EL BAÚL Volví a subir esas escaleras otra vez. Después de tantos años sin subir a aquel desván. Es un milagro que la casa aún estuviese en pie. Todo estaba como lo recordaba. El espejo dorado en el cual me miraba, los viejos juguetes de cuando era niña, aquellos viejos muebles del jardín cubiertos de polvo… Y aquel baúl donde yo guardaba mis recuerdos… Nuestros recuerdos, porque eran tanto tuyos como míos… ¡Me parecía tan extraño volver a estar delante de aquel baúl después de tanto tiempo!. Tenía que abrirlo, no podía resistirme. Tenía que volver a leer tus cartas de nuevo… Aún estaban ahí, donde las dejé aquella mañana de abril cuando tuvimos que huir de casa con lo puesto. Seguían intactas como esperando que alguien volviese a leerlas una vez más. “Querida Ana: Gracias por tu visita. Me ha gustado mucho volver a verte. Nunca pude quitarte de mi cabeza desde aquel día que te vi en el río. Me parecías tan risueña con aquel vestido verde. Pásate cuando quieras por la tienda. Ya sabes que cierro a las ocho. Quizá después, si te apetece, podríamos dar un paseo por la ribera. Espero tu contestación. Con cariño Miguel” Yo también recuerdo aquel día. Era un caluroso día de julio y todos los jóvenes del pueblo estábamos refrescándonos en las orillas del río. Hoy en día la gente ya no escribe cartas, se ha perdido esa costumbre. Pero todavía sirven para recordar, para volver a vivir momentos inolvidables que se rescatan de la memoria. “Querida Ana: Me encantó nuestro paseo. Fue muy hermoso pasear por la chopera contigo. Aunque el calor apriete merece la pena tu compañía. Espero que lo podamos repetir muy pronto. El sábado hay baile en la plaza, ¿irás? Espero tus noticias Miguel” Aún recuerdo aquellas orquestas tocando las canciones que entonces estaban de moda. Era nuestra forma de divertirnos, no podíamos faltar al baile. También era nuestra forma de vernos, de estar juntos. A pesar de haber pasado tantos años, cuando leo estas cartas, recuerdo todo tipo de detalles. Vuelvo a revivirlo todo, hasta la colonia de Miguel cuando bailábamos juntos. “Querida Ana: ¡No sabes lo mucho que me gusta bailar contigo!. Te has vuelto a poner ese vestido verde, el que llevabas puesto cuando te conocí. ¡Ese tan alegre y que tanto me gusta!. Estás muy guapa con él. Espero que puedas pasarte por la tienda a la hora de cerrar. Después podíamos dar un paseo por la orilla y sentarnos a la sombra de aquel viejo chopo. A esas horas se está bien. No hace mucho calor y podremos conversar tranquilamente. Espero tu contestación. Con cariño Miguel” Después vinieron los conflictos, las alarmas y los refugios. Todos tuvimos que dejar nuestras casas, salir huyendo y comenzar una nueva vida. No volvimos a vernos y pasaron los años… “Querido Miguel: Hoy soy yo la que te escribe después de tantos años, a sabiendas de que nunca podrás leer esta carta. Me encantaba recibir tus notas. Siempre que llegaba a casa miraba debajo del felpudo para ver si habías dejado alguna carta para mí. Quisiera darte las gracias por toda esa ilusión que me hiciste sentir… A lo largo de mi vida siempre lo he recordado. Con cariño Ana”