En su viaje, sus miradas se cruzaron, pero jamás se dijeron nada, los días transcurrían con tranquilidad para ella, pero en su interior había una sensación de incertidumbre por aquella persona. Hasta que nuevamente cruzaron sus caminos, el quiso sentarse a su lado pero no sabía cómo hablarla, ella lo miro y saludo, sus ojos brillaban cual dos luceros en una noche resplandeciente, el viaje parecía eterno como si el tiempo no transcurriera para ambos, luego un beso el cual se transformo en la combinación perfecta de una relación intensa de dos almas apasionadas que en sus encuentros casuales dejan nacer el deseo de amarse, la pasión de tenerse la ocasión misma de entregarse el uno al otro sin pedir nada a cambio.