• luna Allen
luna Allen
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  • País: Venezuela
 
                                               Primera parte:                                  Lo que he estado esperando. Hoy es domingo, es el día que escogí para decirle a Arthur que lo amo. Desde temprano el cielo ha estado nublado y, ahora es de tarde y está lloviendo, los padres y los hermanitos menores de Arthur vinieron de visita el fin de semana, decidimos ir a la iglesia todos juntos y no me negué porque no tenía razones para hacerlo. la iglesia del pueblo era adorable y bellísima, lo que no me gustaba era el gran cementerio que pertenece a las familias que viven en el pueblo, incluso habían lapidas de ex alumnos que habían estudiado en el instituto Lauren, en donde estudiábamos Arthur y yo, y varios meses antes de graduarse avían muerto de una sangrienta y terrible forma.   Todos estaban juntos en una sola hilera de aquellas grises y frías lapidas, no podía evitar mirar aquellas lapidas. Y los nombres de aquellos 7 adolescentes, que al desobedecer a su director, se habían escapado una noche para hacer una hoguera en aquel bosque prohibido y muy lejano al instituto, pero de todas formas, la tentación pudo más. En ese bosque cada prado, árbol, cueva y laguna, estaba completamente infestada de hombres lobo y vampiros que habían dejado sus sentimientos humanos atrás hace cientos de años.   Eran todos monstros, monstros asesinos sedientos de carne y sangre, que al ver las llamas de la hoguera en medio del bosque, una noche oscura y de luna llena, no dudaron en lanzarse sobre aquellos apetitosos, idiotas e indefensos adolescentes.                                               Segunda parte:                                    A mitad del camino.   Ya estábamos a la mitad del camino y seguía lloviendo, yo estaba abrasada al brazo derecho de Arthur y ambos caminábamos muy juntos bajo el paraguas negro que el sostenía con la mano derecha, mire hacia su hombro izquierdo sin que el lo notase, la parte de su hombro izquierdo que estaba cubierta por su chaqueta negra estaba empapada, lo cual aseguraba que yo no lo estuviera, sonreí y levante mi rostro para mirar el suyo, quería conservar aquel momento para siempre, sin los cadáveres que se pudrían bajo tierra, ni las frías lapidas de mármol o cemento, solo quería al perfecto muchacho de cabellos negros como el carbón, su rostro de mármol, sus labios, su altura y las cejas, junto a mi parte favorita de el, sus ojos, como si estuvieran hechos de oro líquido, ese par de ojos siempre me seducían, aturdían y atraparían haciendo que me quedara sin aliento o que olvidase respirar por varios segundos                                                                                                                          Tercera parte                                                            Llegando al amor:    Llegamos a la iglesia, y los padres de Arthur, Elisa y Joseph silgan, fueron a sentarse en una de las primeras filas, Arthur y yo nos sentamos unas filas atrás, y la pequeña aní, (la hermanita menor de Arthur, de 6 años) nos siguió, los otros, tres varones, Dilan y estafan de 7, y Jack de 8 años, fueron a sentarse con sus padres. La pequeña aní se sentó junto a su hermano, yo me senté a la derecha de Arthur, comenzó la misa…   Cuando el padre Aurelio comenzó a dar el sermón, los hermanitos de Arthur se avían quedado dormidos, la pequeña aní había comenzado los primeros 5 minutos de la misa sentada muy quieta al lado de su hermano, ya iba a terminar la misa y avía terminado sentada en las piernas de Arthur, completamente dormida y la cabeza apoyada en su pecho. Era una niña muy pequeña, con el cabello negro y liso, y con unos grandes ojos azules. Arthur la abrasaba por el torso por si se movía, y miraba hacia el frente de vez en cuando mientras escuchaba el sermón del padre.  Unas filas más adelante, los padres de Arthur escuchaban el sermón, mientras el padre Aurelio hablaba ambos intercambiaban miradas de vez en cuando, escudriñando y analizando cada palabra que salía de la boca del joven padrecito, como los cómplices que eran.                                                                                                          Cuarta parte                                Tic, tack . . . tic, tack . . . tic, tack. . .   A mí me gustaba mucho el sermón, era sobre el verdadero amor, a Arthur también parecía gustarle, quería estar segura pero me daba pena preguntarle…   Cuando la misa termino supe que había llegado el momento, pero me daba tanta vergüenza, puse mis manos en mis rodillas, las cuales temblaban un poco, baje la cabeza y recordando lo que quería decirle a Arthur me puse roja y comencé a sentir que mi cara ardía. Las personas salieron de la iglesia, los padres de Arthur despertaron a los niños y Arthur despertó a aní para despedirse de ella, la niña era caprichosa, según su madre, quería quedarse con su hermano porque había estado muy a gusto mientras dormía.   La pequeña seguía haciendo berrinches cuando Arthur se quitó las manos de su hermanita menor, que eran como pinzas agarradas a su chaqueta negra. Arthur le prometió que iría a verla el próximo fin de semana, y cuando la niña se dejó llevar en los brazos de su madre, todos salieron caminando de la iglesia menos Arthur y yo. Y aní seguía teniendo sus grandes ojos azules clavados en Arthur mientras su mamá la cargaba y salían de la iglesia.      Arthur y yo seguíamos sentados juntos, yo me preparaba para decirle que lo amaba, y creo que él me estaba mirando, estábamos completamente solos, sentía sus ojos mirando mi rostro.   Me gustaría saber que estás pensando. . . - pensaron anastasia y Arthur al mismo tiempo, en lo más profundo de sus mentes, algo los conectaba. -anastasia ¿quieres que nos quedemos un rato más? Si quieres, me quedare con tigo- le dijo Arthur a anastasia, mirando su largo cabello castaño y su cara sonrojada. Anastasia no lo miro a los ojos, sabía que se aturdiría. -sí, gracias. – dijo anastasia. Levante mis ojos hacia el para mirarlo, Arthur me miro a los ojos.   -Arthur, hay algo muy importante que quiero decirte – le dije aun con rosa en las mejillas mirando su rostro.   -dime lo que quieras – dijo el, con su tono dulce, levanto mi rostro con su mano y mis ojos quedaron bajo la fuerza y el magnetismo de los suyos.   -te amo, Arthur… - le dije, sintiendo cada palabra, suspire y mi mente quedo sumergida en sus ojos. Hubo unos segundos de total silencio.    Yo también te amo muchísimo. – me dijo Arthur.   Ya era de noche, pero eso no me importaba, rodee su cuello con mis brazos, el tomo mi rostro con sus manos y me beso.  
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Nochesitas:
Autor: luna Allen  411 Lecturas

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