• Martín Brieguer Solano
Martin Brieguer Solano
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  • País: Argentina
 
 Lorenzo entreabrió los ojos. Una luz muy blanca invadía su campo de visión. Escuchaba sonidos repetidos y susurros cercanos. Movió la cabeza hacia un lado. Una sombra se le acercaba. Oía sus pasos. Oía con la poca audición que le quedaba a los ya cinco años. Sintió la sombra a su lado. La sentía respirar, la sentía mirándolo fijamente. Sintió a la sombra agacharse a su oído, como queriendo contarle algo. Lorenzo odiaba que le contaran secretos. No le gustaban. Sintió el aliento de la persona a su lado. Esta comenzó a susurrar. -Hola Lorenzo. Te salvaste, maldición. Mira. Tengo algo que decirte. Fui yo. Fui yo. Yo incendié tu casa. Yo maté a tus padres. Fue todo obra mía, y de nadie más. -...no...no...no...-Pero tuve una buena razón. Sin embargo, nunca le vas a decir a alguien que fui yo. Ni nunca volverás a oír esta declaración. VARIOS INVIERNOS DESPUÉS El agente privado Mariano López lanzó un largo bostezo. Miró al monitor de la computadora. El protector de pantalla de la hora iba y venía en un vaivén. Movió el mouse. La escena desapareció para mostrar una serie de archivos en el escritorio sobre un fondo negro. -Así que eso quiere. El hombre que tenía enfrente se movió un poco en su silla. -Mire.Solamente quiero saber la verdad. Mariano asintió con la cabeza. -Aha. Y ¿por qué quiere saber la verdad? ¿Acaso la policía no aclaró el asunto? -No._ exclamó el hombre_ Hace poco tiempo que la policía cerró el caso como un accidente doméstico. Yo no estoy seguro de eso. Para mí, incendiaron la casa a propósito. El agente López enarcó las cejas. -¿Y por qué cree eso? -Mi hermana no era tan estúpida como para olvidar llaves de gas abiertas o no darse cuenta de que algo andaba mal. Mi hermana era muy viva. Además, Lorenzo tiene que saber qué pasó. -¿Lorenzo? -Sí. Es mí sobrino. Pero desde que mi hermana falleció quedó a mi cuidado. Es el único que sobrevivió al incendio. -Entonces, hable con él. Le va contar, seguro. El hombre puso cara de duda. -Mmm...No creo.Lorenzo se quedó sordo en el incendio. Una especie de ácido cayó en sus oídos, quemándolo adentro. Antes escuchaba poco, pero después del incendio no escucha nada. Además, Lorenzo es muy reservado. No habla con nosotros_ dijo después de largar un suspiro_ y no creo que tenga amigos. Es un caso peculiar. -¡Ah! Ok. Entiendo. El agente López movió nuevamente el mouse. -Está bien. Veo cómo lo voy a hacer y lo llamo. ¿Ok? -Sí. Perfecto. Perfecto. Gracias, realmente, gracias. -El lunes voy a su casa. Al hombre lo tomó por sorpresa. -¡Ah! Bueno,bueno, Nos... Nos vemos. El agente López asintió a modo de respuesta y volvió su mirada a la computadora.   El agente López tocó a la puerta. Al cabo de un tiempo una mujer salió a atender. -Hola. ¿Necesita algo? -Hola señora Arreguinhi. Soy Mariano López y hace unos días hablé con su esposo. -¡Oh! Sí. Me lo dijo. Pase, por favor. El agente López asintió a modo de agradecimiento. -Espéreme acá. Voy a llamar a mi esposo. La señora Arreguinhi salió. El agente López comenzó a mirar las fotos. -¿Cómo está, agente López? -¿Cómo está Eduardo? -Bien, bien. Vamos al living a hablar allá.  Comenzaron a caminar hacia el living. A los lados, más fotos. Una vez en el living, se sentaron a charlar, mientras la señora Arreguinhi traía galletitas. -Bueno_ dijo López_ Soy todo oídos. -Bueno... por dónde comenzar_ dijo la señora Arreguinhi mirando hacia un lado_ Seguramente mi esposo le habrá contado lo del incendio y todo aquello. Bueno, a partir de entonces, Lorenzo se quedó a vivir con nosotros. Lorenzo era el único hijo que mi cuñada tuvo. Después de lo que pasó, nadie quería quedarse con Lorenzo, porque quedó sordo. Fuimos nosotros los que lo quisimos desde que nació. Mi cuñada estaba segura de eso, por eso cada tanto lo cuidábamos_ la voz de la señora Arreguinhi se quebró_ Es... Estoy segura que si María viviese estaría or... orgullosa de nosotros. Eduardo comenzó a acariciar la mano de su esposa. -Bueno Julia, tranquila. Luego de un tiempo, enviamos a Lorenzo al colegio de señas. Él sabe hablar así... _ Eduardo agitó las manos de un lugar a otro_ con las manos; pero nosotros no. Entonces, no hay mucha comunicación que digamos. Pero Lorenzo siempre fue cerrado, reservado, un poco antipático cuando uno intenta hablar con él. Más ahora. Con esta edad. Se cierra más. Ya está más grande. Hace tiempo que no tiene diez años. -¿Creen que puedo verlo? Eduardo y su esposa se miraron. -Vamos. Los tres se levantaron. Comenzaron a caminar hacia una ventana que estaba cerca. Allí estaba Lorenzo sentado mirando afuera. Tenía la vista fija hacia fuera. Dio vuelta la cabeza y los miró fijamente. Mariano lo saludó alzando la mano. Lorenzo lo miró nuevamente y giró la cabeza hacia la ventana. Julia bufó. -Así hace siempre. No se puede mantener una conversación normal. -Pe... Nunca intentaron aprender ustedes. -Ojalá, pero no tenemos tiempo. -Ahora el tiempo me lo tengo que sacar yo._ comentó un tanto molesto el agente López. -Es su trabajo, al fin y al cabo. -NO. Mi trabajo es investigar dentro del campo privado. Pero... me gustan los retos. Aprenderé la forma de comunicarme con él. Julia suspiró aliviada. -Oh, gracias. El agente López se alejó de los Arreguinhi y se acercó a Lorenzo. Este continuaba sentado mirando la ventana. El agente López le tocó el hombro. Lorenzo se dio vuelta, mirándolo fijamente y sacándole la mano del hombro. López le dio la señal de bien alzando el pulgar, queriendo darle a saber que lo entendía. Trabajo imposible, él no era sordo. No sabía cómo se sentía. Se alejó de Lorenzo y se acercó a los Arreguinhi. -No va a ser fácil, pero estoy seguro que no podrá guardar un secreto por siempre hasta la tumba. O tal vez sí. Es mejor intentarlo. En estos días estaré pasando de nuevo.   Lorenzo vio salir al hombre junto a sus tíos. Una vez que desaparecieron, se levantó y salió al patio trasero. Comenzó a caminar por un pasillo hacia delante, al frente de la casa. Una vez que hubo llegado, observó a sus tíos hablando con ese hombre. Había un matiz raro en ese hombre. Tal vez fuera otro policía encubierto. Ya estaba harto de ver policías y abogados ir y venir. Vio al hombre despedirse de sus tíos e irse. La puerta de entrada se cerró (Lorenzo sintió la vibración contra la pared) lo que significaba que sus tíos habían entrado a la casa. No se darían cuenta de que él faltaba, nunca se daban cuenta si existía o no. Al cabo de unos minutos, Lorenzo se acercó al portón. Miró hacia atrás. No venía ninguno de sus tíos. Abrió la puerta y salió. Comenzó a caminar, mirando hacia los lados. La gente pasaba y lo miraba extrañada. Lorenzo continuó caminando, indiferente. Al cabo de un tiempo, Lorenzo llegó a una casa. Llamó. Nada. Volvió a llamar. Nada. Volvió a llamar y golpeó fuerte las manos. Salió una chica. Era Aldana. -¡Hola Lorenzo! Justo hace poco llegó Demian. ¿Todo bien? -Más o menos. Adentro te cuento. Tengo unas sospechas. -¿Sospechas? ¿De qué? -Ya te cuento. Entraron a la casa. Allí sentados alrededor de una mesa se encontraban Demian, Sara, un lugar donde estaba sentada Aldana, Mario y dos asientos vacíos más. Lorenzo los saludó a todos. Se sentó cerca de Mario, separado por una silla. -¿Qué tal? ¿Todo tranquilo? -Más o menos. Parece que un policía o abogado vino a casa. -¿Por qué? ¿Qué hiciste? -¡Yo no hice nada! Es por algo que pasó hace muchos años. -¿Qué pasó? Contame_ lo instó Sara. Lorenzo no tenía muchas ganas de hablar. -Dale Lorenzo. Conta. No tengas miedo. -Bueno... Cuando yo tenía cinco años, mi casa se incendió. Papá y mamá estaban adentro._ Aldana se tapó la boca sorprendida_ Murieron los dos. -Para._ dijo Demian_ ¿Con los que vos vivís no son tus padres? -No. Papá y mamá están muertos. -Y vos te salvaste. -Sí. Yo no estaba en casa. Estaba en casa de mis tíos. Pero de pronto, aparecí en casa, que se estaba prendiendo fuego. Vino un bombero y me rescató justo. Pero me quedé un tiempo en el hospital, y después me mandaron a vivir con mis tíos. -¿Tus tíos tienen hijos?_ preguntó Mario -No. Mi tía no puede tener hijos. Está enferma. No puede quedarse embarazada. -Pobre._ dijeron Aldana, Demian y Sara. -Igual te quieren._ agregó Demian. -Claro. Son como tus padres ahora. Vos sos como su hijo, ¿no?_ dijo Mario. -¡¿Qué?! ¡No! No me quieren. Ni son mis padres. Nunca lo fueron ni nunca me quisieron. No. Los chicos pusieron cara de cosa rara. -No importa. Hablemos de otra cosa. Lorenzo miró al grupo. No sabían de qué hablar.   Eduardo miró fijamente a Julia. -¡No pudo haber escapado! -Se fue sin hacer ruido. Se fue, Edu, se fue. -¡Pero adónde se va a ir! Justo sonó la puerta. Entró Lorenzo. Los miró fijo a los dos. -¡DÓNDE TE FUISTE!_ gritó Eduardo. -¡Eduardo! No le grites. -¡Yo le gritó lo que quiero! ¡Dónde te metiste! -¡Eduardo! Por favor. Es sordo. No te va a escuchar. -¡Pero no es idiota! Lorenzo comenzó a retirarse. -¡Para! ¡Para! ¡Adónde vas!_ Eduardo lo agarró del hombro. Lorenzo lo miró a los ojos y luego a la mano. Se la sacó con fuerza. A continuación se dio vuelta y se fue. -Edu, aguanta un tiempo. El agente privado nos va contar todo lo que Lorenzo le diga. Tranquilo. -¡Me desquicia! Seguro que lo hace a propósito. Julia bajó la mirada. Negó con la cabeza. Salió hacia la cocina.   Lorenzo entró al cuarto. Miró el desorden ordenado que tenía. Busco bajo la cama. Al cabo de unos tanteos, sacó una caja. La abrió. Allí había varios papeles. Revolvió los papeles. Sacó una foto. La miró y sonrió. La foto era de sus padres, juntos y sonrientes. Los ojos se pusieron vidriosos. Hacía tiempo que no sacaba esa foto. La volvió a mirar. Una lágrima cayó sobre ella. Sintió la puerta abrirse. Cerró rápidamente la caja y la tiró bajo la cama. El agente López ingresó al cuarto. Miró a Lorenzo sentado en el borde de la cama. Lo saludó. Lorenzo parecía que había llorado. Se acercó lentamente. Miró hacia uno de los lados. Allí había una especie de biblioteca. Agarró uno de los libros. Le miró la cubierta. Lo volvió a dejar en la biblioteca. Se le cayó. Lorenzo miraba hacia otro lado, ignorándolo por completo. El agente López se sentó a su lado. Lorenzo volvió la mirada. El agente López le sonrió. -¿Cómo estás?_ preguntó en ASL_ Lindo día. Lorenzo lo miró. Dio vuelta la mirada. Negó con la cabeza. -¡Diablos! No es este el idioma. Es otro. Lo tocó. Lorenzo ni lo miró, pero le sacó la mano de encima. El agente López se le acercó y se le puso enfrente. -Esperame._ le dijo a la vez hablando y con una seña inventada_ Dame tiempo. Salió de la habitación, dejando a Lorenzo solo.   El agente López puso en el buscador de Internet :Idioma de señas- Argentina Millones de páginas. Buscó en una en particular. Allí había varios sordos que enseñaban señas por Internet. Comenzó a mirar el alfabeto. Empezó a practicarlas. Era un tanto difícil. Luego de unas cuantas frustraciones, empezó a tomarle la mano.   Pasaron varias semanas. El agente López ya podía  manejarse un poco en señas. Mientras caminaba hacia la casa de los Arreguinhi, iba practicando las señas. Llamó. En un momento, apareció Julia Arreguinhi. -Hola agente. Pase. El agente López pasó. -¿Dónde está Lorenzo? La señora Arreguinhi fijó la mirada hacia un lado. El agente miró. Lorenzo estaba sentado enfrente de la ventana, mirando a la nada en particular. El agente se le acercó. Lo llamó golpeando la ventana frente a él. Lorenzo volvió la mirada. -Hola_ le dijo_ Antes vine a hablarte con las señas equivocadas. Perdón. Yo quiero comunicarme con vos. Es importante para mí. Lo que vos sabes es muy importante. Lorenzo bajó la mirada. -La policía ya avisó que fue de pronto. Un caño de gas se rompió y mamá prendió un fósforo. Todo estalló. Fue sin querer. Nadie incendió la casa._ dijo Lorenzo dando una mirada hacia una foto. -Pero yo no creo que fue así._ dijo el agente López_ Tengo mis dudas. -Ya la policía dijo lo que pasó._ Lorenzo volvió la mirada. -Uff._ dijo el agente López en voz alta._ ¿Qué tengo que hacer? Apareció la señora Arreguinhi. -¿Todo bien? -Más o menos_ dijo el agente bajando la cabeza_ No quiere decirme nada. -A ver si yo puedo. La señora Arreguinhi se acercó a Lorenzo. Lo tocó con dulzura. -Hijo. El agente quiere ayudarte. Contale lo que sabes. Él quiere ayudarte. Te quiero. Hacelo por mí, por favor. Lorenzo le sacó la mano de encima, mirándola casi con odio. Se fue rápidamente. La señora Arreguinhi comenzó a llorar. -Él sabe. ¡¿Por qué es tan terco?! -Yo creo que es una verdad muy dura, que tal vez los afecte a usted y a su esposo. O a él. Por eso capaz no diga nada. No sé. Su mente es muy rara. Estoy seguro. La señora Arreguinhi lo miró fijamente. -Inténtelo. Por favor. Yo quiero saber qué pasó. -Yo también quiero saber qué pasó. Acá hay algo raro. Sonó la puerta. La señora Arreguinhi salió. Un instante después entró Eduardo Arreguinhi. -Hola agente López. -Hola Eduardo. Sé que acaba de llegar, pero podemos salir un rato. ¿Puede ser? El señor Arreguinhi lo miró con sorpresa. Luego miró a su esposa. -Está bien. Voy. Salieron.   -Lindo día. ¿No? Eduardo dio una mueca a modo de respuesta. -Lorenzo sabe. Pero se agarra de lo que dijo la policía. No quiere agregar nada. -No me extraña. Suele hacer eso. -Tiene que intentar hablar como sea con él. -Es un trabajo imposible. ¿Tiene hijos? -No ¿Acaso usted los tiene? Por lo que sé, Lorenzo no es su hijo. Eduardo bajó la mirada. Llegaron a la plaza. Esperaron para cruzar. Cruzaron y caminaron hacia unos bancos. Se sentaron. La gente pasaba de aquí para allá. Allí cerca estaba un grupo de sordos. -Los ve, ¿no? -Sí_ dijo Eduardo alzando el mentón con arrogancia_ ¿Qué tienen? -Tiene que aprender a hablar con él. Así puede preguntarle qué pasó aquel día. Igual sepa que usted está bajo mi sospecha. -¿Acaso Lorenzo le insinuó algo? -No_ dijo el agente con indiferencia_ Es mi trabajo sospechar de todos, incluso de Lorenzo, aunque tenía cinco años. Miraron al grupo, el cual charlaba y reía. -Aprenda, si es que lo quiere de verdad. El agente se retiró, dejándolo solo.   Lorenzo miró a los lados. Nadie en al casa. Golpeó la mesa con fuerza. Él sabía que la policía se había equivocado. Pero el miedo lo paralizaba. No podía decir la verdad. Su vida corría peligro. En ese momento, entró su tía. La miró fijamente. Su tía se dio vuelta, pero Lorenzo se le acercó. La tomó del hombro con suavidad. Su tía se dio vuelta. Le pidió como pudo que lo siguiera. Su tía lo siguió hasta la mesa del comedor. Allí había unas galletitas. Lorenzo le dijo que se sentara. Su tía primero no lo entendió, pero Lugo se sentó. Lorenzo comenzó a buscar un papel y una lapicera. Una vez con ellas, se sentó. Le escribió un mensaje. -No tengas miedo. -¿Por qué?_ preguntó su tía. -Voy a decir la verdad. -¿A mí? Gracias_ dijo su tía conmocionada. Lorenzo negó con la cabeza. -Mi vida corre peligro. Se lo voy a decir al hombre que viene. -¿Al agente?_ Lorenzo asintió. -Es por mamá y papá. Su tía se quebró y lo abrazó. Lorenzo cerró los ojos.   El agente López se acercó. Nadie en la casa. Miró hacia los lados. Fue hacia el cuarto de Lorenzo. Entró disimuladamente. Había el mismo desorden. Comenzó a revolver las cosas. Movió la cama. Miró debajo de esta. -¿Qué es eso? Había una especie de caja. La sacó. Abrió y observó su contenido. Varios papeles. Los ojeó. Movió un poco y encontró una foto. Cuando la vio se dio cuenta de que eran sus padres. -Con que ellos son. Movió un poco más y encontró otra foto. Estos eran los Arreguinhi. Pero la cara de Eduardo estaba marcada con una cruz. -¿Por qué? ¿Qué...El agente abrió la boca. Ya comenzaba a entender una verdad muy cruda.   Lorenzo miraba el jardín. Estaba parado con las manos en los bolsillos. En ese momento, una piedra pasó a su lado. Lorenzo miró hacia atrás. Allí estaba su tío. -¿Qué haces acá? Lorenzo no contestó. Antes bien, miró hacia los lados, con preocupación. -¿Vos le dijiste algo al agente? Lorenzo continuaba esquivando la mirada. -No te hagas del tonto. Sé que lees perfecto los labios. ¿Qué le dijiste? Lorenzo seguía sin mirarlo. -Sea lo que sea que dijiste, es mentira. Si yo maté a tus papás fue porque tu tía quería un hijo, y hacer los trámites para adoptar son muy largos. No lo hice con maldad. Lorenzo miraba hacia detrás con preocupación. -No vas a escapar... Pensé que nunca lo ibas a contar... Por eso te dije lo que te dije en el hospital. Créeme que fue muy difícil echarte el ácido en el oído, y que después parezca que había sido en el incendio. Igual... tu tía pensó que alguien te raptó de acá porque alguien quería matar a toda tu familia, vos incluido... Je... Hasta dudo de mí... Pero ahora no va a saber quién fue. No se lo vas a decir a nadie, ¿entendiste? Lorenzo seguía sin mirarlo. -¡¿Entendiste?! Se le echó encima. Pero justo otra persona se lo sacó de encima. El agente y su tío comenzaron a luchar. -¡Llama a la policía!_ dijo el agente. Lorenzo comenzó a correr. Llamó a su tía. -¡Policía! _ le dijo con señas. -¡Ay! No te entiendo. Lorenzo escribió en la pared grande POLICÍA. -¿Qué los llame?_ Lorenzo asintió. Suspiró aliviado y se tiró en una silla. Se cubrió la cabeza con las manos. Miró a su tía que hablaba rápido por teléfono. No entendía nada de lo que decía.   Lorenzo se acomodó la corbata. Le quedaba muy molesta. Entró su tía. -A ver. Para que te ayudo_ le dijo mediante señas. -Gracias. Le acomodó la corbata. -Te ves bien. Lindo. -Gracias. Vos también. ¿A qué hora nos vamos? -Más o menos a las dos. -¿Por qué hizo eso el tío? -Estaba mal. No importa. Ahora yo soy tu única mamá y papá ahora. Lorenzo sonrió. -Te quiero._ le dijo. Su tía bajo la mirada. -A las cuatro empieza el juicio. Lorenzo asintió. Su tía se retiró. Lorenzo miró hacia uno de los lados. Sacó la caja de debajo de la cama. La abrió y sacó la foto de sus padres. Sonrió y le dio un beso a cada uno. Se levantó y salió de la habitación.
 Un hombre observaba debajo del marco de su puerta la lluvia caer a cántaros. El hombre la observaba con un interés particular, de lo más inusitado. Cerró los ojos y sintió el frío viento chocar contra su rostro, chocar contra sus párpados cerrados. Él sentía que el dicho de las abuelas no era del todo cierto, pero cierta verdad escondía. “Dios está en la lluvia” Tal vez no fuese Dios el que justamente estuviese en cada gota que caía, pero alguna fuerza habitaba dentro de cada gota de lluvia que caía. Escuchó el sonido que le provenía como fondo. Un fondo, tal vez, no tan acertado. “Blue Monk” de Thelonius Monk. Volvió a abrir los ojos. Observó la manera mágica en el que las gotas de lluvia chocaban contra el espejo de agua que había en una piscina. Parecía que las gotas bailaban al compás del contrabajo, mientras que las ondas que se formaban en el espejo de agua bailaban al ritmo del piano. El tema acabó, y la lluvia comenzó a caer nuevamente con normalidad. Comenzó a sonar otro tema. “What’s is this thing called love?” de Miles Davis.Y allí, el quiebre se produjo. Las gotas de lluvia comenzaron a caer y a moverse alocadamente de aquí para allá, bailando con el sonido del bongó. Pero, era obvio que la lluvia se movía por voluntad propia. Además, se hacía obvio que la lluvia estaba bailando. Sus gotas caían con un ritmo particular y único. Allí caía una tanda, dejaba de caer por unos segundos infinitamente pequeños y luego volvía a caer. El hombre sonrió. Era lo que él estaba esperando. Cada noche lluviosa, a esta misma hora mágica, la lluvia bailaba al ritmo del Jazz clásico. Y era un espectáculo que no tenía igual.El hombre comenzó a correr bajo la lluvia, dejándose empapar por ella, dejando que su magia invadiera su interior, bailando junto a ella. Alzó la vista hacia los cielos. Un rayo surcó el cielo de lado a lado. Era la señal. El hombre se arrojó a la piscina y comenzó a nadar. Magia era la palabra que describía este momento único. Magia en estado puro. De pronto, la lluvia cesó, y el hombre exhaló su último suspiro bajo el agua.La música de su CD había acabado.     
Lluvia
Autor: Martín Brieguer Solano  285 Lecturas
Sí. Yo sabía que jamás debí haber pasado por aquel sitio. Es cierto que no lo tenía terminantemente prohibido, sin embargo, las voces internas y las recomendaciones externas no me lo recomendaban. Yo, fiel a mi estilo, las desobedecí. Fue por esa sencilla razón por la cual yo he pasado la noche en este cementerio. ¿Puede oler el aroma del olvido, el sabor de la memoria? Yo puedo hacerlo, y les digo que no es sabroso. Pueden tacharme de loco, sin embargo, los hechos están a mi favor. Es cierto, también, que soy un aficionado innato de la oscuridad y del olvido. Es por esta sencilla y única razón por la cual amanecí aquí. Los rayos están acercándose a mi rostro. No falta mucho para que termine de despertar. La noche comenzó tal como las noches de mi particular gusto, a saber con la luna llena en su pleno cenit. Muchas personas piensan que las almas de los muertos rondan en pena durante la medianoche. Es una mentira muy difundida. Puedo asegurarles que puedo dormir al lado de un muerto y que este ni se turbe por mi extraña presencia. He pasado muchas noches rodeado de cuerpos muertos, pútridas formas que se deshacían bajo las mandíbulas atroces de los insectos y de las alimañas. Conozco la condición de los olvidados. Esta noche he paseado alrededor de la tumba de algunos personajes famosos. He rodeado unas cuantas columnas de estilo griego, he llorado al recuerdo de la luna, de una luna que me ha arrojado lejos de su amor y su luz. Una frase revoloteó sobre mi memoria. Mors ultima ratio. Estos seres pútridos que descansaban sin enterarse que sus familiares les lloraban, los cambios que estos habían hecho para que ellos, desde un cielo inexistente, o sufriendo en infierno en donde el dolor era imaginario, los observasen y estuviesen orgullosos de que sus últimos deseos estaban concedidos; todos ellos corroboraban la frase que volaba en mi mente. Para ellos, la muerte era la última razón de todo. Continué paseándome entre las tumbas. La luz de la luna hacía que la iglesia proyectara largas sombras. Los árboles secos tenían formas de malévolas manos, proyec-tándose de manera terrorífica. Un aullido me detuvo por un instante. Es por todos sabido que una raza oscura de perros merodea por los cementerios. Enfrenté mi miedo primigenio. Lancé un aullido a modo de respuesta. Otros aullidos respondieron. Había sido aceptado. Podía seguir.Continué caminando entre las oscuras sombras que me rodeaban. La luz se colaba de manera tímida en ciertos lugares y potente en otros. Me acerqué a una imagen de una madre con su bebé llorando en sus brazos. Leí la inscripción. Era para un padre que había muerto joven. La luz que irradiaba la figura paterna había sido reemplazada por una oscuridad de pesadas lágrimas. Y esa imagen lo explicaba todo. Seguí caminando. Una imagen de un ángel me observaba con una mirada completamente pétrea. Recordé una vida que yo creía tener y que sin embargo era una gran mentira que la vivía día a día. Bajo la luz de la luna no se logra distinguir con claridad estas imágenes de otras oscuras imágenes que también viven en los cementerios. De pronto, una imagen totalmente extraña me obligó a detenerme. Una oscura forma se movía lejos. Podía decirse, mirándolo desde la lejanía, que era un ángel con un ala herida, deducible por su modo de caminar. Sin embargo, pude notar que era un hombre llevando a otro, tal vez una mujer, por qué no. La imagen era extraña, no debido a su naturaleza, sino debido al horario de este curioso suceso. El hombre emitía un extraño jadeo al cargar con el otro cuerpo. ¿Estaría muerto?, me pregunté. Me acerqué. Los dos extraños no notaron mi presencia. El que cargaba al otro era un hombre conocido en la ciudad. Un hombre de mucha influencia en la gente. Un hombre poderoso. Un hombre relacionado con trabajos santificados. Este cargaba a otro hombre que tenía varios golpes en su rostro, además de estar desmayado en el momento. Mi curiosidad aumentó. Varios rumores corrían sobre este hombre poderoso; rumores que manchaban su reputación. Este cargaba al otro con fuerza sobrehumana. Por lo que yo pude notar, iban a un sitio específico de la necrópolis. Al osario que tenía una puerta que yo aprecié desde que la conocí. Comencé a seguirlos. El hombre poderoso miraba a los lados, como intentando que nadie lo mirase. ¡Fatídico error! Yo siempre he observa-do siniestros sucesos. Nadie cree que alguien los mira. Nadie escapa a ningún ojo, ni siquiera a los míos. Poco a poco, nos fuimos acercando al osario. Yo notaba desde la lejanía el ángel guardián de la entrada. Un ángel que protegía con una espada resplandeciente la entrada a aquellos indeseados que osasen ingresar al tenebroso hoyo. Una de las manos del ángel señalaba el cielo, mientras la otra señalaba al suelo. La que sostenía la espada señalaba al cielo. Era un punto que cualquier mortal hubiese notado. Un punto que nadie podía perder. Al llegar, la espada brillaba con un fuego inmortal e imperecedero. La luz de la luna lograba este bello efecto. El hombre poderoso logró abrir la sagrada puerta. Arrojó al otro hombre dentro, tras lo cual ingresó. Yo me quedé en la puerta, esperando. Al cabo de unos instantes, ingresé. Descendí las escaleras. Las imágenes de doce ángeles y doce demonios me rodeaban y me custodiaban en el descenso a las puertas de la muerte. Cerca del final de la bajada pude oír al poderoso hombre hablando.-Nada escapa de mí. Nadie escapa de mí. Ningún secreto sale de mí. Nadie me devasta. Soy una persona que trabaja para labores benditas. No puedo permitir que este secreto se escape de mí. ¡Dios! Father into your hands, I commend my spirit. Padre, perdóname. Dicho esto, el hombre poderoso lanzó un grito atroz, animal. Luego, disparó a mansalva al hombre moribundo. Sonrió de manera demoníaca. Yo no podía moverme del sitio en donde me encontraba. El hombre poderoso se volteó y me miró directo a los ojos.-Tú…_susurró con temor_ No puedes… no debes estar… recuerdo haberte visto anteriormente… Tú… Conoces mis pecados… Me miró nuevamente y se suicidó. Yo me limité a sonreír. Mi tarea estaba realizada.La luz está llegando a mi rostro, ora convirtiéndose en roca. Sé que la gente notará la falta del obispo en la catedral. Lo que nadie notará es que una de las gárgolas fue movida de su sitio en la catedral y fue colocada al lado del ángel que protege la entrada al osario. Nadie cree en que yo esté vivo, ni que me haya movido por medios propios. Pero yo sé que mi tarea se ha realizado y logré defender a seres débiles y maltratados. “¡Se ha realizado!” 

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