Madre e hijo Serenamente acomodas su pelo entre tus manos, y los meces dulcemente en su cuna. Alivias su dolor, de fiebre y llanto. Entretanto se adormecen con ternura, de repente, los ves erguidos a tu lado, con la altura de un brioso principito, o la hermosura de una princesa blanca, como quien de golpe, regaste de emociones. Y son tus hijos quienes sus manos tienden esta vez, para acunar tus sueños, para seguir tus pasos y copiarlos, mejorarlos tal vez de lo aprendido, y continuar tu camino desandado. Y tu, mujer, a quien la vida te ha sonreido, Puedes decir: fui madre!, no por concebido, sino por la simpleza del deber cumplido, y por sus rostros acariciando el tuyo, con un beso de amor desinhibido. Madre, al fin, por la gracia infinita de lo eterno y la ternura de un suspiro.