Apr 16, 2009 Apr 13, 2009 Apr 12, 2009 |
Es como una figura de Dalí: imposible de definir o distinguir. Me sigue, lo siento cada día, a cada hora, a cada instante. Antes, cuando sólo lo percibía no me incomodaba, incluso me parecía gracioso; aún más cuando comenzó a hablarme. Sabía que el imbécil de Atilio me jugaba una broma, aunque nunca pude desenmascararlo. Fue tanta su insistencia, que la misma figura que me seguía, cansada de ser mandada por Atilio a seguirme hasta volverme loco, me solicitó que lo liquidara. También él se liberaría y ya no me seguiría. Lo dudé al principio, pero me hartó que abusara de esta pobre figura, para no dejarme solo ni en el baño. Incluso cuando estaba penetrndo a Sofía, ella estaba ahí, mirando. Esa noche fui por mi revolver y volví a lo de Atilio para dispararle en su nuca. Luego prendí fuego a su casa y asunto terminado. Ahora ha vuelto esta figura y me ha dicho que Sofía es ahora quien la ha mandado. Tu madre ha esperado por tí, lo mismo que tú para nacer. Las ansias de salir provocan en tu madre las dolorosas, pero esperadas contracciones. Ella sabe que estás ávido de vivir nuevas emociones, de ver otros entornos, otros ambientes. Que quieres experimentar otras sensaciones, otros sentimientos. Que quieres ser partícipe de tu vida, de tu otra realidad. Ella, procurará tu nueva vida silenciosamente, ideará tus situaciones, proporcionará tus gustos, tus necesidades, tus deseos. Ahora que ha llegado el gran día, está dispuesta a darte todo esto, todo lo que ha planeado para ti. Te hará olvidar las reminiscencias de tu vida anterior, para que no estorben tu nueva realidad. Porque los viejos temores, te harán vacilar cuando camines por lados oscuros, cuando la noche te amenace con la soledad. En tu primera vez, al mirarte y no encontrarte; cuando vueles, cuando te desplaces a la velocidad de la luz, al saberte inmortal. Estas son las últimas pujadas, sólo debes acomodarte y adoptar una postura relajada para lograr un buen nacimiento. Ven, ya estás preparado para vivir lo que tu madre te promete. A lo largo de este nuevo destino que te entrega, aprenderás el significado de muchas cosas. Ajeno a la muerte, vivirás cuanto te otorgue. Estará allí, siempre allí. Presente o tácitamente. Como el angel de la guarda con su niño, como un guía y su discípulo, como una madre y su hijo, como un amante, como la conciencia. Ahora que sueltas los últimos hilos que te atan a tu vieja imagen, búscala como ella lo hace, con los ojos, con los brazos, con los dientes. Acurrúcate bajo sus alas. Siente su calor maternal. Bésala, sin temor abraza su cuerpo ambiguo. Ella te huele y acaricia con sus garras tu suave piel. Te lame para limpiar tu nueva figura de restos de viejas envolturas. Te acerca a su escamada forma y sus garras comienzan a dañar tu pellejo. Crees que es amor efusivo, que está feliz de tenerte, de ser madre. Pero sus colmillos también comienzan a desgarrar tu piel, no son besos colmados de alegría. No eres el primogénito, ni tampoco serás el último en nacer, pero es una regla natural de tu especie, que tu madre comience a devorar tu cuerpecito, aún con más ansias que en tu alumbramiento. Después de todo, es la única manera de cumplir con su promesa: el inicio de tu nueva vida. Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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