BOLÍVAR LLEGA A MÉRIDA La tercera semana del mes de Mayo de 1813, el general Simón José Antonio de La Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, acompañado por su glorioso ejército, arribaba por primera vez a la serrana ciudad de Mérida. Llegó el general a suelo merideño una resplandeciente mañana, donde el aroma de las flores, los tañidos que salían de los campanarios de las iglesias, la algarabía de la gente y los cantos a la Libertad con derrochado ímpetu, fueron entre otros, los regalos más preciados para el héroe y su comitiva. El desfile que se inició por la calle principal de la ciudad, finalizó en la Casa Consistorial, donde el general Bolívar pronunció un emotivo discurso que trajo esperanza y fe a un pueblo, que había osado expulsar de su suelo a los españoles. Les habló de su sueño independentista para su patria Venezuela, donde brillarían las antorchas de la Libertad, la Igualdad, la Justicia y la Unidad para un futuro mejor. Dejó claro en sus palabras el gobierno que quería establecer, cuyo objetivo principal se basaba en una república federal totalmente democrática. Llegó el general Simón Bolívar por primera vez a Mérida, con estas frescas y vivificantes propuestas. Cuando le dieron ese día el título de Libertador, recordó mientras le hablaba a los merideños, aquella célebre aseveración que un día se la escuchó al generalísimo Francisco de Miranda en 1810, en Londres, Inglaterra, mientras andaba con Andrés Bello y Luis López Méndez en una importante misión para salvar a su patria del coloniaje español. “NO HAY PAÍS SIN LIBERTAD” Y siguiendo el hilo del discurso, Bolívar les habló de la importancia de esta aseveración, para construir una mejor sociedad, sin la desagradable y cruel gobernabilidad de la tiranía y la división social. Diez y ocho días permaneció el general Simón Bolívar en la ciudad de Mérida, y todas las noches antes de dormir, le revoloteaba en su mente y corazón aquella frase que un día lo impactó: “NO HAY PAÍS SIN LIBERTAD” Escritor: Luis Enrique Izaguirre Ramírez. aguilaluis_7@hotmail.com
PENSANDO EN BOLÍVAR. Una pequeña canoa iba surcando lentamente el largo, ancho y caudaloso río Magdalena. En ella iba Manuela Sáenz, que había partido de Santa Fe de Bogotá, donde los enemigos de Bolívar no la querían ver más en la ciudad. Angustiada por saber sobre la salud del Libertador, había tomado la determinación de irlo a buscar, pues de cartas no supo nada, sólo rumores, pero ella dudaba, por tratarse de simples rumores. Manuela iba rumbo a la costa, donde sabía con certeza que Bolívar se encontraba en un ingenio azucarero de Santa Marta. Desde que salió de Bogotá el 29 de Noviembre, atravesó infinidad de pueblos y caseríos, donde supo por algunos lugareños que el general había pasado por allí más mal que bien. Le comentaron que ya no podía ni caminar, y escuchó en un pueblo ribereño, que el caballero de Colombia, como le decían también, parecía un cadáver. La angustia de Manuela por llegar rápido al lugar, hacía los días más bien largos, y las noches silenciosas, oscuras y de poco sueño, produciendo en la bella una ansiedad desesperada por ver un nuevo amanecer para continuar su recorrido. En uno de los tantos pueblos que bordean el río Magdalena, fue abordada por un soldado de los que todavía quedaban del ejército de Bolívar, que le entregó un sobre. Manuela miró al posta militar, un joven que a lo mejor no pasaba de los veinte años, y le dio las gracias, luego se fue a sentar a la sombra de unos frondosos bucares, y abriendo la correspondencia se dispuso a leerla. La noticia era del coronel Péroux de Lacroix, que había sabido de ella por los del correo militar de Cartagena, quienes bordeando los caminos del río Magdalena para llevar información de Bogotá al cuartel general, la vieron en uno de los caseríos cuando estaba descansando. El coronel le habló a Manuela sobre la enfermedad del Libertador, que estaba día a día minando su cuerpo. Ya no podía ni hablar, le comentó al final, cuando le fui a ver. Por un rato Manuela Sáenz dejó a un lado la carta, y mirando hacia la otra orilla del río dijo con pesar: -¡Angustia, temor! La muerte, y yo no estoy al lado de mi señor para consolarle en sus últimos momentos. Las lágrimas invadieron sus róseas mejillas y sus carnosos labios, deslizándose por su delicado mentón, para salpicar el pecho y parte de sus piernas. Lloraba desconsoladamente y arrugando el papel donde se había enterado de la salud de su amado, lo tiró al río, desapareciendo en caudalosas y turbias aguas. ******** El 17 de Diciembre después del mediodía, el general Simón Bolívar rodeado de sus oficiales más fieles y cercanos, de su sobrino José Palacios, de la fiel servidora Fernanda Barriga y el dueño del ingenio azucarero, exhaló el último suspiro cuando el reloj estaba dando la una de la tarde. El doctor Alejandro Próspero Réverend que permaneció sentado en el orillo de la cama desde tempranas horas de mañana, tomó con sumo cuidado el brazo derecho del general, para hacerle un seguimiento y conteo a sus pulsaciones, y observando que no había latidos en el corazón de aquel grande hombre, colocó el brazo de nuevo en su pecho y mirando entristecido a los presentes, les dijo: -¡El general acaba de morir! El primero en salir de la habitación fue Fernando Bolívar, que dirigió sus pasos hasta el tamarindo del patio. Allí ensimismado y totalmente fuera de control, sollozó, como solloza un hijo cuando pierde a su padre. Al rato llegó José Palacios con la cara enrojecida y los ojos bañados en lágrimas. Abrazó a Fernando y le dijo: -¡Qué dolor! ¡Qué tristeza! Fernanda Barriga y los demás lloraban con pesar, y el último en salir de la fúnebre alcoba fue el general Mariano Montilla con paso lento y pausado. Quiso irse hasta su habitación, donde se encerró. ******** Manuela Sáenz llegó a Santa Marta el 27 de Diciembre, día de su aniversario. Recordó cuando sus progenitores le hablaban de aquel terrible terremoto de 1797, año en que ella nació, sacudiendo el alma y corazón de todos los quiteños. Ahora un volcán irrumpía en su ser, cuando se enteró de la muerte del Libertador, entonces corrió desesperada hasta la bahía, donde sus lágrimas al igual que sus pensamientos se fueron con las olas corriendo hacia mar adentro. Desconsolada, triste, embargada por la melancolía y con el semblante pálido, lloró la pérdida de su amor, diciendo en voz baja: -¡Adiós soldado de la libertad! ¡Caballero de Colombia! ¡Amor de mi corazón! Mientras miraba en lontananza. Cumpliste tu misión, de eso no hay duda, dejándola sembrada en los campos de América y el resto del mundo, donde algún día sus semillas florecerán, cuando el sol radiante de la honestidad bañe los campos con sus magnánimos y fulgurantes rayos, y al corazón de los hombres lleguen los verdaderos estados de elevada conciencia, sobre todo que lleguen al de los políticos, para que gobiernen con justicia y libertad. Adiós Simón. Adiós Libertador, y dándole la espalda a la mar, Manuela Sáenz Aizpuru encaminó sus pasos a una vereda surcada de palmeras, sin saber a dónde ir. Luis Enrique Izaguirre Ramírez. Escritor. Aguilaluis_7@hotmail.com
LA GALERÍA DE LA SANTA MARÍA Manuel de La Fuente. ¡Manolo! Como le decimos muchos de sus amigos, nace un 22 de Abril de 1932 en la bella ciudad de Cádiz, España. Tierra hermosa rodeada de playas, atractivas fiestas folklóricas y con un imponente patrimonio histórico, le abrió, a través de la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz a aquel pequeño e inquieto niño, su puerta, para que estudiase escultura, dibujo e historia. De allí saltó Manuel a una Escuela de Arte en Sevilla, conocida como Santa Isabel de Hungría, donde obtuvo una merecida mención en el arte del dibujo. Su inquieta pasión por la escultura y su férreo deseo por aprender más, lo llevaron a aventurarse por Francia e Italia, donde bebió el elixir de conocimientos de artistas y escultores, que embriagaron su alma y corazón, dirigiendo posteriormente su bitácora a la serrana ciudad de Mérida, Venezuela, donde se establece en 1959, para iniciar su larga y merecida trayectoria artística. Sus inquietas manos que empezaron a moldear la arcilla con amor y pasión, base fundamental para llegar a la etapa del busto en bronce y a la obra final, se perdería en el papel, por la cantidad de trabajos que Manolo realizó a través de su larga carrera escultórica, y que hoy se muestran en importantes capitales y ciudades del mundo. Cito algunas de ellas: Las Heroínas Merideñas, tres valientes mujeres de la independencia de Venezuela que participaron en la gesta emancipadora de 1812 y 1813 en la serrana ciudad de Mérida, que se muestran en el parque Las Heroínas. Juan Rodríguez Suárez, Simón Bolívar, la india Tibisay, don Andrés Bello, la Virgen de la Paz, la hermosa Marisela, personaje emblemático de la Novela de Rómulo Gallegos Doña Bárbara, once bustos de escritores famosos merideños, monumento pedestre de Bolívar en ciudad Bolívar y otras obras más en Venezuela. El Generalísimo don Francisco de Miranda en Francia, monumento a la Solidaridad en Chang Chun China, obras en Quito Ecuador, en la Presidencia de los E.E.U.U. Washington, Presidencia de la República de Colombia, Palacio Papal del Vaticano Roma Italia, La Moncloa en Madrid España, etc, forman parte de ese patrimonio escultórico que realizó con pasión Manuel de La Fuente, para los habitantes de esta generosa tierra. Más sosegado, pero todavía con la chispa divina de la emoción, completó su sueño con la realización de su Galería de La Santa María, en Mérida, Venezuela, su casa, que transformó con ahínco y fortaleza de hierro, quitando y moviendo todo lo que representó para él, el hogar que vio crecer su familia, para colocar en los rincones de la sala, en el centro de la cocina, en el cuarto de sus hijos o en el inolvidable comedor y jardín, sus bustos y esculturas que quiso dejar para los habitantes de la Serrana ciudad de Mérida, y los de más allá de sus fronteras. La Galería de la Santa María. Allí está la vida de este gran amigo: Manolo y su familia. Escritor: Luis Enrique Izaguirre Ramírez. Mérida, Miércoles 24 de Febrero de 2010. aguilaluis_7@hotmail.com
ÚLTIMA CARTA DE AMOR. Corría el mes de Diciembre de 1830.Los fulgurantes rayos del sol que como un pincel dibujaban el lienzo de la tarde, con su atrayente matiz de suave rosa y violeta, inspiraron el alma y corazón del General Simón Bolívar, mientras permanecía sentado en el patio bajo la sombra de un tamarindo, en la hacienda San Pedro Alejandrino.Llamó a su mayordomo José Palacios para que le trajera pluma, tintero y papel, y totalmente emocionado escribió:“Querida prima:¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro?Ha llegado la última hora; tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1805.Por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz.Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan; tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia.¡Adiós Fanny! Esta carta, llena de signos vacilantes, la escribe la mano que estrechó las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de la fe.Esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y Carabobo; esta es la letra escrita del decreto de Trujillo y del mensaje del Congreso de Angostura.¿No la reconoces verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante.Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mí gloria, la gloria que entreví a tu lado en los campos de un sol de primavera.Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron de mis favores, víctima de un inmenso dolor; preso de infinitas amarguras. Te dejó el recuerdo de mis tristezas y lágrimas que no llegarán a verter mis ojos.¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda?Estuviste en mi alma en el peligro, conmigo presidiste los consejos del gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos tus reveses, tuyos son también mi último pensamiento y mi pena final.En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola de Byron por las calles de Venecia, en ellas iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú; porque tú flotabas en mi alma mostrada por las níveas castidades.A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las últimas congojas apareces ante mis ojos de moribundo con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas y en tu voz escuchó las dianas de Junín.Adiós Fanny, todo ha terminado. Juventud, ilusiones, risas y alegrías se hunden en la nada, sólo quedas tú como ilusión serafina señoreando el infinito, dominando la eternidad. Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.Santa Marta, 6 de Diciembre de 1830”. El General Simón Bolívar leyó de nuevo la carta, y le vinieron como bandadas de gaviotas a su mente, aquellos gratos recuerdos sobre las cálidas caricias y besos furtivos que le regalaba Fanny Du Villars en París, cuando caía la tarde entre los hermosos y pletóricos rosales del jardín de su casa.Llamó a José Palacios y le entregó la carta para que la enviara a su adorada Fanny.El 17 de Diciembre de ese mismo año, once días después que escribió su Excelencia esta última carta de amor, la muerte apareciendo intempestivamente cerca de la primera hora de la tarde, se llevó al Libertador en su carro fúnebre lejos de Santa Marta y de su añorada Colombia. Escritor:Luis Enrique Izaguirre Ramírez. aguilaluis_7@hotmail.com