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Anoche soñé contigoy no se por qué,ahora que lo piensoesto voy a hacer. Romperé los recuerdos, olvidaré tus cartas, romperé este sentimiento,olvidaré tu cara. No quiero saber más de ti, no quiero pensar,no quiero llorar. Y mientras escribo estouna lágrima caey me doy cuenta que no te puedo olvidar. Era final de semestre y los jóvenes de tercero de la licenciatura de Administración de Empresas tenían muchos trabajos que entregar. Tal era el caso de Raquel y de todos sus compañeros; sin embargo, Raquel no estaba preocupada pues su novio Osvaldo le iba a ayudar. —Que suerte que tengas quien te ayude –le dijo una compañera mientras salían del salón. —Sí, no sé qué haría sin él –respondió Raquel con una gran sonrisa– Osvaldo ya sabe de todos estos trabajos y no le molesta ayudarme, siempre y cuando no tenga mucho trabajo. En eso se oyó un claxon, era Osvaldo. —Ya vinieron por nosotros –le dijo a Víctor. Rápidamente Víctor y Raquel se despidieron de todos. Víctor es un compañero de la escuela, más que un compañero, es el mejor amigo de Raquel, a quien le cuenta todo. Él llegó a la ciudad de México hace dos años para estudiar la universidad gracias a una beca. Actualmente vive solo en un departamento. —Gracias por el aventón –le dijo Víctor a Osvaldo. —De nada –respondió. —Bye, nos vemos mañana –dijo Raquel. Raquel Fuentes, con apenas 20 años, es la heredera de las empresas más famosas de Latinoamérica, por eso estudio Administración de Empresas pues sabe que algún día se va a encargar del negocio de la familia. Es novia de Osvaldo desde que eran niños, aunque él le lleva 4 años. Osvaldo Robles, también, heredero de la compañía exportadora de la mejor madera de México. A la semana siguiente, ya libres de cualquier presión, los chavos organizaron una pequeña fiesta en la escuela. —¿Qué vas a hacer en las vacaciones? –Preguntó Raquel– Supongo que te vas a ir con tu familia. —No creo –respondió Víctor– Necesito dinero y me voy a quedar a trabajar. Tal vez vaya en las próximas vacaciones. ¿Y tú? —Seguramente me voy con Osvaldo a Cancún –respondió ella. —Pues no te oyes muy emocionada. —Es que, siempre es lo mismo, esta vez tengo ganas de hacer algo diferente, pero… –suspiró– por el momento debo concentrarme en la fiesta de fin de año. Ojala que puedas ir, sabes que contigo me la paso muy bien. —Haré un esfuerzo por estar contigo. Raquel se sonrojó, aunque no sabía bien porqué. El 31 de Diciembre llegó y la fiesta fue en un gran salón al sur de la ciudad de México con motivo de reconocer a los mejores trabajadores de la empresa de la familia Fuentes. Raquel se veía hermosa; no podían faltar Osvaldo y sus padres. Curiosamente algunos medios de comunicación se habían metido de colados. Después de la cena y los reconocimientos hubo música para bailar. Raquel estaba con Osvaldo bailando y se sentía contenta, pero le faltaba algo… En ese instante sonó su celular y se disculpo con Osvaldo dejándolo en la pista mientras ella se alejaba del ruido. Observó en su identificador que era Víctor. —¿Víctor, dónde estás? –Preguntó Raquel preocupada– ¿Por qué no has llegado? —Perdóname, no voy a poder asistir –respondió apenado– Mi jefe me dejó mucho trabajo, lo siento. —Está bien, yo entiendo –dijo triste– Adiós. —Adiós. En cuanto Raquel volvió al salón, la música se detuvo. Los señores Fuentes y Robles se encontraban en la plataforma y tomando el micrófono les pidieron a sus hijos que subieran también. Los medios se acercaron a tomar fotos. El señor Fuentes pidió la palabra y tomando a su hija de la mano anunció: —Me alegro que nos acompañen en este día tan especial para nosotros pues quiero anunciarles el compromiso de mi hija Raquel con su novio Osvaldo –se oyeron miles de aplausos y los fotógrafos no dejaban de asediar a la joven pareja. Raquel quedó impactada con la noticia, sus padres y sus suegros se abrazaron, la joven no sabía qué hacer o que decir. —¿Tú sabías algo de esto? –le preguntó Raquel a su novio. —Te juro que yo no sabía nada, estoy igual que tú, en serio. —Entonces, ¿de dónde sacaron que nos vamos a casar? —No lo sé, pero ¿no te quieres casar conmigo? —No es eso, es que me tomó por sorpresa. Además necesito terminar mi carrera. Al terminar la fiesta cada quien regresó a su casa. —Buenas noches, me voy a dormir –dijo el señor Fuentes, dándole un beso a su esposa y a su hija. —Papá, tenemos que hablar –le dijo Raquel mientras el mayordomo le quitaba el abrigo. —Hablamos mañana, estoy muy cansado –y se fue. Raquel se quedó con la palabra en la boca. A la mañana siguiente, en el desayuno, todos estaban en la mesa: Raquel, sus papás y su pequeña hermana de 10 años. —Papá, debemos hablar –dijo Raquel seriamente. —Te oigo, hija –respondió el señor– ¡Jaime, Jaime! –Gritó– ¿Dónde está mi periódico? —Papá, ¿de dónde sacaste que Osvaldo y yo nos vamos a casar? —¿Te vas a casar con Osvaldo? –preguntó su hermana con una sonrisa en el rostro. —No, no me voy a casar. —¿Por qué no? –Preguntó el señor enojado– Llevas años siendo su novia, ya es tiempo de que se casen. —Por eso, desde que tengo memoria soy su novia, necesito conocer más chavos y ver si en realidad estoy enamorada de él. —Perdón, señor –dijo el mayordomo interrumpiendo– aquí esta su periódico, lo acaban de traer. Con permiso. —¡Mira! –Exclamó el señor– Salimos en la portada de sociales: “Raquel Fuentes y Osvaldo Robles al fin se casan” —Papá, no has entendido –pero el señor seguía leyendo el artículo. Raquel se paró de la mesa, arrojó su servilleta y se subió a su habitación. Su hermana la siguió. Raquel sacó una maleta y empezó a guardar sus cosas. —¿Adónde vas? –le preguntó su hermana con la voz entrecortada por las lágrimas en sus ojos. —No lo sé, pero te aseguro que en cualquier lugar estaré mejor que aquí –respondió secándole las lagrimas– además me puedes hablar a mi celular las veces que quieras. Raquel esperó a que sus papás se fueran para que pudiera salir sin problemas. —Adiós, chiquita –le dijo a su hermana, llorando– Háblame cuando quieras. Recuerda siempre dar tu opinión, para que no te pase lo mismo que a mí –le dijo mientras la abrazaba– Adiós –tomó su maleta y se fue. Caminó durante todo el día, sin rumbo fijo, no tenía a donde ir; sin embargo la noche se acercaba y tenía que buscar un lugar para dormir. Mientras tanto, en el departamento de Víctor, éste se preparaba para cenar cuando sonó el timbre. —¡Raquel!- dijo sorprendido. —Perdón por llegar sin avisar, pero no sabía a dónde ir –dijo Raquel. —Pasa, estaba a punto de cenar –cerró la puerta– te prepararé algo. —Gracias. Raquel le contó lo que había pasado en su casa y Víctor le ofreció la suya el tiempo que quisiera. Por el momento Raquel dormiría en la cama y Víctor en el sofá. —Por favor –dijo Raquel– no le digas a nadie que estoy viviendo contigo. No quiero que me encuentren. Por otro lado, en la casa de los Fuentes… —¿Cómo que tu hermana se fue? –Preguntó el señor Fuentes a la niña– ¿A dónde? —No lo sé, solo dijo que jamás iba a regresar. La señora Fuentes le habló a Osvaldo, pero éste le dijo que no había visto a Raquel desde la fiesta. —No se preocupe, señora- dijo Osvaldo- Investigaré con sus amigos; le he estado marcando pero apagó su celular, ya sabe para ponernos de acuerdo para el viaje a Cancún –y colgó. Osvaldo le habló a todos los compañeros de Raquel, a Víctor también. —No, no la he visto –respondió Víctor. —¿Quién es? –preguntó Raquel. —Osvaldo –contestó él, murmurando. Las semanas pasaron y nadie sabía nada de Raquel a excepción de su hermana y de Víctor. Un día, mientras Víctor estaba en su trabajo, Raquel aprovechó para salir a comprarse ropa nueva, pues pronto volverían a clases. Cuando regresaba, vio a Osvaldo en su auto y éste también la vio, así que Raquel apresuró el paso, pero Osvaldo la logró detener. Raquel le explicó que estaba bien, pero que no iba a volver a su casa hasta que sus padres la dejaran tomar sus propias decisiones. —Al menos dime dónde estás viviendo –preguntó Osvaldo. Raquel no sabía si decirle, pero como conocía a Víctor no se molestaría. —Estoy viviendo con Víctor –respondió segura. —¿Qué? –Dijo sobresaltado– ¿Con él? —Es mi amigo y tú lo conoces muy bien. —Precisamente por eso, porque lo conozco sé que quiere contigo. —¿Cómo puedes decir eso? Yo confío en él. —Pues deberías confiar más en mi que soy tu novio –dijo levantando el tono de voz– Adiós –se subió a su auto y se fue. —¡Osvaldo, espérate! –gritó– ¡¡Osvaldo!! –pero Osvaldo ya se había ido. Raquel levantó sus bolsas y se fue al departamento, al entrar aventó las cosas en el sofá, se encerró en la habitación y comenzó a llorar. Más tarde llegó Víctor, llevaba una sorpresa para Raquel, y al oír su llanto dejó todo en la mesa, tocó la puerta pidiéndole que la abriera, pero ella no lo hizo; así que fue a buscar unas llaves de repuesto con las que abrió y encontró a Raquel sentada en el piso, llorando desconsoladamente. —Raquel, estas llorando –dijo sorprendido mientras se agachaba a donde estaba ella. Raquel no dijo nada, sólo lo abrazó. Después, Víctor la ayudó a parase y se sentaron en la cama, ella seguía llorando y Víctor la abrazó mientras le decía dulces palabras para tranquilizarla. —Me encontré a Osvaldo y se enojó porque estoy viviendo contigo –Víctor no dijo nada. —Raquel –dijo Víctor– tal vez no es el mejor momento –Raquel se separó de Víctor aún con lagrimas en los ojos– pero ya no puedo ocultar más mis sentimientos… Raquel, te quiero… Estoy enamorado de ti desde que entramos a la universidad –Raquel se quedó mirándolo, Víctor también la miraba fijamente; poco a poco los dos se fueron acercando hasta besarse tiernamente, pero, entonces, Raquel reaccionó y se apartó de él. —Perdóname –dijo Víctor levantándose. —No te vayas, quédate conmigo, no quiero estar sola –secándose las lágrimas. Entonces Víctor se recostó en la cama, Raquel se acomodó sobre su pecho y, así, se quedaron dormidos. Al otro día Raquel se levantó muy temprano sin hacer ruido, para no despertar a Víctor, y arregló su maleta. Después escribió una carta que dejó sobre el buró y se fue. Cuando Víctor despertó, vio la carta y la leyó: Víctor: Cuando estés leyendo esta carta tal vez ya esté en mi casa. Muchas gracias por tu hospitalidad. No te quise despertar porque seguramente me hubieras impedido irme. En verdad gracias por todo y perdóname por usarte como mi paño de lagrimas, tú no te lo merecías. Con eso que pasó anoche me siento confundida, pero en cuanto me case con Osvaldo todo habrá quedado como un lindo sueño. Gracias y adiós Atte. Raquel Víctor se quedó muy triste pues, aun después de confesarle lo que sentía por ella, Raquel había preferido irse para casarse con Osvaldo. En efecto, Raquel ya estaba en su casa y les pidió a sus padres que la boda fuera lo antes posible pero, que, solo se casaría por lo civil. Los papás de Raquel estaban muy contentos y llamaron a los padres de Osvaldo para darles la noticia y confirmar el día. La nota salió en todos los periódicos: “Raquel Fuentes y Osvaldo Robles contraerán matrimonio el próximo sábado” El sábado, muy temprano, la señora Fuentes ayudó a su hija a vestirse. —Te vez hermosa, hija –le dijo con mucha ilusión. Raquel se miró en el espejo y al contemplarse con su vestido blanco se le salieron las lágrimas. —Pero, Raquel, no tienes por qué llorar. Hoy es el día más feliz de tu vida. —Mamá, puedes dejarme sola unos minutos. La señora no dijo nada y salió de la habitación. Al poco rato entró su hermana y la encontró llorando. —Dice mi mamá que ya es hora –dijo la niña– ¡Estás llorando! –Exclamó– ¿Por qué? —No sé si estoy haciendo lo correcto –respondió Raquel. —Tal vez piensas que soy pequeña, pero sé que si no amas a Osvaldo no te deberías casar con él. —Has visto muchas telenovelas, hermanita. Pero di mi palabra y tengo que casarme. —Como tú quieras. Poco después en el registro civil, el juez hace la pregunta obligada: —Hay alguien aquí que diga que esta pareja no deba casarse. El silencio invadió la sala y nadie dijo nada por lo que el juez continuo, pero… —Yo me opongo a esta boda –dijo Raquel interrumpiéndolo justo a tiempo. Ninguno de los presentes lo podía creer. —Perdóname, Osvaldo –le dijo– no quise lastimarte, pero si me caso contigo voy a ser infeliz y te haré infeliz porque me enamoré de otra persona. Por favor perdóname –le dio un beso en la mejilla y salió corriendo. Por supuesto que los medios habían tomado fotos de todo. Mientras tanto, Víctor veía la televisión acostado en la cama cuando, de pronto, sonó el timbre. Se levantó sin ganas y abrió la puerta. —¡Raquel! –exclamó Víctor– Pensé que… –pero Raquel no lo dejó terminar y lo besó. —Te amo –dijo Raquel– No quería aceptarlo por mis padres, pero eso ya no importa. Esa noche fue inolvidable para Víctor y para Raquel. Al día siguiente, poco después del medio día, llegó Osvaldo al departamento de Víctor y pidió hablar con Raquel. —Osvaldo, lo siento mucho, pero –dijo Raquel, sin embargo fue interrumpida por Osvaldo. —Te entiendo y me alegra que lo hayas hecho. Tenias razón, si nos casábamos íbamos a ser muy infelices, pero tú fuiste valiente, no te importó lo que dijeran tus padres o la sociedad… —Osvaldo yo… —Por favor, déjame terminar. Yo tenía miedo, habíamos sido novios desde niños, creí que estaba enamorado, pero hasta hace unos días comprendí que no, que lo que siento por ti es un cariño de hermano y que mejor que verte feliz con un hombre que te quiere. Raquel y Osvaldo se abrazaron como dos buenos amigos. Todo había quedado en el pasado. En el primer día de clases, todos estaban enterados de lo que había hecho Raquel en su boda, pero eso no le importó a la nueva pareja que no dejaban de demostrar su amor a los cuatro vientos.FIN “¡Asesino serial de mujeres atrapado en su departamento! La víctima, al parecer su novia, declara todo en la delegación.” Esto decía la primera página de todos los periódicos, mientras la pobre Jimena era interrogada en un cuarto con tres oficiales. El cuarto era gris, apenas tenia una mesa y cuatro sillas; una pequeña ventana a un lado y frente a ésta un espejo que permitía ver a los del otro lado lo que estaba ocurriendo. Jimena tan sólo tenía 20 años, vestía una gabardina azul marino que un detective le ofreció, pues cuando la encontraron en el sofá estaba en ropa interior, llorando aún por lo ocurrido; sentada en una de las sillas, tratando de calmarse con un té que le ofrecieron. Seguía en shok pues no podía creer que su novio era el asesino que, por años, buscaban. —¿Cómo lo conoció? –preguntó uno de ellos. —En una fiesta, hace como 6 meses –respondió Jimena con dificultad. —Cuéntenos todo, desde el principio. Jimena tomó un poco de té. —Mi amiga Carmen me invitó a la fiesta, iba a ser el cumpleaños de su papá. Acepté porque no tenía ningún otro compromiso. Al medio día fue la misa y al regresar a la casa nos dieron de comer. No se cuanto tiempo estuve bailando, nunca lo vi llegar, cuando me di cuenta ya se había metido el sol, entonces fui por una copa para refrescarme y ahí estaba, parado, pero no le puse atención y me salí a la terraza. Carmen me alcanzó y platicamos un rato; después nos metimos porque le empezó a doler la cabeza, se tomo una pastilla, se acostó y se quedó dormida. Me dejó sola. Me tomé otras dos o tres copas. Mientras me servían la tercera copa se me acercó Oscar, el primo de Carmen, y me dijo: —¿Puedes venir un momento? Me llevó con su grupo de amigos y allí me lo presentó: —Jimena, él es Raúl. —Hola –le dije. —Tenía muchas ganas de conocerte –respondió él, tomándome de la mano– ¿Quieres bailar? —Sí. Bailamos un rato, después me invitó un refresco y salimos a la terraza; nos sentamos en una banca que estaba del lado derecho y platicamos. Me dijo tener 23 años, que era amigo de Oscar desde la secundaria, que estaba haciendo su postgrado en Administración y que en sus ratos libres le gustaba tomar fotos. Que vivía solo en su departamento donde tenia su cuarto oscuro para revelar –Jimena hizo una pausa y se tapó los ojos tratando de olvidar, pues en ese cuarto había descubierto la verdad. Tomó otro poco de té y continuó: —Hubo un pequeño silencio que él aprovechó para besarme la oreja, enseguida volteé y me robó un beso en la boca, reaccioné y me separé inmediatamente pero no le reclamé pues me había gustado. Todo en él me gustaba: su sonrisa, sus ojos cafés, su cabello, sus manos, su cuerpo… Me dijo que quería estar conmigo para siempre; yo me apené y agaché la cabeza; él me tomó de la barbilla y cerré los ojos dejándome llevar. Poco a poco se iba acercando, sentía su respiración y entonces, nos besamos. Nuestras lenguas chocaban mientras él me acariciaba por la espalda. Sentí como sus manos bajaban lentamente, quería hacerlo ahí mismo, pero me contuve y me aparté. La celebración estaba por terminar y Raúl me dijo: —De verdad me gustas, quiero conocerte más. No dudé y enseguida le di mi teléfono, y él me dio el de su celular. Nos despedimos. Como ya era muy tarde me quede a dormir con Carmen. A la semana siguiente, mas o menos, me habló Raúl; quería que nos viéramos, pero le dije que no podía porque al día siguiente tenia un examen muy importante y estaba estudiando. No insistió y me habló después. Debí sospechar de sus intenciones pues siempre quería que estuviéramos solos. Me daba miedo estar a solas con él ya que aún no lo conocía, pero nunca me presionó, talvez pensaba que algún día cedería. Salimos al parque, a la feria, a tomar un café o simplemente a pasear por las calles. Lo único que me chocaba era que, aunque hiciera mucho calor, siempre llevaba una chamarra, como dos tallas más grandes que él, y su cámara. Su explicación de la chamarra fue: —Hay que estar prevenidos, que tal si llueve. Ahora que lo pienso, en esa chamarra, debió llevar el arma para matarme –Jimena empezó a llorar de nuevo, los policías trataban de calmarla. Entonces entró el detective, el mismo que le había prestado la gabardina. —Los padres de la señorita están aquí, quieren ver a su hija –dijo. —No, por favor, no los deje pasar –suplicó Jimena– Me da pena que me vean así, les mentí, les dije que me quedaría con Carmen. —Si quiere terminar su declaración otro día, puede hacerlo –dijo una mujer policía. —No –contestó Jimena– Quiero terminar ya con todo esto. —Muy bien. —Hace poco más de un mes mis padres tuvieron que viajar por asuntos familiares y yo, por la escuela, no fui; la casa estaba sola. Lo admito, me había enamorado como nunca de Raúl y a pesar de todos sus secretos le tenía confianza, jamás pensé que fuera buscado por la policía. El día anterior había llamado a Raúl para invitarlo a comer, al día siguiente, a mi casa. Como quedamos me recogió en la escuela y cuando llegamos me ayudó a preparar la comida. Raúl se veía diferente; ese día no llevó ni su chamarra ni su cámara. Lo recuerdo –suspiró– llevaba pantalones de mezclilla negros y una playera roja con negro. Al sentarnos a la mesa, Raúl quiso dar las gracias por la comida; no se lo impedí. —Señor, bendice esta comida porque sé que hay otros que no tienen nada que comer –hizo una breve pausa– bendice a esta mujer –y me tomo de la mano– que es hermosa, por dentro y por fuera, y a la que amo desde el primer día, aunque no me había dado cuenta y por último, perdóname por todos mis pecados. Amén. Me ayudó a lavar los trastes y después vimos televisión. Anocheció muy rápido, pero no quería que se marchara. —Quédate esta noche conmigo, no quiero estar sola –le dije. Nos quedamos en el cuarto de mis papás. Se me ocurrió poner música para relajarnos. Estábamos solos. Me abrazó y poco a poco me empezó a acariciar. Nos besamos. Raúl me besaba con pasión y comenzó a desabrocharme la blusa, se quitó la playera y continuó besándome. Estábamos desnudos en la cama, era la primera vez que estaba con un hombre, lo amaba y no había razón para arrepentirme. Lo hice, sí, y ni aun en este momento me arrepiento porque conocí el amor, la pasión, la entrega absoluta. Recuerdo sus caricias, sus besos, sus palabras… Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando me desperté, él ya no estaba; pensé que me hablaría después, pero no lo hizo. Los siguientes días le estuve hablando a su celular pero lo traía apagado. Pensé que sólo había jugado conmigo. No tenia donde localizarlo. Hace como dos semanas me sentí mal estando en la escuela; estaba retrasada en mi periodo por varios días y, sin él, me daba miedo. Le conté todo a Carmen quien me convenció de comprar una de esas pruebas instantáneas para saber si estaba embarazada. Tenía miedo. Raúl había desaparecido. Carmen estaba conmigo. Entré al baño, abrí la caja y me hice la prueba. Positivo. Sí, estoy embarazada de él –y se llevó las manos a su estomago. Respiró un poco y continúo: —Ayer, no, anteayer me habló, me dijo que quería verme para hablar conmigo. Yo también tenía que hablar con él. Quedamos de vernos ayer… Los padres de Jimena veían sufrir a su hija; sufrían, abrazados, tanto o más que ella. —Perdóname, amor, me dijo al verme –dijo Jimena– estuve muy ocupado todos estos días. Me llevó a su departamento, por primera vez sabría un poco más de él. Pasamos la tarde abrazados contemplando la ciudad desde el balcón, sin decir una sola palabra. A mis padres les dije que me quedaría en casa de Carmen estudiando. Por la noche, al terminar de cenar, le dije a Raúl que tenia que saber algo muy importante. Él también quería hablar conmigo: —Pero en este momento no –me dijo– En este momento quiero verte, contemplarte. Eres tan hermosa, tan pura… –y mientras me decía esto él me iba desvistiendo– Por ti he cambiado. Nos quedamos en ropa interior, abrazados, sólo existíamos Raúl y yo. Nos acostamos en la cama, pero no me pude contener y le confesé que estaba embarazada. Raúl me abrazó, se veía tan contento. Dijo que se casaría conmigo y que tendríamos a nuestro bebé. —No quiero que se acabe esta felicidad –me dijo. Pero, ¿Por qué se tenia que acabar? Nos amábamos. —No sé como vayas a tomar lo que te voy a decir, pero tienes que saberlo –hizo una pausa– ¡Me busca la policía! —No entiendo –le contesté. —Recuerdas hace unos meses –y me tomó de las manos– buscaban a un asesino de mujeres… Mi rostro cambió, no sé a qué, pero ya no era de felicidad. Me bajé de la cama y me eché a correr. Tenía mucho miedo; más que eso, estaba aterrorizada. No podía pensar; me metí al cuarto oscuro donde revelaba sus fotos, creo que atranque la puerta con un banco; no podía ver nada, había una luz roja muy tenue. Caminé hasta el otro lado para que no me encontrara, entonces tropecé con algo, volteé, mis ojos ya se estaban acostumbrando, era una caja sin tapa. No sé porque razón me acerqué a ver lo que contenía… Eran fotos y recortes de periódico de las mujeres que había matado. Probablemente seguía yo, estaba muy asustada. Raúl empujó la puerta y prendió la luz. Me encontraba rodeada de fotografías de mujeres, todas ellas muertas. Arriba de mi había más fotos colgadas, supongo que las acababa de revelar, ¡¡eran mías!! Pero estoy segura que aún no nos conocíamos ya que en algunas fotos salía con unos aretes rosas, los mismos que perdí en la fiesta donde lo conocí. Me tomó de los brazos y me pedía que lo escuchara. Todo pasó tan rápido. Me tomó con mucha fuerza y me estaba lastimando. —Déjame que te explique –me decía. No se como soltó uno de mis brazos. Tomé una charola que estaba ahí y se la aventé a la cara, pensé que tenia agua… —¡¡Mis ojos, me arden!! –gritó Raúl. Me soltó. Se cubrió los ojos. Le apagué la luz y lo encerré. No sabia que hacer, estaba muy nerviosa y asustada. Quería gritar, pero eso no arreglaba las cosas. Creo que de los nervios empecé a llorar, entonces vi el teléfono y llamé a la policía. —Muy bien, señorita, me parece que es todo. Puede marcharse. —Oficial –dijo Jimena levantándose– ¿Puedo pedirle un último favor? —Claro. —Me gustaría verlo por ultima vez, pero sola. —Veré que puedo hacer. Más tarde llevaron a Jimena a un cuarto parecido al anterior, en el que estaba Raúl sentado. —No se preocupe señorita, está esposado. —Gracias. Jimena se sentó frente a él, el oficial se marchó y cerró la puerta. —¿Cómo estás? –preguntó Jimena. Raúl levantó la cara, tenía los ojos rojos por el químico pero, a pesar de todo, la miraba con ternura. —Perdón –dijo Jimena– Me asusté mucho. Raúl no respondió. —Solo quería decirte adiós –la joven hizo una pausa– Vas a pagar por todos tus crímenes, pero eso no es lo peor… ¿Sabes qué es? Que me quieres, lo veo en tus ojos y por eso vas a sufrir más. No te preocupes por tu hijo, él va a estar bien. Adiós –se levantó y se fue, dejando a Raúl completamente solo. FIN Todos conocemos algunos países, ya sea por que los mencionan en las noticias o porque podemos verlos en los mapas; pero hay un país que no se menciona nunca, ni siquiera lo podemos encontrar en un mapa; sin embargo lo visitamos todos los días: al escribir una carta, al leer un libro, incluso al leer una pequeña frase, etc. Este país se llama El país de la Ortografía. Ahí viven Fuerte, Valiente, Miedo, Cobarde, Tristeza, Amor, Belleza, Locura, Esperanza, Odio, Envidia, Discordia, Paz, Premio, Castigo, Olvido, las gemelas Simpática y Coqueta, Deseo, Felicidad, Bondad, Maldad; todos gobernados por el rey Acierto, quien tiene un hermano menor llamado Error. Cierto día, Error paseaba por la ciudad y causó un tremendo alboroto; Valiente, Cobarde, Miedo y Olvido lo vieron y fueron a contarle al rey Acierto. Fuerte los anunció y el rey los escuchó. —Yo… lo olvidé –dijo Olvido rascándose la cabeza. —Yo tengo miedo –dijo Miedo escondiéndose atrás de Cobarde. —Yo... yo... yo... –tartamudeaba Cobarde. —Vimos a su hermano Error causando destrozos en la ciudad –pronunció Valiente dando un paso al frente de sus amigos. Castigo, que era uno de los consejeros del rey, le propuso castigar a su hermano desterrándolo de la ciudad. Sin embargo, Paz, otro de los consejeros, le sugirió que le diera otra oportunidad. —Mi hermano tendrá una última oportunidad –declaró Acierto desde su asiento. —¡Bravo, bravo! –le aplaudió Premio, el tercer consejero del monarca. Valiente, Cobarde, Olvido y Miedo se retiraron haciendo una reverencia a su majestad. Poco tiempo después el rey Acierto organizó una fiesta, a la cual asistieron todos. Sin embargo, Error hizo de las suyas y esta vez el rey no podía perdonarlo por lo que tuvo que desterrarlo. Error pidió una oportunidad más pero... —Aunque seas mi hermano no puedo, debo hacer lo correcto –le dijo Acierto. Error se fue muy triste pensando que su hermano ya no lo quería. Caminó días y semanas, por valles, desiertos, ciudades, hasta que llegó a un país completamente diferente del que conocía. —¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este? –preguntó Error. —Es el país de la Ignorancia –respondieron los habitantes de ahí. Error no entendió; así que cada uno se fue presentando: —Yo soy Fuehrte. —Mi nombre es Baliemte. —Soy Mihedo. —Yo me llamo Kovarde. —Yo soy Trisstessa. —Hamorr. —Veyesa. —Lokura. —Hesperranssa. —Zimpahtia. —Odiho. —Embidia. —Dizkorrdiha. —Phas. —Prehmio. —Kaztigo. —Holbido. —Koketa. —Dheceho. —Felisidah. —Vomdah. —Maldah. —Hola yo soy Error. El pueblo comenzó a murmurar al ver que Error era diferente a ellos. Pero aun así lo dejaron vivir en su país y poco a poco se fue ganando el respeto y la confianza del pueblo a tal grado que tiempo después lo proclamaron rey. Durante ese tiempo Error fue sintiendo los pensamientos más negativos hacia su hermano y planeó vengarse; organizó al país de la Ignorancia en contra del país de la Ortografía. Luego de un corto tiempo Error llegó con su tropa al país de la Ortografía y se desató una intensa lucha entre los dos países. Por supuesto Acierto estaba confundido por lo que su hermano estaba haciendo. Todos pelearon excepto Paz, Cobarde y Miedo. Y aunque el país de la Ignorancia ganaba en numero, estos no pudieron ganarle a la astucia de las gemelas Simpática y Coqueta; con lo que el país de la Ortografía ganó y Error se tuvo que ir, como quien dice, con la cola entre las patas. Pero, justo antes de llegar al país de la Ignorancia los habitantes de éste se pusieron en contra de Error por haberlos llevado a una guerra a la cual él les aseguró que iban a ganar y lo echaron de su país. Error, muy arrepentido, llegó al país de la Ortografía, y pidió perdón. El rey Acierto lo aceptó de nuevo. Sin embargo los habitantes del país de la Ignorancia querían demostrar que por culpa de Error no pudieron ganarle al país de la Ortografía; así que nuevamente se prepararon para pelear con ellos... Pero esto es todos los días... Siempre habrá guerras entre el país de la Ortografía y el país de la Ignorancia, pero ¿sabes quién ganara ésta vez? Tú tienes la última palabra. FIN Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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