol me hace ver tus ojoscelestes verdes para el amorvioletas dulces después de llorarnegros temblando caravanas de reflejosel alcohol te hace a mi verauna promesa cuándouna mentira ahorael alcohol en el fondointerminablestus ojossuelen desvanecerse cuando los llamocuento los minutoslos centavosy tus ojos me rodean plateadosmás alcohol en el fondotus ojos me rodeaninterminables tus ojossuéltalosde ellos es el mundola casa que no compartimos un gran amor brujola embriaguez en los espesos márgenes de mi personael alcohol en medio de ángeles reunidosestos instantes de fuego que trae mi memoriaperdurablemente tus ojoshacen dañohúmedosme miran. Guillermo Capece Sólo me queda una gota de sangre,una roja inquieta gota de sangre.Sólo su sabor, su bronca suave, su ronco sonido.Esa gota quiero que nadie me la quite,que su frontera terminedonde una risa, un rostro a construírdefinen el tiempo inmediato de la duda.Más allá el misterio no alcanza;es la voz que nunca terminamos de escuchar,la fotografía opaca de un domingo,las sillas desvencijadas junto a la mesa de enero.(El tiempo tiene el umbral de la casa paterna.Y la casa está dentro mismo del barrio de los sueños.Macetas con jazmines, chicos volando detrás de una pelota incierta,los adoquines cuidando el paso de los tranvías,baldíos donde crecían estigmas de lo que fueron rosas.) De pronto nos hicimos viejosy la quietud regresa, ese renunciamiento. Guillermo Capece ¿Quién ha visto dos gorriones hacer el amor?Yo los he visto en la rama alta de un árbolde Buenos Aires subidos uno sobre el otrohaciendo el amor.No sé si antes habían procurado hacer su nido.Son tan distraídos los gorriones. ¿Quién ha visto golondrinas?Yo las he visto cercanas a la primavera.Lamento desilucionarlos:es un pájaro que de hermoso sólo tienedos plumajes negros como colas negras.Quizá algunas tengan un pequeño color en su pecho.Yo hice varias cosas para entenderlas:las desplumé, pegué sus plumas en rosas,las herví en una olla, y me las comí.Aun así no siento culpa, sino soledad.Eran tan hermosas cuando venían a cuidarme. Algo de lágrimas en mis ojos, porque olvide decir que,junto a las aves, herví el collar de perlas que mi abuela dejara al morir.Y mis lágrimas eran pocas porque la odiaba.Pero ésta es otra historia que contaré después de mi muerte.Que será la de un boxeador contra las sogas esperando el puñetazo final. Me gustan los hombres bellos, ebrios, que escriban cartas con violines,le dije a una golondrina antes de hincarle el diente.A quién no, esperé que me contestara.Pero no, pobrecita. Estaba hervida.Alguien, abriendo la caja de Pandora, y luego de sufrir las consecuencias,me dijo:"los hombres bellos son hijos de Dios, por lo tanto, intocables."Pero, ¿es que nadie los toca?, inquirí."Nadie", contestaron las voces.Mientras las golondrinas se transformaban en odiosas víboras,seguí tragando sus cuerpos con el impiadoso viento marino que me envolvía. Guillermo Capece Me importa saber si más allá de tus brazos crece un pájaro sin alas.Si la nieve y tus besos son muestras de un mundo que se quema a mediodía.Me importa saber si tus labios giran preguntas al silencioo son un gran ofrecimiento para que el mar los llevehacia un lugar donde los anhelos se rescatan. Para dejar de amar me encerraré en un círculo violento,en una mañana espesa de olores pronunciados,en una casa en la que cada siete días escriba tu nombre en la tormenta. Necesito saber en qué lugar habita el beso arrasado de los inocentes de la tierra. En una mañana roja veré el campo,y sobre el campo tu estatua magnífica devorada por el alba.Yo necesito una luz que me revierta,que nazca frontalmente de una luna dibujada en el libroque leímos en la infancia. Guillermo Capece abajo el herido de polvo entreteje palabras el poema se hace pero también reclama en algún universo posible estará el alma de ella el herido ha dejado de rodar pero ya no tiene a nadie no es el silencio el que aturde sino la voz de las cosas más extrañas ella está ebria: ella ama al veneno cada vez más cercano embebiéndolo todo ella está loca como las cosas más extrañas ¿qué queda en su choque con la vida? casi como en una salvación el herido de polvo muerde su destino abre una caja sin fondo y sumerge su máscara como último aposento en medio de su pecho un navío agota su definitivo viaje Guillermo Capece El que desea pero no actúa, engendra peste. William Blake ILa mitad de mi cuerpo estuvo en Marrakechmatando palomas mientras los demás miraban.Les tiraba piedras del color del pan desde mi huecoy de pobres morían, hambrientas.Yo valgo menos que una paloma;hace dos días que no como, pero no podré consumir migajasporque sé que ocultan la muerte. IISu disfraz blancocelebrado entre piedras,pude tocarlo, buscar su historia en él,inventándolo, pero al tercer díael sol en silencio fue una forma del amor. IIICon él viajé hasta cerca de las dunas.Llegamos a un hammam (baño turco)donde la lluvia y el calor nos hizo amigables.Después, sostuvimos nuestros cuerpos desnudosuno junto al otro,como antorchas que pelearan entre sí. El deseo llevó su mano a mi boca... IVNo sólo lo que amamos es lo que perdemos; el pájaro cóncavo de nuestros sueñosvuelay dibuja una estampa desconocidaen el cielo. Guillermo Capece Una vez(yo era chico)no fui al velatorio de una suicida.Me frenaba el miedo:nunca había visto una suicida. Mucho más tardesupe que un hombre al que yo no amaba,tirándose al Río de la Plata,murió ahogado. Mucho más tarde, después,las noticias vinieron golpeandofuerte:quien yo quise durante mucho tiempo(pero cuando la separación era ya como un muro),tomando pastillas para dormirsupo dormir para siempre. No me sorprendió. Tantas veces tuve sus amenazas. Por la ventana abierta contemplo ahora la lluvia liviana.La tarde ya es incierta. El follaje del árbol, quieto, y sin embargo retumba.Un perro cruza la calle,alguien pasa apurado.Ya anochece.Quién está ahora más solo. Guillermo Capece toma esta voz apremiante que te ofrezco este asesino que bebe su embate de hielo sólo para comprender la mezquina sombra de estar vivo G.C. Prefiero detenerme antes de llegar a tu ciudad,para no volver a mirar tu rostro.Tú y yo sabemos que nuestras manos que nos apretabanno son las mismas.Sin embargo, las oblicuas regiones de los sueñosme indican el lugar donde siempre estás detrás de las ausencias.No conozco otra manera de anuciarte:amor entre los dientes. Hábitos de himnos. Breve ley del universo.No cede mi insensata, mi inútil lucha de quererte.Dejo palabras tiradas en la noche: espadas, tintas, reconciliaciones,minuto a minuto, campo entrando en la música.Dejo la única mutilación del amor.Dejo sonrisas, amigos, envejecidas cartas.Dejo la nulidad de tu belleza.Voy a una ciudad de páramos dentro de una nieve ciega y amarilla. Guillermo Capece Me oprime esta vasta espera. Habla de mi condenación y de un dominio. Del hastío por el que cursan las plantas, los licores, las gratas miradas. Y de un terror: el destello de haberme dividido, mezclado entre cenizas; un momento pequeño en que avisoro la muerte. Guillermo Capece Estoy sobre la tierra. Para ser hijo de sus manos desgajadas y tragar un pan desaliñado que no se brinda fácil, he multiplicado los suicidios.Mis rodillas han sentido el peso de un adiós,las lágrimas de muchas cobardías.Todo el cielo desplumado,mi sueño en el sueño de la sombra. Ah, bien se que el destierro se completa cada día, que del error a la verdad hay un pequeño margen, que el perdón es la venganza más extrema.La tierra es una mujer vencida:en las márgenes más engañosas de los ríospasea sus viejos pecados capitales,atrapada por el deseo insaciable de la furia. Noche sobre la noche. (Esa luz que vive a veces es la claridad que necesito.) Guillermo Capece Su llamado de ceniza vuelve cada noche a la mitad de mi cuerpo desconocido. Baila con el viento hasta oír sus informes: una clamorosa oración en la boca de los árboles. Allí está ella, seduciendo. (En el camino brillaba su pequeño gato gris.) Guillermo Capece Deja que el viento te cubra con mi sonrisa o la de otro, lo mismo da, pero que a la pasión se sume tu cuello erguido, y unas manos lúbricas acaricien el cuerpo elegido en un juego siempre armonioso, hasta que llegues a mis brazos, y que no necesite untar con celos tu figura en el ardor de tres cuerpos que se aman. Guillermo Capece IYo te alcé, te saludé,salvándote.Tú me dejaste apenas luzpara moverme por la tierra.Me negaste tres veces.Nunca fui capaz de decírtelo. Afuera siguió el tiempo. IIAhora,borrar el signo,borrar la pena.Que alguien se apiade de lo que no fui,de lo que no hice. Podría tocar el deseo de tus ojos.Con vino suave, la caricia.Debajo de mi cuerpo, las garras. La presencia de lo pasadoabunda aún en mi pecho. Suelo escuchar las débiles sensaciones de los pájaros,los tumultuosos átomos recorriendo espacios vacíos,y el ruido de la tierra cuando se desvanece ante la ilusión de una tarde cualquiera.Existo para ver lágrimas en el interior de un río ardiendo en el final de unos ojos.Sólo obtuve la exigua sonrisa de un niño invocando al hastío.Solamente una flor nacida del silencio en alguna conspiración nocturna abrió apenas mi paso. Sí, la vida tiene dolorosos avatares:mel y miedo por mitades hasta desolarse ella misma en una miradaque yo descubro por ser el más oculto de los hombres.También en la luz que me abandona cuando trazo un poemaque es pérdida como mi lejana sangre.Y en la soledad, ese pecado impalpable que nos hace trocar en alucinacioneslas viejas fotografías que repasamos en nuestra memoria.Lo que una vez vivió, ahora es polvo. Viento infeliz entre cenizas. Abro la puerta de mi casa,pero no hay puerta;ni siquiera casa.Sí un camino de tierra,delgado,hacia la nada.Vengo a besar a mis animales del delirio.Y después seguiré huyendo.Golpeo la puerta.Grito para que me abran.Pero no hay puerta;no hay nadie , ni siquiera el viento moviendo las ramas de un árbol invisible.Se oye una canción.Sólo es el alma hueca de los desposeídos que llora.¿A dónde ir?Soy un hombre extraviado que se hace amigo de su exilio.Él conoce todos los secretos del extraño parque donde yo jugaba en ceremonias desaparecidas. Me acompañan ahora los verdores del cercano campo.Iré allí,y me entregaré liviano a algún color que invite a mi corazón para que dance. Mi canto será para ellos.G.C. pero de tanto mirar tus ojoshe perdido los míos en tus manos de tanto acariciartesupe que mi tactodominaba al universo de tanto amarte te perdírecuperandola aventura triste de estar solo apenas se si tu boca se abrecuando besas (prolijamenteun tigre hurga el fondo de tu gargantay te mueres muriendo como yovencido) Dime si las últimas estrellas coinciden con el surco de tus manos.Si tu cuerpo maravilla aún a los habitantes más antiguos,si tu olor fue robado en negro oficio un día en que el mundo cegaba sus silvestres criaturas.Hay un momento tangencial y breve en que escucho tu deseada voz,reconozco la imprecisión de un sueño siempre repetido,lejano,como una mariposa cazada en los albores de la historia.El piano suena una canción distante que parece murmullos, quejidos, besos.Hay un niño que en su pluralidad de intenciones habla con el agua,anda y desanda caminos,crece cuando el viento lo mutila. Me iré de tí cuando las duras exequias de la nocheacudan a repetirme las palabras que nunca debí de haber olvidado:a cada momento estamos partiendo. Guillermo Capece el fallido nudo del amorme desgasta como el miedoa un hechizo de sombratal vez blandamentecuando el sol iluminevea tu rostroentre países cavados en la tierra amanecerá algún día sobre mis hombrosque hoy son desalientos pero ahora que cimbre la nocheque el miedo rebaje su impiedadante el sacrificiode tener que negartenuevamente Guillermo Capece Se abre el rostro de la puerta:un hombre espera al viento.Sabe, como en secreto,que en sus manos tiene una piedra rabiosa y calcinada, y que sus ojos vaciaron todas las fuentes de la noche. Siembra su violín, mientras la intemperie cae en el olfato de los gatos.Tiene la sed lloviéndole ceniza.En el leve mediodía come polvo de sol,recorre su cansancio,y cuando es de noche, pronuncia ese nombre para siempre. G.C.Direc.Nac.del Derecho de autor << Inicio < Ant.
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Fin >> Yo,el que duerme por tus ojos,el que recita sólo las estrofas aquellasaprendidas en remotos momentos:ese romance que tuvimos con el preciado vino azul; yo,porque ahora estás hecho de memorias,vengo a tu sombra y digo:no lloraré;la fiesta ha terminado.Nada vale la penasi estas tan lejos y perdido,tiritando, bajo los capiteles de la nocheo en los arcos claros de la mañana.Dame la libertad.La necesito.Para construírte cercano a míbusqué la tierra más desierta.Todos los misterios del mundo son inciertoscuando tu recuerdo llama. Como miel, maná recién caído del cielo, frutas con formas ridículaspara llegar al límite de tu corazón lujoso,pero no puedo. Quiero estar cerca de tíy a la vez lejano. Ahora una definitiva forma nos envuelve;nos sostiene el náufrago que estos versos me dicta. Guillermo Capece I Un hombre que consuma ratasno es digno de cualquier miradapero ese hombre que consume ratasno ha sido besado nunca en la noche II Dos palomas en vuelo dispuestas a dejarun pequeño cangrejo entre los labios de un ser que amó y sigue amando.Pero los labios están tiznados casi ausentesy miran, cómo el evanescente volar de las palomashuye hacia otro fuego IIIAh, la Ausencia me mata me mata este cuerpo: una pequeña avellana que riza tu pelo lloroso; cientos de águilas con sus alas maltrechas persiguen tu aliento entre las espesas tierras del mar.Yo amé tu sexo envidiado por los labios de dementes desgarradosque se juntaban en la calle para aumentar el placer de verlo como a un vaso de licor bebido a la hora de la sed infame.Sólo las águilas comprendían mi acto de desesperada lujuria,mi deseo endemoniado partido en mis carnes en penumbras.Ellas compartían conmigo como en un acto de fiebreel calor de libar el aire de tus brazos peregrinosque sólo sirvieron para trizar las penas de unos cuantos díasy poder amarnos.Ahora es vacío.Desnudo, cierro los ojos de mis ojosmuerdo otra sangre antes de que los maleficios crien escorpiones en tus hombros; canciones insolentes se expanden en mi boca;un hombre en un bar corre sobre el teclado de un piano como si huyera de sí mismo.Yo me dedico a mirar ardorosamenteel tiempo que pasa. Guillermo Capece Reapareces como una paloma confusa,y me traes los años pasados para que estén conmigo. Nos vemos. No nos vemos. Nos miramos en todos los frentes;dicho en otras palabras: ¿reencuentro?Sólo en el mapa de la memoria. Cómo ahora se queja se aleja mi cuerpo,se queja bajo una baranda de frío. Alguna vez, si nos encontrásemos en mitad de una habitaciónfina como un hilo,te diré cómo sucedieron las cosas. Guillermo Capece , ¿Qué derrota antigua, impidió nuestro encuentro? Nuestras vidas se parecen a la noche de Cartago, que Roma nunca entendió. Te amé como no se debe que es el único modo de amar. Ya no importa que la lluvia cae incesante sobre mi suelo sin ninguna flor. Guardo en mi memoria el árbol en cuya sombra nos recostamos para hacer la paz. Juro por los dioses que no existen que te amaré de Norte a Sur. Aunque habites el Oeste sangrante y yo te susurre amor desde Este, mi ser. Ven.Atrévete a cruzar el río que sacude,y trae contigo las cuentas de agua de colorescon las que jugábamos al alba.Ponte el hábito de humo que lucías echado en el follaje de bosques en la lluvia. Yo elijo octubre para que vengas,porque en octubre las mariposas maduraspara obsequiarte estarán listashasta que el aire las atrape,y las transforme en un sola palabra,hasta que en mis ojossiga cayendo la avidez del instinto,y se hayan limpiado o node sus maravillosas visiones. Ven, bajo el castigo que nadie percibe,pero tú sí, porque el castigo te conocecomo alguien que ha pactado en secreto. Cumple entonces con el cometido.Saca ese cuchillo de las doce,y con dulzura pero con impiedad,clávalo allí,donde mis audacias fueron múltiples,donde tengo más dolor que corazón,y despliega mi cuerpo prontamenteen el momento más anónimo del amor. Guillermo Capece En realidad los suicidas tienen razón, pero están equivocados. Tienen razón porque los problemas terminan con la muerte. Están equivocados porque los problemas no se solucionan con ella, es más, perviven… como una voz ultramarina que buscara una sirena… no dejaría de ser una voz, acaso poética, pero sin oídos que la escuchen.- El suicidio es suprimir mi yo en el mundo, porque no se pudo suprimir el mundo que me oprime. Tiene la dignidad del coraje absoluto, o de la cobardía absoluta, pero eso sí, no caben dudas, es el único absoluto absolutísimo que un ser humano puede brindar.- El velorio de los suicidas, es una ceremonia auténticamente horrible. Parece una cita de culpables, un hazme-llorar donde las lágrimas no son de dolor, sino también de culpa, de impotencia, de rabia. El velorio es algo que quizás acompañó al suicida, en su imaginación, como una de esas satisfacciones humanas que muy pocos, sólo los suicidas, pueden darse.- Pero no quiero hacer una apología. El suicidio termina en un fracaso, después del triunfo aparente, ¿por qué?, porque el tiempo, nos hace olvidarnos del suicida… de él y de la forma en que murió. En eso, los suicidas se parecen a todos los que moriremos de muerte natural. Ya ven, no hay trampas que valgan frente a ese destino que tenemos todos: el olvido. Ah… me voy a suicidar un poco (voy a dormir unas horas) y cuando resucite… leeré sus numerosos comentarios.- Chau! P.D: publicar para que nadie comente nada, acaso sea, suicidarse de veras. Salud! Esa noche era distinta. Howard, estaba solo… completamente. Quería acción, sentirse otro. Más bien, quería ser otra, o … sinceramente, quería ser la que era, puta, puta, muy puta, siquiera por una noche.- Ya no tenía la mirada atenta de mamá, que le encontraba ropa interior femenina en los lugares más insólitos, y le amonestaba… “Howard, eres un hombre” “Howard, basta de jugar a la nena, sino le digo todo a papá”. Quizás esa noche, después de todo, Howard no estaba solo, al contrario, Howard estaba consigo mismo, con “Helen”. Ese era el personaje que a Howard en realidad lo acompañaba. Su otra parte. Mejor dicho, su parte verdadera, él era ella, él era Helen.- Vistió sus diminutas ropitas interiores, en su cuerpito que ya disfrutaba plenamente. Ceñida de sedas y topacio, de chanel nº 5 y tacos altos. Venía el mejor momento. Atravesar el umbral de la puerta, y … por primera vez, salir al mundo, siendo la que es, siendo la que soy, se dijo, con aire de triunfo.- Las primeras miradas, lejos de ser censurantes, fueron agradablemente curiosas. La peluca rubia iluminaba la noche oscura. Un niño de la calle le lanzó un silbido sensual, ella siguió sin hacerle caso, no le gustaban los niños. Quería hombres, hombres recios y tiernos, hombres maduros y deseosos… de su cuerpo depilado, de su alma desnuda.- En la esquina, detenida frente a un semáforo, la abordó un transeúnte… “ven conmigo nena esta noche… tengo mi auto a media cuadra… acompáñame”…Con ese hombre, solamente con ese hombre, ella… toda tabú, no hubiera aceptado jamás. Era el papá de Howard, que acaso deseó a Helen, secretamente… siempre.- Esa noche no era distinta. Era la misma noche de siempre, con la luna vestida de luna.- Cada mañana tengo la vida reconstruida. desde que compartimos la ternura y la alcoba.Nuestro espejo, me devuelve tu imagen, de senos turgentes.y el reflejo de tu sonrisa diafana, como la vida misma.Me contemplo en tu mirar, y la calma me habita.Estas en las delicias de mis horas, dias,..y me convocan a inventar un futuro a tu lado.Nuestras soledades encontraron su destino.el olvido emigro.nuevamente sale a la caza de otro ser perdido. No vuelvas a caminarpor la senda en que perdistetus mejores ilusiones.Aquello ya pasó. No vuelvas a la misma puertaque te adentró engañadoen los besos traicioneros.Aquello ya pasó. No vuelvas a creer sofismas huerosde teorías cerradas en el aire.Aquello ya pasó. Los errores del pasadoallá quedaron,no volvamos a pisar el mismo polvode los caminos perdidos. (de "La caza del viento") Enrique González Matas En la vida debemos darnos el valor y el respeto con eso no me refiero a las personas gay si no aquellas personas que no toleran dicha personalidad, porque ofender a un ser igual a ti? Porque humillar a una persona que tiene tus mismos derechos? La cuestión no es apoyar lo que ellos hagan si no , brindar nuestra solidaridad y obtener los beneficios positivos que nos pueda ofrecer ese tipo de personas y agregarlos a mi vida y los malos , solo debemos botarlo y olvidarnos de que esa persona comparte otras creencias que yo . Porque debemos ofender a una persona que llego a este mundo sin preferencia sexual , así como tu sientes algo por tu sexo opuesto otros lo sienten con su mismo sexo .si cada ser humano hace esta dinámica puedo prometer que en el mundo haya paz pero cada cabeza es un mundo y hay personas que no se pueden manejar .
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martin yuri callisaya miranda
saludos
Hoz Leudnadez
Silvia Ins Mazziotti
Seelvy
Niain
A veces me faltan pulmones para respirarlos...
Gracias por el último detalle, muchas gracias
Annita
Muy alegre de verte por mis lares.
Afectuoso abrazo
Guillermo Capece
Guillermo Capece
eres tan bella como en la fotografia?
Miel
Miel
Estoy paseando por tus textos y noto, con alegría y gratitud, tu loable entusiasmo por publicar la poesía de nuestros valores latinoamericanos. Va un gran saludo y mi promesa de pasar a leerlos con calma con la dedicacion que se merecen. A raíz de tu mención a la gran poeta, estoy dedicada al estudio de Alejandra Pizarnik con mayor profundidad
Muchas gracias por compartir tus conocimientos con nosotros. Me complace mucho saber quecontamos con un amigo cuya vasta cultura literaria nos motiva y orienta hacia algo nuevo cada días.
Y sí, hay que tener mucho cuidado con los adjetivos. Pueden enriquecer inmensamente, pero mal utilizados puden matar, como expresa Huidobro. Hay un pequeño fragmento de Carpentier sobre los adjetivos, veré si lo puedo encontrar.
Un abrazo muy cordial,
Miel
Francisco Perez