El vacío de la noche acusa tu llegada de la mano a quien siempre vienes; como un fantasma de madrugada bajas con el frío de la noche, ilusionando ser su antónimo, pero cuan amarga compañía la que te trae, que si sola vinieras, o por lo menos como en realidad eres, no estremecerías tanto mis rodillas y espalda. ¡Dígnate por una vez a no ser fantasma! a venir sola sin el amargo cortejo del insomnio que siempre traes, oh, recuerdo que el sueño me has de negar.