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Cantaba mientras pulverizaba y planchaba la camisa de Patricio. Era una mujer enamorada y feliz. En el bolsillo delantero topó con un papel arrugado, lo sacó con esmero y lo leyó : "Amada Esther será el próximo lunes, recuerda que su corazón está muy débil". Devolvió la nota a su lugar, subió la temperatura y concienzudamente, pasada a pasada, concluyó su tarea. Lo último que pensó antes de caer fue: ¡Qué pena no llamarme Esther!. Nació hace algo más de dieciocho años en una familia de zapateros muy humilde, con una pequeña discapacidad. Creció solo, sin hermanos, aprendió el oficio familiar y dejó el colegio sin completar. No era amable ni afable, no le gustaban los animales y tampoco mirarse al espejo. Vestía siempre de marrón y con anchos zapatos. Ahora está en la cárcel y su nombre es Saturnino.Este es el porqué de su triste historia:Vino al mundo un cuatro de agosto de 1961 en un atestado despacho de zapatero remendón. Su madre se curvo en un rocambolesco gesto atenazando el vientre con sus manos mientras pensaba: No podré colocar la última pieza a los zapatos de novia. El aplique, con forma de libélula, salió despedido al tiempo que saturnino, al concluir una sonora contracción, fulminó el suelo. Quedó embutido en los montones de piezas pendientes de reparar. Su entrada resultó tan extrema que el tacón de aguja de un modelo de piel de cocodrilo de los años 50, se le clavó en los dos pies. Por todo ello, saturnino nació conforme a las normas y creció deforme y extraditado de la normativa. Su padre no daba crédito a su mala suerte. Su único hijo y en el colmo del infortunio, resulta que su medio de vida lo había dejado tullido . La madre pasaba las noches llorando mientras recomponía los hermosos zapatos de señora y caballero, aquellos que arrastrarían existencias sublimes, mientras observaba los pies de su niño y exclamaba con los ojos varados en la tristeza: ¡qué pena virgen santísima! , y mi nene que sólo podrá llevar piezas de puntera metálica rellenas de algodón para evitar evitar que la falta de dedos den al traste con su precario equilibrio.Con el paso del tiempo Saturnino fue creciendo en el rencor hacia su padre por haber dejado a su madre sola cuando el parto podría presentarse sin avisar, como un ladrón en casa ajena. Un día que amaneció nublado acompañando con su tórrido bochorno al hastío que reinaba en su actitud, lo decidió, no le costó mucho esfuerzo, ¡tanto era el odio acumulado! Contenidas en un metódico dolor de cabeza, sus neuronas intentaban recuperar el control, más no fue posible, cuando el quicio de la puerta dejó entrever la silueta flaca y macabra de su padre, la ira se liberó , presuroso recorrió la distancia que los separaba tomando prestado el yunque donde trataban la piel rebelde. Le pareció muy liviano, quizás porque los instintos más bajos aumentan la adrenalina e impulsan las acciones que ni siquiera seríamos capaces de recrear en nuestros sueños y aunque sintió flaquear su espíritu ,ya era tarde, descargó un seco y certero golpe para quebrar su cráneo. No necesito más que un golpe, igual que cuando nació solo un golpe basto para cercenarle los dedos de los pies. Y allí quedó tendido un trazo de su vida, casi enterrado entre montones, centenares de zapatos que, poco a poco, fueron mutando de color hasta encontrar el tono más cercano al rojo bermellón. A su madre la abandonó en un cuadro de miserable existencia, que no llegó siquiera a recordar más allá de 60 minutos, justo el tiempo que tardó en coger el metro y recorrer 6 estaciones. Saturnino contaba apenas 18 años y ya sufría pérdidas importantes: su padre asesinado, su madre abandonada, el sentimiento de culpa corriendo tras los apéndices perdidos , las emociones sepultadas junto al yunque parricida y los sentimientos no podría perderlos porque nunca los albergó . La policía invirtió dos días en su captura; el juicio fue muy rápido y Saturnino se declaró culpable sin ningún aspaviento. Lo último que vio, antes de perder la libertad, fueron los zapatos de la fiscal: dos preciosas libélulas coronaban sus empeines. Sonó el despertador, como siempre, a las 6.00 de la mañana. No me gusta la oscuridad y por ello cuando amanezco cierro las puertas de los dormitorios de mis hijos y enciendo todas las luces que encuentro a mi paso hasta dar con la cocina, desayuno sola, tostada, café y zumo , apago las luces camino del cuarto de baño donde me tomo mi tiempo para reconciliarme con mi cuerpo y conseguir un aspecto despejado y aceptable. Ya en el dormitorio hago la cama y trasteo en el armario jugando a adivinar formas y colores, aunque siempre acabo con pantalones y tonos oscuros. Preparo las botas de media caña, saco los calcetines de media, me siento en la cama y noto que me agarran por las piernas. Bajo la cabeza y veo dos fuertes manos que me aprisionan los tobillos. Me quedo anclada a un paso de la inconsciencia y noto que los pulmones se expanden inhalando el aire que precede a la histeria. Mi grito sale despavorido, atravesando muros y ventanas e invadiendo la intimidad ajena, mientras escucho una carcajada justo en la zona oculta bajo el colchón. Mis vecinos pasaron uno por uno por la ventana del patio interior preguntando qué había pasado. Mi hijo se quedó un mes sin paga. Eso no se hace, tiene madre de milagro. El sol, al entrar por la ventana, hacía acogedora la clase adueñándose de aquella mesa, relegada al olvido, que, junto a la puerta, atesoraba las marcas de los alumnos cinceladas a golpe de risas y miradas. En su recorrido blanqueaba las paredes posándose en el cuadro que, sustituyendo al crucifijo, custodiaba la espalda del maestro. El óleo no era bueno ni malo pero sí diferente. La luz realzaba la tonalidad de las flores: aumentaba las moradas, difuminaba las naranjas y enardecía la blancura de las más pequeñas asomando delicadas del viejo y raído cubo metálico.La mesa, en su rincón, adoraba ese objeto colorista y alargado. Amaba su rigidez, su posición destacada, las líneas rectas y oscuras de su marco. ¡ Quién fuera margarita para sentirse protegida!. Pero a ella solo la usaban.El cuadro, desde su altura, envidiaba a la pequeña y desvencijada mesa, invisible para todos menos para él. Le gustaba mirarla y sentía la vida que por ella se derramaba: los llantos, los besos, los nervios, la tristeza, la alegría... ¡Quién fuera emoción para encontrarse desbocado! Pero a él solo lo miraban.Los meses crecieron, los años volaron y los niños y los profesores cedieron el testigo. Todo cambió menos esos cuerpos inanimados que se resistían a dejar de amarse en la distancia y el silencio. Una brumosa mañana de diciembre, bajo el cuadro se formó un montículo de residuos oleosos . Se moría. La pena agrietaba su alma y el color se le escapaba tono a tono.La mesa, al percibir la agonía de su amante, contrajo elementos y consiguió aflojar los tornillos . Quería morir y ¿Qué forma mejor que abandonando las patas? ¿ Quién iba a querer a un pupitre cojo?Solo les quedaban unas horas, quizás dos. Sintonizaron sus colores, sus componentes y esperaron.-Navidad, Navidad dulce Navidad.- Coreaban los alumnos de tercero.-Señorita hay que poner el Belén- Exclamaban sonrientes llevando en sus manos cajas rebosantes de figuras y adornos.-Esta Bien, esta bien. Cuando se os mete una idea en la cabeza no hay quien os pare. Venga ¡ A moverse! ,vamos a buscar un sitio para el Nacimiento. Bramaba, Maria Luisa, la maestra, mientras se recogía el pelo en un suspiro.Chiquillería y profesora examinaron el aula.- Nada chicos tenemos que contentarnos solo con el árbol porque no hay mesa de sobra para el Belén aunque, quizás nos pueda servir la del fondo. Venga, Juan pídele al conserje que nos preste un destornillador, unos trapos y el limpiacristales. Date prisa que ya tenemos sitio. La mesa derramaba lágrimas de angustia pues no podía perder a su cuadro y no quería vivir sola. Bastó una hora para agasajarla con el portal y las figuras, más ¡ cual fue su sorpresa cuando elevándola la trasladaron justo debajo de su alma gemela!- Profe, Profe, ¿ aquí esta bien? - Era Lucía quien hablaba, mientras sostenía en sus manos la señal anunciadora- porque en este cuadro de flores podemos colgar la estrella. Y así fue como, en un segundo, con la ayuda de una silla y una niña, le colgaron al cuadro su estrella anunciadora. No le dio tiempo a respirar, el peso fue tan grande para un rectángulo tan protector, pero tan poco firme, que, con un estrépito, cayo justo encima de la mesa. Y se produjo el milagro. La resina oleosa y las lágrimas fundieron el marco, el cuadro y la mesa en una historia de amor inamovible en el tiempo. Y así quedaron unidos y felices por muchos años. Todos los 25 de diciembre la estrella, apoyada en un marco afortunado , ilumina el belén sobre una mesa enamorada. Llovía, tronaba y el cielo jugaba al beisbol con los rayos. Al frente un ruido sordo atronó la calle, encogiendo los corazones y abriendo los ojos para poder adivinar de quien partió el grito, para poder detectar de donde partió el golpe, para poder localizar de quien partió el aullido y para poder determinar de donde partió el lamento.Los dueños del bar miraban hastiados la calle: mala tarde repetian , cuando un destello, justo enfrente, los sorprendió. A duras penas lograron coordinar piernas, manos y pies, mientras salían a su encuentro. Tomaron la calzada a tiempo de ver como la moto impacto con la parte trasera y sin luces del furgón, de ahí el golpe.Juani andaba jugando a adivinar la conexión entre el rayo y el trueno , jugando al escondite con la lluvia, con su perra y con el abriguito que tanto le incomodaba a su cachorra , cuando percibió el incidente antes de que ocurriera, de ahí el grito.Ramón trajinaba , como cada anochecer, en el contenedor del barrio, aunque las bolsas más suculentas, que seguro eran las sobras de la rubia del tercero, la de los melgos, apestaban a amoniaco, dulce entrante le había preparado la anegada mama de pelo descolorido. Ramón andaba embriagado con el edor del cubículo cuando éste se desplazó impulsado por una fuerza inusitada e introduciendo el torso del muchacho dentro , a la par que liberaba sus piernas en el aire. De ahí el aullido.El 112 avanzaba, con los limpiaparabrisas abriendo camino y con las sirenas encendidas, haciendo suya la frase que reza en nuestro cementerio: "Hoy por ti, mañana por mí".Tanit, acongojada, levanto la mirada de las cartas del tarot y al sentir que paraba en la esquina, utilizó su talismán, un padre nuestro y un ave María, para que todo acabara bien, para que no ganaran las tinieblas, para que el susto quedara solo en un Ahy.Localizaron primero a Ramón, contraído por el susto, con los pantalones mojados por la angustia y con la alegría en los ojos porque no tenía ni un rasguño y porque el hambre emigró a otro estómago, al menos, por esa noche.El conductor del furgón, Juan, era un vendedor ambulante paralizado por el susto, salvando con ello la vida, porque si hubiera realizado alguna maniobra se habría empotrado, bien contra la farola o bien contra el contenedor de una obra.La moto se quebró en tres pedazos incorporando la gran incógnita ¿Y el conductor? Buscaron con detalle y no lo encontraron. Debajo del furgón y encima del contenedor, debajo del contenedor y encima del furgón, en la esquina propia, en la impropia, en las calles adyacentes y en las no adyacentes, nada ni rastro. De pronto algo se movió en el balcón del primero, el de Adolfina, una señora pudiente y gallega que acababa de decorar el dormitorio por enésima vez y que ubicó el viejo colchón en la terraza hasta que el Ayuntamiento lo retirara. Carlos abrió los ojos, despacio, no queriendo saber. El casco aún mantenía aprisionada la cabeza , podía fijar la vista y observó que estaba en algo blando y en un balcón, podía mover los dedos de los pies y de las manos, y podía oír a gente justo debajo. De ahí el lamento.Esa noche el Angel Negro tenía parada en esa esquina pero no contaba con la tormenta que acabó desorientándolo y ,aunque oyó el grito, el golpe, el aullido y el lamento, no pudo descifrar exactamente de donde procedían. Y desorientado anduvo muchos años hasta que otro día los encontró en otra esquina. Carlos ¿cómo puedes ser tan bueno? ¡después de todo lo que te ha fastidiado Mario?Sonrío con la boca cerrada y los labios apretados mientras escondo los brazos, los dientes trajinan acomodando los retazos de una oreja y de una lengua ajenas a mí y las manos van tiñendo de rojo el forro del abrigo.-Todo es cuestión de aprender a pasar los malos tragos. Por cierto María, hoy no tengo mucha hambre, he picado algo mientras me despedía de Mario y luego he aprovechado para tapiar el hueco del trastero. Abro los ojos agarrándome el pecho// mientras la pena rompe el techo// y salta atravesando el plexo.La mirada perdida// de un oscuro manto poseída// fija los recuerdos de una vida.Una lágrima escapa// liberando el alma.Un cuerpo en retroceso// una energía en proceso. Se miro al espejo al atardecer, se acercó y asustado comprobó que sus ojos no tenían fondo ni forma. Se pregunto ¿quién me los ha robado? Miró en su interior y descubrió que faltaba ella. Se pregunto ¿donde se ha quedado estancada? Recorrió los lugares visitados esa tarde y al pasar por la casa de empeño comprobó que la dependienta poseía unos rasgados ojos de increíble y diferente color. Entonces recordó que en ese esplendido cuerpo había dejado empeñada su alma. El cristal del ventanuco devuelve una mirada vacía y perdida en el recuerdo: mi mirada y tu recuerdo. Fuimos vías de un tren que corren paralelas y se entrecruzan fugazmente. Nosotros aún gozamos la gracia de remontar juntos un trecho del camino: Gracia que fue mi desgracia, camino que fue mi abismo.Fuiste en ocasiones la madre coraje que aún añoro, la compañera valiente en una amistad sin tregua, la hermana que apoyaba mis anhelos y la amante ingenua y divertida que puso luz a este mundo mío lleno de mezquinas pesquisas.¡Como tu recuerdo empapa mi existencia!Aún hoy despierto acompañando con arritmia tus recuerdos. Invades mi alcoba arropada por el orgullo que sólo otorga el engaño, el haber entregado sin querer, el haber respirado sin poder.¡Como tu recuerdo empapa mi existencia!Tu maldición se ha cumplido: en los momentos en que el alma se rasga de tanto volar sola, mi existencia anhela una presencia: la tuya; cuando mi mano reclama compartir un tacto: siempre es el tuyo; cuando mis labios buscan otros labios: son los tuyos; mi galopar solo puede marcar un ritmo: el tuyo y, cuando el goce traspasa la frontera, mi boca enmarca un nombre: el tuyo.Sin querer pero queriendo tuyo me hiciste, a fuerza de no querer entrar en mi vida, fuiste ella. Cuando los golpes y desavenencias del cotidiano vivir hacían acto de presencia, estoicamente soportaba sus ímpetus porque, con la prolongación de tus brazos en los míos, enmarcaba mi cuerpo esperanzado, entusiasmado, enamorado.¡Como tu recuerdo empapa mi existencia!Mil y mil veces maldigo el día, el minuto, el segundo, la centésima, la milésima que me arrimó a la apuesta tan ruin, vulgar y ordinaria que supone discernir entre la vida y la muerte, entre el dinero y la honradez, entre el éxito y un sincero y sencillo amor correspondido.Se paro el tiempo, se ralentizaron las emociones y el ozono reinó en los sentimientos invernando nuestros corazones; el mío en un marco dorado de ambición, el tuyo en un rojo bermellón de vencida.¡Como tu recuerdo empapa mi existencia!Más la rueda de la fortuna es incansable en su girar. Todo lo que es arriba es abajo. Todo principio tiene un final. Tras la tempestad viene la calma: tu calma. Pudiste al fin aquietar la mente, sosegar el espíritu, y desde la armonía que confiere la madurez arrancar a la vida aquello que te negó y que ahora es tuyo por derecho propio. Hoy he sabido que por fin en un recodo del camino, seguro el más insospechado e inhóspito el amor te encontró y te poseyó. Hoy he sabido que amas, te aman y eres inmensamente feliz.¡Como tu recuerdo empapa mi existencia!Todo final engloba un principio. Tras la calma viene la tempestad: mi tempestad. El desasosiego de saberte perdida y, en el colmo de la desdicha, saberte indiferente. Fuiste todo y como en el libro de "La Historia Interminable" dejé que la nada nos envolviera y consumiera. Haciendo uso de una frase roída por oída digo: A Dios pongo por testigo que a partir de este día el amor es mi estandarte y mi espada el aliento que en forma de besos te he robado.Eternamente tuyo. Equinoccio de Primavera de 2003, Manuel y yo recorríamos Bilbao deleitándonos con sus gentes, sus playas, su gastronomía y exprimiendo nuestra amistad que los años y este viaje acabo derivando al amor, a ese amor añejo que la vida hace más sabroso cuanto más maduro. La noche nos despertó con su elegía al agua que, descarriada durante décadas, retornó a su cauce natural. Manuel bajó, desoyendo los consejos del personal de la Hospedería de Bakio, con la única intención de mover el coche, mi coche. Al mirar por la ventana comprendí que el agua subía arremetiendo y derribando el muro de contención y sentí su rugido, su avance devorando todo y a todos incluyendo a Manuel, mi Manuel. Durante días un cadáver, el mío, buscó a tientas y en tinieblas a otro cadáver, a mi amigo y a mi amante.Equinoccio de Primavera de 2013. Hoy. Mi primer pensamiento sigue volando buscando un nombre: el suyo y mi materia anhela un cuerpo: el suyo. Mi alma seca, pero tranquila, lucha por desterrar el sufrimiento y abrazar la vida, hoy he decidido que, en honor a este equinoccio, el día y la noche se van a equilibrar, que apartare las telarañas de tristeza entretejida y aceptaré que la luz inunde mis espacios.Sonaban las campanas de la Parroquia de Franciscanos anunciando la salida del Cristo como antesala a la procesión del Jueves Santo. Apresuré el paso porque llegaba tarde a mi cita anual con este vía crucis a dúo. Delante de mí la abuela que empujaba un carrito de gemelos, en un descuido, arroyo la mantita de la niña frenando en seco y yo, ensimismada en mis guerras, tropecé y fui a dar con el cráneo en el bordillo de la acera. Estuve sin conocimiento un tiempo más que peligroso no recordando nada tangible ni real, excepto que un abandono, dulce y sereno, se iba adueñando de mis células a la par que mi corazón distanciaba sus latidos. El último viaje estaba próximo, pero yo no pretendía subir a ese tren, al contrario, ansiaba una vida con Manuel, quería volver a verlo, a tocarlo, a quemarme en sus manos.Todo quedo en un susto pudiendo regresar a mi cobijo cerca de las 23 horas. Más reposada y esbozando una sonrisa acepté que en este día no se obrarían más milagros, pero el timbre sonó y asombrada, derrotada y arrastrando los pies, fui a abrir.Apareció un poco más viejo, más enjuto y canoso, con los ojos hundidos y la mirada más sabía.-Por qué?- pregunté.-Tú me has llamado. 10 veces en 10 años. Las primeras contracciones nos inscriben en la carrera de la vida. Primero es nuestra madre que, deprisa, se desplaza al hospital y, segundo, los profesionales que, sin prisa pero sin pausa, velan para que la sorpresa no esté invitada al nacimiento. A veces, la velocidad nos atrapa y corremos como locos poseídos, atragantándonos con la adolescencia, respirando hormonas desquiciadas, chorreando gotas de amargo desamor y desplazando a manotazos las decepciones laborales. Cuando la adrenalina disminuye ralentizamos el día a día y disfrutamos del amor con mayúsculas, dando el pistoletazo de salida a nuevos participantes y entendiendo con ello a nuestros progenitores, que ejercieron como jueces velando para que no nos saltáramos el reglamento. Es el momento de los 20 Km. Marcha, de armarse de paciencia, de andar controlando el movimiento de la cadera, de tensar los músculos, de vigilar que en cada paso un solo pie roce la pista, de lanzar la mirada al infinito y continuar. A la vuelta de la esquina y tras superar los 3.000 m. obstáculos, nos inscribimos en la carrera de fondo por excelencia: la maratón. Se necesita una vida ordenada, plena y satisfactoria para conseguir que el músculo cardíaco se contraiga en las pulsaciones necesarias y hacer realidad el sueño de participar en ella. Cuando me preguntan qué me hubiera gustado ser de mayor respondo: a la nena le hubiera gustado ser artista, pero artista olímpica. Ser la reina al término de los cuarenta y dos Km. Me imagino en plena competición, una vez sobrepasado el ecuador, justo cuando tu misma te sorprendes de ver que lo has hecho, batallando contra los tirones musculares, los calambres estomacales que te hacen dudar sobre si no acabarás ahogada en tu propio vómito, los vahídos que intentan que tu energía se aleje, los fluídos que vas derrochando por la nariz, la boca, los esfínteres... Me imagino, ¿Porqué no?, coronando el estadio olímpico envuelta en una serena victoria, donde arrullada por los rítmicos acordes del himno de mi vida e inmersa en el glamour que otorga el sudor y las lágrimas, corone mi gesta una medalla. Una medalla de oro a toda una trayectoria de vida. Nada ,que no me centro en estudiar, y es que mis neuronas desvarían haciendo que el subconsciente aflore a la superficie . Las emociones se agolpan y claman su derecho a sentirlas, y voy a darles permiso porque si no las escuchas te pueden ahogar. Hoy, esta tarde, mi recuerdo tiene nombre de mujer, de adolescencia incandescente, de risa juvenil, de almendrados ojos azules, de risueñas facciones, de sonrisa espontánea y jovial, de manos frías y corazón ardiente, de cuerpo esbelto, de deseos soñados, de vida compartida, de malaje agazapado en el cerebro, de lucha frente a una dura enfermedad, de pequeños pasos ganados a la dama de negro, de risas y lágrimas, del coraje de unos padres y de una familia, en definitiva de una vida truncada con apenas 20 años. Como una tigresa luchaste y como una guerrera marchaste sin poder deleitar la copa de la victoria. Esto va por tí, sigue sin importar el nombre, porque desde tu rincón especial, allá donde estés, sabes quien soy. Los años pasaran y tu recuerdo andará conmigo. Viviré añorando tu sonrisa, tu mirada, tu inocencia, tus ganas de vivir, y...... te puedo asegurar que no solo yo te añoraré , tú sabes de quien hablo. Bueno tengo que despedirme de mi recuerdo y por hoy también de tí, pero como siempre lo he hecho: con un abrazo de costillas. Hoy me he desayunado con unos artículos sobre las enfermedades mentales que afectan a las personas generalmente a partir de los 75 años y nos acechan a todas las demás en cualquier recodo del camino, seguro que el más insospechado. Ello me ha inspirado un breve relato, una disertación sobre la vida y la muerte. Va por delante que no es lectura fácil, es una palpable realidad."Suponemos que el periodo de gestación, el organismo acumula las reservas necesarias para soportar una existencia plena. Llega la infancia, la adolescencia, pasamos por la madurez y acabamos en la tercera edad o vejez. Así en principio debería acontecer pero el equilibrio entre el ying y el yang, se resiente, se resquebraja y se rompe con cada arista emocional, requiebro laboral, desengaño sentimental, desapego familiar, y cuando en el meridiano vital aparece la crisis de identidad, el vacío se apodera de la existencia, como la nada amenazaba con aniquilar el Reino de Fantasía en la Historia Interminable, porque en eso quedan muchas vidas: sin cerrar, sin terminar. En soledad intentas recrear tu camino, porque como dijo Machado : ""Caminante no hay camino se hace camino al andar y al echar la vista atrás se ve el camino que nunca se ha de volver a pisar"".Y en la senda quedaron sonrisas, lágrimas, gozos, alegrías y tristezas que no supieron encontrar el sendero de regreso a ese corazón al que aún le quedan fuerzas para buscar en solitario su relleno. Más la guerra es desigual, los ejércitos son liderados por grandes estrategas : Alzaimer, Parkison, Demencia Senil...., y en el campo de batalla generalmente queda un cerebro desgranado, una memoria perforada en un cuerpo decrépito arrojado aun lecho, acompañado por un frío mobiliario donde reposan las pocas pertenencias (generalmente retratos con ese inconfundible ton sepia que da el olvido) y arropado por un grupo de personas que cuidan y acompañan a ese cuerpo, a esa persona que ya ha servido a la humanidad cumpliendo un trabajo perfecto en su imperfección, y a las que sólo les resta esperar pacientemente la eternidad.Lo más cruel de la vejez no es la decadencia ni el deterioro biológico, es el desarraigo social, el abandono familiar y la suprema soledad que la rodea. Muchos ancianos acaban sus días cuidados por desconocidos que bucean en sus recuerdos para cubrir el perfil (inexistente por desidia) de un hijo/a, hermano/a, nieto/a, en resúmen una familia, porque ¡qué carajo! No nacemos bajo un almendro, salimos de un seno materno y crecemos con humanos.Me gustaría hacer un reconocimiento en primer lugar a los viejitos y viejitas simplemente porque han vivido, y en segundo a los voluntarios/as que de forma altruista los acompañan en el último trecho simplemente porque lo merecen". No me gusta ser solo hombre, no me gusta ser solo mujer, no me gusta ser paciente, no me gusta ser impaciente, no me gusta no sentirme guapa, no me gusta no sentirme fea, no me veo gorda, no me veo flaca, no solo rio, no solo lloro, no soy buena , no soy mala, no soy solo madre, no soy solo hija, no solo vivo, no solo malvivo. Mi mente, mi energía, mi esencia, mi espada, mi lucha, mis lamentos, mis desgarros, mis melancolías, mis gritos, mis silencios, mis sueños, mis miedos, mis lagrimas, mis risas, mis manos, mis caricias, mis abrazos, mis besos, mi cuerpo, mi apertura, mi sexo, mi relax, mis contradicciones, mi dicotomía, eso es mi vida. No es perfecta pero espero que, al menos, sea plena y para ello hay que vivir en las tinieblas disfrazados de luz o en la luz dejando que las tinieblas nos guíen. Ante todo no acepto la pasividad, el deslizarte por la vida mientras los demás juegan al ajedrez con tu destino. En realidad los colores invaden el tablero y hay que arriesgar y como lo que mueve el riesgo es el amor, hay que amar, y para consolidar el amor hay que luchar, y si luchas hay que vencer y si vences disfrutarás de un bocado de felicidad . Aunque no me gustan los cuentos, si tuviera que escoger un personaje sería el apuesto, galante y guerrero príncipe que encandila a la princesa con un beso, sería la Bestia que conquista a Bella con su corazón lacerado de amor, y por último mataría por ser Madeleine Stone en el último Mohicano Cuando la mirada se dirige ferozmente a la caja aparece un pulcro cadáver almidonado, maquillado lo suficiente para no inspirar miedo a los acompañantes de vida que no serán compañeros de muerta. Los opacos ojos miran sin ver, la boca permanece clavada en su quietud, los miembros preparados en la rigidez más absoluta, el corazón no bombea alimentando así el alma, los pulmones inmóviles oxidan los tejidos, el hígado metaboliza su propia combustión, los riñones se ignoran el uno al otro, el sexo se retrae en sus orgasmos y el cerebro se transmuta en los recuerdos que nuestra esencia evoca. Arropados en compañía desfílan rostro tras rostro, compartiendo un irónico sentimiento de pena, bien por mí o quizás por ellos, al sentir cercano lo que no somos capaces de recrear ni en sueños. Reparo en su presencia. Es él, mi primer amigo, mi amigo amante. Tantos años y compruebo que nuestra relación, aún teniendo como dama de compañía a la muerte, no sucumbió al patrón del olvido. No sufras, no derroches lágrimas por algo que pudo ser y no fue. Me complace verificar que en la distancia, siempre has velado por mí. Los ángeles de la guarda existen y yo los he disfrutado en vida, tu sonrisa y tu abrazo continúan siendo mis talismanes haciendo este tránsito más llevadero. Al amigo lo quiero, al amante lo añoro. Un dúo destaca por su ausencia, son aquellos a los que he dedicado mi vida por activa y por pasiva. Son ellos los que han colmado de plenitud mi camino haciendo que el orgullo me ahogue de gozo. No han venido porque no les corresponde ocupar ningún sitio. No pueden despedirse porque ni yo me voy, ni ellos se quedan. No he muerto ya que no hay rescisión, en cada espiral de su ADN perduraré por los siglos de los siglos. Amén. Otra vez el sueño . Otra vez tengo que ir al número ocho de la calle infinito. Tengo cuarenta y ocho años y me he pasado toda la vida mirando por encima del hombro a ver quién viene y a sentir quien observa. Entro y enciendo la lámpara bañando en la penumbra el cuarto. Extiendo el pergamino y me dispongo a su estudio cuando un roce entre algodón y lana, intimida mis sentidos. Yo no llevo jersey y mi pantalón no es vaquero. -Ya era hora que vinieras a mi encuentro. Con los ojos desorbitados a base de querer robar luz a las tinieblas alcanzo a balbucear: -Hola? Quien está ahí. -Se acabó la espera. 48 son muchos años. Es una voz seca, fría y cortante que retumba en los muros de la habitación. -Buenos días,- contesto- no entiendo muy bien que está pasando pero creía… -Ese es tu problema creer, creer que podrías zafarte de mí- Y su carcajada se alzó jactándose de mi miedo y alojándose en mi pecho. ¡Eso es! -pensé-no puedo verlo porque seguro que está de espaldas. -¿ Nos conocemos? , ¿Quizá de frecuentar la biblioteca?, en fin…, también le interesan los manuscritos asirios? Sin cambiar su posición erguida, tensando el abdomen y levantando el pecho, descarga un sonoro golpe en la mesa: - Parece mentira, no me extraña que seas tan necio, tan torpe y tan ridículo. Agudizo la vista pero no consigo distinguir más que su silueta; intento esbozar una sonrisa a ver si impregno mi voz de seguridad. -Creo que se equivoca, seguro que me ha confundido con otra persona, mire, yo soy Alfonso, y vivo en… -Vives? – contestó, separando las piernas- malvives diría yo. Llevas buscándome toda tu vida. Y me has encontrado porque me he cansado de esperar. ¿ Me oyes? -No lo comprendo, mire, yo no lo conozco, y no lo ando buscando, se lo aseguro- afirmo con toda la serenidad de que soy capaz. -¿No me andas buscando? - Exclama altanero y socarrón- ¿ Y qué me dices de tus sueños y del número ocho? . Creo que la vida se me va con cada palabra de este ser al que no consigo distinguir. El corazón se descalabra mirando como avanza hacia mí y el aliento se congela cuando descubro que no tiene cara, que no es más que negrura, mi negrura. Me estiro perezoso en la cama y, recordando mi sueño, me siento como el protagonista de aquel microrelato : Me desperté recién afeitado. Eso me ha pasado me he despertado recién no sé qué. Hace un sol radiante y al llegar a la calle principal, miro a la izquierda y me paraliza una sombra, la mía, pero más grande, más negra y más fiera que ayer. María, vas para la feria? Si cariño junto con varios compañeros, creo que quieren subir al túnel del terror. Como si no tuvieran suficiente horror con ser tan “finos”. María, ya has regresado? Como ha ido?. Pues mira bien, muy bien , estoy alucinada de lo fantasmas que son estos trepas. Subieron físicamente completos y descendieron inmateriales. Cansada de buscarlos me vine para casa. María, mira, dicen en el noticiario que han tenido que cerrar esa atracción porque ¡algo pegajoso y viscoso entorpecía el deslizar de los carritos! Copiaba los textos, solo por el placer de escribir, o, quizás, por el temor a diseñar su propia vida. Bebía a sorbos los sentimientos ajenos. Masticaba con vehemencia los trozos de vivencias extremas que nunca eras propias. Olía los vapores que galopantes pasiones desataban en cuerpos extraños. Tanto disfrazó su tiempo con entretejidas máscaras de amor y odio que un día, al caer la tarde, no pudo liberar su esencia y quedó atrapado en esa narración de noches sin estrellas y de ensombrecidos soles, de almas desgarradas y de gritos ahogados, de mundos abocados a un trágico final. Levantó los ojos y dirigió su mirada al hombre que, desde fuera, sereno y feliz, copiaba los textos solo por el placer de escribir. A ella le gustaba la soledad, establecer las normas de sus juegos y no tener que ser presentada a ninguna otra niña de la vecindad porque se mofaban cuando, haciendo uso de la voz aflautada que la caracterizaba, Aurora la señalaba diciendo: -Aquí os presento a Presentación. Y la risa abombaba los pliegues infantiles de los vestidos. -Anda que mi madre no me pudo colocar otro nombre ¡ vaya faena! – mascullaba entre dientes Presen, mientras de camino a casa, hacía avanzar a patadas el canto más arisco. Llevaba una vida dedicada a satisfacer la necesidad de sentirse satisfecha de su progenitora. Cuando la adolescencia la pilló desprevenida, siguió las marcas pautadas que su madre le impuso: el marido adecuado, la boda convenida, los hijos necesarios, los reproches continuos. -Presen, ten cuidado ¿Qué va a ser de ti sin mí? No tendrás rumbo. ¿Cómo cuidarás a tu marido y gobernaras a tus hijos? Y Presen, bajo lo sombra materna, fue actriz secundaria del primer acto de su existencia, pero en su cincuenta cumpleaños, decidió dar un paseo en solitario. Era otoño y las hojas la acariciaban los pies haciéndole cosquillas. Atardecía en el frondoso parque y asombrada, vio como un nubarrón oscuro se escapaba por su coronilla y un hada sonriente, etérea y dorada soplaba deshaciendo el nublo y, alzando una mano ligera, la dejo caer en su pecho a la altura del plexo solar. Apretó. -Presen, nunca más volverás a tener miedo, nunca más volverás a dudar, ahora debes vivir según tus reglas. Y Presen vivió libre y dejó que sus hijos forjaran sus propias sombras mientras tropezaban y pateaban los riscos que en su sendero la vida les colocó. A veces, solicitaban ayuda o consejo y, en ese momento, Presen, orgullosa, los sentaba, los miraba y les hablaba: -Hijos míos, poco os puedo decir, solo que el miedo no es bueno, que la duda no ayuda y que vuestra libertad acaba donde empieza la libertad del otro. Los años premiaron su ondulada cabellera con un blanco homogéneo, sin manchas, como su alma. En este segundo acto, interpreta, el papel principal: unas veces observa curiosa a las personas con sus ojos vivaces, otras, deja volar sus ágiles manos sobre el papel imaginando hadas. Porque Presen, al final, creyó en lo mágico y deleitó a grandes y pequeños con extraordinarios cuentos para mentes abiertas. Mañana le hacen entrega del premio nacional más destacado en relatos cortos. Ella no lo sabe, pero sus hijos y nietos, le tienen preparada una fiesta y un viaje al país de la felicidad. Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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