Aug 02, 2013 Mar 31, 2013 Mar 28, 2013 Mar 24, 2013 Mar 23, 2013 |
Prisionero, atado a la piel. Libertad, quiero darte hoy Soltar las cadenas, que doblegan tus fuerzas, bríos y vigor. Ven, te ayudaré a escapar. Acechado en la oscuridad de la noche, Por tupido bosque y húmeda caverna. Acepta mi mano, te quiere guiar. En torrentes de aguas te dejarás ir. Ven prisionero, encuentra la luz Al principio del túnel, la dejaste al entrar brillando para ti, cuando quieras salir. Prisionero! viviste singular aventura saliste mojado y respirando paz. Mereces descanso, mi regazo te ofrezco en este día, que anuncia la aurora. Apegada a una taza de café, concentrada en la lectura de autoayuda diaria, busco respuestas, deseo saber ¿El por qué de las circunstancias actuales, que me ha tocado vivir? El lugar es acogedor. De repente me sobresalto, es el teléfono móvil que primero vibra y luego repica, atiendo la llamada, veo el reloj, ¡Cinco de la tarde! Imagino el jaleo del tráfico en pleno. A la mente vienen las caras angustiosas de la multitud amontonada en las paradas, corriendo de un lado a otro, persiguiendo al transporte. Interiorizo lo que significa andar de pasajera a esta hora. Me levanto de la silla con rapidez, recojo mis cosas, la brisa fresca en el rostro me calma. Por un instante, juego con la idea de caminar hasta mi casa, río para mis adentros y me digo -“¡Epa nena son 10 kilómetros! ¿Quién te crees que eres? Reviso la cartera y las finanzas no respaldan la opción de tomar un taxi. Observo en todas direcciones. En definitiva, hoy no es mi día de suerte. A ningún amigo o conocido con carro se le ocurre andar en la zona. Resignada, camino ágil, cada paso es una protesta, bajo escaleras, atravieso calles, subo montículos. El bus está al otro lado de la avenida. La impotencia me invade, pues también he de correr para alcanzarlo. Yo de pie, me bamboleo de un lado a otro, en cada cambio de velocidad y en todos los frenazos. Un simple apoyo me sostiene. Asientos hay muchos y un caballero también, que me cede el suyo, ¡Sorprendiéndome su gentileza!, opuesta a su aspecto y fuertes olores. Respiro profundo, saber que haré la trayectoria sentada me alivia. Allí dentro, pluralidad de personas; sus voces atrapan mis oídos; unos ríen; otros hablan. El calor es sofocante, me provoca dormir. Todo se mezcla, un zumbido de abejas me envuelve. El ruido del motor se hace rítmico, como un oleaje. Me arrulla, mis fuerzas bajan, pierdo el dominio, sucumbo, me duermo,… Es un estado de ensoñación… Escucho lamentos que divagan de una cabeza a otra. Son los dramas de aquellos que comparten conmigo el karma de trasladarse en colectivo. Me veo a misma con los ojos cerrados. Observo la mano derecha en un símil de pantalla. El dedo índice se alza en lento movimiento, se une al pulgar, los demás dedos lo imitan. Algo extraño comienza a suceder. El espacio oblongo entre los cuatro dedos y el pulgar, se transforma en un ojo desafiante. El extremo que junta falanges y uñas se alarga, toma la forma de un pico grande, grueso y fuerte de un ave. Puedo ver la punta, que representa una tercera parte del pico, esta se agrieta y cae. En simultáneo, de la piel del resto de la mano, brotan diminutas plumas, una a una, hasta que son muchas, lo cubren todo de blanco. Con asombro veo esto y me digo: “¡Es la cabeza de un ave¡¿Pero cuál?” Justo en ese instante, me lo susurran al oído –“Es un águila, traen un mensaje, lo envían tus ancestros”. La afirmación me asusta, en forma abrupta salgo del letargo, un pasajero me tropieza, veo a mí alrededor y pido parada. Entre apretujones me bajo del atestado vehículo. Ya en la acera, aún aturdida, atino decir: ¡Que ocurrencia la de mis ancestros! Mandarme un mensaje en medio de este lío, ¡Pretenderán ahora que escriba su significado, me conecte con ellos, les diga lo que entendí y espere sus respuestas!. Al parecer no saben, que hoy fue un día de penitencia, en las condenadas busetas esas! Sacudo la cabeza para despejarme, sonrío, respiro feliz, llegué a mi destino, camino un par de cuadras más y por fin en casa. No obstante, es imposible olvidar el asunto de la ensoñación. Recordaba lo que recientemente, había leído acerca de las águilas. Una información que explicaba, el significado místico de ellas, en ciertas culturas precolombinas de Centro América. Asimismo, un documental de televisión, que enseñaba el proceso de auto renovación de esta especie animal. Y así, breve, como un encender y apagar de luz, se reveló la interpretación del mensaje de los ancestros.¡“Pues está clarísimo, eso es”.! Tan pronto me alegro de mi fugaz “iluminación”, también siento vergüenza por mi actitud: De rechazo, de no aceptación, de queja ante la experiencia vivida en la buseta. En medio de una circunstancia, que para mí era “el acabose”, los maestros querían mostrarme los dramas de aquellos, que al igual que yo, elegían la opción de andar en transporte público. Ante la tragedia de sus vidas, el ¿Cómo ir? y el ¿Cómo venir?, les resultaba irrelevante. Una ironía, yo, la espiritual, la despierta, otorgándole poder a lo trivial, ahora entiendo. El águila parte su pico, porque la naturaleza la dota de uno nuevo, resistente, afilado para comer mejor sus presas. Las plumas blancas diminutas sobre la cabeza, apareciendo una a una, son reemplazo de las viejas y largas, que merman la visión de la reina de las aves, a la mitad su vida. Simbolizan la sabiduría, que llega poquito a poquito, hasta cubrir el pensamiento. Ese es el propósito de andar en busetas, Adquirir una visión nueva de la vida, alimentar el alma, renunciar a inútiles pensamientos, abandonar la excusa, acumular sabiduría.Reyna GalácticaMarzo 2013Valencia, Venezuela Recuerdo tu cara madre, iluminada, radiante, mujer morena, sonriente, tu pelo atado a un pañuelo. Te veía desde mi sitio, con anhelo, amaba verte así, y junto a ti nosotros cuatro, los hijos que pariste en el llano. Yo la mayor de todos, mi corazón lleno de admiración hacia ti, sin límites. Tú en arrebato de amor decidiste por la familia, si… un mejor porvenir, la promesa habíamos de seguir, aquella inalcanzable utopía de orates. Adiós a la ignorancia, al machismo y su violencia, bienvenida la educación, prosperidad, esperanza en la ciudad, creyendo en ti, ciegamente…siempre. Fue un lejano septiembre, recuerdo la luz de la partida, atrás quedó aquel bello valle de pascuas, soleado, de siete casas. La ansiada llegada, en el mar de mi inconsciencia, completamente olvidada, Fui tierna planta arrancada de su hogar, la dulce tierra llanera; seducida con profecías de vida nueva, trasplantada a la selva de concreto, Pronto, mi vivaz inteligencia develó el oscuro secreto, formábamos parte de la vorágine de marginalidad y miseria. Interrogantes mil, se reflejaron en mi infantil rostro, mi mente diminuta que nada entendía, buscaba con afán comprender el cambio. Pretendía encontrar, unos fértiles jardines de verde grama. En la crédula inocencia del alma, conocí a aquellos pozos, que fungieron como fogatas nocturnas, incineradores de desperdicios. En los días de lluvia, en un confundido gozo, se convirtieron en las únicas piscinas que conocí de niña, en sus marrones aguas, en algarabía infantil las dos hermanas nos bañamos. De una bella casita de cuentos, cambiamos a cuatro paredes metálicas, una trampa para juegos. Horno ardiente en el día, y frío creo que nunca sentí- Que maravillas de suelo, jugaba con él y gritaba “es talco”. Era tan fino y suave. Y también picante. La piel ardía, cuando se impregnaba de sus partículas. ¡Qué progreso tan extraño aquel!, un encuentro de dos mundos. Ahora, ya conociendo al segundo, se adentró en mi corazón, una fiel añoranza por el primero. A su recuerdo me aferré, fue mi alimento de cada día. En ti madre mía, confianza plena., tu decisión una pena, si… un mejor porvenir Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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