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UN DESTELLO EN EL SILENCIO A Jetza mi familia PRO Descubro que soy amor que así fui hecho calendarios a la hoguera al polvo del olvido. Y tengo corazón y manos para entregar en todo tiempo más allá de las nubes al brillo de los girasoles. El fuego, el viento el agua y el polvo son verdad, como este amor que descubrí. Y desprovisto de ti descubro en el silencio el destello de unos ojos negros y otra verdad como tu risa: A veces me faltan el canto de tu voz el calor de tus manos los latidos de tu pecho junto al mío para mantener el aliento en este camino que lleno de amor me aleja de ti. SOY EL CRISTAL No me reflejotraslúcidono tengo sombra. ¿Cómo pintarme? ¿Qué decir de quién soy? Trazos irregularesha dejadoen cada parte de mi cuerpoel trascurso de los años. El corazón late apresurado ¿necesito hablar de enfermedades? Debo verme en el espejo para dibujar las líneas difusasdel rostro que me contiene. Asomarme al fondo del agua para descubrir lo que hay en el abismo de mis ojos. Ver en otras miradas el impacto de las mías. Dibujar lo que otrosodian de mí. ¿Cómo pintarme? ¿Qué decir de mí? Resulta que me ignoro que soy el cristaly nunca me conoceré. ESPERAR EN LA PLAZA DE TLAXCALA. Toses y el viento libera un suspiro la mano en la boca dique de papel y el huracán. Lenta caminas bajo intolerante sol, te sientas a la sombra del árbol en esa banca de hierro atrás de catedral. Los boleros se amodorran leyendo viejas revistas de contenido sexual. Destapas la botella apuras unos tragos y sigues esperando a alguien, que hoy, tal vez, no llegará. No, no tienes prisa, pero la incertidumbre maquilla tu rostro; mientras sobre tus piernas se enfrían los tacos que alguien hoy, no va a comer. En los puestos de libros un niño llora, y una joven permite que su pareja le pellizque la nalga. Tu pelo sigue la dirección del viento te levantas y alisas el pantalón de mezclilla; la blusa azul desnuda la melancolía. La gente pasa, se pierde en los corredores mientras lentas, perezosas amarillas caen las hojas. de los viejos árboles Enfrente dos microbuses se pelean el espacio se mientan la madre. Y tú toses varias veces, esperando a alguien que hoy, no va a llegar. ALAS Para Angélica. En el marasmo de estos días en la incertidumbre de mis horas tus palabras son impulso para batir las alas. Dentro del ensordecedor camino de mi vida, en esta hora aciaga indeciso en el rumbo de una maraña de caminos, cada palabra tuya es un asidero para naufragar hacia una fresca mañana de ésta húmeda tierra. Si, en este momento ambiguo tus palabras... son ¡alas! para seguir viviendo. TÚ, LA INOLVIDABLE Tú, la otra La loca, La puta, La mujerzuela La quita maridos La infiel, La capilla, La malquerida. La amante. Gracias por los instantes en que trasformaste el negro mis días. Por la tierra que labraste para que germinarán semillas olvidadas. Por el día en que decidiste que estas maltratadas manos en tu universo dejaran huellas. Porque frente al desprecio de lo que soy De la afrenta De la insidia Los celos La mentira Me diste lo que todos te reprueban. Especialmente: el equilibrio. Fue corto el tiempo e inmenso fue tu amor. Por eso te bendigo Aunque grite tu ausencia. Por eso cierro los ojos y te bendigo desde el umbral de este altar cuya luz, espacio y tiempo. No tienen fin. Tú, todas las mujeres. La inolvidable. ABRÁZAME Cuando nadie esté alrededor segura que no habrán de molestarte bajo pertinaz lluvia, y la cólera del viento que lastima tu cuerpo; deshazte del velo que cubre tu rostro y grita el dolor acumulado. Deshazte de esa rabia contenida en los años de ausencia, que se la lleve el viento, que se pierda con la lluvia por los poros de la tierra. Sola, en este lugar abandonado al que solo se visita en días señalados, maldice mi nombre; ya es tarde para guardarse los rencores, que se desmoronen granos de arena del mar entre tus manos. Después…sonríe que hubo días de sol en que se fundieron la alegría y la ilusión; todo el rededor tenía otros colores, y, la vida despejada la rutina te veía con otros ojos, que parecían no existir. En un día a día, en que los pechos inflamados, se ahogaban de sosiego. Abrázame, no llores las ausencias en los días de tristeza pesan más, vuélvete, mira el rededor aquí estoy, desconocido, los huesos roídos por el tiempo vagando en los subterráneos del lugar. Grita y escupe mi nombre arrójalo de tus entrañas; deshazte de esa pesada loza por un olvido que no llega, que se aferra a tus pies que no puedes enterrar. Abrázame y vuélvete a tu casa, a tu familia al lugar en que te ocupas allí es innecesario el velo no hay nada que ocultar. LAS MÁSCARAS Suspendidos del mismo hilocomo dos arañas en el telarnos miramos con simultánea ansiedady con esa intensidad nos rechazamos.Tú viras al frente, yo hacia atrás. Acudimos al encuentrode un olvido circunstancial.Y sumergidos en ese cielocomo peces fuera de la marnos atragantamos de un espejismoparecido a la felicidad.Hay astros en el cielo y nubes más firmes, que su brillara dónde vas me llevas, a donde voy me siguesy este desencuentro parece no terminar.Sonríes a los demás, te llenas de alegrías huecasporque el que está contigo, no soyni la mano que te abraza soy,ni en la sonrisaque se apaga estoy.Tampoco la del vestido rojo en donde asoma más allá de una rodillaeres tú, y menos aquella que reclamatu tiempo y tu espacioen ese altar que dice: Te extrañoal que sólo tú puedes entrar.Llamarada que se extingueen la tierra húmeda de tu ausencia.Al final de la alambradasin obstrucciones aparentesla telaraña de la vida sigue allí.En su vaivén de olas bajamos y subimosapagando del alma, la ilusión ¿Qué luminosa estrella doblegará tú orgullo? ¿Qué ráfaga de viento, como una fecha, doblegará el mío? Suspendidos, en el mismo hilo sin fin,pendientes el uno del otro,nuestra ansiedad aguarda. ENTRE DOS FUEGOS (sangre vs sangre) Bajo este cielo azul que envuelve nuestra tierra con la riqueza que envidian los extraños y que apenas alcanzamos a comprender: desde el norte hasta el sur del oriente al poniente. Más allá de las fronteras por cielo y por mar, en túneles y dentro las aguas marinas en cavernas y ríos, desiertos y selvas: ellos escogieron pelear. Unos, con las armas de la ambición y del dinero, con sus caballos de miedo, chantaje y soborno cabalgan con las drogas, la prostitución, las mercancías piratas y sus asociados; seguidos por un ejército que heredó: la pobreza ancestral, la ignorancia del derecho, el desempleo el hambre y la miseria que nos deja la economía global; dentro de una sociedad, envuelta en la apariencia de un estado de derecho, que sabe que allí están, junto a uno, en nuestras casas con nuestras familias, en nuestros parques, en nuestras calles en nuestra mesas, de frente, a nuestro lado: de incógnito, encendiendo luces, mandando señales desde su anonimato. Con las armas del: autoritarismo, corrupción, prepotencia, impunidad e ineptitud aquellos que dicen defendernos nos persiguen y acotan nuestras libertades. La figura del buen gobierno ¡ha muerto!, ocupa su lugar: un grupo asociado de intereses. Los grandes capitales nacionales y extranjeros, quienes se hacen y detentan nuestras riquezas nacionales. Un grupo de asociados, que mientras venden nuestra fuerza laboral a precio de hambre, regalan los recursos que esta bendita tierra nos dio. Para distraernos, y hundirnos en el pánico han emprendido una guerra, contra los unos, dejándonos en medio entre sus dos fuegos. Cien mil muertos en el campo de batalla: un estado fallido, una estela de muerte, que va carcomiendo nuestra seguridad, que se extiende por todo el horizonte: sonriendo, provocando nuestra inmovilidad. Sin la oportunidad de escoger ¿hacia el norte o hacia el sur? ¿Hacia adelante o hacia atrás? Drogas, prostitución, chantaje y soborno, contra autoritarismo, prepotencia, corrupción e ineptitud; se enfrentan día a día, en todos los rincones de mi patria: ricos unos y ricos otros: las televisoras y los medios de comunicación nos distraen con el parte de los muertos, de los detenidos. De los millones de pesos invertidos. Mientras ambos bandos se enriquecen: de nuestros miedos, de la pobreza e inseguridad, que la estela roja de muerte e impunidad va dejando a su paso. Van cercenado la esperanza y la mirada de aquellos que queremos seguir adelante. Joel Samperio Tepale A TRAVÉS DEL CRISTAL A esta hora en que rezumban grillos y cigarras en los recónditos lugares de mi mente y el sueño me pide honores: Añoro tú presencia Tus mejillas arreboladas de pudor Tú voz suave que me llama inquieta, expectante, como la flor a los rayos del sol. Hay silencio en los alrededores y las luces se quedan dilatadas allá, en el fondo de la ciudad en donde nadie transita. Aquí, tú estás viva, sonriente, antes de que mis párpados se cierren, y de que..tal vez… no te sueñe. Porque me hice el desentendido ignorando tus llamados. Como duende apareciste desde la media tarde. Tocaste mi frente, y a poco que de ti, me he olvidado has vuelto para quedarte. Te has quedado esta noche para dormir conmigo y velar mi sueño. ¿Cómo deshacerme de ti? me miraste y sonreíste iba a dormir, y me hiciste volver para que aquí en este papel en blanco, te construyera un espacio en que pudiéramos cohabitar. 1:13 A.M. EL ACTONo importacuando ocurrió¿a qué hora?¿en qué lugar?Si fue de díasi fue de nocheNo importa,es solo el valorque tú le das.El símbolo que rompetus esquemasy te desnuda- reconfortanteo destructora -a la verdad.( y ahora repasolas cuatro o cinco letrasde tu nombre:no es solo un nombre,sino lo que representa).El actoen síno importa,es lo que significay le da cursoa nuestras vidas. SIN TILlueve intensamente,gruesas gotas resbalanpor mi cara, poco a pocome voy empapando.Mojo la lenguala ropa estorballueve,el agua por mi espaldase desliza a la cinturalos glúteos;la lluvia arrecia,un hilo bajo mis testículos,me hace estremecer...Relámpagostruenosmás agua.Llueveexcita mis sentidosarruga mis manoslas plantas de mis pies.Lluevey no estás conmigopara hacer el amoren la tormenta. OCIO Inmóvil, divagando en las cosas que rodean el espacio. Transcurre firme y seguro el latido hasta alcanzar en la nada su inevitable final. Un leve sopor se apodera de cansadas ideas, enfrente de negro, de mezclilla, de pelo ensortijado, creo, una tez blanca, sonríe, seria. Otra rostro de huellas que se apagan, y de vientre que enseña la naturaleza que resucita; - ahí, a su lado- El estéreo, de una música que es clásica de hoy, que de ayer no será, acompaña al silencio, solo interrumpido por los pasos que se pierden, de tacones que denuncian el laberinto de oficinas. Siempre verdes, nunca frescas, sin olor a hierba, a mi lado, las hojas que semejan plantas. Es el ocio el que esta mientras espero, mientras contemplo a la mujer de enfrente. Es el ocio que mato en este instante, con esta pluma que se mueve. DE PESCA Al medio de ayer, se alivió Martita, doña Chonita y mis tías no paraban de ir y venir de un lugar a otro; en el patio de la casa, el sol caía a plomo que quemaba los pies, la casa en silencio, y Chonita y mis tías hablaban despacio, el único hombre era yo, y me dejaron en casa, porque me vieron muy chico y dicen que todavía no me da “la calentura” como a mis primos, por eso se los llevaron al campo, a cazar conejos para que no se aburrieran y no molestaran cuando se aliviara Martita. Ayer desde muy temprano, antes de que saliera el sol, trajeron a Martita, envuelta en varios chales, para que no la vieran los señores que van al campo, ni las señoras que van al molino. La llevaron directamente a la sala, la pieza más grande de la casa con el altar de los santos al frente, al fondo la cama en donde se acostó Martita. La pieza estaba en penumbras pues no tiene ventanas. La puerta de madera permanecía cerrada, de cuando en cuando se abría, salía Chonita o mis tías, y la cerraban luego para que no entrara el aire. Al principio todo estaba en calma, en la cocina pusieron un bote con agua para hervir con hierbas de lengua de vaca, ruda, romero y árnica. En otro bote, pusieron agua con pétalos de rosa de castilla, los olores que emanaban de uno y otro bote cubrían la atmósfera de la cocina e incluso del patio, de un aroma especial. Más tarde salió Chonita, algo les dijo a mis tías allí en la cocina, de que Martita se estaba poniendo mal y se apresuraron a poner agua en unas bandejas y tomaron los trapos limpios que ya tenían preparados y los llevaron a la sala. A mi me dejaron jugando en el tejado, solo podía ir a la cocina para echarle leña al clecuil, pero no podía cruzar el patio hacia la sala. Había un total hermetismo, la enfermedad de Martita, había durado ya algunos meses; recuerdo que cuando estaba sana, salía a la calle y si me encontraba se ponía a jugar conmigo, me tomaba de las manos y me hacía voladoras, girándome sobre el eje de su cuerpo, al mismo tiempo que su vestido se ampliaba como una perinola. Ha veces, nos íbamos a la ciénega a pescar ajolotes y a jugar a las escondidas entre los arbustos. Como ella ya había terminado la primaria, se podía decir que ya estaba grande y ya se podía casar, porque en el pueblo no hay más escuelas; la tarea de ella, era ayudar a los quehaceres del hogar y hacer mandados, como no tenía hermanos ni hermanas, todas las tardes nos buscaba, a veces para jugar a la pelota o al avión. Uno de esos días, nos fuimos a jugar a la ciénega, y mientras yo me entretenía con mi improvisado arpón de vara de ceniza y punta de maguey, en pescar ajolotes; Martita y mis primos se pusieron a jugar a las escondidas, me pidieron que si veía venir por la vereda a alguien, que gritara ¡aguas! Absorto en mi tarea de picar algún ajolote o acocil, transcurrió el tiempo, no se cuantos minutos u horas, pero era mucho tiempo, porque cuado regresaron, mis primos venían cansados y sudorosos; Martita venía como sonámbula, con las mejillas apagadas, traía las trenzas desatadas, los listones en la mano y restos de pasto en la ropa. – ¿No viste a nadie?- preguntó uno de mis primos. - No me fijé- le respondí. -Vámonos, ya es tarde- dijo el otro. Mientras veían como Martita ya iba muy adelantada, parecía tener prisa. A partir de entonces Martita, aunque no dejó de jugar con nosotros, la veía distraída; a veces dejaba el juego repentinamente y se iba a su casa. Luego dejó de jugar, salía muy temprano al molino, se metía a su casa y ya no salía, en otras ocasiones nos veía y desde su casa nos saludaba agitando su mano, como un ave que se pierde en el ocaso, pero no se acercaba con nosotros. Fue entonces que me enteré que estaba enferma y que iba a tardar tiempo en sanar, porque la enfermedad era de esas que no se curaban en un día, ni en unas semanas. Chonita vino a la casa y platicó que Martita se enfermó en los baños rusos del pueblo. -Ya ve comadritas, tanta gente que entra- les dijo a mis tías, -y luego los baños de los hombres que están juntos. Allí en el agua caliente pescó la enfermedad. ¿En que otro lugar podría ser, si ella nunca sale? Ni amigos tiene- No se aflija comadre. Respondió mi tía, y agregó. –No se aflija, solo el señor sabe a quienes escoge para hacer su voluntad-. ¿Verdad que si comadre?, respondió Chonita. La puerta de la sala no se abre y ya lleva rato así. De pronto, de entre las gruesas paredes de la sala se cuelan unos gritos apagados de Martita y un ña ña ña, ña ña ña. A los pocos minutos se abre la puerta y sale una de mis tías con un envoltorio, se dirige por la vereda que lleva al viejo pozo, allá por los zapotes. Regresa corriendo se lava las manos en una jícara y regresa a la sala. Chonita sale, va por más agua de olores. El tedio de la mañana se rompe, hay movimiento en la casa. Uno de mis tíos llega de visita, entra al patio, recarga su bicicleta en el embrocado del tejado, se queda en el patio, se sienta en un banco; no me ve, en ese momento en la casa nadie se acuerda de mí. Salen Chonita y una de mis tías, se ven sudorosas, pero contentas. Saludan a mi tío, que pregunta: -¿Y como está la enfermita?, -ya se alivió- responde mi tía. – ¡compró un niño!, compadre; tercia Chonita. -¿Cómo la virgen, comadre? -¡Como la virgen!-, responde Chonita y rompe a llorar. Mi tía la abraza, mientras ella susurra entre sollozos: –Ay comadrita, no se si podré soportar la vergüenza en que me puso esta muchacha-. –No Chonita, no piense en los demás, piense en mi ahijada y en el niño, que es un regalo de dios. Chonita se consuela –Verdad que si comadre, le juro que mi Martita no salía a la calle, ni conoce hombre. Si, si es un regalo de dios. Mientras me entretengo haciendo un camión con los olotes de las mazorcas, y burritos con palitos de paleta, se pasan el resto del día, entrando y saliendo a la sala para ver a Martita. Mis primos volvieron ya muy tarde, no cazaron ningún conejo, estaban cansados, cenamos juntos y nos mandaron a dormir temprano, sin que tuviéramos sueño. Este día me levanté ya tarde, todos estaban distraídos desayunando en la cocina. Aproveché que Chonita salió y sin ninguna vacilación fui a la sala a ver a Martita; estaba allí, con sus mejillas blancas sin brillo, su pelo echo una maraña, me senté a la orilla de la cama. Me sonrió y sin decirme nada, me puso su mano en la cabeza y hundió sus dedos entre mi cabello, apretando mi cabeza. Con el índice derecho en mi boca, le hice señas para que no hablara, le pedí que se aliviara pronto, que se quedara en la casa, hasta después de mi cumpleaños. Que cuando estuviera sana fuéramos a pescar ajolotes a la ciénega. –Ya voy a estar más grande- Le dije, y luego con temor le pregunté. – ¿Si me da la calentura, tu me puedes...curar? Ella sonrió con más fuerza, de momento sus mejillas adquirieron nuevo brillo. Los dedos de su mano apretaron con más fuerza mi cabeza. No dijo una palabra, solo movió la cabeza y sonrió de nuevo, se dio la vuelta y abrazó a su bebé. Salí de la sala y me puse a saltar con gran alegría en los cuadros del avión dibujado en el patio. GUILLO Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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