• Hernando Mora Gonzalez
Hernando
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  • País: Colombia
 
MISA DE GALLO."....Nunca pude entender la conversación que sostuve con una señora, hace muchos años, tenia yo diecisiete, ella treinta. Era la noche de Navidad. Habiendo convenido con un vecino en ir los dos a la Misa de Gallo, preferí no dormir; acordamos que yo iría a despertarlo a media noche......"Misa de Gallo (fragmento).MACHADO DE ASSIS.___________________Por Hernando Mora González.La noche previa a Navidad, había convenido con mi amigo Balzac, en el momento de abandonar de madrugada la ultima fiesta de aguinaldos, que pasaría por el a la media noche, para asistir juntos a la Misa de Gallo.- Te esperare muy complacido, me contesto, con una cara alegre, chispeante, producto de los rones brindados en la fiesta. Bailábamos felices con las muchachas, a quienes les compartíamos el ron con coca cola y mucho hielo, que consumíamos ininterrumpidamente hasta la madrugada.La Banda, cansada de tanto animar intensamente la fiesta del barrio, en la última tanda anunciaba que la fiesta finalizaría, después de tres piezas más. Todos protestamos. Sin éxito.Enviaron a los cantantes a mezclarse con las parejas que bailaban y recoger como en las misas, la limosna.Así se pagaba en parte la fiesta. Con su música, alegría, buen ritmo, buen baile, habíamos cantado y disfrutado nuestras parejas, todos vaciábamos los bolsillos, agradecidos.Esta fiesta del Aguinaldo, la última antes de Navidad, había sido de las mejores. Toda la muchachada la disfrutábamos.Para la última escogimos un amplio patio de parqueo de buses, adornado con bombas de colores. Algo que nos animaba era la pólvora ruidosa, que se quemaba con fuerte olor, humo y brillantes colores. Hacia parte del ambiente que divertía. Algunos buscaniguas se metían entre las parejas del baile, explotando entre las piernas de las mujeres que solo llevaban una pequeñísima falda.Corríamos gritando, esquivando en esa forma, que nos quemaran.Esas estampidas producidas por la pólvora nos permitían a algunas de las parejas, salir en desorden del círculo de luz donde se bailaba, y nos escondíamos, entre los buses que se encontraban en un rincón oscuro del patio.Ahí dábamos paso a esos deseos tan espontáneos, que nos producían a las parejas por igual: necesidad de besos en la boca, abrazos y acariciar los cuerpos sudorosos y anhelantes de las muchachas. Caricias que ellas recibían complacidas. El calor intenso de las noches de diciembre, la música y el mucho baile de tambores, no permitía mucho más.Faltando poco para poner fin a la fiesta, una mujer que con los humos del ron me pareció esplendida, de unos treinta años, alta, con un escote grande, que enmarcaba unos senos redondos, perfectos. La blusa azul le dejaba los hombros, angulosos, de piel brillante al descubierto. Llevaba maravillosamente templado y recogido el cabello, sobre la nuca. Peinado que la hacía una mujer madura. Deseable.Mostraba una sonrisa que cautivaba; de dientes blancos, que parecía que se hubiera detenido en la expresión máxima de espontánea alegría.Se quedo mirándome de frente; cerrándome el paso.-Ven, Negro, quiero que bailes conmigo.Extendió sus manos recias, tan distintas a las suaves de las muchachas. Eran manos que aprisionaban.Su cuerpo de inmediato se adhirió al mío, éramos de una misma estatura.Metió su cabeza y sus labios entre mi cuello y me obligo a llevar un ritmo en el baile, al cual me conducía siguiendo exactamente el compás de los tambores, nos desplazábamos rápidos por entre las parejas.En uno de esos momentos en que empezaron a estallar los buscaniguas, sentí sus manos severas y firmes, como de hierro, arrastrarme a la oscuridad del parqueo de los buses; subió por la puerta de atrás de un bus, que abrió con una gran facilidad; me arrojo sobre la ultima y amplia banca y con desespero inicio un proceso acelerado de excitación sobre mi cuerpo, desnudándome, al mismo tiempo que ella se desnudaba, dejando ver tentador, un cuerpo magnifico, que al agitarse, brillaba volviéndose, si era posible aun mas sensual.No se cuanto tiempo viví la revelación de esa ceremonia, en que explotaron en mi los efluvios de hombre mayor, que hasta ese día no me conocía.Terminada, mientras recogía mi ropa, sucia del polvoriento del bus, ella me estaba mirando con unos ojos saltones, fijos y brillantes, que me llenaron de temor, al ir tomando conciencia, de la locura por la que acababa de pasar, que con asombro la recordaría toda la vida.- Negro, me dice con una voz metálica y fría, cuídate: la muerte anda suelta y hambreada en esta Navidad. Escoge almas para llevarse. Para alguno esta será su última fiesta.Así como la mujer apareció de la nada, unos momentos antes, invitándome a bailar, así desapareció desnuda en la oscuridad intensa de la noche.Al tiempo que desaparecía, simultáneamente los tambores apagaron sus últimos golpes sobre los cueros sonoros. Sentí en mi aturdimiento, una despedida, coordinada en un leguaje común al cuerpo de la mujer y los tambores.Esa sensación de terror, no me abandono, ni el resto de esa noche, ni el día siguiente en que permanecí sin moverme de mi casa, sorprendiendo a mis Padres que no entendían, conociendo mi actitud parrandera; no quería  disfrutar la Navidad.Permanecí, inexplicablemente mudo y con los ojos asombrados.Faltando dos horas para la misa de Gallo, haciendo un gran esfuerzo, superando el agotamiento, que se había apoderado de mí, me dirigí en medio de las luces y de la pólvora que explotaba, a buscar a Balzac.Balzac amigo desde la niñez, me debía estar esperando con el mismo gusto, que yo sentía de encontrarme con el; contarle mi experiencia del final de la fiesta, y purificar mi alma en las oraciones y cantos de la Misa.Llegue a la casa de Balzac localizada dos barrios arriba.Al acercarme, oí dentro de la casa, dolorosos gritos de angustia, de desesperación.Abrió la puerta su madre. Fijo en mí su mirada estremecida de pánico. Aparece desdichada, las mejillas cubiertas de lágrimas. Adolorida. Temblorosa.- Vengo por Balzac, para irnos juntos a la misa de Gallo.- Balzac regreso a la madrugada de la fiesta; me contesta, balbuciente. Nos hizo el comentario, me dice, que tu te habías vuelto loco; bailabas entre la fiesta, solo, sin pareja; finalmente te habías subido igualmente solo, a uno de los buses estacionados.- No dijo más. Parecía confundido, agotado. Se acostó sin hablarnos. - Hace unos instantes, lo fui a despertar, me lo dice entre violentos sollozos; estaba frío, boca arriba, con los ojos sin alma, abiertos. Lo llame. Lo grite. Esta muerto...____________________
RAFAELA                           NUESTRO DESTINO ES NUESTRO;TAN NUESTRO QUE NOS MODELA Y NOS DESTRUYE.PERO NO OLVIDEMOS QUE TAMBIEN A OTROS PERTENECE....MARGUERITE YOURCENAR. Gritan y gritan: lo hacen cada vez con voces mas llenas de entusiasmo; quien  paga mas por la hermosa Samba!!!!! Quien da más!!!!! Quien da mas!!!!Anunciaban su venta, con  gritos, dentro de un remolino formado por gentuza curiosa llena de sadismo y de morbo, que se aprieta detrás de la Iglesia, donde a su sombra remataban los esclavos, como hacia con frecuencia, después de libar chicha fuerte, el que llaman el liberto José, de barba y cabello gris hirsuto que asoma bajo su gran sombrero, la cara cubierta por unos inmensos y poblados bigotes, que escurrían sobre el labio, manchados de un amarrillo seco, de humo de tabaco y chicha. El era el tratante que vendía repetidamente, o compraba, veinte y más, esclavos. Asistían compradores de Santa Marta, Maracaibo, Cartagena y de otras partes lejanas.La mayoría de los esclavos los compraban con destino la Habana o Panamá. Esas ciudades  donde más y mejor los apetecían. Valían menos, eran mas sanos y fuertes los de la Nueva Granada, que los que vendían los negreros Portugueses transportados en esas cárceles nauseabundas de muerte, los barcos veleros, donde encadenados los negros secuestrados en África gritaban de sed y hambre, cruzando el Atlántico.Se acepta que de África llegaron en los últimos 250 años, unos once millones de esclavos. La mitad se quedo en las Islas del Caribe y sus costas, las llamadas las Indias Occidentales, colonizadas y regidas por Ingleses. Fueron ellos los que impusieron esclavos negros en toda America.La trata de esclavos se había reducido en los últimos veinte años. La antigua America Española, ahora independiente, era Republicana. Se sabia que pronto liberarían a todos los esclavos. Se prohibiría su trata. En cuestión de pocos años. Traficar con negros seria delito. Había que utilizar los producidos en las actuales condiciones. Serian las tal vez las ultimas, antes que campeara en estas tierras el abolicionismo, como llamaban la libertad de los esclavos.En 1832, las ventas de esclavos hombres y mujeres se hace con una mayor discreción. Casi con temor. Se alza la gente en contra de ese comercio. Las grandes ciudades son la caja de resonancia de protestas llenas de vehemencia.En los campos, los propietarios pregonan que no es rentable trabajarlo con esclavos. Poco trabajan. Comen mucho.Río Hacha es un pueblo discreto. Perdido. Levantado alrededor de una preciosa y azul ensenada de mar, junto a desembocadura del río que le da su nombre. El negocio, es reunir un buen número de esclavos, para embarcarlos en una goleta y venderlos en  lugares lejanos. Esa es la actividad de Joazinho el tratante brasileño; cruel. Recorría las costas comprando. Y vendiendo. El liberto José era su comisionista. Joazinho poco daba la cara. Pero la aprobación de la compra era solo suya. Compraba con apetito. Sabía que compraba. Tenía buen ojo. Pagaba en monedas de oro español o americano.No tocaba a sus mujeres. Las trataba a distancia. Con desprecio. En medio de los gritos, de las ofertas, y contra ofertas, el Señor Secretario de la Notaria, que poseía una bella escritura, vestido de lino, sudoroso y mal oliente, se ubicaba al lado del rematador; su trabajo consistía en apuntar cuidadosamente, en un libro protegido por gruesas pastas de cuero; el nombre del vendedor, seguido del nombre completo, con apellidos, del comprador; el nombre cristiano del esclavo o esclava, la fecha y el valor de la venta. Esa es la Ley; así se venden los cuerpos, como se venden las haciendas. Se debía escriturar. Es la legislación española que sobrevivía a la Independencia. Por cada compra o venta había un impuesto del gobierno, que se cobraba en la Notaria.Esas sumas de dinero le gustaba recibirlas personalmente el Corregidor. El poseía esclavos en su plantación. Conocía la dureza del trato a que se debía someter, esa parte agria y negra de los humanos. Esos ingresos por ese triste concepto, le alegraban el alma. Se compraban negros para el trabajo en plantaciones, en la pesca, la construcción. También para la guerra; se escogían los más jóvenes y ágiles. Las negras atendían el trabajo de criadas en las casonas de las plantaciones. Liaban con primor el tabaco. También las obligaban a realizar el trabajo duro de los hombres. LA MALDICIÓN DE LAS PERLASRío Hacha creció y se desarrollo prácticamente desde la llegada de los conquistadores. Nicolás de Federman en los años de 1530, hizo un largo y azaroso recorrido, atraído con furia por las Perlas. Su mito superaba al del oro.Los indios Chimilas, muy violentos de temperamento, así como los Taironas, dominaban la pesca de Perlas, las comercializaban por trueque aun en sitios remotos de tierra adentro y alejados de la costa. Federman partió de Rio Hacha a Santo Domingo, para crear una gran compañía para explotar y llevar a Europa las bellísimas Perlas de Río Hacha.Afortunadamente para los indios no regreso nunca mas. En los próximos dos cientos cincuenta años la pesca de Perlas dominó toda la actividad comercial en Río Hacha. Los Reyes de España alimentaron con Perlas las muertes que producían en las crueles guerras para ensanchar sus dominios. Pagaban con Perlas. Muchas Perlas.Los diferentes extranjeros que vinieron en su búsqueda, trajeron esclavos negros. A escondidas del Gobierno Virreynal, o sobornando funcionarios. Existía la creencia que sus pulmones eran más resistentes que los de los Indios para bajar a las profundidades a recolectar las Ostras cargadas de Perlas. Además se decía que los Indios robaban. Los negros no. Los mataban con facilidad. Esa eran las normas sociales. Los propietarios también podían matar a sus esclavos.Para evitar esos robos los sometían a los más asquerosos y humillantes controles de las secreciones corporales.Las Perlas se daban en abundancia en la desembocadura del Rio, que bajaba con aguas frías y limpias de la próxima Sierra Nevada, ricas en alimentos para los criaderos de Ostras y los peces.Pasada la guerra de Independencia, en la cual triunfo el General Bolívar, El Libertador, se continúo guerreando. A su muerte los generales no estaban satisfechos con el reparto de botín. Aparecían además de Generales; políticos. Malos políticos. Pero la guerra ahora era encuentros, no de tropa, era en tumultos, asesinos, que matan y roban, azotan al país que aun no tiene ninguna forma de estado. Está compuesto por viejas leyes españolas, enfrentadas con el pensamiento liberal patriota.Pasada la Independencia, aun no se acaba el Reino de España. La Iglesia en Nueva Granada es española, mantiene las leyes vigentes de la Inquisición. La mayoría de los criollos pudientes, luchan en silencio por el retorno del Chapetón. Se necesita orden. El orden que a pesar de su lejanía impone la Corona. Es lo que dicen. Pero solo les interesa lo que guardan en el bolsillo. Guardan en su defensa miles de estupideces sociales de origen Español. Nadie quiere sinceramente cambiar las leyes de la esclavitud. Es barato guerrear con esclavos negros. Se les da algo de comida y guarapo. La ropa la toman de los enemigos muertos; se nutren con parte del saqueo. Los arman con machete. A los veteranos de confianza, les dan mosquetes. Con poca pólvora. Más de una vez matan a sus amos en medio de la refriega y el desorden. Es venganza que celebra la negrería. Matan también a curas. Violan mujeres blancas. Muchas. Algunas guardan el secreto. Les gusta el negro. Por el contrario a las negras no les gusta sino el negro. Desprecian al blanco.Buscando un rumbo nuevo la Nueva Granada en 1832, se discutió una nueva constitución. La aprobó el General José María Obando. La Asamblea constituyente estuvo presidida por un Obispo. El obispo de Santa Marta. Como resultado de esa presidencia, la Constitución era en todas sus partes, clerical, con rezagos del gobierno Español. Nada cambio con respecto a los esclavos.En todas partes se cobraba largo y duro, por la elaboración y registro de esas escrituras sobre la carne humana negra, que carecía de alma según lo que por siglos sostenía la Iglesia; los negros no tienen alma La escritura publica, que era a la vez tradición de propiedad garantizaba igualmente la propiedad del cuerpo, que comprendía la vida total de esos seres. Ser propietario de un esclavo significaba la propiedad absoluta y única. Se extendía a sus hijos, si era mujer.A la sombra fresca de los muros blancos de cal de la iglesia, rodeada de ese vaho a sal caliente, húmeda, y a espuma de ola que venia soplando desde el próximo mar, se compraba y se vendía. También se vendía chicha, guarapo, aguardiente, era la forma en medio de las borracheras de celebrar ese pecado que consistía en hacer negocios, con las almas y cuerpos de los negros y las negras. El trabajo de la sangre que no protesta, que a las buenas o a las malas acepta su humillante condición. El trabajo barato. La inversión es fuerte para el propietario. Debía alimentarlos, cuidarlos, darles albergue. Existía la ventaja, con las mujeres negras o mulatas, especialmente las niñas, debían quedar preñadas después de la primera menstruación. O la preñaba un negro. O los patrones, desalmados y corrompidos que no contaban esos hijos como suyos. No importaba quien engendraba, así fuera su padre o su hermano. Lo importante es que el rebaño aumente en número, como el ganado.La maldad, toda la maldad, en America estaba concentrada, personificada en esos tristes siglos de la esclavitud de negros, sambos, mulatos, algunos blancos; mujeres, hombres, niños, niñas, viejos, viejas. Todo se vendía y se compraba con odio. Con furia. La furia y el desprecio que se apoderaba del blanco que compraba fuerza. Era una inversión considerable. Se imponía esforzarse por su cuido.Los negros el día del remate, les obligaban a estar desnudos de la cintura para arriba. Se apreciaba su fortaleza. El pecho y la espalda musculosos. Se les untaba con aceite de pescado o coco para que brillaran. No importaba su mal olor. Muchas de esas espaldas estaban marcadas por las cicatrices de latigazos, dolorosos y profundos. Así como mostraban cuerpos duros, las facciones de sus caras mostraban las garras del espanto que se apoderaba de ellos al desconocer su nuevo destino. El futuro los llenaba de miedo. Su sentimiento sobre la vida, era ese popular repetido de que mas vale malo conocido, que bueno por conocer. Algunos cantaban esas canciones largas, en medio de murmullos dolorosos que emitían con la boca cerrada. Algunas mujeres blancas sensibles lloraban al oírlos. Era su dolor.Existían condiciones mínimas para el comprador. No debían toser. Ni estar herido. Tener los dedos de manos y pies completos. Los genitales no eran importantes. Algunos afortunados negros no los mataron por el valor en oro que representaba su fuerte condición física; pero pagaron sus violaciones de blancas con la castración. Muchos estaban castrados desde pequeños.Las mujeres, llevaban un camisón suelto, blanco o morado, que les llegaba hasta los pies. En general no eran bellas. Pero debían descubrir el pecho, ante el comprador. Los senos mostraban de acuerdo con su forma y tamaño, los hijos que había amamantado. Grandes, caídos, flácidos. O aun erectos y firmes en las jóvenes. Los dientes debían ser brillantes. Las caderas amplias, culonas. Con poca discreción debían exhibir al comprador, sus genitales; sus barrigas aclaraban si estaban embarazadas y de cuanto tiempo.Que fueran sanas era la mayor exigencia. Que no mostraran síntomas de enfermedades en sus sexos, que debían aparecer húmedos y de colores vivos; negros y rojos.La esclavita de color claro, casi blanco apenas llegaba a los diez años. Su madre, mulata hermosa, le hacia señas lentas con su mano derecha de despedida, sin derramar una lagrima. Ya se había separado anteriormente, con brutalidad de dos de sus hijos. Con esta hijita casi blanca, seria el tercer hijo que perdía. Esas perdidas la habían endurecido. Se alejaba en grupo con otras mujeres más negras que ella, llevaba un niño en los brazos y otro de la mano, su vientre inflado por otro hijo, oscilaba al caminar junto con otros negros, amarrados, uno detrás de otro por el cuello. Con su próximo parto su madre completaría seis hijos. No llegaba a los veinte y cinco años. Joazinho, las había comprado. Baratas. Los llevaba a la ciudad de la Habana, centro del comercio de esclavos negros, auspiciado por las corruptas autoridades Españolas. Necesitaban aumentar la producción de sus plantaciones de caña de azúcar. Era su único interés.La hijita por el contrario estaba bañada en lágrimas. Se asía con desesperación, llena de miedo a la mano temblorosa de una vieja negra, desdentada que nadie quiso comprar. Solo quedaron ella y la vieja. Flaca, encorvada. Triste, simulando esa sonrisa que aparece siempre junto al dolor. Vio como se alejaba su madre por ese camino polvoriento que se adentraba en una Fundación donde pasarían la noche. Seguía con su mirada de desesperación, de angustia, el camino que tomaba, su figura deformada por la preñez, desaparecía en la sombra de los almendros.La condición de niñita blanca, diferente, la empujaba con desesperación a escapar, huir y reunirse con su madre en la madrugada; partir con ella y sus hermanos. A donde fueran. Se fugaría para seguirla. Continuaría viviendo al lado de su madre. Principió a rezar en voz alta el remedo de rosario que su madre le había enseñado, para pedirle a gritos a la Virgen que nunca las separara. Sus otros dos hermanos fueron vendidos, o cambiados por mulas, hacia dos años. Cuando no había dinero, cambiaban animales, por animales humanos. Se hacia el simple trueque. Esa desaparición de sus hermanos, la lleno desde entonces de temores y angustias. Ella casi blanca, con rasgos de blanco y de negra. Nadie quería comprar hoy a esclavos blancos, menos a mujeres. La autoridad Republicana, pequeña o grande obligaba a liberarlas.Sus hermanos eran negros. Se burlaban de ella y la trataban con cierto desprecio. Ella los amaba con toda su alma, siempre compartía juegos con ellos. Les repartía la poca comida que recibía, para que crecieran fuertes y fueran valiosos para que nunca los comprara nadie.Agobiada por esos momentos de gran dolor y desesperación para la niña blanca, de alma negra. Apareció rutilante y maravilloso, por la calle principal sembrada a cada lado de árboles de Almendro, de Tamarindo, de Mataraton, de hojas verdes brillantes, producían grandes sombras, frescas, avanzando el moderno Coche de Caballos de la familia mas distinguida y pudiente de Riohacha; los Oñate.  Comprado en Cartagena, para la boda de María del Rosario, el coche y los dos caballos, que hoy desfilaban fuertes y sudorosos en Río Hacha.María del Rosario de escasos veintiún años, bella, alta, resplandeciente, atractiva, deseable, como son las mujeres al lado del mar. Se dice que es descendiente del encanto y la virilidad que los Alemanes de Federman despertaron en una india Chimila. De ahí su bravura y su arrojo.Se había casado diez y ocho meses atrás con el bravo Coronel Rafael Cotes del ejército libertador. Era un matrimonio de mutuas conveniencias familiares. Era un matrimonio sin amor. El Coronel varios años mayor que ella. Además de valiente, era borracho y mujeriego. Le atraían las esclavas negras.Una noche en medio de una tremenda borrachera, abordo el coche en medio de la oscuridad y puso los caballos a correr hasta desbocarse. Tomo un curva cerrada, en medio de un grito de borracho, perdió el equilibrio, cayo del coche, soltó las riendas, y su cabeza estallo como fruta madura al dar contra un mojón de piedra.La bella María del Rosario, estaba arrepentida de su matrimonio, queria huir a Cartagena, abandonarlo, cuando esa dictadura confusa del azar, le trajo como regalo sorpresivo y feliz su viudez.A pesar de su sensualidad nunca logro despertar en su marido el deseo por ella, por su cuerpo delicioso. Por esa extraña incertidumbre sexual a donde la arrojaba el desprecio físico de su hombre, aparecía como una mujer herida.  Había escogido a Rafael por su rostro y por su cuerpo. Ella conservo su dulzura de niña. El representaba la experiencia, la edad madura. Nada.María del Rosario aprendió de su padre que lo que fue exquisito en los mejores días, sigue por siempre en la vida, exquisito, aun en las malas horas. El que aprende algo aun en los peores momentos, siempre sale ganando. Los Oñate de María del Rosario, después de los años tristes y angustiosos de la guerra de la independencia, en medio de la pobreza y de los campos desbastados de ganado y caballos, los famosos caballos de Riohacha, llamados Aguilillas, habían resuelto casi clandestinamente, revivir el desaparecido arte de la pesquería de las Perlas. Por el llamado Camino de Jerusalén, negociaban Perlas en Maracaibo y Cartagena. Aun llegaban a Panamá.Las Perlas americanas, eran objeto de gran apetito en Europa. Su oriente, su iridiscencia, es mucho más bello y reflectivo, que el de las Perlas del Asia.Son pesadas. La razón, algunas se forman dentro de la madreperla, alrededor de un granito de oro, que vienen arrastrados por el Río. La estimación de las Perlas, no es tanto por su tamaño. Se dice que frente a Ríohacha se conseguían Perlas del tamaño de huevos de paloma. Su verdadero valor es por su fino color, el llamado Oriente de las Perlas. Deben ser bien formadas, redonditas, pulidas y lustrosas, con hermoso oriente. Ese lustre y resplandor, las hace obtener entre los joyeros valores increíbles. Las mujeres de todas las civilizaciones y épocas aman las perlas. Nada que supere en joyas atractivas para una mujer que el collar de perlas, regalo de un amante.María del Rosario, a instancias de su Padre, un hombre bonachón, gordo, con una gran barriga, que le caía sobre sus rodillas cuando depositaba su humanidad en la mecedora; temblaba al soportar  su peso. Tenia un vozarrón profundo que intimidaba. Había realizado inmensas inversiones en la Guerra, realizado amistad en Cartagena con el Libertador, de quien era fanático admirador. Lamentó mucho su muerte. Acudió presuroso a las honras fúnebres días después de su muerte ocurrida en Santa Marta.- María del Rosario le decía desde niña, ¿Sabes por que a esta provincia la llaman, Santa Marta la Perla de America?Por la inmensa cantidad de Perlas que se crecen aquí en el mar, enfrente a nuestra casa. Esta casa con muchos años encima, la mejor de toda la provincia, se construyo con dineros y cambalaches del comercio de las Perlas, realizada por mi Abuelo y mi Padre, poco pude hacer en esa actividad por dedicarme a la guerra de Independencia. En la guerra cambiábamos Perlas por armas, por oro, por esclavos, géneros, herramientas, caballos. Las Perlas valen mas, mucho mas que el oro.- Pero tu María del Rosario, debes retomar ese puente con la buena vida, comerciar Perlas e irte a vivir a Paris y Roma, emprender nuevamente este negocio: la pesquería de Perlas. Algo que posee magia. Que atrae con pasión. Aun tenemos esclavos e indios; conservo los harneros en bronce, fabricados en Inglaterra para clasificar por tamaños exactos las Perlas; también tenemos gente delicada y feliz que perfora las Perlas para hacer sartas de collares, como ese de doble vuelta y broche de esmeraldas, que heredaste de tu madre; algo se puede vender a través de los entes del gobierno y otros por enviados especiales a Europa o tu puedes realizar los viajes. Conocer y mercadear.Así te libraras de comercializar el repugnante la hierba Hayo, que tanta difusión ha tenido después de la Guerra.- También te libraras de sufrir con las  estancias nuestras de Aremasain.María del Rosario aprendió a clasificar las nueve suertes o layas que rigen el comercio de Perlas.En una misma suerte se hallan diferentes Perlas unas más finas y bellas que otras.Dado ese genio maravilloso que tenia para ese trabajo, pronto se apodero de ella la pasión por las Perlas. En secreto viajaba a Cartagena y las vendía a escondidas del Gobierno a mercaderes Panameños y Mexicanos.Lentamente se fue haciendo famosa. Su belleza, y su cultura obtenida en un interrumpido leer de libros, que compraba y encargaba por todo el Caribe. Se fue haciendo cada vez mas apetecida como mujer. Pero su refugio era Río hacha. Desaparecía por meses. Poseía un verdadero tesoro en monedas de oro.LA COMPRACuando el Coche de los Oñate, se detuvo enfrente a la Iglesia, se asomo por la portezuela la que llamaban la niña María del Rosario, donde respetuosamente se acerco el escribiente de la Notaria, sombrero en mano, en señal de sumisión, con unas hojas de papel, preciosamente escrito.Las hojas de un blanco brillante, donde aparecían  escritos en tinta sepia. Las hojas en la parte de arriba a la izquierda llevaban un membrete encerrado en un circulo, en letras verdes aparecía "COLOMBIA- ESTADO DE LA NUEVA GRANADA", en letras mas pequeñas y encerradas en un circulo, "Año de mil ochocientos treinta y cuatro y treinta y cinco". En cuyo centro encerraba un impresionante escudo de armas. El escudo de Nueva Granada."En la ciudad de Ríohacha a veintitrés de abril de mil ochocientos treinta y cuatro.... Ante mi escribano publico y los testigos...." Seguía lo que se llamaba generales de Ley.... Doña María del Rosario, con manos agitadas, peleando mantener quietas las hojas que el viento del mar quería arrancarle, buscaba con afán la parte central del documento de Escritura..."...." en la suya tenga para que sea su esclava, sujeta a su servidumbre, y como tal la posea, venda, cambie, enajene, y disponga de ella a su arbitrio, como cosa suya, adquirida con justo y legítimo titulo, a cuyo fin la tiene entregada..."María del Rosario Oñate de Cotes...."adquirió en venta publica, real y verdaderamente, por 250 pesos oro, y con afecto de uso y comercio, con sus tachas, buenas y malas, enfermedades conocidas y secretas.... A Blanquita. Era el nombre de la niña esclava. Firmado José Antonio Cabral, escribano publico. Testigos; Gaspar Iguaran, Pablo Arrocha, Rafael Antonio Barliza...."Satisfecha, María del Rosario fijo sus profundos ojos verdes, en la cara deshecha por la viruela de Joasinho y con voz segura y firme le ordeno:- Tráemela y tráeme también a la vieja que la tiene de la mano. En unos días pasa a recogerla. Te devuelvo la vieja.Así con esa seguridad que le daba su riqueza, expresaba María del Rosario, su voluntad.- Como su señoría mande, le responde.La niña Blanquita, con su piel brillante del sol de la tarde, su camisón morado, como las mujeres de la Biblia, sus cabellos lisos, sucios y largos, caminaba con sus zancadas de negra, lo poco que a esa edad se distinguía de herencia de su madre, con los dedos regordetes de sus pies descalzos arrastrándolos, mostrando sus uñas gruesas negras y largas por su andar entre piedras y terrones; resistiéndose a los tirones que le daba la vieja, con las piernas dobladas entre el polvo, la obligaba a caminar arrastrada; las dos realizando esfuerzos en sentidos contrarios, para llegar hasta el Coche y sus inquietos Caballos.Ningún otro trayecto que Blanquita recorrió en su vida, fue para ella mas importante que esos pocos pasos que la alejaron de la sombra de la Iglesia, y el momento en que subió, llorando, al Coche amarrillo y negro, fabricado en Paris, de los poderosos Oñate.Con esa voz fuerte, profunda y femenina de María del Rosario, en tono de falsete autoritario que pocas veces usaba, al tiempo que con su perfumado pañuelo le secaba las lágrimas y las narices le dijo:- De este momento en adelante te llamaras, Rafaela. Como el bellaco de tu padre. Que preñaba a las negras, pero nunca tuvo las ganas, ni los arrestos de preñarme a mí. Privándome de mi mayor anhelo; un hijo del Coronel.Ese fue el bautizo de Rafaela; pronunciado en ese tono de voz tan hondo que parecía sagrado, que María del Rosario solo utilizaría pocas veces en su vida.Se recuerdan sus Padres haberlo oído de sus labios, cuando en Cartagena en la Iglesia de Santo Toribio, pronuncio su sagrado compromiso, cuando el obispo le pregunto delante de todos si aceptaba al Coronel Rafael Cotes como esposo:- Si quiero. Y agrego de inmediato con desden; lo acepto.Eran esas palabras, femeninas, el reflejo de una actitud desafiante. Lo dijo como dejando escapar un ronquido, seguido de hipo.En esa boda, dieciocho meses atrás, sus padres se miraron, y temblaron.El Coche se detuvo.Rafaela se bajo de un salto del coche. Entro detrás de María del Rosario, en esa inmensa casona, imposible de comprender por la niña, a lado y lado aparecían salones, con muebles, en telas brillantes, sillas de alto respaldo, diferentes tamaños y formas. De los techos altos colgaban lámparas de cristal, que la atemorizaban.El golpe que casi la hace desfallecer lo recibió al entrar a un salón; vio una figura de niña reflejada, en un mueble dorado que parecía ser parte de la pared, brillante, de una luz purísima. Se detuvo a mirar cuidadosamente a la niña, que se quedo quieta. No se movía. Giro su cabeza y la niña también la giro, levanto su mano y la niña levanto también la de ella. Llena de pánico corrió a alcanzar a la vieja negra que se había quedado en la puerta y había visto la escena de la niña que por primera vez se veía reflejada en un espejo. Este era particularmente de grandes dimensiones.Rafaela miraba a la negra con ojos de pánico.- Eres tú. Es un espejo.- Quien esta detrás? pregunta Rafaela.- Tu, le contesta la negra, con su boca desdentada.Vamos a bañarte, le dice una recién llegada. La Niña María del Rosario, quiere que te corte el cabello, te bañe, te limpie las uñas y te vista de Señorita.- No me toques, le grita Rafaela. No me cortaras la cabeza. Ahí viene mi mamá a defenderme.- Grita arrebatada.- No dejo de llorar, cuando Joaquina, con otra esclava la arrastraba con brusquedad, a la pila en el centro del patio, quitándole de un golpe, el camisón y dejándola desnuda y vacilante sobre lo que iba a pasarle. Su cuerpito dejaba aparecer su desnutrición. Sus costillas, las puntas de huesos brotados de los hombros, producían dolor solo al verlos, así como los tendones que afloraban sin más carne que su pielecita, de sus brazos y piernas. No podía ser más deprimente esa flacura.El chapuzón de agua dulce, fresca, sorprendió y calmo a la niña. Joaquina con fuerza la refregaba por todas partes con una bola de jabón de tierra, sacado del mar. Lo hacia con energía, pero con suavidad, pues tenia la sensación que podía deshacerse ese cuerpito tan frágil entre sus manos. Tan poca carne tenía. Y tan pequeña; aparentaba no ser mayor de seis años.Al comienzo del baño, Rafaela no paro de llorar, creía que la estaban lavando, para matarla y comérsela. Esos eran los cuentos que le echaban los muchachos. Los blancos cocinaban y se comían a mordiscos a los esclavos especialmente cuando eran niñas tiernas.Otra esclava más vieja, de nombre Dorotea, llego a la pila con un bazo de leche caliente y un pedazo grande de arepa de queso. - Esto te manda la niña María del Rosario, tu ama. Ella es una mujer muy dura, debes obedecerla siempre o te hará llorar mucho. También te traigo ropa limpia y nueva. Estas sandalias que quizás te queden grandes, pero que te las asegures bien para que no te lastimen. No quiere que andes descalza.Rafaela bebió con gusto la leche de cabra y devoro la arepa de queso. Su madre solo le daba arroz y plátano verde.Aprovechando que sus cabellos lacios y ligeramente rubios, mojados eran fáciles de peinar, Joaquina con maestría en el manejo de la tijera, corto y los emparejo dejándoselos cortos, como un marco que ensalzaba, su rostro infantil bello y triste.No hablaba. Su vocabulario estaba formado por pocas palabras, las repetía todas.Siguiendo con temor a Joaquina, paso nuevamente por frente a ese espejo que ahora comprendía, duplicaba con su inclinación su figura toda. Ese reflejo mágico en que al moverse detallaba todo su ser, ahora con vestidos nuevos, cabello peinado, cortado, algo que su madre nunca hizo, no tenia esa costumbre, por que el cabello de su madre no era necesario peinarlo nunca, por lo apretado y lo corto. Cabello de negra.Esa extraña magia que le producía el espejo, la conservo todos los años que vivió en la casa de la Plantación. Nació desde ese primer momento la fascinación por el espejo. Que es la fascinación por ella misma. Su cuerpo. Varias veces al día cruzaba, siempre llena de asombro y admiración, frente a ese espejo brillante con marco de oro, que le permitía conocerse a si misma y mas tarde estudiar y comprobar como era no solo la mejor manera de llevar sus vestidos, como resaltar las formas de mujer formada, sus senos que crecían, redondos, perfectos; a veces en esos atardeceres en la casa solitaria, se desnudaba ante el espejo  giraba y danzaba sobre si misma en las puntas de los pies, para detallar las formas de su cuerpo todo. La vista de su imagen en los reflejos del espejo la llevaron a amar su cuerpo, sus formas, sus colores. Admitía comparaciones rebosantes de seguridad.Comprendió como la apariencia y sus expresiones cambiaban según sus estados de alma. Descubrió la magia y el misterio que poseen los espejos detrás profundamente mas allá de la imagen que refleja. La feminidad hizo su aparición en Rafaela al descubrir en el espejo su propia belleza. Su imagen privilegiada.Sola ante el espejo, comprendió como podía, fácilmente influir sobre la gente de su entorno, por medio de gestos y morisquetas, actitudes que ensayaba interminablemente acercándose hasta casi tocar con sus narices el brillo de su imagen, los reflejos que reproducía el espejo; también utilizo su andar, que planeaba ante el espejo para atraer las miradas de la gente que se encontraba por el camino; gente que a veces permanecía cercana, o gente que apenas se cruzo con ella unos instantes, pero que quedaba marcaba en su recuerdo para un lapso largo de tiempo, con su belleza y su porte. Cruzarse con Rafaela era un placer inolvidable para muchos hombres.Ese primer día María del Rosario, examinó cuidadosamente, a esa nueva Rafaela, que el baño había convertido en todo menos en la apariencia que caracterizaba a una esclava. Su color blanco brillaba dándole más que apariencia, un alma. Alma grande.- Esta noche tú vas a dormir conmigo en mi lecho. No te moverás, ni cambiaras de posición. Solo me llamaras cuando sientas algo muy extraño en el aposento. Le dice con afecto María del Rosario. Si te portas con tranquilidad, y cuidas tu limpieza, pasaras muchas noches conmigo. Olvidaras a mi lado tu camastro. No te picaran los mosquitos. Solo te encargaras de pasarme la bacinica, cuando yo la necesite. Así como vasos de agua cuando te lo pida.Para seguir junto a mí debes bañarte el cuerpo todas las tardes antes de la llegada de la noche. Prenderas la lámpara de aceite de la mesa grande.- Después que te sirvan en el comedor principal tú cena. Vienes y te pones tu camisón de dormir. Te acuestas siempre del lado derecho del lecho.Para Rafaela, esta conversación llevada por María del Rosario con un tono cariñoso, era totalmente incomprensible. No entendía nada. Todo era una sucesión de nombres, de palabras extrañas. Nunca había siquiera tocado un lecho, memos uno tan inmenso, siempre durmió en un camastro, en el duro y sucio suelo del dormitorio maloliente donde se hacinaban los esclavos, tanto los hombres como las mujeres. Un ambiente promiscuo, donde en medio de la oscuridad, solo se oían el llanto de los niños hambrientos, gritos de odio, ronquidos, las cachetadas secas que los hombres les propinaban a las mujeres, para que abrieran las piernas.No sabia que era una bacinica, no entendía que era una lámpara, confundía todo, aceite, con el agua. En su inocencia estaba perpleja. Y así permanecería esos primeros años al lado del ama. Aprendiendo. Aprendiendo de todo. Hasta de hombres, nunca los conocería mejor. Los cuerpos de hombre y de mujer.Su mundo apareció; lucharía toda su vida para que ese mundo no se deshiciera.En las varias estancias donde había dormido sus últimos años, no había ningún tipo de iluminación. Llegaba la noche y con ella moría el día; la oscuridad se apoderaba de todo lo visible. Solo llegaba nuevamente la luz con el alba. Debía ir con su madre a ordeñar las vacas. No se detenía el trabajo en todo el día y a la hora del ángelus, caía profunda de cansancio y de hambre. Su Madre aun tenía que liar tabaco, lavar la cocina, huir de los hombres, refugiándose entre los cuerpos de sus hijos utilizados como barrera contra las agresiones sexuales que la oscuridad amparaba.La inmensa habitación de María del Rosario, la más grande y lujosa de toda la estancia. Tenía las paredes cubiertas con papel de colores de rosas y frutas, que la convertía en un lugar de alegría. La luz entraba agresiva por dos inmensas ventanas, una daba al patio empedrado, la otra al jardín.Un lecho muy amplio, con dosel del cual pendían cortinillas de fino tul, al bajarlas protegían como los toldillos contra las nubes de mosquitos, y toda clase de bichos que se introducían por las amplias ventanas, atraídos por la luz de lámparas, velones, y olores deliciosos que esparcía María del Rosario.- Rafaela, ponte el camisón que te dio Joaquina y te acuestas aquí a mi lado, siempre este lado será tu único sitio en este lecho.Ese primer día Rafaela no había podido articular palabra, sin saber como se desplazaba en ese aparato extraño que la conducía de un sitio a otro sin tener que caminar o montar en burro, el Coche de Caballos, que la llevo bamboleándose hasta la puerta de entrada al patio de la Estancia. Tan mágico como un espejo.Al acostarse seguía aun traspasada por el miedo.Se acostó temerosamente en el borde del lecho. Respirando con suavidad. Se sorprendió al sentir la suavidad y la frescura de las sabanas de lino muy blancas y olorosas, y reclino su cabecita sobre una gruesa almohada. Esa sensación de limpieza era algo inexplicable. Estiro sus piernas, al tiempo que estiro el camisón para cubrirlas; mirando fijamente al increíble dosel blanco del lecho, que parecía que le iba a caer encima en cualquier momento. Así se durmió.Por la ventana, oscuridad total. Dentro de la estancia, luz brillante, amarilla y potente, no dejando paso a la oscuridad. Para ella era inexplicable ese trato que recibía; creía en que seria devorada por los blancos. Esa duda se la reforzaba la buena comida; para que engordara y fuera apetitosa. Para las esclavas que la cuidaban era una lucha darle de comer. Se negaba a hacerlo.- Denle leche de Higeronia, para limpiarle de bichos y lombrices, ordenaba María del Rosario. Hay que disminuirle el tamaño de esa barriga que parece embarazada.Cada noche Rafaela al llegarle el sueño recordaba vagamente como su madre se alejaba, se perdía mansamente entre los árboles, y en silencio le cayeron durante muchas noches lágrimas que empapaban su almohada. Se dormía profundamente.Así pasaron muchos días, meses, varios años.María del Rosario, trajo de la Estancia de sus padres, una esclava que leía y escribía. Rafaela debía leer y escribir. Aprendió con rapidez. Se atracaba leyendo libros. Aprendió que el corazón de los blancos tenia la dureza de la piedra.Ella misma le enseño los números, las sumas y restas, multiplicación y división. Todo lo que ella había aprendido en el Convento de Santa Teresa en Cartagena. Fue muy parca en trasmitirle oraciones, solo las esenciales de El Padre nuestro, el Ave María y si acaso la Salve. María del Rosario había sido tan intensamente sometida a la enseñanza religiosa, que estaba saturada y su Padre el heroico General Oñate, a quien ella adoraba, era además de masón, totalmente descreído. Impío lo llamaban monjas y curas. A María del Rosario los clérigos la producían una antipatía que los convertía en intolerables. Ese estado de alma libertaria se lo inculco su Padre.-A Rafaela le repetía diariamente; si no aprendes, si no aceptas las enseñanzas, seguirás siendo una esclava. Serás esclava de ti misma. Te despreciaran, te explotaran, te usaran. Pronto leía uno tras otro los pocos libros que se encontraban en la estancia. No todos los comprendía. La Historia Sagrada era su favorito.Conversaba todas las tardes con el ama, sobre las historias que leía. En esa forma aprendía mucho, y comprendía en la voz de María del Rosario, lo que para ella incomprensible. Esas clases prácticas y esas enseñanzas la acompañarían toda la vida y le darían una vida superior.Pasado un tiempo, una noche, muy tarde, solo había una débil lámpara pequeña encendida en el rincón, sintió abrir la puerta de la estancia, quien entró lo hizo con mucha delicadeza para que no hacer ruido. Un golpe de brisa entro al tiempo con la silueta de alguien que se desplazaba, hacia el lecho.Se despojo de unas botas de montar.-Oyó solo que alguien pronunciaba  un susurro muy bajo. Rafaela se quedo inmóvil, paralizada por el terror que le producía, esa extraña presencia. Con el intruso llego el olor acido y húmedo de un hombre blanco.Imagino con infantil temor que el propósito de ese intruso era matarlas, tanto a ella como al ama.Siguió un silencio. A Rafaela le pareció muy largo. Solo estaba dominada por el pánico de la próxima muerte.Después; susurros, cuchicheos, lamentos, agitación del cuerpo de María del Rosario, que se desplazaba sobre el lecho, que lo hacia suavemente; presintió la presencia de otro cuerpo que hacia movimientos con fuerza, chasquidos de besos; besos muy sonoros. De saliva que se escapa entre los labios. Siluetas de cuerpos en la oscuridad.Nadie hablo, nadie dijo una palabra.Otra vez silencio.Cerca del amanecer, se repitió la ráfaga de brisa, y el cerrar de la puerta.María del Rosario se durmió pronto con un suspirar satisfecho, acompasado y rítmico, que la inicio en la tranquilidad.- Pásame la bacinica, Rafaela. Dice cada día al despertar bien entrada la mañana.Así comenzó el día sin que María del Rosario hiciera alusión a esa extraña visita, a la cual Rafaela no le adivinaba aun el propósito. Quien fuera el personaje de las visitas en la noche, no las había matado, como era el terror que se apoderaba de sus entrañas, cuando oía el crujir de la puerta al abrirse, acompañado del olor a blanco.María del Rosario amaneció feliz, cantando, riendo, le dio besos a Rafaela.Pidió un desayuno diferente, muchas frutas, limonada, café, leche de cabra.María del Rosario, había finalmente compartido su sexualidad, profunda emotiva, explosiva. Algo que nunca encontró entre los fuertes brazos de su marido. Ahora disfrutaba toda su feminidad, su inmensa feminidad. Se sentía una mujer completa y satisfecha, sin perder esa distancia que ella defendía respecto al amor, a los sentimientos amorosos.Esa mañana pidió su caballo y partió a la Alquería de sus Padres, que distaba dos horas. La acompañó, Joaquina la esclava, que tenia su misma edad y Pedro Rialto, un capataz indio, que portaba siempre un mosquete y espada.Ese día regresaron al anochecer. María del Rosario muy contenta.Esa situación de la visita en medio de la noche se repetía dos y tres veces en la semana. Nunca los domingos.Profundos suspiros, agitación, quejidos. Ninguna palabra. Ese maravilloso arte de callar, cuando era tan necesario hablar. Ella lo esperaba con deseo, el buscaba algo indefinible. Solo se calmaban después de un tiempo de esa faena extraña por lo silenciosa. Que algunas veces se reiniciaba poco antes de que el visitante abandonara el lecho apresuradamente, antes de ser sorprendido por la luz del sol que pondría al descubierto su identidad.El secreto, esa muralla que protege y fortalece  amores.Algunas veces Rafaela creía oír lejanamente partir un caballo al galope.Lo que hacia que la niña concluyera que el visitante venia de lejos.Cuando la visita no se producía, María del Rosario, amanecía sudorosa y de mal humor.Rafaela para quien la primera visita fue en su momento una sorpresa, después era ella la que esperaba la visita, y casi adivinaba que días vendría el blanco. Nunca mas se sorprendió, y cuando la ráfaga de brisa la despertaba anunciando la llegada, seguía durmiendo profundamente, lo que a medida que crecía, comprendió que era un gran amor el sentimiento que unía en secreto, al visitante y a María del Rosario.Cuando la redondez de la adolescencia abandono definitivamente a Rafaela, hizo su aparición su feminidad en toda su esplendida belleza.Paralelamente descubrió con tristeza que no tenía un hombre para amarlo. Había sufrido en el lecho de María del Rosario un aprendizaje pasivo y silencioso de su condición de mujer. De hembra como se decía en el pueblo.Pero Rafaela, es una adolescente lastimada por su condición de esclava, que en forma sutil todos en la Estancia, se lo recordaban. Esa condición palpable le impedía disfrutar de la vida que se desarrollaba alrededor de la familia Oñate. Era un tema que se eludía pero que siempre estaba presente.Sus ojos con frecuencia aparecían enturbiados  y llorosos. Pero otros días, la mayoría, estaban expresivos y relampagueantes de una esperanza admirable.-Rafaela, le decía María del Rosario, con frecuencia aleccionadora, las verdaderas intensiones de los hombres son una madeja enredada que a las mujeres nos engaña con facilidad.María del Rosario era habladora, comunicativa, reía mucho y casi todo le alegraba. Se sabia bella. Provocativa y deseable. Su viudez hacia parte de esa atracción que despertaba en los hombres. Guardaba su secreto como se guarda un gran amor. Era un encuentro consigo misma, intraducible.Años mas tarde Rafaela siempre se pregunto, por que María del Rosario, se la llevo a dormir a su lecho. Su presencia de niña, que parecía dormir profundamente, hacia perder intimidad a sus amores. Nunca lo entendió.Solo mucho tiempo después de dormir en el lecho del ama, comprendió que era una unión de actos carnales. Como los que sometían a su madre algunos negros y blancos. Y esos varios amores de su ama habían nacido todos de esa pasión que nacía y crecía dentro de su cuerpo. Siempre de diálogos silenciosos y extraños. El lenguaje excitante de los cuerpos, de las piernas entrelazadas, de las manos que se recorrían por todos los pliegues, las lenguas tiernas y exquisitas que bebían las mieles con devoción y ardor. Ese era el lenguaje que fascinaba a María del Rosario. El leguaje del rosar de su cuerpo. Su cabello húmedo y alborotado.Ese secreto, es la mentira más densa de las parejas. El amor que se roba y se posee.El silencio que no llegaba ni siquiera a los oídos puros de Rafaela, silencio que le daba decencia, a sus encuentros, a su agitación, a sus amores.María del Rosario en los amaneceres cuando su compañero abandonaba su lecho, guardando en ella una profunda frustración y amargura. Avergonzada con ella misma. Se desesperaba en su alma al comprobar que el hombre con quien acababa de compartir su lecho y su cuerpo, no era el hombre a quien amaba. Ni podría amar nunca; pero anhelando que regresara la noche siguiente.Una de las diversiones más populares de la gente de Río Hacha, que reunía a todas las clases sociales en la playa, fue siempre el regreso de las canoas de pesca. Se hacia como una reminiscencia del regreso en otro tiempo de las canoas de las pesquería de Perlas. Esa actividad había desaparecido por completo. Pero la gente conservaba la ilusión de esos recuerdos que se manifestaban, en recibir con alboroto a los simples pescadores.Alegría inmensa y contagiosa, recibir la pesca, aun vibrante, viva, peces que saltaban entre las manos de los pescadores, brillantes al sol del atardecer.Los pescadores la mayoría mulatos y negros libertos o esclavos, alquilados a los patrones de las grandes canoas. El mar de Ríohacha, es rico en pesca. El Río que desemboca enfrente, trae comida y peces de río, que atrapan permanentemente toda clase de peces y bichos marinos, sin faltar por cientos los temibles Tiburones. Realizar la pesca es bien fácil; es abundante.Las campanas de la Iglesia, centenarias, poseían un conmovedor atractivo, mezcla de temor y esperanza entre las gentes, de Riohacha, infundiéndoles un inmenso temor; mas que su sonido, o a través del mismo, se creía que se manifestaban poderosos espíritus que la creencia popular, les atribuya poderes de magia que con su Tañir llegaban a dominar y controlar tormentas y vendavales. Al tiempo que las almas de los hombres y las mujeres.Por épocas las campanas tañían sin parar día y noche hasta que cesaban los vientos y las lluvias que venían del mar, acompañadas de rayos y truenos temibles. La gente agradecía su poder que se manifestaba en su agudo e incitante llamado de su Tañir.Otras veces las campanas en los veranos largos y fatigantes que cuarteaban la tierra y secaba el río, llenaban de arena los pastizales, morían animales y hombres, Tañian con un tono plañidero para que llegaran las lluvias. Y llegaban.Anunciaban las muertes. Por horas sonaban rítmicas anunciando muertes de poderosos; de Obispos, y aun cuando con un año de atraso comunicaban la muerte del Papa. O del Rey.Llamaban al pueblo a participar en las procesiones de la Virgen. Era un sonido temible, quien no acudiera era considerado pecador y agente del demonio.Y casi todos los días llamaba al pueblo a acudir, con sonidos cortos y seguidos, a recibir la pesca. Si alguna canoa no regresaba, victima de un temporal, iniciaba el anuncio de muerte.Las campanas eran la voz de Dios. Así lo creían firmemente, los habitantes y aun los lejanos vecinos que escuchaban desde leguas de distancia esa voz metálica del espíritu que dominaba y sometía a la naturaleza.A veces llamaban a la guerra, con un toque militar de alarma.Si se triunfaba, lo cambiaban por un toque alegre y simple que alejaba, se decía, a la muerte.El Tañir de las campanas atemorizaba por su poder; era comprobable.Pobres y ricos le temían. Los indios especialmente. Ese temor se traducía en obediencia a sacerdotes, obispos y curas. Ellos mantenían y estimulaban la leyenda.El Tañir de las campanas era parte del vivir espiritual. Como la Misa.                                 LA PESCA Y LAS PERLASSobre las playas, cubiertas de algas y conchas, que se acumulaban después de las tormentas, en la ensenada, se negociaban los peces. Grandes y pequeños. Algunos de formas y colores extraños. Otros terribles enemigos del hombre como los tiburones, solo se comían las aletas y las branquias. Se prohibía comerlos, se consideraban, que se alimentaban de carne humana, especialmente de niños, que sorprendían en el mar junto a la playa. Era parte de la leyenda que utilizaban las madres para controlar los baños de mar de los niños y niñas.El pescado es siempre, la comida del día siguiente. No se podían guardar más días, debido a los grandes calores. Aun salándolos. Sal que venia de la Guajira en canoas o a veces en mulas. Era necesario someterlos a ser secados por el sol, llenos de sal, cortados en tiras, perdían su sabor. Se preparaban como sopas, con arroz, con ñame, con maíz. No ha existido en toda la humanidad una comida que se consuma más que el pescado. De mar y de río.María del Rosario llevando a Rafaela de la mano, comenzaba la algarabía y los gritos, agudos y penetrantes, cuando las canoas se divisaban brillantes por el agua, aproximando a la playa. En ese momento se detenían las campanas.Nadie se acercaba a hablar con ella; inspiraba un inmenso respeto. Solo algunas blancas la saludaban. Con su cara blanda, ligeramente trigueña. Siempre estaba impecablemente vestida, llevaba una blusa con amplio escote que ponía al descubierto gran parte de sus senos pequeños y firmes. Recogía su pollera, para entrar en el mar dejando ver unas piernas largas, redondas, carnosas. Era muy osada. Se cortaba al ras los bellos de las axilas, su cuerpo ganaba en belleza, en atractivo, en limpieza femenina. Le permitía agitar sus brazos con un mayor encanto.Los hombres de los alrededores, cuando la veían pasar camino a la ensenada, en forma lenta y disimulada desfilaban detrás para gozar desde su caminar hasta los gritos y brincos que agitaban sus senos saludando el regreso de los valientes pescadores. De ella se decía era dueña de una canoa así como de los esclavos que la tripulaban. Con esa misma canoa revivía la pesquería de Perlas. Lo hacia en secreto, a cubierto, lo disimulaba con las jornadas de pesca. En la canoa se encontraban grandes piedras perforadas y aseguradas con una cuerda. Otras cuerdas a las que estaban amarrados canastos, donde se depositaban las Ostras. El pescador se lanzaba al mar con el lazo del que pendía la piedra, amarrada a la cintura. Así descendía mas rápido, y requería menos esfuerzo mantenerse en el fondo, recolectando las ostras perlíferas, que depositaba en los canastos. Sus compañeros lo izaban cuando el pescador alaba las cuerdas y lo metían con fuerza en la canoa. El grande esfuerzo de retener la respiración, ablandaba y lentamente destruía los pulmones. Con el tiempo, aun muy jóvenes, morían carcomidos por la tuberculosis.La pesca de Perlas se realizaba entre las brumas de los primeros rayos del Sol. Los rayos del amanecer penetraban las aguas del mar casi horizontalmente, lo que permitía distinguir en el fondo con mayor facilidad las ostras. María del Rosario nunca compraba el pescado. Esa actividad se la dejaba a la negra Dorotea, quien comandaba a las esclavas de la casa y pagaba las compras. Escogía los pescados para su mesa.- ¿Te gusta esta Sábalo?, le preguntaba a Rafaela.- Si ama, me gusta mucho.- Dile a Dorotea que lo compre.Los vecinos que se encontraban en la playa, elogiaban a Rafaela. Crecía muy rápido. Era fuerte y alegre. También gritaba mucho, al unísono con su ama como ella la llamaba. Se sentía muy orgullosa de estar a su lado.- Se mostraba como una niña inocente y desprevenida.  Se quitaba su camisón y delante de todos se bañaba desnuda, como lo hacían otros niños. Mas tarde alguien le hablo de la virtud y nunca lo hizo de nuevo.- Rafaela acababa de darse un arriesgado chapuzón, se alejaba temerariamente de la playa, mas allá de donde lo hacia otros niños. Ella nadaba bien. Su ama con mucha dedicación la había enseñado, desde que la tomo a su cuidado. María del Rosario también se bañaba desnuda, lo hacia con Rafaela, en una cercana y solitaria, ensenada que bordeaba la Plantación. Lo hacia con los primeros rayos del sol. Su carne temblaba maravillosa, bajo las luces y sombras del sol del amanecer.- Le decía que, el agua de mar directamente sobre la piel, era la mejor forma de tener una piel tersa y limpia debido a la sal. Además en su interior femenino encontrarse desnuda en el mar excitaba su erotismo, especialmente cuando la noche anterior había recibido un visitante que la gozaba especialmente.Un día frente a los vecinos que se apiñaban junto a las canoas recibiendo la pesca, Rafaela se acerco:- Le toma de la mano, la mira directamente con sus ojos profundos e inquietos, le habla en tono de oración:- Te quiero pedir ama, que nunca me separes de tu lado. Debes ser mi Mamá, para toda la vida. No permitas que nadie me compre.- María del Rosario pasa su mirada directamente sobre la gente que los rodea, que escucha con mucha atención el pedido de la niña. María del Rosario, sumergiendo sus pies nerviosamente entre la arena, les dice:- Es la herencia que me dejo mi difunto marido. Lo hacia en voz alta, para ser escuchada. Se llama Rafaela como él. Nunca quise comprar a la madre. Compre a la hija por que es su copia idéntica, blanca, inteligente, viva y discreta. Espero que por ser blanca le gusten los hombres blancos y no las negras como le gustaban a su padre, a quien Dios tenga en su gloria y a nosotras, a Rafaela y a mí, lo decía en un tono irónico, nos permita disfrutar la felicidad de su ausencia.- Al terminar, soltó la risa alegre, que encantaba a quien estuviera en su cercanía, dejando ver sus dientes blancos y parejos, risa que contagiaba a todos, que rieron nerviosamente.Algunos días se acercaban también a comprar pescado algunos pudientes señores de las Estancias. Venían con sus familias.Rafaela distinguía a un hombre rubio, de barba corta y fina que se acercaba coquetamente a saludar a su ama. Lo hacia como todos con respeto. Cruzaba con ella algunas palabras, seguido de risas. Se notaba la fascinación que en ese hombre despertaba en María del Rosario. Dejaba translucir esa necesidad de hablarle.  No de cualquier manera, era la necesidad que brotaba de hablar que sigue a grandes silencios. Conocían sus silencios. Esa situación era palpable para cualquiera que los viera. El derroche en cascada de palabras profundas, de sentimientos ocultos. Ambos derrochaban alegre y mutua simpatía.Era un hombre solitario y reservado. Pero poseía un esplendido físico. En la playa formaba parte de un cuadro viviente que se enmarcaba en la figura esplendida de María del Rosario.Se llamaba, Rafael Antonio Barliza. Era mayor, que el ama.Tenía un espíritu,  tan entusiasta, como el de María del Rosario, las personas con ese carácter se entienden prontamente.- Casado con una de las señoras Caballero. Joven, pero enfermiza, había abortado uno tras otro los hijos que concebía. Hasta que de unos años para acá nunca mas concibió hijos. Un día cualquiera murió.Rafaela creía ver pelos de esa barba, cuando al arreglar y cambiar las sabanas con algunas manchas, encontraba los pelos rubios y cortos que correspondían a la elegante barba del caballero.Alguna vez creyó verlo entre los bosquecillos de Uvas de Playa y mangle, observándolas con deleite bañarse desnudas en la ensenada privada de la plantación. Alguien le había revelado el secreto de esos baños.Nunca quiso comunicarle a su ama. Rafaela sentía un especial satisfacción al sentirse observada desnuda por el rubio, como ella lo identificaba. Era su forma de enviarle un mensaje. Que sabia era recibido con satisfacción.  Durante mucho tiempo desconoció su nombre.- Rafaela: le dijo María del Rosario, utilizando ese tono de voz enérgico que hizo gala aquel día que la bautizo; cuando cumplió quince años, en una fecha que ella había supuesto caprichosamente, como de cumpleaños. Correspondía al día en que la compro.- De hoy en adelante te prohíbo que me llames, ama.- Para ti soy y quiero ser solamente María del Rosario, a secas. Es el nombre con que me llaman mis padres y mis hermanos, por ser tan joven me llamaras como me llamaría la hermana que no tuve. Esas palabras eran muy sinceras, llenas de cariño y generosidad. Rafaela no comprendía el significado de esa generosidad de su ama con una esclava. Prefería que le diera su libertad. Casarse con quien quisiera. Sin pedir su aprobación. Ser libre.- Además quiero que sepas que pronto voy a casarme. Te mudaras a dormir en tu propia estancia.Para Rafaela, lo recibió como una cachetada.Se perdería de ese placer que le llegaba a través de los cuerpos que se gozaban en su estrecha proximidad, en su mismo lecho. Cada día necesitaba mas que llegara el visitante nocturno. Se había convertido en una necesidad inaplazable.Su sexualidad tan femenina se había desarrollado, paulatina y crecientemente, al tiempo de sentir el placer que percibía en su ama y también en la pareja masculina que se agitaba con intensidad al ritmo que María del Rosario le otorgaba con su cuerpo y sus caricias. Ese pronunciamiento desafiante la hizo en la reunión de cumpleaños rodeada de toda la familia y los amigos que eran los ricos y poderosos. Todos quedaron sorprendidos y absortos.- ¿Se casa María del Rosario? Se preguntaban en medio de cuchicheos y miradas.- Y que quede claro. Me caso con Rafael Antonio Barliza. Ambos somos viudos. No me apodero de ningún marido, como siempre esperaban y lo maldecían.  Abandonar ese lecho perfumado y maravilloso, donde a medida que pasaba el tiempo, los años, fue también despertando su propio cuerpo al sentir a su lado el placer y el gusto por los hombres que con frecuencia y en silencio, en noches oscuras y sin luna, visitaban ardorosos, anhelantes, a gozar el lecho y el cuerpo de su ama. Fue despertando insensiblemente ese deseo en las puntas de sus senos, en la humedad que fluye imperceptiblemente entre sus piernas, en su piel cada vez mas sensible, algún rose involuntario del cuerpo de su ama o de su visitante. Ahogaba los suspiros que sin querer, se le escapaban al tiempo que los suspiros y gorjeos de placer brotaban de las bocas de los amantes.Sentía que su cuerpo también se agitaba, temblaba y se tensaba sin que ella pudiera controlarlo y de pronto dentro de un sentir intenso y momentáneo se relajaba todo. Dejando en su ser una satisfacción inmensa, desconocida. Era el placer que la proximidad de esos cuerpos le contagiaba, excitándola. Su ama por estar concentrada en su propio disfrute nunca percibió el agitar intenso del cuerpo juvenil de Rafaela.Pasado esos momentos de agitación, de silencio forzado, dormía profundamente con una inmensa satisfacción.Nunca María del Rosario, le insinúo nada a Rafaela, respecto a los visitantes nocturnos, ni ella pudo conocer de ellos nada distinto, a unas siluetas, y el barro de distintos colores y texturas, que quedaba junto al rincón, donde se despojaban de las botas de montar a caballo, cuando llegaban. O cuando abandonaban la estancia, silenciosos y felices, con las botas en la mano para calzarlas, al cruzar el patio, y desaparecer entre los árboles a tomar su caballo.En los encuentros públicos con el de la barba rubia, en la playa, o en las procesiones, o en esas reuniones plenas de lujo que celebraban con derroche por la pequeña y cerrada sociedad de Río Hacha, sociedad que presidía la belleza y la riqueza de María del Rosario, en sus mejores galas, en las Estancias de los poderosos, y en las cuales era frecuente la presencia del rubio; Rafaela sentía un inmenso gusto al acercarse a el y descubrir el mismo olor acido del cuerpo desnudo que desprendía cuando subía al lecho de María del Rosario.Se apoderaba de ella igualmente el ahogo y un temblor en todo su cuerpo, especialmente en las puntas de sus pezones que se endurecían en su presencia; así le sucedía en los últimos tiempos, cuando su cuerpo cambio al de mujer, y le angustiaba la proximidad del rubio en el lecho al apoderarse con furia del cuerpo del ama que ella le ofrecía. En las reuniones creía morir, cuando caballerosamente y con gran simpatía la saludaba, besándole la mano, o la sacaba a bailar, al compás de esa banda de músicos que además de marchas militares, tocaba alegrando los bailes en la región.Sentía que percibía en lo profundo de su ser, en cada uno de los poros de su piel el gusto que despertaba en el rubio su cercanía. La respiración se le agitaba, hasta sentir ahogo. Las manos se le humedecían, con un sudor frío que le recorría su espalda. Era la respuesta de aceptación que le enviaba por intermedio de ese lenguaje no hablado al rubio. El hombre vivido, lo recibía con alegría.Rafaela, había sido impuesta con tenacidad a las gentes de Ríohacha. A su sociedad que por ser descendientes de blancos españoles se consideraban a ellos mismos como parte de la nobleza española que languidecía en el corazón y las costumbres de estos criollos que se consideraban de las mejores familias. La mayoría eran ricos en estancias y negocios como el de la Sal Guajira. La hierba Haya. - Rafaela no es esclava. Nunca lo ha sido. Es libre. Es hija del Coronel Rafael Cotes. El más distinguido de nuestros militares. Junto con el Almirante José Prudencio Padilla, fusilado por el General Bolívar. -Y por tanto puede y debe departir al mismo nivel con nosotros y nuestras familias. Así hablaba María del Rosario, cuando apreciaba y descubría miradas de reproche ante la presencia de Rafaela. Esta sociedad que no aprecia en toda su dimensión el encanto y libertad de las mujeres.Rafaela era por demás de la mas exquisita educación y cultura,  adquirida de las lecciones diarias, que le transmitía sobre el como comer en la mesa, preparar las comidas, diseñar y cocer sus vestidos de telas que llegaban de México. Como aderezar y servir en una mesa inmensa que estaba en el centro del comedor de la Estancia, donde lucían cristales y vajillas traídos de Europa, adquisiciones que se lograban con el intercambio de perlas. Estaba muy por encima de esas gentes con pocos abolengos y menor educación. Acompañados con gusto ramplón en el vestir, en el hablar. Mujeres sin ninguna feminidad que parían un hijo tras otro.María del Rosario en medio de sus pasiones finalmente se  apodero de su corazón, nació el amor por Rafael Antonio. El verdadero amor que solo brota en medio de la pasión.Mezcla de sentimientos. Rafaela sin que su ama se percatara, había crecido desarrollando un cuerpo de dimensiones y andar exquisito y en ese crecimiento se la ancharon las caderas, las piernas largas a se tornearon con carne brillante y dulce, sus senos crecieron llenando de lujuria el apetito primitivo de los hombres de Ríohacha.En presencia del rubio se apoderaba de Rafaela un deseo inmenso de sentir el peso del cuerpo del rubio encima, del  suyo, ser estrechada con fuerza por él. El traidor deseo que un hombre con atractivo puede despertar en cualquier mujer. Para Rafaela el rubio tenia una belleza que le desgarraba el cuerpo y el alma. María del Rosario brillaba con el rubio, en las noches arrojando en ese cuerpo a cuerpo olores y perfumes nacidos en el vaivén y lo abrazos, los quejidos y los besos. Lenguas que mostraban el brillar de los chasquidos entre las piernas y las bocas. Se podía decir que ella ya convertida en mujer, anhela entregarse en la posesión, el someterse a darle el mismo placer que percibía en esas noches de silencio de voces, pero del crujir sudorosos de los cuerpos que se movían suspirando y asesando a su lado, empapando de sudor las sabanas del lecho.El cuerpo del rubio era para Rafaela un cuerpo amado, el amor es también el olor del amado, palpitaba en su ser, en su piel, la necesidad de pedirle a gritos, que repitiera con ella todo lo que el rubio de la fina barba, le hacia disfrutar, a su ama, el amor quiere tocar. Le gusta tocar el cuerpo amado. El fuego que relampagueaba al interior de María del Rosario, interior mas impúdico que sensual, era el dique y a la vez el mas grande estimulo para Rafaela.Rafaela había dormido y compartido años, adornando y profundizando sus sueños con ese palpitar físico de los amantes y amores de María del Rosario. El placer le apareció en su cuerpo a Rafaela de una manera natural. Como una sombra.Esperando tan anhelante como lo hacia ella, como batiendo las alas en un aleteo mágico, esos hombres a quienes María del Rosario bendecía con la aceptación secreta de sus visitas de media noche, comprometiéndolos a guardar ese duro silencio, que como una disciplina de flagelantes, les imponía con la fría amenaza de si se me despertaba de mis sueños, significaba que no volverían mas a ese lecho y a la maravilla de su cuerpo.Ese silencio exigido como requisito, ese mutismo llevaba a una voluptuosidad, concentrada y lenta; dándole la seguridad a María del Rosario, que no eran una sucesión de hombres, sino que solo era uno, como un relámpago de brillante luna, no solo el placer sino también el amor y el sometimiento del hombre, sin voz que permitiera individualizar por su tono y sus palabras, las diferencias que ella no quería reconocer. No eran sentimientos que afloraban. Era pasión. Deseo. Ardor.Solo encontrar en lo profundo esas distinciones tan intimas y sutiles para su condición de mujer, cuando plenos de ardor y virilidad la penetraban, acariciaban sus senos, su cuerpo con manos rudas pero sin diferencias en medio de la oscuridad, bebían excitados de sus mieles. Se hablaban en un profundo silencio. El silencio es bello. El misterioso gusto de María del Rosario, por hacer primar el silencio en medio de las exhalaciones amorosas. Las llenaba de excitación al quedar únicamente la voz en medio del delirio inseparable de los cuerpos plenos de placer. Y sus espíritus.Mezclando la excitación de sus hombres, y el secreto de todo lo prohibido, para María del Rosario y sus amantes, escogidos en la anacrónica y cerrada sociedad de Ríohacha, nunca confundió el placer que recibía y que otorgaba, con lo que podía darle la connotación de pecado. En ese pensamiento y conducta se centraba su amor, su pasión, sus desarrollos sociales.Lo sexual es lo innombrable, es el secreto. El amor condenado al secreto finalmente muere. En las pasiones amorosas, hay momentos de saciedad. Cuando esto ocurría en el lecho de María del Rosario. Era la llegada del punto final. Era el camino para buscar un nuevo amor físico irresistible y repetir el cierre del circulo.El cuerpo es el vínculo mas intenso entre el secreto absoluto que es mas profundo, mas denso que la verdadera mentira.Los visitantes nocturnos de María del Rosario, al amanecer se despedían de sus brazos con mucha dificultad, sentían dolor al alejarse, forzados por las difíciles circunstancias que representaban esos encuentros. Debían esperar una nueva oportunidad, que a veces se sucedía, a veces sin explicación, era la última.Pero ese gusto por hacerlo en silencio, esa herencia, recibida junto a su ama, en el mismo lecho, acompaño a Rafaela posteriormente, en su larga e intensa vida sexual. Como parte integral de sus placeres, solo los disfrutaba en plenitud cuando estos ocurrían en el silencio de voces calladas. El aprendizaje en el silencio de la estancia y el lecho, lo hizo en lentitud, pero por eso no fue menos intenso, distinguiendo suspiros, olores y sabores de cuerpos templados por el ardor. Además de las lecturas que realizaban en compañía, de los comentarios que inspiraban los libros de historia, de historias galantes, de Reyes y Reinas, del inmenso poderío de los Ingleses y Franceses, del decadente espíritu Español, perdido entre los hábitos de monjes y curas. María del Rosario aprendió en el convento a ser buena profesora. Gozaba un poco escandalizando a Rafaela.- Te voy a enseñar lo que para mi ha sido la libertad. No concebir hijos sino con quien se ame verdaderamente. Ahora voy a tener hijos con Rafael Antonio.- Rafaela guarda un profundo silencio. Se ruboriza. Siente que el ama esta descubriendo ante ella, sus más secretos sentimientos.- Así principio un franco y útil traspaso de conocimientos profundamente femeninos. - Rafaela, le dice María del Rosario, las amantes de Reyes, casi no tuvieron hijos, porque conocían y poseían profundamente los ritmos de sus cuerpos. Lo aprendí en medio de los secretos, las flagelaciones, las misas y rosarios del convento de Santa Teresa en Cartagena. Conocí los amores exaltados entre mujeres que no tienen consecuencias, aparte de deficiencias torpes del trato diario.-Pero existen amores de monjas por hombres. Y esos si traen consecuencias destructivas y ofenden a Dios.-Por que te voy a decir que las monjas son las mujeres que mas conocen los secretos de no embarazarse. Muchas, no todas, caen atraídas por curas, monaguillos, jardineros, porteros y vecinos del convento. No pueden darse el lujo de caer embarazadas. Seria poco menos que la expulsión y la excomunión además de la humillación para familiares. El fin del servicio a Dios al cual se han consagrado.Así María del Rosario adelantándose al futuro de Rafaela, le informo, un mes tras otro, la fue instruyendo, detalladamente, sobre el comportamiento de los misteriosos ciclos y calores femeninos, sobre la virtud de plantas y bebedizos. Sobre la brujería y sus hechizos.-Todos los hombres embrujan a las mujeres. Para contrarrestarlos es necesario, conocer de brujería, tener brujas cercanas, que rompan y destruyan los hechizos que los hombres tejen sobre nosotras las mujeres. Conocer por la lectura del tabaco nuestra vida futura.Los conocimientos de la literatura no son suficientes. Tenemos que penetrar las costumbres profundas de negros y de indios. Hablaba como una reina india. Su ascendencia ancestral Chimila perduraba en su ser. - Pero no olvides nunca; que lleguen los hijos, depende directamente de la voluntad del Señor. De esa no te escapas nunca. Esa voluntad es la que crea las civilizaciones como es la nuestra a la orilla del mar. La Santísima Virgen nos protege de males mayores, no lo olvides nunca.El Matrimonio de Rafael Antonio y María del Rosario fue el acontecimiento de más trascendencia en Río Hacha, después de la Independencia.Tres días de el repicar de las campanas. Campanas de un toque brillante de alegría. En la plaza principal tocaron, bailaron y cantaron durante los tres días que toco la banda. Compuesta por gaitas y tamboras y algunos toques de corneta y tambor militar, pero con música acompasada y alegre.Vino gente de Cartagena, Barranquilla, Sabanalarga y Santa Marta. La ensenada fue refugio de veleros y goletas, que trajeron visitantes.El matrimonio se llevo a cabo en la casa señorial de la Estancia, lo presidio el Señor Obispo de Santa Marta; no se utilizo esta vez el Coche Frances de caballos, por no revivir los malos recuerdos del Coronel. Pero el amor y la felicidad irradiaban a cada paso y a cada saludo de amigos primos y parientes. También de negociantes de perlas.Los esclavos y las esclavas estrenaron ropas y ropajes. Los negros con sombreros altos nuevos a la última moda.Era la boda de las mil y una noches.Rafaela, estaba esplendida, con un vestido confeccionado por ella pero dirigido por María del Rosario, siguiendo los detalles de unos figurines que alguien trajo no se sabe como de Nueva York.Todas las miradas de los jóvenes, se detenían en la hija del Coronel Cotes, se había desaparecido aparentemente  su condición de esclava.Ella se hizo cargo de haciendas y comercio de las Perlas. Las enviaría en empaques secretos a Europa.- Eres la dueña de todo lo que era de tu Padre. Serás también de lo mío si Dios no me da hijos, le dijo con el dejo dulce del cariño que María del Rosario le profesaba, en presencia de Rafael Antonio, ahora mas elegante, de porte altivo, conversador agudo y amable.- Algo le voy a agregar a lo dicho por María del Rosario; dice el rubio:- Rafaela te mereces todo esto y mucho más.Rafaela, acepto ese cumplido público, como una secreta declaración de amor.    Se ruborizo hasta el punto que sintió que sus mejillas estallaban. No fue capaz de contener unas súbitas ganas de orinar y tuvo que retirarse apresurada.Se hicieron los preparativos para que en unos meses, aun sin definir cuantos, la pareja partiera a Europa a vender directamente y al mejor precio las Perlas. Partirían de Cartagena a Veracruz y de ahí a Boston y Londres en un Clipper de casco metálico, cinco mástiles. El más veloz del mundo.Esa futura partida del rubio le achicaba el alma y el cuerpo a Rafaela, sus pensamientos sobre la soledad en que quedaría en su soledad, eran tristes, dolorosos. Anhela estar en el mismo lecho con el, asi tuviera que compartirlo con María del Rosario.Rafaela en las primeras noches después de la boda, se acercaba llena de curiosidad y pudor, sigilosamente a la puerta y ventanas de la habitación del ama, con el interés de conocer si las condiciones de los amantes habían cambiado, si ahora ocurría el momento donde se había superado el silencio. Que se decían.Nunca logro escuchar nada. El silencio total  perduraba. No se percibía actividad ninguna. Solo dormían. También los ardores de otros días.Pasaron algunos meses.Las campanas en las ultimas semanas, sonaban enloquecidas; a veces de día otras a la media noche, como queriendo alertar los espíritus. Toques cortos sin sentido, seguidos del silencio. Los curas invitaban a orar. Se silenciaban por días, y sorpresivamente, daban tres toques y silencio. El pueblo todo atemorizado, esperaba la llegada del demonio.Un día, como cualquier otro día, María del Rosario, entro sorpresivamente a la habitación de Rafaela.El día anterior algo la había impulsado a visitar secretamente a Diómela, la bruja, la de los conjuros, a quien recurría cuando las angustias y dudas se apoderaban de su alma. Inspirada en ese sentido secreto, imponderable y seguro que poseen todas las mujeres que las lleva a creer en la propiedad del hombre que aman y que aseguran que les pertenece, entro a la habitación de Rafaela, con el alma palpitante, envuelta en angustia; con un gran impulso se abalanzo sobre la cama,  removió con ira y desesperación, sabanas y almohadas. Fueron apareciendo ante sus ojos, incrédulos, uno tras otro, los pelos rubios, de la cabellera y barba, casi rojizos, de Rafael Antonio.- Rafaela, Rafaela,!!!!!.- Lanza un grito de furia María del Rosario.Grito que retumbo como un ciclón de truenos, por toda la Estancia; la llamo con esa voz de timbre tenebroso, incontenible, que pocas veces utilizo en su vida. Siguieron gritos uno tras otro, agudos y penetrantes. Alaridos mas que gritos, pronunciados por una persona adolorida, herida, descontrolada, enloquecida. -Tu a quien hice mi hija, mi hermana. Me traicionas.- Tráeme la bacinica; maldita esclava.- Mañana mismito te vendo.  Para Cuba. O a los infiernos.Se escucho en ese instante, muy cerca, el misterioso, el temible sonido, agudo, rítmico, fúnebre, triste y melancólico que anunciaban la muerte con golpes metálicos profundos, de las temidas campanas de la Iglesia.Anunciaban la muerte de dos amores.___________________
Rafaela.
Autor: Hernando Mora Gonzalez  788 Lecturas

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