Me voy, me alejo a otros horizontes, otras constelaciones, me mudo de ciudad, de país, de época, hacia otros soles, cambio de continente y contenido. Me voy, huyendo de este tiempo y de este espacio, hacia una realidad que se me ofrece paralela, pero esconde, siniestra, su naturaleza perpendicular. Corro despavorido de este sitio, de esta maraña de sinsabores que me someten, buscando paz en territorios lejanos, donde no escuche ni el eco de tu nombre. Me voy, escapando como prófugo de tu cárcel, de tus barrotes de ilusiones imperceptibles, rastreando los distritos olvidados del edén. Me voy, divago en las hojas de libros sagrados, sospechando que sus letras me guiarán hacia el alivio, donde no seas más que la alegoría de una sombra. Escudriño mapas, pistas y reseñas, viajo de Babilonia hacia Alejandría, de Jerusalén hasta tu vientre, cuando por fin doy con aquel sitio. Entro prepotente por las puertas del jardín prohibido, no conozco a nadie, no están ellas, tampoco estás tú, y caigo en cuenta que no hay peor infierno que un paraíso equivocado.-