Feb 07, 2012 Jan 23, 2012 May 01, 2011 Sep 26, 2010 Sep 22, 2010 Sep 21, 2010 Sep 20, 2010 |
Este usuario no tiene textos publicados por el momento. Seis o siete martes pasados,y tu pelo sigue el caminoque un antiguo pez le marcara.Es hora de despertar. Es la hora.Nunca más el sueño de la esperani esperar el sueño que seduce.Ahora debe ser la síntesis de tu épica.Ahora debe ser tuyo aquél que amas. Guillermo Capece El rostro sereno de una mujerme mira.Sus ojos tienen la piedad que necesito,y sus labios, quizá, el amor que yo deshecho.No me siento invitado a ese amor,extraño para mí.Pero es demasiado bella como para no comprenderque sus pequeños senos me atraen.(Una belleza que no se atenúa con la hondura de sus ojos.)Suenan hermosas sus palabras:la historia de cuando era niña y jugabaen el patio de su casa con una perritaque un día fugó y enseguida se hizo invierno en su alma.La tardecita cubría de marrón intenso los muebles,y ella lloró durante años en aquel cuarto.Allí,en ese lejano idilio de la infancia,nos encontramos los doscomo pájaros usurpados por la misma herida. Guillermo Capece Un lobo transporta un pedazo de amor muerto,... Francisco Madariaga Un lobo herido es un poema entre dientes.Roto en mil pedazos el lobo hubiera escapado,pero nada ocurrió.Ocurrió que quien escapó fui yo, pero sólo por un instante.Con obstinación puse mi almohada petrificada y esperé.Blanca por fuera como la harina seca de los pobres,mi almohada cantó una triste canción que escucho en mi memoria.Comenzaba: la vida es así. Guillermo Capece Es otoño, y el malentendido entre las luces subsiste.Los montones de ramas esperan en un rincón del jardín. ¿A qué acallar las voces de lobos dispuestas al despojo?A pesar de todo el verde del jardín los atrae. En cada hombre existe la incuria pero tambiénla fuerza que adelanta. En mí, el desequilibrio se extiende como el de las bestiasbuscando comida entre las piedras.Porque yo también soy lobo,en la belleza del deseoy el temor del vértigo a la sangre. Guillermo Capece Ardo en deseos de ver el arma que me mató.Pero los lobos se adueñaron de míy me arrojaron al fondo de la fiebre.Como en un acto falso de amor tomaron mi olvidada cabeza y la tiraron bajo calles, puertas,paredes vacías.Yo sabía de sus bellezas y sus culpas,pero nada pudo atravesar mi perpetuo abrazo endemoniado. Sin embargo:hoy soy mi corazón sustraído de la bolsa más austral;soy el olor, la mano que no acaba.Soy el sobresalto de la luna y el alimento primario de un consuelo que no llega.Hoy ellos son hiedras pegadas a mi saqueado cuerpo.Dientes blancos que fueron mis verdugos. Aquí mi desolación, mi urgente llamado a esas plantas que nacen en nuestras almascuando el cuerpo se ha acallado,y sólo queda el fruto silencioso de lo que no fue. Guillermo Capece Oigo a un lobo aullar como hijo del sufrimiento,y en sus lágrimas hay espejos de todo lo que fue pasado.Bajará de su árbol a beber conmigo,a compartir mi modo de amar en las fuentes echadas sobre el bosque,y sus dos hermosos ojos infinitamente tendrán una cascada invisiblepor donde caen los pájaros ajenos.Frente a él estoy yo, trastocado, erguido,pero más pequeño que mi fatiga, y aún más:como un viejo ojo de lobo, esperando.Tengo frío. Y debo decirlo.Extenuada como arenas movedizas mi cabeza se vuelve crepusculary duele en el centro mismo del mundo.Oigo el silencio. Pero no es el silencio.Es el lobo que con sus suaves dolores de lobotrepa al árbol y baja como en un juego que solo mi corazón entiende.Aquí hemos de estar: yo con mis viejos botines de muérdago,él engalanado para un breve carnaval,con rincones de árboles y hojas de instantes de verdad y mentiras. Guillermo Capece El lobo me escribe en letras amarillas, y es grato sentir el miedo provocado por sus fauces, por sus párpados en vuelo de su mirada de lobo. Es el amor esperándome irrenunciable. Pero yo no pido mucho: sólo el retumbo de su aullido y su piel de nieve: todo es gélido menos la boca del lobo. Guilermo Capece Salpica tus pies con verano, mujer, márchate del lugar intempestivo y poco a poco desaprende dolores. Ya infausto fue el día en que amarraron tu viento y cosieron los pájaros de tu inocente locura.Poco de inicuo queda en tus pasos, algunos jirones de olvidos y la esperada lluvia celebrante. Extraviarás la hebra que trenzó desmanes dentro de las fauces de un lobo parido por tu entraña, te entregarás a él, quién te duerme entre nanas. Él. Él, esencia cotidiana donde tu boca alcanza el vino que derrama en su vientre. Él, donde, mujer, cantas sus poemas, fecunda substancia inagotable. Ese pájaro que en setiembre envolvía dulzura en su plumaje,y también el árbol en que se cobijaba,ese trino armonioso y esas plumas azules que a cada momento parecían manos dispuestas a volar a mi alma,ya no están.Serán azules todavía, pero el trino se volvió seco,las hojas del árbol cayeron,(me cansé de preguntar), el invierno se poseyó de mí.Es una historia vieja:cantaban los niños entonces,hace millones de años, pero yo admiraba ese trino de pájaro envolventecuyas notas sonaban como catedrales.Su estampa giraba en mi bolsillo rotoy las migas de pan eran las que él necesitaba.También le daba nueces a comer,pero él quería las cáscaras para hacer barquitos,y comía las flores que adornaban la mesa.Había un perro que permanecía quieto junto a él, pasando las horas.Navegaba solo en un espacio abierto.Pero esto fue hace millones de años.Ahora me cansé de hacer preguntas,y en nuestra vida no hallé certeza alguna.Hasta dudé de que el pájaro existiera,su trino era sólo un fantasma enrarecido.Sólo hay silencios sobre el puente que me unía a él.Y que los dos habíamos inventado, desmedidamente. Guillermo Capece Deja que el viento te cubra con mi sonrisa o la de otro, lo mismo da, pero que a la pasión se sume tu cuello erguido, y unas manos lúbricas acaricien el cuerpo elegido en un juego siempre armonioso, hasta que llegues a mis brazos, y que no necesite untar con celos tu figura en el ardor de tres cuerpos que se aman. Guillermo Capece Te quise recurriendo a viejas fórmulas,a palabras que creí eruditas, a conocidas caricias.Pero la rosa estaba devorada en los atajos donde tu corazón florecía. Te quise cuando supe que la ruina de los parquessobre las que nos habíamos amado amanecieron intactas; y asi ocurrió en la innominadas noches,y en las vigilias ardientes que tuvimos.Pero el invierno construyó despojos,un último horizonte sobre la piedra muda.Habría que rehacer el cántico de tus manos,llamar tus ojos, seguir el ritmo inacabado de tu cuerpo,gritar tu cintura templando la ciudad entera.Quisiera ser un sólido animal que gire por la selva,la piel de un tigre, sus abrazos secretos;mezclarme en los dias que nos dimos el agua de beber,ser el ávido ramajedonde tu risa cante. Guillermo Capece
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