Jan 25, 2011 Dec 18, 2010 Nov 29, 2010 Nov 09, 2009 Nov 01, 2009 |
Porfía: Mónica Beatriz Gervasoni (por ahora, Juana de los Desconocidos de Siempre) Aviso clasificado: se ofrece pichón de periodista y de espíritu. Algo veterana en años, tengo 43 abriles. Con experiencia previa, en ser pichón y escriba, colaboraciones mediante. Sexo femenino. 1.48 de estatura. Peor es nada. (Resumen de mi experiencia laboral en el rubro.) Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias… según la teoría tanguera. Con ella bajo el brazo, llamé al secretario de redacción de una revista de circulación pública, para pedir una entrevista. Una voz en el teléfono sentenció: “la entrevista te la doy, pero desde ya te aclaro que tenés que ser lo suficientemente buena si querés un espacio en la revista, porque material es lo que sobra y lugar lo que falta. Glup, fue el ruido del atragantamiento con el corté espantada y con un gracias, bastante tartamudo y apenas audible. Pero me dije: arriésgate, Catalina y me mandé. Con el currículo Vitae llevaba una nota sobre chismes, dimes y diretes, frases hechas que suelen romper la paciencia y otras cuántas pavadas cotidianas por el estilo. Me dijo que la nota era buena pero el tema re trillado. Ahí nomás saqué mis ases de la manga y ¿qué creen que eligió?… Este tema que viste y calza esta nota. Fruto de un chascarrillo telefónico con una amiga quien matándose de risa de mis peripecias en mi intento en ser periodista, dijo lo más suelta de cuerpo: “ves, sobre eso tenés que escribir.” Luego colgó y se fue lo más campante de vacaciones. Y aquí estoy yo con una suma de desvelos, escribirla, entregarla y encima que me la publiquen. Un día volví como perro con dos colas, a mi hogar dulce hogar, todos me asaltaron preguntándome: che, ¿sacaste la lotería, que tenés esa cara? Cuando les contesté que me habían contestado de una redacción, respondieron con un lacónico: ah, era eso. Y perro, marido, hija, madre y padre volvieron a sus ocupaciones habituales. Adjudico las publicaciones a los siguientes artilugios supersticiosos que son aptos para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, como para los guardapolvos estudiantiles a la hora de sacar un machete y que no los pesquen. Descripción de actos varios pro buena suerte. Defender a grito pelado a una arañita casera. Hasta viajó conmigo en el colectivo. Acorralar a un grillo, enemigo acérrimo de Morfeo y bancarse las consecuencias de que nadie pueda dormir hasta que el energúmeno terminase con sus respectivos conciertos: a saber: grillo en do menor, fa, la y sol, por lo menos. Con sus bises correspondientes en el transcurso de la noche. Cuando por fin me llamaron de la redacción y me sugirieron volver a comunicarme en una semana, dicha semana me la pasé caminando por las paredes. Gracias a Dios, para cuando conseguí bajar había transcurrido el tiempo pactado. Para no perder la costumbre otra vez tartamudeando, llamé. Del director y del secretario de redacción ni señas. Zás, pensé, el viejo truco. Ya me veía llenando bañaderas y bañaderas de lágrimas, pero no. En vez de escuchar el consabido tono nuevamente, oigo: “¿pero vos quién sos? Vuelvo a repetir mi cantinela de siempre: soy estudiante de periodismo… no alcanzo a terminar, cuando me dicen: Ah, vos sos la que nos mandaste una cantidad infernal de material. Síii, dije a mi vez con un hilo de voz y tratando que el corazón no se saliera del pecho de la taquicardia que tenía. Ah, bueno queríamos decirte que nos gustó. ¿Cuándo pasas para publicar? No terminó de hablar que yo estaba allí. Llegué más levitando que caminando. Sin embargo el camino fue un calvario de metidas de pata. Abrí la puerta del ascensor entre pisos, tropecé tantas veces como escalones había. Dije buenas tardes cuando eran buenos días. En la recepción no tenía idea de qué decir. Como si ninguna vez hubiera tenido una. O que en su defecto las hubieran comido los ratones con lengua y todo. Lo máximo fue cuando en un rinconcito de la redacción, el director en una pausa de sus ocupaciones, me llama con un gesto. Tuve la imperiosa necesidad de darme vueltas, aún a sabiendas que a nadie más que a mí se estaba dirigiendo porque, sencillamente, el áspero tacto de la pared en mi espalda confirmaba mis sospechas… En fin, nadie es perfecto. El psicólogo no nos deja pasar ni una, y encima hay que vérselas con las interrupciones por culpa de las vacaciones… En el tratamiento psicoanalítico una tiene que vérselas con unas cuantas vicisitudes. Y por carácter transitivo, mal que les pese, también lo ven y lo sufren nuestros amigos/as. Por ejemplo, además de ser lo suficientemente valiente como para vérnoslas con nosotras mismas, que ya es bastante y sin concesiones porque “El” psicólogo no nos deja pasar ni una, hay que vérnoslas con las interrupciones por culpa de las vacaciones. Las de él; claro está. Porque una cosa es ser una la “abandónica” y dejar el tratamiento cuando las papas queman, cuando aprieta fuerte el torniquete profesional o dicho de otra manera: se consolida el “insight” o cuando la plata no alcanza para ningún honorario, pero otra muy distinta es, cuando el licenciado anuncia su partida. El enunciado, en cuestión, generalmente se hace casi al finalizar la sesión. Con cara de circunspecto o con absoluta FACE de póker transmite, al mismo tiempo que me alcanza su último Klenex y yo todavía sigo moqueando: “le comunico que a partir del lunes me tomo un receso por treinta días”. Mientras mi cerebro resetea me digo, para calmar mis ánimos (sino lo hago yo, ¿quién lo hará?), “que no cunda el pánico” y por esa conexión casi mística, que logramos él y yo, me dice: “cualquier emergencia y/o urgencia me llamas. Recalcando lo de urgencia o emergencia, con todo fervor. Para agregar: “sino, me mandas un e mail”. El consultorio se trasladó a la web, Eureka, pensé para mis adentros; emocionada. Y ahí se pretende ir él, muy suelto de cuerpo, mientras me deja al borde de un ataque de nervios y a la tutela de de mis amigos/as al borde del suicidio colectivo. Pensando: y esto recién empieza. Ya los veo, complotándose y organizándose por mi salud mental, sin psicólogo. Ante la inminencia de cualquier arrebato de locura, haciendo barricadas frente a mi atropello a la razón y ante las incontinencias emocionales que suelen aquejarme y sobre todo: aquejarlos. Ellos saben que mi psicólogo me enseña a mantenerlas a raya, mientras ensayo una vida normal, pero sin él, um…sonamos. Mientras hago un bollito con el klenex y veo su depósito vacío y sin atisbos de repuesto, ensayo mi monólogo interior que se titula: ¡Sonamos, el psicólogo se va de vacaciones: y ahora ¿qué hago? Porque, si, es justo y necesario. Realmente es justo y necesario por su poder mental y su salvación, y dicho sea de paso por esas cuestiones de la transferencia, de la mía también. Ahora, es intrínsicamente necesario, que se lleve con su protector solar: mi amor platónico, mi brújula de la cordura, y mi archi única opción de sentido común. No puedo, no debo, está en el decálogo de todo buen paciente, decirle: que imagino la cara de mis amigos deseándome el pésame por la absoluta orfandad de criterio con la que me ha dejado. Para no recordarle que junto con sus efectos personales también se lleva: algunos de mis yoes –vaya a saber Dios cuáles-, mi super yo, dejándome al Ello como única compañía. Concluyo con mi monólogo más interior que nunca. Mientras camino por el hall, hacia la puerta de salida de su consultorio. Como si transitara los últimos metros del cadalso, él se libera de mi y a mi me queda de grillete mis obsesiones. Abatida, como enamorado al que han plantado con un ramo de rosas en la mano, apelo a la dignidad de pato Donald que supe conseguir, respiro hondo y le digo: “Felices vacaciones, que la pases bien”. El sonríe, ameno, ya sé, ya sé, sabe de memoria lo que callo. Parto así, despechada y raudamente, a mi house, hipiando: ¡¡¡buah, mi psicólogo se fue de vacaciones. Oh, y ahora ¿quién podrá ayudarme? Y con el rouge, del rojo más furioso que tengo, marco, enfáticamente como el presidiario, en el calendario familiar, los días, en cuenta regresiva, que faltan para su regreso. Ahí queda la marca rabiosa de mi nueva dependencia, más transferencia mediante, ahora soy dependiente de mi psicólogo y ahora ¿qué hago? Sí, admitámoslo: nuestros tiernos niños son expertos en lograr que siempre terminemos haciendo lo que ellos quieren...El diccionario computarizado de la real academia española, en el programa Microsoft encarta 2008 dice que chamuyo significa: Palabrería que tiene el propósito de impresionar o convencer. Entonces se puede arribar a una risueña conclusión para que después no nos hagamos tanta mala sangre por lo menos. Si, aunque nos cueste creerlo, asumámoslo de una vez, nuestros retoños, sangre de nuestra sangre nos “chamuyan”. Pero lo que es peor a veces hasta sin palabras. Con una galería de gestos varios logran, aún sin hablar sus propósitos. A muchas alturas del partido, de la crianza de nuestros descendientes, Muchas madres y padres colegas pensarán: “si, chocolate por la noticia”, pero después suspiraran, un poco más aliviados llegando a la conclusión que toda madre y todo padre, pasa por esto. google_protectAndRun("ads_core.google_render_ad", google_handleError, google_render_ad); Y lo que es peor lo pasamos antes de que nuestros hijos, incluso puedan emitir un miserable ajó. Porque no hay que ser muy perceptivo que digamos para saber que nos pueden. Desde que los llevamos en la panza nomás mimetizamos sus partidos de football en nuestro abdomen diciendo: “se está moviendo, que de pataditas que pega” y aburrimos a todo el mundo para que pose una mano y sienta a nuestro bebecito cabeceando, pateando laterales y penales a lo loco mientras para tomar carrera (todo lo que pueda en el espacio que nuestra panza le deja) apretuja un pulmón, un ovario o lo que se le cruzara en el camino. Pero nosotras decimos a fuerza de templada ya ternura: pobrecito, es chiquitito. Cuando emerge nos mira nomás, un segundo mientras lo ponen en nuestro regazo y en el parpadeo que tarda en cerrar los ojos, ya, instintivamente sabe que nos tiene entregadas con moñito y todo. Es un saber añejo, que ya tienen en la sangre esta generación cibernética. Con el que captan nuestro embobamiento absoluto y de movida. Bueno eso sería el comienzo de un chamuyo sin palabra que basaría su campo de eficacia en una acción que podríamos denominar chamuyo visual y que consistiría en hacer ojitos y ni que hablar de la primera sonrisa, o la primera vez que tartamudea ma, ma, o pa, pa. Otro chamuyo que puede prescindir de la palabra se transluce en el llanto. Las lágrimas, les parecen un sistema ideal de convencimiento. Las hay de distinto tipo, llanto discreto como para empezar a probar la voluntad materna o paterna, llanto en ascendencia cuando no logran el objetivo deseado, llanto beligerante ya en el extremo del capricho o llanto curioso. Este lo aprenden, cada vez más rápido y a edad más temprano, probablemente de algún/a hermano/a mayor y que consiste en arrugar toda la cara pero sin verter una sola lágrima, en el mejor de los casos haciéndonos un enternecedor pucherito; cuando en realidad son émulos de mi pobre angelito I, II, III y tres mil. Esto es lo que antiguamente se llamaban las famosas lágrimas de cocodrilo. Por lo tanto nos miran todos compungidos y así pueden lograr de la madre todo o casi todo. Por ejemplo que una madre soñolienta a más no poder, con ojeras de no descanso porque el marrano dura cada vez más despierto, lo alce a upa a más no poder y al antojo del chiquitín. Con lo cual una podría deducir: es poderoso el chiquitín. Ni que hablar del comienzo del chamuyo infantil, el ser indefenso por naturaleza, dice por primera vez ajo. Listo. Todo el mundo parece sufrir los efectos de un recalentamiento familiar, hasta el perro se derrite. Y a veces, no es que quiera ser mal pensada pero, con pañales y todo, me los imagino en algún momento restregándose las manos en la tierna espaldita pensando para sus adentros: listos ya son míos. Están entregados, madres, padres, hermanos, tíos y parentela varia. Son admirables las estrategias y artimañas que estos pequeños chamuyeros despliegan a la perfección, cuando primero piden, luego suplican, después lloran hasta agotar sus cuerdas vocales; o lo que es peor despiertan en la madre un instinto de anudárselas con tal de no escucharlo más ni ceder a sus exigencias. Luego exigen, conociendo y repitiendo lo único que lograron aprenderse de memoria: los derechos del niño e ignorando por completo sus obligaciones como por ejemplo estudiar. Es sorprendente verlos hablar a media lengua, pero demandando como si tuvieran la sapiencia de la lengua completa, la de la real academia española y las que haya a mano. google_protectAndRun("ads_core.google_render_ad", google_handleError, google_render_ad);Es curioso y una madre no sabe si ponerse a reír o llorar. La postura con la que se plantan nomás, no nos parece que se trate de nuestros vástagos sino que ya suponemos que son abogados enanos y nos proporciona sensaciones encontradas y replanteos varios, como por ejemplo: ¡que flor de inocente era una a su edad!. El destacamento de posturas y gestos incluye: piernas semi abiertas, brazos en jarra, cejas enjutas, y sino resulta, esgrimen dedo índice con énfasis más un parlamento que pondría verde de envidia al abogado más experimentado. Y forma parte de la estrategia del alegato defensor de las peticiones por ellos exigidas. Y si no, apelan a otro medio de la galería de la parafernalia del chamuyo, ganar por otro estado fatal para los padres: el cansancio. para que si no hay más remedio y el frente de ambos padres ha logrado unirse, negociar o renegociar sus caprichos. Por supuesto todo esto es inconsciente pero sucede. Así que creer pero reventar. Como no hay manual de usuario para estos casos es dable ver que, los gritos no los amedrentan pero, a su favor, los vecinos se convencen que somos unas locas de atar, de franco en el manicomio o que en nuestro departamento estamos momentáneamente de visita con la pulserita carcelera y de paso torturar a nuestros descendientes. El marrano en cuestión siempre es la pobre víctima y la madre, siempre pero siempre, es la malvada bruja, para todo el mundo, sobre todo para el padre de la criatura si es que está en ejercicio activo de su paternidad las 24 horas del día, por teléfono y desde la oficina o cualquier desde cualquier lugar remoto adónde lo lleve su trabajo, pero, sobre todo, lejos de las coordenadas de las situaciones de emergencias y madre acorralada por caprichos varios; con lo cual esgrimirá una sentencia que cambiará automáticamente el fin de semana cuando tenga que convivir por h o por b sin ud con el marrano/a que le tocó en suerte. A las únicas que no les parecerá ninguna exageración será a otras coetáneas madres de nuestra misma edad en ejercicio de su maternidad las 24 horas del día, lo cuál es proporcionalmente más posible que en el caso de los padres. De cualquier manera como fuera el estilo chamuyero de nuestros hijas/os también lo utilizan para bien y así nos regocijan y nos reconfortan y nos reconcilian de la vida. Son los mismos a los que queremos ver después de una jornada agotadora laboral. Son los mismos que nos refrescan el alma con sus sonrisas. A pesar de que la persistencia es callada pero sostenida para lograr sus deseos y caprichitos. Basta con saber que hay que empezar a recordar los basamentos de la templanza, la paciencia y la diplomacia que nos llevó a tener unos nervios aplacados por la diplomacia ganada en batallas de añares en la rebelión de la propia adolescencia, con los suegros/as, y/o amigos del novio hasta que pasó a ser nuestro marido para sostener nuestros propios derechos y sino sostener la negativa, por cualquier razón válida que tengamos, sobre los caprichos varios de nuestros hijos. - Ya va nene ya entendí que quieres paty con papas fritas, si, y huevo frito también…aunque el hígado reviente. - Pero mamá por qué no lo puedo comer todos los días - Porque te hace mal a la panza - Y por qué hace mal a la panza - Porque mamá te lo va a hacer hoy para darte el gusto y está cansada porque trabajo todo el día y… y… y…zzz ( descripción de una madre, en ejercicio pleno de sus funciones, en estado soñoliento, al finalizar la cena y reptando hacia los aposentos, previo desalojar al gato y a la adolescente que mira eternamente la televisión hipnotiza y aletargada por el zapping) Un anciano dicho que anda pululando por ahí, por vaya a saber qué cantidad de tiempo, estima que: la venganza es el placer de los Dioses. Viendo las cosas a esta altura del partido después de ser madre por 16 años ya, y…es un concepto discutible. Porque o a mis hijos le gusta mucho el placer de vengarse y vengar a su hermano/a frente a terceros, incluida la madre o son Dioses en potencia y chiquitos, vaya a saber una: madre sin niñera, de qué Olimpo, y nunca me di cuenta de ese pequeño, gran, detalle. Que la venganza, es un plato que se come frío, es otro dicho que se anduvo diciendo por ahí y por años de los años amen, tampoco es un detalle que les espante el sueño. Porque la venganza para ellos es como un efecto retráctil. Cientos de deseos vengativos se le acumulan y los ejecutan ipso facto. No son ideológicos del todo, son viscerales del todo, lo cual por un lado es mejor y por el otro lado proporcionalmente peor. Como los chicos y las mujeres van primero, según la regla de los naufragios, y mi hogar dulce hogar dos por tres, parece uno, procedamos a investigar los instintos vengativos del benjamín. Y se va la primera: él es de aprovechar y usufructuar al máximo los superpoderes que da ser el chaperón obligado, por la madre, de su hermano; son inseparables y yo incentivo de lo lindo dicha cuestión con animosidad irreversible. Puede cobrar en especias repartidas en: cuánta golosina salga a la venta de ultisimo modelo. Con tal de no contar con lujo de detalles el primer beso de su hermana mayor. Como él es modelo 2003 todo lo que sea pre 2003 es para él, antiquísimo. Por ende y para él, su hermana y las cosas de su hermana, sobre todo, tienen el increíble encanto de lo obsoleto y por ende son pausibles y primeras en su lista para manotear, saber como funciona y etc. No se salvan ni los labiales de la hermana mayor, que a su vez hurtó de la cartera o botiquín de su propia madre, ni la última lapicera y mucho menos el lápiz portaminas. El diario de su hermana ejerce sobre él un hipnotismo increíble e irresistible. Y ella al evaluar las hojas garabateadas en rojo sangre sucumbe al grito de guerra: mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, voy a matar a tu hijo y no me vengas a recordar que es mi hermano porque hago dos por uno y amatso a los dos. (¿Olvidé mencionar que es hija de tanos? ¿Y que eso puede influir en su inflamable carácter?). Cuando está en caprichoso puede serle de suma utilidad un a tiempo y forma: cuando vuelva de trabajar mamá voy a contarle todo lo que hiciste con tu amigo en el día. Por supuesto, jamás de los jamases logra terminar la frase. La hermana ya está haciendo números y restas a ver cuánto sale la última porquería del merchandise de la última película en tres D, recién estrenada y si no le dan las cuentas para qué, agarrate Catalina y mejor no te sueltes. El puede esgrimir un: peligrooooooooooooooo, hermana a la vista. Afecta a los dichos, tampoco puedo evitar citar el de: el zorro sabe más por viejo que por zorro y obviamente, aclarar que ella lo ejecuta a la perfección. La diferencia de edad juega a su favor. Porque y por ende a la hora de vengarse, ella tampoco se queda muy atrás que digamos. Sobre todo cuando no se le mueve un pelo a la hora de decir, por ejemplo, "si no juntas rápido los chiches la llamo a mami al celu y le cuento así no te trae lo que te prometió, bajo juramento de que te ibas a portar bien". El otro que todavía no asimila que parte de portarse bien es juntar los juguetes exige la explicación pertinente y ahí se arma la de Troya, roma y toda la acrópolis junta, sin la bendición de la madre que vuelve cansada y ve la escena de los hermanos macana, ya se auto constituye junto a los dos en los tres chiflados y esta pensando, seriamente, en pagar un viaje a las estrellas y por las dudas no insiste en mirar demasiado fijo la situación, no vaya a ser que hallé al Dr. Spook en cualquier rincón de su casa, con su parca seriedad y sus orejas puntiagudas porque es lo único que imagina que le falta. Otro item importante a la hora de coleccionar venganza fabricadas por los hermanos es: la clásica: "o me acercas el vaso de coca o te sustraigo el último chiche de tu colección". Pero si está más cerca de ti que de mi, le grita el hermano en el colmo de lo último de paciencia que le queda, después de convivir horas vacaciones con la hermana. Si, pero quiero que te levantes vos, no yo; que soy la más grande, le contesta ella, esgrimiendo el escalafón de reparto y trifulca en puerta. Yo lo único que ruego es que no muera el último vaso, que no es irrompible ni a prueba de hijos y por supuesto no se lastimen entre ellos. Pero tienen una puntería perfecta para evitar daños colaterales y solo se pegan con lo que no puede romperse ni romperlos a ellos, tienen un instinto de supervivencia a prueba de todo y a prueba de madres también. Un chancletazo teledirigido es más que oportuno. Y una buena amenaza a tiempo es argucia más que eficiente para dar por terminado el entuerto. Lástima que a veces es demasiado tarde para lágrimas y entre venganza y vengadores alguno o todos salimos empacados peor que mula, vea ud. Aunque no podemos estar tanto tiempo enemistados, hacemos las paces y reanudamos el diálogo como los "chanchos" hasta la próxima venganza y la amenaza al estilo vendetta: "la venganza será terrible". En fin cosa de hermanos. Pst. Que nadie es perfecto, che. ¡Qué tanto! No por nada dicen que en toda familia se cuecen habas. Que cada familia es un mundo y ni que hablar cuando hay hermanos, todo es posible en la dimensión descocida en las que no toca vivir. Ah y a esas alturas mejor que ni se me ocurra murmurar: los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, porque me mandan a vacacionar con el gaucho una temporadita a ver si se me pasa… Los gajes del oficio, el de una profesión que te marca, suelen aparear una serie de dolores de cabeza. Sarna con gusto no pica, anda diciendo un dicho popular por ahí desde los confines de los tiempos, esta nota lo pone en cuestión porque. Por ejemplo, a algunas mujeres se nos ocurrió que en la vida nos gusta escribir y a pesar de que nos guste con alma y vida, también descubrimos que pica, aún así, no demitimos. Después de una serie de escollos típicos de los artistas, tarde o temprano nos enfrentamos con la tan temida "hoja en blanco", o el bloqueo. No importa el rubro que sea, uno siempre es artista, lo que pasa es que algunas no lo saben o tardan en descubrirlo. Si no cree, vea la creatividad que le surge cada vez que su hijo/a o alguien querido necesita algo de ud, y después me cuenta. A veces solo es cuestión de miradas y formas de pensar la vida. Bueno, estábamos con que a algunas se nos da por escribir, y pasamos todo por la escritura, hasta que nos agarra el bloqueo y ahí hay que cuidarse. Siiiiiiiiiiiiii, el síndrome de la dichosa hoja en blanco, tan temida. Cualquier mortal se encuentra alguna vez cara a cara con ese dichoso síndrome que tiende a bloquearnos. Frente a mis hojas en blanco he recopilado algunas sugerencias de algunas experiencias, he cosechado las propias, para concluir que siempre pero siempre es un desafío a vencer le ha pasado que ha intentado escribir una canción tratando de olvidar un desamor y mientras tanto, a vislumbrado que al techo le anda haciendo falta una mano de pintura. Bueno, eso es la versión hombre. Si bien he pintado mi cielo raso y he terminado con una tortícolis como Dios manda, ahora, él techo en cuestión, anda bárbaro de pintura, pero pensándolo bien frente a la hoja en blanco a mí no me vendría mal un servicio de chapa y pintura. Mientras sigue parpadeando o titilando la blancura que daría envidia a cualquier detergente en polvo, miro de reojo, mi niño anda demasiado silencioso y no lo tengo a la vista. Eso implica que la contemplación de la blancura debe detenerse por tiempo indeterminado hasta que me cerciore que mi vástago, la casa y los gatos estén vivos y no han provocado ningún desastre natural de esos, que precedidos por el silencio suelen ser más devastadores. Una vez enterada que no hicieron, proporcionalmente, más de lo acostumbrado vuelvo a sentarme. Una ligera inclinación de la silla de la computadora me convence que seguramente mi hijo o hija han querido desafiar la ley de la gravedad, por ende, llego a la conclusión que no es que además de ser bizca, miope y algunas otras yerbas propicias de la edad, vea inclinado como la torre de pisa. No, me convenzo que han desbalanceado la silla y me propongo en vano repararla y de paso pispeo la hoja que, para mi desconsuelo, sigue lo más campante, tan blanca como siempre. Dicen que los escritores tienen mañas y de paso gatos, que es un animal que los egipcios adoraban y relacionaban con la creatividad, las artes y la mar en coche y por algo será, si ellos lo hacían...Bueno, yo digo a partir del pellejo propio, que las escritoras también tenemos mañas de sobra y gatos por las dudas también. Por lo tanto, no puedo sentarme a escribir sin que la casa este limpia y mucho más el escritorio. ¿Maniática yo?, susurra mi hija por lo bajo, y creo que tiene razón... ¡un psicólogo a la derecha por favor!. Sé que mi hija estará de acuerdo en esta convocatoria psicológica, por lo tanto, inicio el rito. Los días de mi franco, cierto es que también tengo otro trabajo hasta tanto pueda vivir de este, prendo el on del off de la compu, rezando a todos los Dioses que otro día me acompañe la pobre: la hago sudar gotas de megabytes que da calambre. Ya es instintivo, me levanto y prendo la p.c, siempre pienso que no estaría de más prenderla telepáticamente, nos ahorraríamos ella y yo bastante trabajo. En el camino de vuelta de prender la pava para café, el micro para calentar la leche, preparo el desayuno de la tropa en general, mientras la misma tropa sigue roncando a más no poder, menos los gatos que madrugan pidiendo desesperadamente comida al compás de sus siempre rugientes estómagos: son insaciables. a todos lados, se enredan en mis piernas, me mato por ir al baño pero hasta que no los alimento, les aseo el sanitario (me da pena que aromaticen toda la casa) y les doy su ración de mimos que no osan dejarme en paz. Trato de que por allá se me ocurra algo pero de inicio nomás me saluda la hoja en blanco, como diciéndome: lléname y yo como si nada, más vacía que azucarera que jamás ningún integrante de la casa quiera llenar exceptuando yo. Amén de los papeles higiénicos, que vaya a saber por qué, metafísica razón, solo yo pongo en su lugar para que estén disponibles para quien quiera proceder con ellos, como es su usual costumbre... y la hoja sigue consumiendo electricidad. De paso apelo a la música a ver si me inspira y reconozco que no hay como ella para las labores domésticas.Con un rock pesado me atrevo a los patios con algún recuerdo gatuno y la metamorfosis de las plantas. Con heavy metal me atrevo con los dinosaurios que los gatos pudieran haber esparcido por toda la casa. Mientras tanto, invoco a la paciencia para patrióticamente levantar a la tropa y escuchar desde lamentos, invocaciones, enumeración de preguntas, varias a las cuales adjudicar el soberano castigo de tener que ir a clases. Entre varios bostezos consigo que se laven y rezo porque no se acuerden a último momento del mapa físico- político de Uganda. Que a las seis y media de la mañana no tengo la menor idea de donde diablos voy a conseguirlo, mientras la hoja en blanco a esa altura me guiña el ojo cómplice, como diciéndome: si no te acordaste de recordárselos, joróbate o hacete el harakiri. Por lo menos telepáticamente ya presumo su humor negro dentro de su mutismo. Ahí ya tengo sobradas razones para dudar de mi cordura, pero supongo que me asemejo a una madre, trabajadora, ama de casa, sin niñera o con niñera y con hijos, con lo cual respiro y sonrío aliviada. Todavía no tengo obligación de probarme el chaleco de fuerza del manicomio. En referencia al tema ¿habrá de mi talle? Con un beso por mejilla despido a todos, abarajando al gato más chico que siempre insiste en escaparse detrás de ellos, logrando que los vecinos ya quieran acribillarme. Menos mal que nunca se encontró con la gata de arriba pero presupongo que los olores ya se detectaron y uno sabe de la existencia de la otra y viceversa, con lo cual lo único que falta es que concreten. A la hora del almuerzo no hay nadie y la casa es para mí. Para terminar de asearla y comprobar que sola dura en tal condición, hasta el segundo siguiente. Trate de acomodar el horario nocturno de mis gatos y hacerlo diurno, así a la noche, todos podamos dormir, por ende, debo divertir a los gatos a la hora de la siesta. La hoja en blanco no sabe ya como hacer para ponerse más blanca durante la espera. Miro una manzana y un poco de gaseosa cola con suficiente cariño hasta que despacho ambas. Arremeto con un par de telas de arañas; que si las sigo manteniendo sin cobrarles el alquiler un buen día me saluda la araña de Harry potter no se cuánto. O el arácnido del hombre araña I, II y trescientos que admira mi hijo. Huelo un olor no muy grato de mis felinos, por consiguiente organizo un baño colectivo. Sutilmente porque cualquier cosa que se asemeje a ruido de agua los pone en alerta y se esconden en el horno, heladera, lavarropas o en su defecto en cualquier cosa que haya dejado abierta para volver a cerrar en una mejor ocasión, con lo cual en puntas de pie y de agua, preparo el baño y con artilugios varios, los hombres siempre caen por el estómago. Luego logro guiar al más chico e incauto al baño. Tampoco quiero que sea tan traumático, pobre y maldigo que el champú para gatos esta casi vacío pero logro mi cometido: marche un gato con olor a rosas. Mas tarde procedo con el otro que a esta altura ya esta prevenido y maúlla como un loco que le devuelva a su mojado compañero y que a mi no se me ocurra repetir la experiencia con él, que ya está grande, parece decirme. Cuadriculada, es hora de bañarme, mientras tanto, vuelve la tropa con un hambre de dragón, intento preparar la merienda en un intento que no practiquen canibalismo ni conmigo ni con los maullantes habitantes de la casa. Me siento, la hoja en blanco pispea y bosteza y las musas sin venir.... Al rato nomás, es hora de preparar la cena. La preparo. mis huesos ya reclaman mi aposento, invadido por todos/as, incluida la fauna del lugar, vuelvo a la compu, croniqueo como ser mujer, ama de casa, escribir y no morir en el intento Y les hago un pito catalán a las musas, mientras rezo que se apersonen mañana y mis huesos reptan a la cama y en el último halito de vida activa despacho a todos y me dispongo a dormir: ¿con qué puedo soñar?...Síiiiiiiiiiiiiiiii, con la hoja en blanco. Les mando mi bendición diciéndole: a la musa con la musa y listo, ya estamos. Del shock inicial de portar un hijo en el vientre nueve meses y tenerlo en los brazos un buen día, después de tantas semanas; habiéndolo mirado y preguntándome: y ¿ahora qué hago?; 13 años después, buena agua corrió debajo del puente. Un día una se levanta de la cama y ve en su retoña que aún sigue desparramada y despatarrada en ella, que hay prominencias ahí adonde no las había…Que, donde antes aparecía subrepticiamente un módico granito, hay una explosión de acné en la cara, de la cual ella se percató antes y procedió quirúrgicamente con cirugía práctica haciéndolos explotar y provocando verdaderos cráteres. Y tras la disección hizo una intervención plástica con una buena capa con mis bases de maquillaje de todas las tonalidades. Con lo cual ejecutó un supuesto reparador lifting. Que de restaurador no tuvo nada más que una capa gruesa de pintura al estilo la máscara. Aunque si ella se fue a dormir con todo aquello, una de dos, o se dio por vencida o el resultado la satisfizo. Aún no hizo las paces con el chocolate al que señala como culpable inequívoco de lo que hay en su rostro…Como si fuera demasiado poco todo aquello, una seña inequívoca e indudable prueba de que nuestro bebé se está convirtiendo en una señorita. En una adolescente. La sábana traicionera delata. Ya no hay miguitas de comida en ellas. Hay un diario íntimo cerrado bajo siete llaves. Y con alarma capaz de espantar a cualquier intruso, sobre todo y en primera fila a su hermano. El adolescente es un bicho diferente, no te acerques porque muerde… El que acarrea a la víctima de la adolescencia, deberá saber que tiene que cumplimentar una serie de ítems que de hacer caso omiso, sentirá sobre sí, la mirada propia de la ira, iracunda de los Dioses del Olimpo. El peor silencio que el de los inocentes, en respuesta algún comentario o miramiento que ellos llegarían a considerar un oprobio. Ejemplificando le sugeriría que, en rueda de amigos/as, amigovios, jamás de los jamases se le ocurra mostrar fotos de su más tierna infancia. Porque solo usted quedará enternecida. A los ojos de los congéneres de su hija será una vieja babosa y le dará todo para cargar a su gurisa hasta la eternidad, eterna. Menos que menos, elija esa foto en que posó como Dios la trajo al mundo, con traje de Eva. En caso de cometer semejante ofrenda, UD. Tiene dos caminos. Sacar pasaje a la legión extranjera o huir a terruños más cercanos pero fuera de su vista hasta que pase el momento, es el más aconsejable. De lo contrario será incinerada cuál bruja de antaño en la hoguera de las pasiones de su otrora bebe. Y olvídese que su hija vuelva a poner con sus amigos/as un pie en la casa de vuelta. Y que hasta que se le pase la ignominia puede ser que no le baste con esta vida sino hasta la próxima.En absoluto se ría de un chiste que le hagan a ella, y menos que menos si la broma en cuestión partió de las fauces de su hermano menor, o quedará como la traidora mayor que se confabula con los otros en vez de aliarse con quien debería. "Palabras para mi hija adolescente": ¡qué buen chiste!Tenga en cuenta que todo lo que digan los demás será de su entera aprobación. Cualquier cosa que ud. diga será usada en su contra. No se moleste en emitir palabra a menos que así fuera demandado por la signorina en cuestión. Severa crisis de identidad le dará si percibe en UD. Algún mínimo gesto, de esto no es mi hijo/a, frente a alguna nueva adquisición de la moza. Un piercing, en el ombligo, en la nariz, en el lóbulo de la oreja. O así se pinte el pelo de violeta. Aunque use hilos dentales como cola less. Ni que la susodicha en cuestión vista de luto eterno porque eligió ser Dark y hasta se pinte las uñas de color negro azabache, igual que Morticia Adams. Jamás se le ocurra pisar el palito con: "yo a tu edad". Porque indefectiblemente será tratada de vieja retrógrada. Dama de las Camelias o la hija de Matusalén.Recuerde que así como ud observa a esa extraña que da la casualidad es su hija y que crió ud. Misma, ella la examina a ud. Todos los santos días de Dios. Y también dice para sus adentros: ¿está es mi madre? Se sentirá grande para sus derechos y pequeña e inocente e indefensa criaturita de Dios para sus obligaciones. Fíjese que algunos días podrá esgrimir un jao, por todo saludo. Un gruñido y en los días que la adolescencia no le adolezca tanto un normal hola. Tendrá que aprender a otear el horizonte de sus estados anímicos. En sus silencios cuídese de emitir sonido. O profanará su meditación o cuelgue preferido y blasfemará de tal modo que dejaría rojo hasta a un camionero…Su sentido más desarrollado será el olfato. Y ella en el despliegue de hormonas buscando pista de aterrizaje se sentirá un zorrino. Con lo cual considere un buen presupuesto para todo lo que sea perfumería y empiece a comprar al por mayor shampoo, cremas varias, desodorantes, talcos, jabones de todo tipo y fragancia y sahumerios y no se alarme si ve sahumerios prendidos por los lugares más insólitos de la casa. Hasta en la batea del gato, que por ella, olerá a shampoo del más caro. Y ante todo recuerde que en la nueva definición de la organización mundial de la salud se es adolescente hasta pasada la mayoría de edad. Así que tiene tiempo de sobra para escribir un manual de uso sobre como tratar a un adolescente sin morir en el intento y responderse todo lo que usted quiso saber sobre la adolescencia de su hijo y jamás se atrevió a preguntar.Lee mas en: http://www.enplenitud.com.ar/nota.asp?articuloID=10028#ixzz18S8Rxisd Descarga libros gratis en http://www.enplenitud.com/libros Basta que una anuncie al mundo su intención de ir a terapia y más exactamente comunique sus ganas de analizarse, bah, de hacer psicoanálisis, más precisamente hablando, ahí se arma... Es de no creer pero se suscitan una serie de hechos desafortunados e inesperados que mamma mía. Por ejemplo la troupe de amigotes psicoanalizados exclama, con mirada superada: ¡al fin! Era hora ya. Y te preparan la bienvenida a la cofradía. Los del bando contrario, que no se psicoanalizan y andan dándole vuelta a los asuntos y viceversa, los asuntos les dan vuelta a ellos, retroceden escandalizados como diciendo: vade retro. Por las dudas les contagiemos las ganas o sus efectos colaterales. Que cola de paja en mano saben que se les advienen. Clásica teoría psicológica: si uno se mueve no importa en qué dirección, el mundo esta obligado a moverse, ya nada queda igual que antes… Pero lo peor que pueden llegar a hacer es que hacen estudio de mercado y apuestas entre ellos a ver cuánto puedo durar, o cuanta más loca nos pondremos y enseguida te echan en cara: yo ni loco/a voy a un extraño a contarle todo lo que me pasa. Ellos/as, amigas, enemigas públicas e íntimas, lejanas, parientes políticas y etc. Ignoran que la decisión fue meditada al derecho y al revés dieciocho millones de veces. Como también ignoran que nosotras reparamos en actitudes de ellos que nos reforzó, aún más, la personal y propia medida de acudir en carácter de urgencia a un profesional que intente vérselas con nuestras ideas y sentimientos. Por ejemplo, después de las veinte mil veces que uno buscó una oreja, vía teléfono, para evacuar sus indómitas sensaciones y verter fluidos en forma de lágrimas e hipos conjuntamente con la frase capital: "¿a qué no sabes lo que me hizo?". Y releemos nuestra personal lista negra que incluye: madres, padres, hijos, hermanos, maridos, amigas, vecinas, compañeras/os laborales y hasta el colectivero si nuestro mal humor va en aumento. Lo que se escucha del otro lado del tubo, a veces, suele coincidir con la actitud de nuestro incauto oyente de persona a persona. A saber: la primera vez de parte del receptor se escucha un solemne y respetuoso silencio hasta el punto final de nuestra historia. Todo receptivo y buena onda. A la segunda vez que insistimos en la misma historia con algunas mínimas variaciones, el: "mira lo que me hizo" sube de intensidad, la sugerencias se parecen: dar media vuelta y cero bolilla a la historia y al que nos ocasionó el sinnúmero de ofensa por el cual nos quejamos; quejosamente. A la tercera vez de perseverar con lo mismo, ya se confabulaban para proveernos de un buen cuchillo y si es posible afiladísimo. Y a la cuarta, ya habían perdido la paciencia, bautizándonos, lisa y llanamente: masoquistas, cortan el teléfono, celular, de línea, msn y afines con las razones a veces previsibles y algún abanico de las absurdas: "te corto porque me están llamando por el otro teléfono", se me ahoga el nene en la bañadera, mi ex suegra se está quedando pegada al timbre o me pareció ver un lindo brontosaurio paseando por el jardín que funcionan más o menos una docena de veces. Después ni se gastan y directamente nos dejan a solas con el tono que indicaba el fin de la conversación. Será una voz en el teléfono: ¿hay alguien ahí?, ¿será que me cortaron?. Cara a Cara la cosa sufre algunas sutiles variaciones. Las caras y suspiros son equiparablemente proporcionales a el desaforado número de veces que seguimos hipando y llorando por lo mismo, esgrimiendo la tan temida frase: no sabes lo que me hizo y repetimos como disco rayado la misma lista negra, cuyos integrantes, siempre nos hace algo. Aquí repítase: madre, padre, tutor, encargado, actual, ex, los suegros, los hijos, las niñeras, el perro y el gato. Primero nos miran circunspectos, enjutos y serios y se conduelen. Analizan y se ponen de nuestro lado. A la tercera vez que andamos propagando lo mismo ya dudan y nos preguntan si somos adictas al masoquismo. Y después de la tercera vez, brazos en jarra ya nos habla de un estado efervescentemente belicoso con ansias de acometer asesinato en masa. Con nosotras y con quienes nos producen esos estados que a la vez les llega a ellos, sin comerla ni beberla. Mientras se auto preguntan si los masoquistas no son ellos por aguantar estoicamente tantas versiones de lo mismo. Personalmente, telefónicamente, virtualmente y si me descuido por telepatía. Pero de todos modos el común denominador es primero disponen de todo el tiempo para escucharte, después lo reducen, después se confabulan como para deshacerse de todo el mundo, del historiador que cuenta la historia y de los personajes principales y secundarios. Pero por nada del mundo, pisan el palito mandándome al psicólogo Exceptuando, claro está, la que lleva años analizándose y que ya ha pasado por su Edipo, Electra, por su yo, su súper yo y ahora anda transitando el ello. A veces lo más campante, otras rimbombante y otras mejor no mencionarlas. La misma que pasó del instinto homicida, al suicida y ahora con benevolencia se dedica con ardiente paciencia a criar bonsái y medita 48 de las 24 horas del día, su casa huele a sahumerio y hasta los gatos huelen a lavanda. Su bienvenida al mundo psi fue regalarme una librería entera de libros de Froid para entender más o menos como viene la mano. Después de un tiempo prudencial de un año, en las que las cosas variaron sutilmente pero de tal manera que provocaron primero la guerra, no es cómodo que las cosas se anden moviendo y cambiando, la indiferencia y después el acostumbramiento, ahora, mi gente, me habla con más respeto. No vaya a ser que entren en la volteada y le hable a mi psicólogo de ellas. ¡qué horror! Ni pensarlo se persignan unas cuantas; entre las cuales figura mi madre en primerísimo lugar. Quien otea el horizonte y duda entre hablarme como de costumbre, retarme, también como de costumbre, o ignorarme soberanamente, como suele hacer cada vez que no tiene la menor idea de que hacer conmigo, ahora que las dos somos adultas. Sopesa si ya la deslindé de todas las culpas o todo lo contrario: vengo hacia ella a la carga. Duda, rezando, a ver si logra convencerme para que me asista alguna bruja, que me lea lo que quiera, líneas de las manos, iris, borra de café, lo que sea, o mandarme algún gurú o tarotista que no me llene tanto la cabeza. Le agarra el ataque con mis pacientes monosílabos, que evitan una guerra con ella pero que a ella le hacen estallar por los aires sus nervios, acostumbrada como estaba a andar siempre en pie de guerra conmigo y extraña la ex polvorita que tenía como hija; antes que ésta entrara al universo psi, psicoanalizándose. Además del pañuelo o toalla blanca en son de paz lista para esgrimirla cuando se podría todo. Todo bien, parece decirme cuando me mira, que curta, nomás, i ching, mantrams inentendibles, con tal de no revisar la historia familiar y la termine con eso de andar ventilando las cuitas familiares y personales ante un extraño. Que, después de todo, los trapitos sucios se lavan en casa. Después de esta sucesión de hechos, cuando más o menos todo el mundo se acostumbró a que una vez por semana tengo sesión terapéutica, se produce un curioso efecto. Parecería que portara aureola psi por que me he convertido en una sucesora de Luisa Delfino, ahora a mí me dicen: pero escúchame. Así que uso su archiconocido: Te escucho, a troche y moche. Y he descubierto que no hay cosa que valore más la gente que un par de orejas "siempre listas". Aplaqué mi instinto sincericida a lo bonzo. Enchufé la catarsis y la verborragia personal entre las paredes del consultorio de mi benemérito psicólogo y ando provista siempre de papel para narices y lágrimas. Eso sí, cuando se me acaba la sacrosanta paciencia antes de utilizar la extensa gama de artilugios usados con la situación invertida, es decir, cuando yo pedía: escúchenme… y cuando se me agotaron los típicos monosílabos tipo: ah, ah ja, si, te escucho, entonces lisa y llanamente digo: ¡ANALIZATE! Y santas pascuas. El entrenamiento para ser madres, locas de amor, empieza de chiquititas, nomás. Autor: Mónica Beatriz Gervasoni De bebas todo bien, nos regalan un osito de peluche para que durmamos abrazada a él. Cuando deambulamos, nos regalan un cochecito, ¿las madres y/o padres querrán inculcar independencia motorizada desde el vamos? Pero ahí empieza el dilema, después del triciclo, los modelos cambian. Y así podemos elegir; caminando inconscientemente los primero pasos del adiestramiento de futura mamá en potencia, hasta que tengamos edad de procrear. Primero, el cochecito de bebé, con muñeco bebé a bordo, incluido, después el carrito que emula a los del supermercado y cartón lleno. Ya somos todas unas practicantes de mamá motorizada, que va a al supermercado, con bebé y todo. A todo esto, los muñecos bebes vienen cada vez más perfeccionados. Para que la mujercita en potencia, comprenda bien de que se trata. Vienen todos arrugaditos y con los ojos cerrados. Como un viejecito; tal cual son al nacer. Y después con muchas funciones, que toma la mamadera, que hace pis, que viene con la bañadera incluida para saber como bañarlo, etc, etc. Un calco de la realidad cada vez más perfecto. Por unas pilas, hasta llora. Con alguna cuerda, gatea y así, marchamos, rumbo a la pos modernidad, tranquilas. Desarrollando el instinto maternal, desde el vamos, nomás. Un poco creciditas jugamos a ser las maestras y todos nuestros muñecos son nuestros alumnos, tenemos jardín, preescolar y hasta el grado que nosotras mismas hubiéramos llegado (todo esto, es válido para las generaciones que ni nacimos ni nos criamos con internet, por supuesto. A las, de ahora, habría que entrar en detalle para explicarle, de que catzo, estoy hablando) – y seguimos con la temáticas de los niños en nuestras vidas-, después dejamos de ser monotemáticas y fuimos a las Barbies, a Ken, el novio de Barbie y mejoró lNo, por mucho tiempo, de adolescentes y con el primer beso, el primer filito, y el primer noviecito, él nos invita a un café y nosotras, (con la imaginación fructífera, al mango) ya nos imaginamos casadas y con dos hijos, la parejita por si fuera poco y todos comiendo perdices y siendo felices. Y llegamos al primer novio de en serio, y la fantasía ahí como una fija, hasta que lo convertimos en marido y sin mucho esfuerzo redactando la carta a Paris, con la cigüeña como destinatario, el eva test nos dice con dos brutas rayitas: está ud. Embarazada. Y ahí nomás viene la metamorfosis. Igual, antes del test, algo en nuestra sonrisa le avisaba a todo el mundo, el estado embarazoso. Más las nauseas, los antojos y los rechazos. El gato cariñoso ronroneando en la panza y el perro y el “dorima”, devolvían a la vida, hasta el aire que habían respirado; todos los chicos conocidos pegándose a nuestra incipiente panza, fueron señales de neón, en la que no había que ser ningún “señor eva test” para darse cuenta de lo embarazadísimas que ya estábamos. Entonces ese amasijo de células, que en un remolino se apretuja entre sí, formando un gusanito con cola y todo, ya nos tiene enloquecida. Nos pone, automáticamente, las mejillas rosas rozagantes, la mirada dulcificada y un estado de beatitud, que solamente nuestro hijo en el vientre, lo puede provocar. Entonces nos tocamos la panza y lo sentimos. Sabemos que está dentro de nosotras de nuestras entrañas y lo queremos así: sin forma todavía, lo imaginamos y lo hacemos crecer dentro de nosotras. A base de tomar leche, cuando, por ahí, toda la vida la detestamos y no la soportábamos ni imaginarla dentro de la vaca, siquiera. Comiendo hierro en forma de churrasco de hígado. Vitaminas C y de las otras. Vamos a la ginecóloga, bastante seguido y nos cuidamos como maestro zen de un monasterio. Le hablamos, le cantamos el arrorró, aunque juegue un partido de football dentro de nosotros. Y, no contento con eso, en los tres primeros meses, se comporte como un alienígena en ebullición y no nos deje engullir: ni lo sano para cuidarnos ni las porquerías cuando nos tentamos por un antojo. El embarazo nos suma kilos por todos lados, pero nuestras lolas están rozagantemente preciosas, por lo tanto, seguimos en la suma de agradecimientos. El ocupa el centro y la periferia de nuestras vidas. Y nos ponemos pretenciosamente insoportables para que cause el mismo efecto en el resto de la family. En la primera ecografía, en la que está aún dentro de nuestras tripas y apenas se divisa ya creemos intuir el sexo. Cuando lo sabemos, en las próximas fotos radiográficas de frente y perfil lo festejamos. El primer monitoreo nos arranca el corazón de cuajo que empieza a latir por él y para él con exclusividad. Cuando va a nacer, nos estaquean de brazos y piernas porque las contracciones nos parten en dos, y por las dudas nos vayamos a escapar con el bebe en la panza y todo, pero no importa, nosotras aguantamos estoicas. Cuando nace nos duele todo, pero, no nos cansamos de sentir y decir que es el dolor más dulce porque la alegría nos desborda. Y, aunque nos duela los pezones y las lolas rebalsen, lo manoteamos ahí nomás, es nuestro, nuestro bebé. Y con un hilo de baba, invisible e imaginario, lo estrechamos, con cuidado en nuestro seno, porque es tan chiquito e indefenso que tememos que se rompa. Y no dormimos con tal de vigilar que respire. Y lo miramos hasta derretirlo y derretirnos y nos sentimos en el sumun del amor pleno y perfecto y contagiamos el clima a todos, conocidos y desconocidos. Después no podemos dormir hasta sus dos años, no importa. Nuestro look es vampiresa pero contra nuestra voluntad. Porque no dormimos ni cuando el duerme por las dudas con lo cual engendramos un par de ojeras digna de Drácula con hambre. Además que no nos deja comer, a no ser de trasnoche, cuando cae rendido y ahí podemos engullir algún bocado. El resto del tiempo lo consume él, comiendo, haciendo el provechito, que lo tenemos que bañar, cambiar, limpiar con el oleo calcáreo, etc. Y llegamos a la primera sonrisa y sentimos que nos morimos de amor y el primer ajó y se nos caen las bombachas. Y el primer balbuceo, con un entrevero de palabras en las que ¡por fin! Le sale ma-má y ahí sentimos que tocamos el cielo con las manos. Y su jardín nos rompe el corazón, tenemos que dejarlo por primera vez y tenemos que dejarlo con una extraña para ir a trabajar. Y volvemos presurosas a ver que esté bien. Y con el corazón en la boca hasta que los estrechamos cada vez más largo y grande contra nuestro pecho. Y todo vuelve a empezar. Y cuando le rompe el corazón el primer amor, desamor adolescente, lloramos con él. Y así remendamos nuestro corazón partido con cada llanto de él o de ella, nuestra carne de nuestra carne, nuestros hijos, que sin embargo, son hijos e hijas de la vida. Y a lo que debemos enseñarles a fabricar y fortalecer sus alas para volar de nosotras a la vida. Y esperamos con ansias a los nietos a los que seguir disfrutando ya no como madres locas de amor pero si, como abuelas locas de amor. Cansada de ciertas variables enojosas con ellos, a la hora de comprar y de haber acudido en pos de ayuda al oráculo del libro: los hombres son de Marte y las mujeres unas venusinas sin remedio, decidí consolarme haciendo un sucinto estudio de campo, entre las mujeres conocidas.Autor: Mónica Beatriz GervasoniInvocando el consuelo de los dioses ante los resultados, amigas íntimas, de vista, compañeras de trabajo o vecinas, hijas, amigas de la hija adolescente, más grandes y más chicas; no se salvó nadie. Con los resultados hallados llegué a algunas conclusiones. De todos modos, con algunos me soslayé, con otros me reí y con las excepciones, del si querida, confieso que no pude menos que frustrarme al mirar a mi lado al cuchicuchi que supe conseguir y que a veces, se conservar. Pero a las conclusiones me remito, no importa la edad, a veces, es difícil salir con ellos de compras. Nosotras que insistimos en ser compañeras, coparticipes, llevarlos de compras. En eso, la mayoría de ellos son lobos solitarios, les gustan hacer las cosas solos, solitos su alma; o en su defecto, con otro par, que seguramente entiende de todo lo que ellos entienden, mucho más que nosotras; así hubiéramos hecho un exhaustivo trabajo investigativo al respecto y aunque el susodicho congénere sea un novato en el asunto en cuestión. Claro, habría que acordarse a tiempo o refrescar la memoria que para la visita guiada, para ellos no hay mejor cosa que llevarlos al sector de venta de artículos para autos. primero. Sus ojos son atraídos por diversos rubros: Automóviles siempre automóviles, qué raro; deportes, bicis fijas y de las otras, la nueva tecnología de las Cross, pesas, pelotas de futbol, etc. Y los miran y los vuelven a mirar una y otro millón de veces más. Están también los rayados por el jardín, y buscan por ejemplo el último grito en podadoras de jardín, y nosotras, que los miramos tratando de invocar a los Dioses, para que nos salga un si querido; aunque sea por casualidad, mientras obstinadas en nuestro compañerismo ya repasamos todo en cuanto al reglamento de los once corriendo tras una pelotita, para no confundir foul con corner y penal con tiro libre y menos con el mundial aproximándose.. Para que no se nos escape ningún comentario al pasar de pelota en pelota; siempre la número cinco lo más reglamentaria posible, por supuesto. Pasamos por el stand de los electrónicos y miramos su cara de embobado y nos sometemos a una interminable lección de electrónica para usar cuando tengamos el aparato destinatario de su mirada de embobamiento crónica en cuestión. De paso intentamos dilucidar la importancia de las velocidades de una podadora, para definir conjuntamente con él, cual es la más TOP para comprar, a sabiendas que su entusiasmo durará un día y después miraremos a la dichosa podadora con cariño cada vez que se cruce en nuestro camino; estorbándonos. Cuando están obsesionados con algo, ellos, después de un tiempo, comprobamos que hasta nuestra mirada más hot y seductora pierde su efecto y minutos antes de que cierre el súper tironeamos de él y conseguimos arrastrarlo a nuestro objetivo. No sin que antes le dedique una larga mirada lánguida a lo observado y nos reparta culpas diciendo cosas como: "ves, siempre lo mismo, a lo que te gusta me llevas encantada y yo con vos no te puedo tener al lado ni medio segundo". Inútil es acotar que hace una hora que estamos de plantón mirando lo mismo, de frente, perfil, contorno y cintura que ya por poco lo aprendimos de memoria y que lo tendremos en cuenta para su cumpleaños, día del padre o san cono. Después de todo eso, con reticencias y a los tirones nos sigue, ¿Semejanza con nuestros hijos o sobrinos?, olvídelo, como se le puede ocurrir eso, a UD. Eso en el mejor de los casos, porque están los otros que toman el carrito del supermercado como si fuera un fórmula uno. Arrancan, pierden medio segundo cronometrado por reloj y hasta la línea de cajas no paran; con nosotras jadeantes a su lado. O si por esas casualidades nos detuvimos por el camino, hipnotizadas (he escuchado esa palabrita para describir el estado de una mujer ante algo que le gusta; como primera instancia, y prefiero olvidar las que le siguen), si una persiste en ese estado, más de la cuenta, nos vuelven a buscar, con un repertorio que mama mía; si, mi madre, más mi suegra; porque él apela a la mía y yo apelo a la de él y hasta la reconciliación nuestras, pobres madres, se ven envuelta en los líos de su yerno y de su nuera. En otro grupo también están los vegetarianos que te vuelven loca con todo aquello que no tenga algo de planta. A estas alturas te empiezas a preguntar si no es mejor deglutir planton que aguantarlo. Pero por las dudas te resignas y lo seguís aguantando, porque lo quieres con toda el alma, toda, y antes de hacer algún otro experimento tratas de convencerlo de que aunque estés a dieta, de vez en cuando, las carnes te pueden y que no hay nada de malo en consumir un poco de colesterol de vez en cuando. Y ahí, nomás, entras en las diatribas del colesterol bueno o malo. Tratando de explicar que también el colesterol malo se produce, no solo por lo que ingerimos sino por la mala sangre que podamos hacernos o no. Tratando de marcarle, matando dos pájaros de un tiro, el palo de que podría ser muy productivo para el colesterol de ambos, dejar de discutir un poco de lo que sea, de vez en cuanto, pero a riesgo de que el colesterol malo te suba más de la cuenta en ese momento, porque no entiende tu simple explicación, suspiras y van a lo góndola siguiente, sea de lo que fuere. Por el contrario si es un carnívoro empedernido y vos luchas con la dieta y las tentaciones; tratará de convencerte de las bondades de un buen novillito mientras vos te imaginas la cara del pobre animalito momentos previos a faenarlo y rotundamente te niegas, diciendo: Estoy a favor de la sociedad protectora de animales, fueran quienes fueran y protejan lo que protejan. Disimulados o abiertamente, los hombres hacen lo posible por evitar el rubro ropa, pero si no lograron eludirlo o eludirte, ponen cara de desesperados en la prueba del probador, haciendo malabarismos con el millón de prendas que le diste a sostener. Con las recomendaciones pertinentes de: cuidado que no arrastre, que no se apoye en el carrito si no es sobre una bolsita, etc. Y el pobre hombre a los suspiros pero medio resignado, de vez en cuando pregunta: ¿te falta mucho?, mientras una pobre diabla maldice el maldito momento que dejó la dieta para otro día, porque por cinco decímetros el cierre del pantalón no cierra. Y soltamos de golpe el aire que aguantamos para tratar de maternos en el pantalón para contestarle un agónico, frustrado y mentiroso: no querido, y arremetemos ¿por qué? A riesgo de oír la soberana y temida respuesta: que lo estamos matando de ¡aburrimiento!Sobre el cierre del horario del súpermercado, la cara es proporcional a los números que va sumando la cuenta. Lo nuestro siempre es improducente, improcedente y afines. Y lo va descartando del carro con una impertinencia más propio de nuestro hijo que de nuestro compañero de batallas, pero en fin. Al llegar a casa, el reclamo, y luego siempre se va tras el diario y/o t.v., pero si no hace el sacrificio de desembolsar y guardar, OH, milagro empieza y ¿esto femenino para qué sirve? O su variante: ¿para qué se usa? Y una recuerda la propaganda de un afamado whisky: para qué le habrán puesto caballos pero con cara de pocker, sigue explicando y guardando. Repreguntándose si no era mejor desembolsar sola y no aguantarlo que a estas alturas, enredado en las bolsas, parece más el hombre de las bolsas que otra cosa". Mejor no recordar todo lo que olvidamos, porque ya cerró y inútil es mandarlo a comprar al almacén de la vuelta. Y si no empieza con el repertorio de preguntas insistente: y para qué quieres esto y lo otro y lo de más allá para terminar escuchando nada benévolo y más bien belicoso y preguntas como ¿qué hace falta?. Compra lo que quieras y listo. Rememorando todo esto, llegó la hora comprar, voy con o sin él. That is the questión.
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