• Jaime Torrez
jaime torrez
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  • País: Argentina
 
         No sabía cómo abordar el dibujo, cambié el boceto varias veces y tardé mucho en dejarlo listo. Decidí hacerlo porque lo que ella había generado en mí era tan grande que necesitaba plasmarlo cantando, o escribiendo, o con el pincel.           Ella es tan bella que cualquier artista la representaría indignamente, pero me animé a comenzar el trabajo. No iba a regalárselo, no, seguramente pensaría que soy un demente o algo parecido. Sería para mí, para poder verla cada vez que invadiera mi mente.           Estaba el dibujo a medias cuando nos juntamos, por primera vez, afuera de la escuela. Fue una tarde de junio, en la plaza, lo recuerdo muy bien: me invitó con su amiga a tomar mate caliente, el cual me da acidez, pero no quería ser descortés así que lo bebí igual. Me convidaron emparedados y, cuando atardecía, mencionaron que tenían ganas de comer algo dulce así que les regalé dos chocolatitos que había llevado por si acaso.          Trataba de deslizar el lápiz con suavidad, sabiendo que el poder cubritivo del acrílico es bajo y que la piel tan blanca de ella me dificultaría tapar cualquier manchón que la goma no pudiera borrar. -Me arriesgo a que, mientras aplique el color, el lápiz no se vea y no pueda saber por dónde pintar -pensé.           Pero, con paciencia, quedó algo un poco parecido a ella. -¡Cuánto trabajo me queda aún!          Comencé, indeciso, a colocar el color de fondo. ¿Azulado, rojizo, amarillento, violáceo, verdoso, anaranjado? El rojo, además de relacionarse con la pasión, opacaría la rosa que ella está sosteniendo, así que está descartado. Lo mismo podría provocar el amarillo con sus ondulados cabellos. El verde, anaranjado y violeta me convencían por igual; pero pensé que podría ser la única pintura que le diera, y ya que el azul simboliza el amor eterno, este fue mi elegido. -¡Me encanta esa canción! -me dijo sonriente en una ocasión que estábamos juntos.           Entonces la oímos, y mientras leíamos (o intentábamos leer) un texto de tiempos verbales para hacer un trabajo luego, ella no se resistía a susurrar las frases de aquella pieza musical al compás de su cabeza moviéndose de un lado a otro. Descubrí aquella vez que yo era feliz cuando ella lo era.           Comencé a colorear su cabellera. Los tres colores primarios para formar el pigmento apropiado, más rojo que azul y mucho más amarillo que rojo: la mezcla parecía mostaza. Cómo adoro sus cabellos. Pelo suelto, o una sola trenza, son los peinados que usa y ambos le quedan muy bien. Con una corona y un vestido sería idéntica a una princesa medieval. Lo primero no lo apliqué, porque habría sido quizás muy exagerado, pero sí lo segundo. Ojalá yo con vestimentas de ese tipo pareciera un príncipe.           Un día su amiga faltó a clases, así que me di el atrevimiento de acompañarla a su casa, algo que acostumbraba a hacer la ausente. Esto le sentó bien, sonreía mientras miraba hacia el suelo en el trayecto. Qué bella se ve contenta, y cuando no lo hace, pero cuando su boca es un arco invertido siento que vale la pena estar vivo. -Me alegro de haberte conocido -me declaró al llegar a su puerta.           Me esmeré en adelantar la pintura. Había llevado el atril y las demás herramientas fuera de mi casa, dentro de un invernadero de mi padre al cual nunca iba. No quería que nadie viera el dibujo.           Le hice una primera capa a su piel. En su cabello podía equivocarme, pero aquí debía ser muy cuidadoso, ya que era tan clara que cualquier imperfección sería difícil de esconder. Qué hermoso sería poder besar su suave mejilla, perdí tantos minutos disfrutándolo en mis ensueños. Tú, la que habitabas en ellos, me dejabas abrazarte y acurrucarme apoyando mi cara en tu cuello como un niño.          Una noche nos reunimos los tres, ya no para asuntos relacionados a los estudios sino, simplemente, para pasar el rato. Cenamos algo en una rotisería de mala muerte: teníamos los bolsillos vacíos y las ilusiones llenas. Su comadre tuvo que retirarse temprano y sin saber qué hacer, antes que mi adorada también decidiera irse, le propuse gastar los pocos billetitos que nos quedaban en un helado. -¿Por qué no? Me quedé con un poco de hambre.           Su vestimenta requirió menos esfuerzo que el resto de los elementos de la imagen, aún con sus pliegues y adornos sofisticados. Quizás, si algún día viera la pintura, desearía tener un vestido así, o se conformaría con verse luciendo uno en la misma. Por ello, debía hacerla lo más parecido posible a la realidad, aunque ni un mago podría replicar su belleza.           Aquella noche mágica, sentados enfrentados en una pequeña mesita redonda en un rincón de la heladería, ella dijo que me quería. Con sólo esas dos palabras, sentí que todo lo tenía. Habría firmado que aquel momento no se terminara jamás.           Comenzaron las vacaciones de invierno, y dejamos de vernos. La invité un par de veces a juntarnos, pero evadió cualquier cita. En mis recuerdos empecé a confundir su verdadero rostro con el de la pintura, la cual miraba no sólo mientras trabajaba en ella sino cada vez que mi amada se paseaba por mi mente.           Finalmente, coloreé la rosa, que era lo último que me quedaba para terminar aquel trabajo que con tanto cariño e ilusión elaboré. Encerrado tantas horas bajo el nylon del invernadero, el sol me había quemado la nuca y percibí cómo se alargaban los días. Comencé el trabajo a principios de junio y ya casi estábamos en agosto.           Por fin llegó el momento de reencontrarnos, al retornar las clases, cuando ingenuo de alegría jamás hubiese esperado que me comunicara que lo que yo anhelaba jamás iba a ocurrir. Si supieras lo triste que fue para mí.           Tu pintura, en la que tocabas tiernamente una rosa, como yo hubiese querido que acariciaras mis penas, finalmente se quedó conmigo.           Es cierto, tú no te enamoraste de mí. Tú no volteabas a verme por última vez luego de cada despedida, ni esperabas con ansias cada reencuentro, ni te ruborizabas al verme. Seguramente, tampoco me extrañabas en mi ausencia, seguramente. Sólo yo me estremecía al verte, llegando a sentir que tenerte cerca era como un bello escalofrío. Sólo yo me acostaba día a día pensando en tu amor, como una compañía solaz, y me despertaba habiendo soñado con tus preciosos ojos color miel. Si acaso supieras que cuando pudibundo te decía: -Amiga, ¿cómo estás? -Amiga, ¿qué has hecho? -Amiga, ¿cómo te fue? -en realidad quería decir: -Te quiero -Quédate conmigo -Te amo.            Y darte un abrazo, y un beso, o dos. Y responderte si me preguntaras cómo estaba: que estaba enamorado, que estaba encantado, que estaba embrujado, que estaba flechado, que estaba hechizado, que estaba perdido.            Sabrías así que al caminar a mi lado, ambos sonriendo: tú estabas despreocupada y yo enamorado, tú disfrutando y yo encantado, tú reluciente y yo embrujado, tú invulnerable y yo flechado, tú indiferente y yo hechizado, tú rozagante y yo perdido.           El fondo de la pintura era azul, símbolo del eterno amor que había nacido de mi parte y, al parecer, del tiempo que la obra iba a quedarse conmigo. Tú, la tejedora de mi más grande ilusión, sólo habías podido amarme en mis sueños.
Un fondo azul
Autor: Jaime Torrez  68 Lecturas
Un día coincidimos tú y yo Un mismo tiempo y un mismo lugar Tus ojos de naciente ilusión, luces de un esquivo umbral   Ahora lo digo ahora que sé que ya no estarás conmigo Mi rendición hoy te doy, cariño, A ti, mi adorado eterno estío   Como un frenesí Fue el amor que nació en mí Y aunque no compartas mi sentir Ni un poco me muevo de aquí   Con el frío asesino de la noche sentí en tu compañía con tu amor y tu alegría que mi alma despertaba de su invierno Entre los dormidos brotes de la finca Tu vida con la mía Auguraban fuego eterno   Qué bello todo fue Viví con tu amor en medio de la helada Fue como una luz viajando entre lo oscuro En mí lo guardé Con él alcancé sano y salvo la mañana Tibio e insinuante de feliz futuro   De madrugada Tus manos trajeron solazante alegría Llameando en tu cándida sonrisa No queda nada Toda esta esperanza fue una ironía Cuando te sentí más cerca, tú más te ibas   Lo recuerdo Un día coincidimos tú y yo Un mismo tiempo y un mismo lugar De acuerdo Sólo así pudo haberlo querido Dios Ámame y yo te amaré más   Duele y dolerá Saber que a otro amarás Esta, nuestra historia, olvidarás Que nunca te importé, quizás   Debía ser así Enfrentados en un inmenso jardín yo era cardo y tú una rosa carmín Pasó tu fuego y en él me consumí   Fui perdiéndote sin advertencia Te pintabas de indolencia Y sólo en tu amigo me convertía Pensé cuando iluminabas con tu presencia que volvía la primavera y el corazón al fin me florecía   Gracias a la aparición de tu existencia con tu sonrisa eterna en el más imposible sueño creía Pensé cuando apareciste aquel día que te quedabas en mi vida y el corazón al fin me florecía   Un día coincidimos tú y yo Un mismo tiempo y un mismo lugar Tus ojos de naciente ilusión Tras un inalcanzable umbral
Coincidimos
Autor: Jaime Torrez  48 Lecturas
          Dudé si ir a cursar aquel martes 13 de agosto, pero si faltaba quizás ella interpretaría que estaba siendo melodramático. Martes 13, al final terminará siendo cierto lo que tanto dicen. Así que fui, aún estando devastado, y de ello se percató Daniel al instante. -Es alergia -disimulé, y me levanté para dejar caer las lágrimas en el baño.           Todo había empezado a principios de abril, cuando al comienzo de clases conocí a Gema, amiga del chico que ya mencioné, y me enamoré al instante. Él se percató de mi flechazo prontamente y se mostró sinceramente entusiasmado por llegar a verla junto a mí algún día.           Pregunté en el aula si alguien podía prestarme una hoja, y Gema se apresuró a obsequiarme dos de las suyas. Yo intenté acercarme a ella, y ella se acercó a mí, como si nos asomáramos a una ventana para tratar de alumbrarnos con el brillo que brotaba del uno y del otro. ¡Qué bello comienzo!           Al poco tiempo empezamos a juntarnos fuera de la escuela para hacer trabajos prácticos, o para estudiar, o simplemente para comer y beber en compañía: Daniel, ella y yo.           Qué dichosa se estaba volviendo mi vida. Compré un pequeño diario y empecé a escribir en él cada vez que tenía la suerte de verla.           Y hasta abandonaron el lugar donde siempre se sentaban en el curso para estar a mi lado, qué contento me hizo sentir.           Letra a letra nos fuimos leyendo, conociendo los pasatiempos, gustos y cada detalle insignificante o necesario para saber a quién teníamos en frente. Me entregué tanto que ingenuo la dejé ver a través de mí. -Estoy feliz de haberte conocido en esta etapa de mi vida -me declaró un día, ¡qué hermoso fue aquel momento!           Cuando nuestro compañero no podía asistir, ella se sentaba conmigo, y luego la acompañaba hasta su casa mientras charlábamos al caminar, cómo disfruté todo aquello.           Genuinamente me preocupé por sus problemas, por escucharla, comprenderla y apoyarla, y por supuesto que se percató de ello, porque llegó a escaparse de sus labios un “te quiero”, ¡cómo se rebalsó mi corazón esa vez! Escribí tanto en mi cuadernito en esa ocasión que lo rellené hasta el final.           Pero el tiempo no cesa y todo lo que toca lo cambia y transforma. Sin saber lo que me depararía aquel martes 13 de agosto, antes de ir a la escuela, sorpresivamente me comunicó que se había dado cuenta que estaba dándome falsas esperanzas y que realmente sólo quería ser mi amiga: mi amiga y nada más. Y que se apenaba de haberme ilusionado en vano, ya que en verdad me apreciaba. -Lamento que las cosas no funcionaran -me declaró Daniel, compadeciéndose.           Aún conservaba en el fondo de mi carpeta una de las dos hojas que me había regalado en abril, porque tuve el presentimiento de que resultase ser lo único que me quedaría de ella. Ni un dibujo, ni una carta, ni una frase, ni una letra al menos salida de su puño pudo darme. Esa hoja, que estaba blanca, lisa y sin arrugas, así como era el pujante amor que había nacido en mí, se muestra hoy, igual que este, grisácea y herida, después de haberlos llevado a todas partes conmigo desde entonces.            En mi diario no quedaba más lugar, por haber depositado en él todo el amor que me había desbordado, así que redacté el fin de nuestra historia en su obsequio, que también estuvo allí cuanto todo esto inició.            Me acompañará para siempre, escondida tras la última página de mi carpeta, como un recuerdo de aquella esperanza que me diste y que hoy murió.         
Una hoja de papel
Autor: Jaime Torrez  102 Lecturas
-Pero usted, José, ya aprobó este espacio -me recalcó extrañado un docente del profesorado, sin comprender por qué yo había ido a cursar aquel primer día de clases. -Es que para recibirme sólo me queda rendir materias, y ya que no puedo hacer otra cosa este año, me surgió el deseo de retornar algunas de aquellas que pudieran refrescarme conocimientos útiles para preparar los exámenes.           La respuesta no era muy convincente: y es que ni los profesores ni yo conocíamos a algún estudiante que hubiese hecho ese sacrificio voluntariamente, visto como una molestia innecesaria; aunque de todos modos accedieron ecuánimes y sin ninguna condición.           Esa noche, cuando salí del deteriorado, oscuro y descolorido edificio, rodeado de un cerco enrejado y del duro y frío cemento urbano, la conocí. Ella me miraba con su tímida y encantadora sonrisa y unos ojos tan alegres como atrapantemente atractivos, rodeada por la indiferencia atroz de la ciudad. Era tarde para ignorarla, aún si lo hubiera querido. Erecta sobre sus zapatillas deportivas, sus curiosos pantalones acampanados y su holgado pulóver de lana, adornado con alocados y rubios cabellos ondulantes que se deslizaban de él como arroyos de oro desde la cima de un cerro; parecía un anzuelo colocado específicamente para un incauto como yo.           No quería… No podía permitirme el castigo de verla azarosamente, por lo que al día siguiente escogí materias donde ella asistiera y abandoné las otras.           La jovencita era pura dulzura, especialmente cuando hablaba: era un sonido melodiosamente envolvente que viajaba en el aire y se colaba por mis oídos directo al corazón. Y ni siquiera tuve que atreverme a hablarle, porque ella lo hizo, y pude conocer su nombre: María. Supe que tenía que viajar veinte kilómetros en colectivo para asistir al instituto y que gustaba en sobremanera de la lectura y la escritura, respecto a lo cual me pidió leer y reseñar algunos de sus cuentos.           En sus historias medievales derrochaba su puño la misma candidez que su voz, sus ojos y sonrisa. Y, como si de su mano las palabras se expandieran a la mía, nació un poema que, temeroso pero ciegamente ansioso por mostrárselo para declararle mi sentir, le entregué: Princesa del más lejano castillo Caí sobre ti como si fueras algodón Baila junto a tu vestido mi ilusión y en aquel reino el gran idilio   Por tu voz despierta mi febril delirio y aquellos segundos de estupor ¿Cómo y cuándo haré mi confesión hacia ti de todo este cariño?           Respondió, luego, que no tenía otras intenciones que sobrepasaran las de formar una amistad. Y así, inverosímilmente nuestros senderos no hicieron más que aproximarse desde entonces. Escoltados siempre por una comadre suya, que de edad era la mayor de los tres, nos comenzamos a reunir para realizar asuntos relacionados a los estudios. No tengo noción de qué sucedió, pero poco a poco aquello que rodeaba su ilustre presencia se transformaba, incluyendo, quizás, mi propio ser. -José, desconocemos esta zona y precisamos de vuestra cortés ayuda para encontrar un aposento donde refugiarnos luego de la diaria instrucción, mientras esperamos el horario determinado para abordar el tren -me declaraba la señora, que siempre dictaminaba por la infanta también, una vez dentro del aula donde cursábamos. -No os preocupéis, de muy buen gusto conseguiré un lugar apropiado para tan ilustres y principales cortesanas.           Entonces, transitábamos las lujosas galerías iluminadas de aquel palacio hacia la salida, para luego cruzar el extenso jardín y continuando la caminata por las acogedoras calles del pueblo llegábamos a mi morada, a la cual numerosas veces acudieron para llevar a cabo una tarde de estudio en la que yo participaba, más allá de atenderlas con bebidas calientes y comida con mi humilde y más sincera determinación.           Y hasta llegó el día en que fui invitado formalmente a sus dominios para el propósito habitual: A sus lejanas tierras fui acudido, una flecha desde su torre me atravesó Dos aves en cortejo de tierno candor y enamorado del todo perdido   De la reina el incesante vigilio, por todo el jardín nos acompañó En un descuido mi mano ella tomó, dentro del laberinto, en un pasillo   Este corazón es tuyo y mío porque dibujaste ingenua el amor Conmigo bailaste en el gran salón, impregnándome por siempre de tu brillo           Quizás bajo la falda de tan sofisticado vestido, o en algún recoveco entre su corona y su cabello, alguna pócima o ungüento guardaba que provocó en mí hechizo tal, que tornando cada vez a su ausencia no hago sino otra cosa más que pensar en ella. De noche me acuesto regocijante de su amor y al alba despierto habiendo soñado con sus melifluos ojos, en los que se distienden rendidas mis penurias.           Y continúa nuestro venturoso ritual, donde en mi mesa principal las cortesanas, atendidas por la servidumbre disfrutan de mi acompañamiento, que del suyo yo ya me hallo premiado. Mi amada, reiteradamente, voltea su faz hacia la mía para intercambiar pudibundas miradas. O, caminando hacia la edificación académica, mueve vanamente sus brazos delante de su cuerpo como no sabiendo qué hacer con ellos, ante mi vista encantada y la presencia de su majestad. El rosedal es incolora penumbra a la par del rozagante colorido que irradia mi querida. La mansión universitaria, desbordante de ornamentos, es en mi visión una mácula borrosa y opaca enfrentada con la principesa, que en su interior derrocha ademanes y embelesamientos de majestuoso donaire. Al escuchar el tintineante sonido de sus brillantes zapatos, escondidos bajo aquella falda que besa el suelo, los presentes se apartan y, asombrados, efectúan su reverencia. Y cuando los carruajes acuden por ellas, y debo ver que se embarca en tan largo viaje, mis ojos la persiguen hasta que desaparece. -¿Vuestras mercedes os precisaréis de mi humilde asistencia mañana? -Por supuesto, venid a por nosotras en el horario acordado, duque José -respondía la reina. -Que tengáis una plácida travesía, señorita María, ha sido grande ventura haberla conocido y gozado de su tiempo, que mucho vale y cuantiosamente estimo al igual que su invaluable amiganza. Quería revelarle, antes de partir, mi inconmensurable afecto hacia su persona y lo afortunado que he sido de su solaz apego, que… -Tarde se ha hecho, noble caballero -importunó la monarca- Lo veremos al mediodía ya que establecido está así, no se olvide de ello, y agradecidas nos encontramos de su cordialidad. Buenas noches.           Mi adorada me obsequió una alegre mueca cómplice mientras el cochero cerraba la puerta, sin embargo, nuestras miradas se mantenían vivas a través del vidrio.           Impotente, la veo partir día a día, mientras la fachada de la construcción institucional vuelve a su decadente opacidad y el jardín regresa a ser una inerte valla de barrotes.
Aposté mis ilusiones a que serías mía.Todo simulaba ser tan perfecto.Mas nada terminó como yo creía.Como fue una noche en mi sueño.Se llevaron todo y no sé cómo seguir.Si ahora lloro es porque pude ser feliz.Feliz en aquel trono que orgulloso merecí.Y me grito penoso que así pude vivir.Invertí mis esperanzas en un deseo ficcional.Más veloz que un lucero.Parecido a una nube que se aleja al volar.Y que desaparece en silencio.La culpa del granizo es destruir mi ilusión.Castigo del destino es romper mi corazón.Pero no es la tormenta quien desprecia mi inversión.Es la odiosa pena de tu cruel decisión.
Dicen que los mayores son maduros y mejores.Si no tienes cierta edad no podrás lograrlo.Uno las adora más no lo valoran.Y a pesar de todo no dejamos de intentarlo.¿Cuánto tiempo faltará para que me quieran apreciar?Si hasta ahora no he recibido ni un beso.¿Y por qué creen que los adultos las querrán?Si para ellos no son más que un paseo.Dicen que ellos tienen más experiencia y vivencia.Si lo analizas con precaución es cierto.Más nunca amarán como un niño en su demencia.Así como nadie aprecia un regalado trofeo.Ellas descubren algo bueno y por nada lo cambiarán.Se dejan llevar por la máscara más superficial.El altar de los grandes es como el abordo a un lucero.Y niegan pensar que al aburrirlos huirán.Ni todas las flores de una pradera pueden conquistar a una mujer con esa moraleja.Pero sí puede el simple verso de un adulto que no vale ni la más pobre ocurrencia.Cierto es que por un amor ellos no tienen necesidad.Es porque sus metas han logrado.Comparan un noviazgo con un paseo natural.Y cuando los satisface no temen en dejarlo.
Al descubrir que eras especial, creí tenerte toda la eternidad.Supiste de mi sueño en la profundidad, es ese deseo que desde hoy me va a lastimar.Por amarte tanto, aquí está es mi recompensa y mi fortuna, nunca debí quererte con tanta locura.Por volar en tu espacio, me encerré en las penurias, creo de mi desgracia solo yo tener la culpa.Por notar tu encanto, sufro el injusto castigo, la paga correspondiente de mi ciego delirio.Por vivir soñando, me ahogué en un eterno suspiro, inventé la esperanza de algún día estar contigo.Nunca supe dejar de intentar, aún cuando decías que te deje de amar.Ahora sé que te vas a olvidar, del regalo que te di y que jamás volverá.Por amarte tanto, por volar en tu espacio, por notar tu encanto, por vivir soñando.Aquí está mi fortuna, aquí está mi castigo, aquí está mi locura, aquí está mi delirio.No buscaba la penuria, no buscaba el suspiro, no buscaba la culpa, solo quería estar contigo.
En el crudo invierno de esperanza, el mundo es gris y cuesta ver color.Se extraña esa alegría tan amada, se intenta no sufrir y soñar en el amor.El frío clima apaga el alma, la pasión se duerme y se esconde el calor.Ese rayo de sol en madrugada, descongela inerte, sin apuro ni ilusión.Con el frío asesino de la noche sentí en tu compañía, con tu amor y tu alegría, que mi alma despertaba de su invierno.Entre los dormidos brotes de la finca, sin mentiras ni ironía, fluyó mi ilusión y sustento.Gracias a la aparición de tu existencia, en mi locura y demencia, en el más imposible sueño creía.Pensé cuando iluminabas con tu presencia, que volvía la primavera, y el corazón al fin me florecía.Viví con tu amor en medio de la helada, fue como una luz viajando entre lo oscuro.Con él alcancé sano y salvo la mañana y nunca sentí algo similar en este mundo.Más salvarme del frío ya no hace falta, lo que necesito de ti es más profundo.       Ahora despierta un sol que antes no alumbraba, pero falta tu amor que era tan puro.Toda esta esperanza fue una ironía, el hielo te hizo mía pero perdió su vida.Pensé cuando apareciste ese día, que te quedabas en mi vida y que el corazón al fin me florecía.
A pesar de que aprecié la belleza de tu ser.A pesar de que te amé como nunca imaginé.A pesar de que luché por tu amor y por tu piel.A pesar de que intenté tenerte alguna vez.Ahora sufro el rechazo de tu corazón.Ahora lloro cada noche en mi habitación.Ahora muero en mi mundo de dolor.Y me encuentro solo sin ninguna ilusión.Si supieras cuán grande fue mi ilusión, pensé que te tendría para siempre porque ha sido diferente el amor que invadió mi corazón.Si supieras cuánto he cambiado, aunque sigue siendo poco el obsequio que éste tonto te ha entregado.Si conocieras mi esfuerzo por alcanzarte, me verías como quien soy y pensarías en tu decisión sin tener que maltratarme.Quería que valores y te enamores, de todos aquellos regalos que hasta ahora han sido en vano y en los que utilicé mis más bellos colores.Creí que eras el ángel ideal para mi vida.Creí que al intentarlo algún día me querrías.Creí que mi fracaso sería una mentira.Creí que era falso aquel rechazo del que temía.Lloro porque mi sueño era demasiado inocente.Sufro porque lo mejor de mí no fue suficiente.Lloro porque dejé que me guíe ese corazón tan demente.Y sufro porque al amor no debí creerle.Qué horrible fue mi inspiración, insistí aunque sabía que al final romperías en pedazos a mi pobre corazón.Debí creer en mi temor, aquel que decía que te burlabas y reías de mi más hermosa ilusión.Ahora lloro por mí, por todas esas esperanzas que jamás alcanzaba y porque al final entiendo con tristeza que perdí.El amor es cruel en verdad, aunque cuesta que lo creas no recibirás recompensa, aún con la más bella sinceridad. 
Después de mi amor.
Autor: Jaime Torrez  918 Lecturas
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Comenzó en aquel día sombrío en el que tú apareciste, me hiciste reír y dejar de estar triste, más luego te fuiste y fue malo para mí.Quería tenerte a mi lado porque así nunca he amado, pensé que sería bueno y necesario, pero ya no hace falta que esté junto a ti.Me ayudas y apoyas en esos malos días y aunque no lo intentes a veces me animas, te agradeceré hasta el final.Si he sido malo perdona, lo siento, solo debo revelarme porque sé que te quiero, comprende que aún no se amar.Brindas tanto y tanto amor, que no sé cómo expresarlo. Fuiste tan buena conmigo que gozo al recordarlo.Salvas a la gente y no sé cómo imitarlo. Ayudas y comprendes olvidando hasta el pasado.Quiero alegrarte y dejarte feliz, porque mereces lo mejor al hacerme vivir.Eres mi amiga y me siento orgulloso, eres la mejor persona que conozco, creo que lo debo decir.Si me equivoco pienso que a ti no te importa, evito dañarte entre muchas otras cosas, anhelo ese momento en el que te vi.Cantan las aves celosas y ansiosas por verte, también provocaste caos en mi mente, porque calmas al mundo solo al hablar.Ya en la distancia quiero que sepas, si tienes un tiempo que leas y comprendas que me has hecho cambiar.Eres tan buena persona, que no pude imaginarlo. Para conocerte entera necesitaría más de cien años.Me das tanta dulzura, que no sé ni comprobarlo. De un día para otro olvido hasta el más cruel rechazo.Te sobra el carisma y regalas tanto amor, que con sólo unas palabras borras el más feo dolor.Quiero alegrarte y dejarte feliz, porque mereces lo mejor al hacerme vivir.
Para la mejor amiga.
Autor: Jaime Torrez  576 Lecturas
          Ñapigor era un joven ingenuo. Vivía feliz y adoraba reír, pero un día cambió su sustento. El chico descubrió por primera vez al amor. Todos lo conocían y por experiencia sabían que romperían su corazón.          Hizo el primer intento pese a su ignorancia. La chica era difícil pero no iba a rendirse aquel tonto que tanto la adoraba.         Tres años el niño insistió. Se ilusionaba y sufría y así él vivía hasta que supo un mal día que perdió.         ¿Por qué, a pesar de que hizo bien, fue expulsado a las tinieblas del dolor? Esa primavera, sin ilusión ni espera, se vio obligado a sufrir el más oscuro regalo del amor. Su vida, oscura y fría, aceptó la horrible decisión del destino. Su corazón, roto y con dolor, no quiso sentir más su castigo.          Había dado lo mejor de su alma. Después de eso estuvo en soledad sin imaginar ni pensar lo que pasaría al olvidarla.          Todo comenzó un majestuoso atardecer. Cuando menos se lo esperaba un nuevo amor ingresaba y la ilusión despertaba otra vez. Pero fue diferente, fue el carisma además de la vista lo que lo dejó demente. Lástima que esa noche la chica se marchó. Aunque él no se esperó que hablaría con su amada mediante un medio de comunicación.          Más ocurrió en un final la pesadilla. El chico sufrió el rechazo, el desprecio y el fracaso del amor de su vida.          Y así, se vio obligado a vivir, a tener una triste primavera sin pareja. Con ella, alcanzaría  su estrella, y sería feliz su alma entera. A pesar de todo, su esfuerzo fue poco, y rendido desapareció en un suspiro. Dudaron sus vecinos, también sus amigos, del lugar donde se hallaba aquel niño.          Las flores, las aves y la pasión, todo menos su alma lucía el más hermoso color. Se marchó, aún lleno de amor, y terrible fue el final de aquel joven llamado Ñapigor.
Estar enamorado.Qué hermoso es enamorarse, sentir el fuego en el pecho y olvidarse del lamento.Qué lindo es ilusionarse, llenarse de esperanza cuando no quedaba nada.Qué grandioso en amar, pensar en lo divino y renacer en un suspiro.Nada se compara con volar, viajar entre las nubes de fragancias y azules.Aunque sea difícil hay que dejarse llevar y ser feliz.Más no debería ser malo amar y querer vivir.Es el más lindo sentimiento y jamás lo olvidarás.Porque después de un lamento cenizas quedarán.No trates de arruinarlo porque luego sufrirás.Y en cada intento de dejarlo habrá un eterno suspirar.Qué bien se siente soñar, y como un ave renacer luego de cada amanecer.El amor te hace cambiar, porque lo que deja en tu vida jamás uno lo olvida.Hace que todo cambie de color, las flores se avivan y el aroma no termina.Y como una nueva estación, el alma se llena de cariño y se vuelve a ser niño.Es imposible saber con certeza si despertará tu corazón.Pero retumba cuando ingresa igual de fuerte que un tambor.No hace falta regalar un lucero o una flor.Lo único que cuenta es el deseo expresado en la pasión.Aunque recuerda que luego del amor cenizas quedarán.Y cuando acaba la ilusión habrá un eterno suspirar.
Estar enamorado.
Autor: Jaime Torrez  592 Lecturas
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Déjame vivir lo que nunca he vivido.Déjame darte mi  ternura alguna vez.Déjame quererte como a nadie he querido.Y sentir tu aroma algún amanecer.Deja que te invadan mis palabras, déjate llevar entre mis alas, deja que goce nuevamente de tu ser.Deja que te embriague la nostalgia, deja que me florezca el alma, deja que te muestre que en mi debes creer.Déjame demostrarte para siempre que te amo.Déjame salvar a mi pobre corazón.Déjame creer que lo nuestro no ha acabado.Y rellena otra vez mi mente de ilusión.Deja que despierte el sentimiento, déjate volar por mis luceros, deja que sople una brisa de pasión.Deja que no muera mi sustento, déjate llevar por mi te quiero, deja que se nos ahogue el corazón.
Déjame
Autor: Jaime Torrez  572 Lecturas
Hay amores que matan pero quedan en el olvido.Hay otros que como las cicatrices están siempre contigo.Mas esta herida que no cierra es diferente.Te conocí y pensé que estarías conmigo.Ahora sin ti pocas cosas tienen sentido.Pero el saber que me diste se mantendrá por siempre.Yo te quise, yo te amé así como aquel primer día en el que sin pensar me enamoré.Me has dejado, mas yo no te olvidaré y piensa lo que haría si yo fuera él.Me dañaste y te perdono porque mereces lo mejor.Me cambiaste y lo acepto porque no hay otra opción.Creaste en mí la más dulce ilusión.Ahora que la perdí no encuentro rumbo a seguir.Todo lo que hacía en mi vida era solo para ti.E  intento revelarlo en esta conclusión.Me diste esperanza, luego una herida, el culpable soy yo por no querer evadirla.Te di mi corazón, mas todo termina, pero el regalo de tu alma dura toda la vida.
Toda la vida
Autor: Jaime Torrez  543 Lecturas
          Si tu me amaras, me verías como quien yo soy.          Si me quisieras, conocerías todo lo que doy.          Si me aceptaras, te mostraría todo mi amor.          Si yo fuera él sería feliz en mi ilusión.          Yo quería que me vieras como un hombre de verdad.          Yo quería estar contigo el resto de la eternidad.          Si tu me amaras, si tu me quisieras, si tu me aceptaras, si yo fuera él.          No me guardaría tantas palabras en los labios.          No ocultaría todos esos regalos.          Me sacaría de encima toda esta pasión que se acumula.          Podría dar a conocer lo mejor de mi ternura.          Pero nada de esto es posible por ti, mas no conocerás la otra mitad de mi.          Un lado oculto que nunca se revelará, y aunque no te duela jamás lo disfrutarás.
Si me amaras.
Autor: Jaime Torrez  661 Lecturas
          Todo empezó aquel año de ignorancia e ingenuidad. Nunca imaginé que la figura de una mujer me llenaría la cabeza de amor, pasión y locura.          Comenzé a vivir pesadillas, desilusiones y dolores a los que mi cuerpo no estaba acostumbrado. Me transformé poco a poco en un afrodicíaco sin remedio, en un fracasado incompetente que jamás pudo prevenir las consecuencias de poseer sentimientos impulsivos.           Múltiples personas ingresaron a lo más profundo de mi ser y destruyeron mi corazón, y a pesar de todo, cuando parecía que nunca me volvería a enamorar, ocurrió nuevamente. Parecía tan diferente, tan especial, en tan muy tiempo logró encadenarme a su llamativa existencia.          Fue tan grande mi ilusión que olvidé todas las amenazas, los muros, los problemas, mis experiencias. Solo me dejé llevar por la engañosa apariencia del amor.           Ahora que todo se ha perdido, que nuevamente me recordaron la basura insignificante que es mi ordinaria máscara de niño inmaduro, me doy cuenta de lo idiota que fuí al pretender realizar un sueño tan hermoso y alarmante: ser feliz.           Los árboles han florecido, la hierba se asoma por encima de las piedras, las aves expresan su flujo vital con gran energía y pasión, ahora que todo aparenta ser tan hermoso, yo ya perdí por completo la ilusión. Comprendo que no merezco lo que busqué y ahora me alejo dolorido nuevamente hacia la terrible soledad que me atormenta en el momento más esperado por mi corazón. Adiós a mi sueño, adiós a mis esperanzas, ya no quiero volver a intentar, ya no vale la pena. Pueden salvarme ahora que sigo vivo, pero cuando se acuerden de mi será tarde. Disfruten sus parejas de alta estatura y físico envidiable, y espero que les ofrezcan todo lo que yo pude y lo que no me hubiese sido posible entregarles. Les deseo lo mejor en mi adiós, jamás voy a olvidar lo que vivimos, perdonen mi atrevimiento y mi entusiasmo, aunque pensé que era perfectas para mi , he comprendido que no existe quien se me asemeja, por eso he decidido terminar con mis intentos.           Con amor, un apasionado sin remedio ni control.
          No tengo salida, me enjaulaste. Me hablas, te hablo, me ilusionas, me llenas de amor, me aceptas, me destruyes. Me equivoco, te equivocas, yo intento, tú criticas, tú respondes, tú decides.           Me olvidas, me recuerdas, me valoras, me desprecias. Me juzgas, me transformas, me ayudas. Es tan amplio tu rango de aptitudes que no entiendo como describirte. Mas no me importa, te amo. Te quiero, nos queremos, me gustas, nos gustamos. Yo puedo resistir, y te pido que también lo intentes. Porque debe haber un final feliz, quiero que exista. Si también lo esperas, entonces esto segurá como empezó, hasta que llegue ese momento tan esperado.           No me abandones, te extraño. No me maltrates, me duele. No me olvides, te amo...te amo... te amo
Yo te amo.
Autor: Jaime Torrez  716 Lecturas
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          Siempre creí que un alma guerrera lograba su cometido. Pensé que todo enamorado conseguía su recompensa luego de múltiples intentos. Supuse que cada pájaro que exhibía sus plumas coloridas atraía a su pareja. Estaba seguro de que un árbol en flor proporcionaba semillas.           Cada intento para realizar mi sueño de tener un amor sirvió para agotar mis esperanzas. Mas todos los nuevos amores me regalaron una ilusión y una alegría que nunca olvidaré. Aunque siempre al final obtuve algo similar a una apuñalada en el pecho.          Ahora sufro las consecuencias de tener un alma inquieta, atrevida, curiosa, persistente. Obtuve un castigo incomparable que me atormenta día y noche en la más fría habitación de las tinieblas.          Tal vez sea como el ave que no se cansa de mostrar su belleza, quizás me parezca a la planta que nunca termina de florecer, porque a pesar de que sean incontables mis fracasos, eternamente exhibiré un cartel que diga "disponible" en la entrada de mi corazón.
Un puesto disponible.
Autor: Jaime Torrez  554 Lecturas
          La primavera comenzaba a delatarse en aquellos días soleados. Las nuevas hojas proporcionaban un vistoso color verde claro en los árboles. Las aves desquitaban sus ganas de cantar con un alegre sonido apasionado. Flores amarillas decoraban las plantas y aromatizaban el paisaje. El novedoso panorama alegraba los corazones de los habitantes del monte y parecía dejar atrás al crudo invierno.          El joven Ñandubay recorría el bosque con una inocente mente de niño. Parecía no importarle nada en su inmadurez. Ignoraba a las mujeres inconscientemente. Su vida consistía en paseos, caminatas, juegos y supuestas aventuras de infante. Transitaba aquella envidiable edad sin sufrimiento ni preocupaciones.          Pero un día su personalidad cambió drásticamente. Sintió por primera vez que faltaba algo en su alma, en la cual había ingresado un extraño, un intruso, un virus que lo alejó potencialmente de su rutina.           Todo lo había provocado una extraña mirada, sus ojos habían encontrado la belleza en una muchacha de su tribu. El principiante contempló ojos provocadores, un largo y lacio cabello, una silueta tentadora y unos labios alertantes. Su curiosidad e interés se transformó en locura y desesperación luego del rechazo de su primer amor.          Sus divertidas azañas entre la naturaleza fueron reemplazadas por suspiros, deseos, temor, ansiedad y pasión que marchitaban su interior en cada momento. Sus planes románticos le hacían perder la cabeza. El sol salía, se escondía, volvía a salir y el novato inofortuno no lograba idear un nuevo intento para ser aceptado por su cruel ilusión.          En las noches, sucesos extraños ocurrían en sus sueños. Comenzó a vivir verdaderas pesadillas, en las cuales una misteriosa y sombría niña aparecía entre las tinieblas y se disponía a agredir violentamente al aborigen. Y siempre antes de marcharse volteaba su mirada y acosaba al adolescente con unos demoniacos ojos rojos y una sonrisa tan atemorizante que lo invadía en lo más profundo de su ser.          No temía ir a dormir, pues el monstruo lo atacaba aún despierto. Cuando Ñandubay se ilusionaba, la pequeña mujercita se transformaba en una adorable criatura que lo calmaba con sus tiernos ojos y su mirada angelical. Pero cuando recordaba los rechazos de su amada, la infante volvía a su estado bestial y lo azotaba sin piedad en la mas fría oscuridad del infierno.          Los demás habitantes de la tribu notaron que algo atormentaba al joven. Había perdido mucho peso, no hablaba con nadie y la expresión de su rostro demostraba un terrible sufrimiento. El cacique del asentamiento consideró necesaria una conversación con el afectado.                    Luego de la charla decidió erróneamente obligar a la dama ser la pareja de Ñandubay. El mozo se ilusionó al pensar que si su amada se enteraba de su apasionado amor lo querría, ya que él nunca se había atrevido a decírselo. Nuevamente la niña gobernó sus sueños para llenarlos de dulzura y placer. ¿Quién era esa aparición que aturdía e iluminaba la mente del hombrecito? Fue la pregunta que había nacido en él tras su primer encuentro.          Al atardecer se efectuó la esperada reunión. El día había sido hermoso para Ñandubay, por fin había vuelto a notar la belleza y el perfume de las flores, la brisa recorriendo su frente, el relajante canto de los pájaros.          El viejo y sabio cacique convocó al joven y a Chilca, su delirante amor. Tras una corta ceremonia y un discurso exagerado, el majestuoso anciano comentó frente a toda su tribu la obligación de la muchacha. Una gota de sudor atravesaba la cara del enamorado, cuya impaciencia era fácilmente revelada por su nerviosismo y expresiones. Pero su inexperta predicción le había fallado otra vez. Chilca huyó corriendo de la vasta reunión y sus ojos no pudieron ocultar las lágrimas de odio que invadían su delicado rostro. Todos callaron, bajaron la cabeza y pensaron en la despiadada ordenanza del patriarca.          El desilusionado transitaba nuevamente la horrible experiencia en sus pesadillas. Situaba parado, inmóvil. Todos sus miedos se habían hecho realidad, su cuerpo no reaccionaba ante la situación, pero su mente lo sabía todo y se estaba desvaneciendo como nunca antes.          De repente, cambió su mirada y mostró  un terrible enfado mezclado con humillación. Y en un momento desesperante, comenzó a correr tras su fugitiva ilusión. En su alma una tormenta infernal lo castigaba. Su corazón estaba siendo destruído por un demonio invasor. Su estado físico enseñaba una envidiable salud, pero su alma experimentaba un doloroso camino hacia la muerte eterna. Su velocidad lo acercaba rápidamente a su amor, mas la sanguinaria paliza que le quitaba la vida no parecía permitirle alcanzar a Chilca.          Al ver que no llegaría a su meta, el joven infiltró por un instante en su agonía. Allí se encontraba la terrible bestia con su fuerza brutal. Parecía decidida a eliminarlo. Él ya no podía resistir ni un solo golpe más. Cuando ya todo estaba perdido, en el momento en el que el chico se había rendido, la niña se detuvo, lo miró. Y en unos pocos segundos, su espantosa sonrisa se convirtió en una expresión dulce, en algo tierno. Luego se alejó y desapareció entre la espesa niebla. La vida de Ñandubay no había terminado.          Siguió corriendo y alcanzó a la fugitiva para revelarle todos sus secretos. Y ésta vez, sus deseos se hicieron realidad. Aquella joven a la que había amado y por la que pudo perderlo todo, lo había aceptado.          Conoció el lado positivo de enamorarse y fue feliz junto con su eterna pareja. En poco tiempo su mente se recuperó, pero en su corazón siempre existió una gran cicatriz provocada por la sanguinaria personificación del amor.
La máscara del amor.
Autor: Jaime Torrez  655 Lecturas
          Recordé tu invitación en aquel conmovedor día. Era la excusa perfecta para verte otra vez.          Decidí invertir toda mi ilusión y mi esfuerzo en el largo recorrido. No me importó que el cielo quedase tan distante de mi hogar, el hecho de poder ver a mi ángel era suficiente para estar decidido.          Utilizé todos mis esfuerzos y deseos en la vasta travesía, y luego de tanto sufrimiento, pude ver tu iluminado rostro decorado por una irresistible sonrisa.          No mostraste ningún deseo hacia mi en la visita. Lo sé porque estuve atento a cualquier tipo de señal.          Llegó mi momento de partir y aún no te he conquistado.  Tu única intención era caminar por tu majestuoso cielo y la mía besarte.          Ahora me marcho, no sin antes decirte que todo lo que perdí por mi sueño me ha dado una eterna recompensa. No te llevaré conmigo a casa, pero el recuerdo de tus ojos delirantes y tu cabello acariciado por la brisa es como un trofeo que me acompañará día y noche por el resto de mi vida.          Lo perdí todo, aunque no fue en vano. No niego estar loco, pero sé que el poco tiempo que pude verte me hiciste feliz. Y en la distancia sabré  que valió la pena cada mirada, cada frase, cada suspiro, cada segundo que estuviste presente en mi eterna locura.
Valió la pena.
Autor: Jaime Torrez  630 Lecturas
          No basta decir que es una ilusión que apareció sin previo aviso ante mi soledad, mi desesperación. Es un poder que cambia mi autoestima y me hace sufrir o gozar más fácilmente que ninguna otra fuerza en el universo.          Juega con mis emociones sin piedad ni descanso y de nada sirve resistirse.           En solo unos momentos se apoderó de todo el templo sagrado que constituye mi vida. Infiltró en mis sueños para dominarlos y destruirme despiadadamente día y noche. Mis deseos me han conducido a un innecesario castigo y solamente su sublime decisión logrará  salvarme.          ¿Puede apiadarse un tirano amor de mi alma marchita? Porque de no ser así, la forma más parecida de encontrar la felicidad será dejarme llevar por el cruel destino y dormir en el infinito silencio de la muerte.           No me dejes morir novedosa ambición, porque en tu corazón se encuentra mi destino.
Mi despiadado amor.
Autor: Jaime Torrez  577 Lecturas
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