Podría vivir en tu espalda, haciendo barquitos para no aburrirme (difícil que me aburra) y comiendo ahí mismo, colgando mi ropa en el pelo que te cuelgue desde la nuca, aprendiéndome de memoria tus lunares y durmiendo acurrucada en el pliegue que se forma en tu cuello. Podría morir en tu pecho, tranquilamente escuchando como tu extraño corazón late calmándome, sintiendo tu respiración hasta que ya nada de lo que pase a mi alrededor exista. Podría dormir entre tus brazos, despertarme de una pesadilla y sentirme a salvo al sentirlos alrededor de mi cuerpo, no querer moverme para que no te despiertes nunca, no querer moverte ni un centímetro para así no perturbar tus sueños. Podría caminar por siglos entre tus pestañas, sacarme los zapatos y apoyarlos en tus párpados, no me cansaría nunca de recorrer tus ojos. Podría, y quiero, y anhelo, y pido, y suplico, y ruego, y espero, nunca dejar de vivir, soñar, morir, dormir, caminar en ti, de vivir por ti y para ti, de moverme entre tus sueños e inquietudes, buscándole la solución a tus problemas o por lo menos en apoyarte para buscarla juntos.