Dicen que eres historia. Por ahí cuentan que alguna vez te besó un poeta y que, la punta de su lengua, como la de un bolígrafo cualquiera, dejó en tu boca esa mancha entintada, con la que gritas cuando callas. Que llevas, cual tatuajes, tus memorias, y es por ello que conoces cada verso y cada copla. Que las pequeñas marcas de tu rostro, a fuerza de cambiarte de página, pusieron ante él novelas, cuentos, y en propia voz leyó tus miedos. Lo que yo he notado es que, en días ventosos, tus rubias hojas se inquietan y danzan. Hace días te advertí que tenías una tilde en el nombre, para que no te punzaras con su lanza. Alguna vez, por ahí cuentan, vertieron en ti todas las palabras: agudas, graves y esdrújulas, sobre todo las últimas. Ya sabes: los cándidos y trémulos pléyades, partícipes de lacónicos estrépitos, expresándose ante metafóricas gónadas con epítetos inverosímiles. Y como toda historia, no fuiste pensada, eras acto y no potencia. Muestras ante mí, consagrada, el borrador de tu existencia. Tantos verbos, más sujetos, adjetivos calificativos, sustantivos tachados y notas al pie de página (consultar diccionario de sinónimos para evitar redundancias) …los autores que te escriben no se andan por las ramas. He decidido buscar en ti, en palabras tuyas, he querido descifrar cada línea de tus párrafos, encontrar la razón al sinsentido sintáctico que te nimba. No encuentro desenlace que siga a este nudo ciego. Aquellos puntos finales, que pensé de tus lunares, son tres sempiternos… puntos suspensivos…