En la espesa noche de tus ojos, me derramo, deambulo, soy yo en ti. Las calles limpias me susurran: no se quedara, no insistas. Edificios mudos durante el día, por las noches cantan, tratan de elevarse al cielo, pero estos recuerdan que sus cimientos lo impiden. Ellos nos ven pasar, escucha la leve melodía de tu melancolía. Las bestias en celo de mis lágrimas, mojan el viento. Observadores inmóviles nos vigilan. Murmuran entre sí. A lo lejos un auto, el tuyo. Insisto, me aferro a tu anhelo, pero al final te lloro. Escucho el respirar de los arboles sola. Mientras la luna sigue presumiendo de su color blanco.