Aug 26, 2024 Jan 16, 2024 Dec 22, 2023 Dec 21, 2023 Dec 12, 2023 May 07, 2023 Feb 03, 2023 Feb 02, 2023 Nov 28, 2022 Nov 08, 2022 Sep 29, 2022 Aug 19, 2022 Jun 16, 2022 << Inicio < Ant.
[1]
2
3
4
5
6
...
24
Próx. >
Fin >> |
“Los arcaísmos son palabras, expresiones o construcciones de una lengua que eran muy frecuentes en el pasado, pero que ya no se utilizan o que aparecen en muy pocos contextos del presente”. “Existen dos tipos de arcaísmos: Arcaísmo absoluto. Es el uso de una palabra en su totalidad y con la totalidad de significados que ésta pueda tener (una misma palabra puede significar varias cosas según en contexto diferentes). Por ejemplo: adrede (a propósito, de forma deliberada). Arcaísmo relativo. Es aquel que solo se utiliza en una determinada lengua. Por ejemplo: colorete (rubor, polvo compacto de color cobrizo), alforja (bolso de manos o cartera).” En este artículo voy a referirme a los arcaísmos de Colombia. La mayoría fueron parte del léxico de algunas regiones y, particularmente del lenguaje campesino, este listado no pretende ser completo porque no es un estudio especializado, además, a mi edad escuché de viva voz muchas de estas palabras que ahora me parecen divertidas. Varias tienen vigencia en ciertos contextos. Doy ejemplos: Ansina o asina por asi Antos: entonces Asafoto: fotografía Atembado o atembao se dice de alguien que anda distraído y como en otro planeta Atronado: similar al anterior Aventar: lanzar lejos, arrojar Cabrear: despertar sospechas Correveidile: chismoso, que lleva y trae comentarios Chamuscar: dejar quemar a medias Chiripa: suerte, ganar de chiripa Chirriado o chirriada: bien presentado, elegante, bonito Chisgarabís: alocado, irresponsable Chivato: delator, soplón, pero también un chivo joven Cuasi: casi Deque: deme Descarrilao: cuando el tren por alguna razón se salía de los rieles se descarrilaba, se aplicaba a personas que no cumplían las normas sin ser delincuentes Despelotao, el personaje que se viste y actúa como se le da la gana Escalsurriado: que no tiene gusto para vestirse, con los pantalones como Cantinflas Escachalandrao: mal vestido, mal trajiao Frondio: sucio, que huele mal, hediondo Guachapanda: hacer las cosas de cualquier modo Jorjón: un vestido que le queda grande al individuo, se le ve jorjón Renqueleto,a: con dificultades o deformidades en el esqueleto, en especial las extremidades inferiores Lambeladrillos: las beatas y personas que asisten con mucha frecuencia a la iglesia Metomentodo: lo mismo o que correveidile, equivalente a lambón, asomado, metiche Pendiolo: apendejado, tontico, tímido Runcho : zarigüeya, fara Sumercé: en la Colonia tratamiento de cortesía a personajes importantes. Después forma respetuosa de dirigirse a un superior o por cariño Tapujos: trampas, modos de tapar errores Tanainas: qué tal si hubiera pasado tal cosa… Truje: traje Tientagallinas: cobarde. apendejado Tragaaldabas: tragón, goloso, que no se llena con nada Son muchísimas las palabras que ya no se usan o en peligro de extinción. Dejé una muestra con error ortográfico a propósito porque así se usaban como descarrilao, atronao, apendejao por descarrilado, atronado y apendejado. Cada lector puede preguntar a ,los abuelos o personas mayores por palabras que utilizaron con frecuencia y ya no se escuchan. Edgar Tarazona Angel Hace poco perdí las llaves de la casa, o creí perderlas; busqué por todas partes y mi señora me ayudó mientras me decía que siempre refundía las cosas, en especial el llavero y las gafas, buscamos hasta en los lugares menos posibles como el congelador y el joyero de ella y nada. Cuando ya estábamos decididos a dejar la búsqueda y mandar sacar duplicados de las que tenía mi esposa, abrí la puerta para salir a la calle… y allí estaban las benditas prendidas de la chapa. La noche anterior había llegado y las dejé puestas en la cerradura. Edgar Tarazona Angel Estoy preocupado, en los últimos meses me han sucedido varios casos que quiero comunicar, tal vez a otras personas también les ocurran y me van a entender. Voy a empezar con el de la semana pasada; llegué de la calle y le dije a mi señora que me había encontrado con Arístides, un amigo de muchos años y nos saludamos de afán porque ambos teníamos prisa. Me dijo: “no sea mentiroso, ese señor falleció durante la pandemia…” Yo me quedé pensando con la seguridad de que si era él y me dije “con razón está tan desmejorado”. Edgar Tarazona Angel Paseando con mi nieta de ocho años por la ciudad y centros comerciales, encontramos varios papás Noel. Ella, desde la inocencia e ingenuidad de su edad me dijo: abuelo, estos no son verdaderos, pero Papá Noel si existe y yo lo conozco en persona. En el pueblo donde vivían, por cuenta de la alcaldía, en un diciembre de hace dos años, un Noel contratado se sentó en un trono y por turnos acomodaba sobre sus rodillas a los niños que estaban en fila, a mi nietecita le regaló un osito de peluche y le dio un abrazo cariñoso. Según ella este sí era el verdadero. Edgar Tarazona Angel Desde siempre, muchas personas están convencidas de que, “año nuevo vida nueva”, pero no cambian sus costumbres ni su modo de pensar y actuar si no que se atienen a supersticiones y agüeros que han pasado de generación en generación y a mí me parecen graciosos unos y muy ingenuos otros. 1- LAS PAPAS: se cogen tres papas y una se deja con la cáscara, otra a medio pelar y la otra pelada; se arrojan debajo de la cama y sin mirar se atrapa la primera que se toca y el bolsillo estará vacío si se cogió la papa pelada, a medias si toca la medio pelada y abundancia si en suerte se cogió la completa. 2- CALZONES AMARILLOS. Usar ropa interior amarilla el 31 traerá buena suerte para el año que empieza el primero de enero, en este caso para 2024. Hasta hace poco sólo las mujeres se ponían calzones amarillos, pero ahora los hombres crédulos usan pantaloncillos de ese color. 3- SALIR CON MALETAS Y DAR VUELTA A LA MANZANA. Suponen que con esta acción el año siguiente será de muchos viajes. 4- LAS 12 UVAS A LA MEDIANOCHE. Lo mismo que las otras creencias, se trata de atraer la fortuna y la salud, en sendos platos se sirve una docena de uvas para cada miembro presente que serán consumidas al filo de la media noche. 5- QUEMAR UN AÑO VIEJO. Este es un muñeco que se viste con ropas que ya no se usan y se rellena de pólvora, al filo de la media noche se le prende fuego y al quemarse se anulan todas las energías negativas; esto último está prohibido hace años y en algunas regiones lo siguen haciendo. Hace unos días en un pueblo de la costa un indigente vio que el año viejo estaba bien vestido y le quitó la ropa, se la puso él y siguió su camino muy contento. Sé que hay más creencias y quise destacar solamente las más comunes. Cada uno es libre de hacer lo que mejor le parezca y sentir que al realizar alguna acción eso le traerá suerte y prosperidad, pues que así sea. Quiero aclarar que no creo en agüeros y tengo una vida tranquila y próspera con altibajos como le ocurre a todos los seres humanos. Hace ocho meses perdimos a un hijo y no creo que un agüero o creencia de año nuevo lo hubiera salvado, dicen los creyentes que lo que tiene que suceder sucede. Con mi esposa pasamos el 31 en calma, cenamos antes de la media noche y dormimos tranquilos A TODOS MIS LECTORES LES DESEO FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO NUEVO PRÓSPERO Y CON SALUD. Edgar Tarazona Angel Es impresionante, por decir lo menos, el desconocimiento que tienen, la mayoría de personas comunes y corrientes de la geografía; no solo del mundo sino de su propio país. Se escucha decir que lo jóvenes no saben ni donde están parados, pero muchos adultos también bestializan cuando comentan las noticias del día y no tienen idea de donde quedan, por ejemplo, Ucrania o Palestina. Si no pueden localizar estos dos territorios relativamente grandes y de actualidad, menos ubican ciudades o ríos. Fui docente muchos años y existía una materia de estudio llamada Geografía, ahora observo en un informe académico de una estudiante que aparece algo con el título de Estudios Sociales o Ciencias Sociales y me late que es un revuelto de Historia, geografía, civismo, Urbanidad y Comportamiento que, al final no define nada porque de Historia o de las otras tampoco el pueblo distingue las características de alguna época histórica o las normas de comportamiento que se pasan por la faja, como se decía hace años. Me refiero a Colombia donde se confunden las capitales de los departamentos y ubican en el mapa mental territorios de los Llanos Orientales en la costa atlántica o en el occidente del país. Todos los días voy en la mañana a la misma cafetería a tomar café fresco y caliente y escucho conversaciones sobre las últimas novedades en el mundo y el país y me dan ganas de llorar escuchando las burradas geográficas, históricas, políticas y religiosas, pero de estas tres últimas me ocuparé en otro artículo. No sé si en otros países del ancho mundo ocurre algo parecido, pero mi intuición me dice que sí, cuando escucho entrevistas por los canales internacionales y preguntan a los transeúntes por el tema del día, como va el planeta se jodíó y es lo que les espera a nuestros nietos, digo nietos porque algunos de nuestros hijos y sobrinos ya están apendejados… con todo respeto Edgar Tarazona Angel El niño falleció un 24 de diciembre y, según sus familiares, ascendió en cuerpo y alma al cielo, eso dijeron en su momento y lo juran sobre la sagrada Biblia. Como la fecha coincide con la Natividad de Jesús en el pesebre ubican una foto a todo color del niño, entre los ángeles. Pero aquí no termina la historia, según ellos, todos los diciembres el niño se les aparece a la media noche del 24 vestido de blanco y con alas angelicales para anunciarles la llegada de Jesús en medio de melodías celestiales. Eso dicen y jamás permiten que haya testigos de la aparición. Como en el pueblo son tan crédulos en todas las casas tienen en la pared un retrato del niño Angel y le rezan para que les haga milagros. Yo también soy Angel por apellido, pero ese chico no es de mi familia. Edgar Tarazona Angel El abuelo le obsequió a su amado nieto un cachorro de dálmata por su cumpleaños número cinco, detalle que no gustó al padre del niño que no apreciaba nada de las mascotas, y mucho menos los perros. Con el paso de las semanas el tierno perrito se convirtió en un inquieto animal que corría por toda la casa y, sin proponérselo, causaba daños como tumbar floreros, desordenar la ropa recién lavada y otros detalles que empezaron a molestar también a la mamá. El niño era inseparable de su animal y cada día sentía más amor por su compañerito de juegos, ambos desordenaban todo en medio de risas y alegría, pero los padres se aburrieron de esta sociedad y decidieron regalar el cachorro. Buscaron un hogar para dejarlo en calidad de disponible para adopción y, un día, cuando el chico estaba de visita donde los abuelos, lo entregaron en esa institución. Al regreso a casa el pequeño buscó desesperadamente a su amigo y preguntó por él, sus padres le respondieron que un ángel se lo había llevado al cielo y jamás regresaría. El niño preguntó donde quedaba el cielo y le señalaron el firmamento, entonces decidió ir a buscarlo, al otro día su cama estaba vacía y no había rastros del infante, buscaron por todas partes y no lo encontraron,,, pasaron los días y los meses y el niño debe seguir buscando a su amigo. Edgar Tarazona Angel Tal vez algún día nos amamos, Tal vez fuimos uno para el otro, Sólo tal vez, Porque al verte Después de varios años Algo me dice que fuiste un amor De esos fuertes Que se marchitan pronto. Y recuerdo tu cara hermosa de ayer Hoy surcada por arrugas Y un rictus en tu boca De desengaño o dolor Que me dice que después de lo nuestro Tan rápido y efímero Tu vida no fue color de rosa. Te vi y el encuentro fue de dos extraños Nos dimos un saludo sin abrazo Y me di cuenta Que no recordabas mi nombre Ni yo el tuyo. Edgar Tarazona Angel Decía mi madre que ninguna pérdida se puede comparar con el fallecimiento de un hijo y en este momento estamos viviendo con mi señora y toda la familia esta realidad tan dolorosa e indescriptible, es una tortura lenta que se repite día tras día en un vacío mental y emocional que impide razonar con claridad por esa ausencia definitiva. Es difícil aceptar que un ser tan lleno de vida, de energía, tan sano y lleno de cualidades se haya ido de este mundo tan de repente, sin enfermedades previas cuando, de pronto, empezó a sentir ahogos y cansancio repentino, pero nada de dolores o heridas sangrantes; solo fiebre en las noches y cansancio, mucho cansancio, hasta que un día nos pidió que lo lleváramos a urgencias de la clínica de su universidad, cómo podríamos saber que allí dejaría ese soplo vital que llamamos vida. Duele como no se puede pensar que duela una pérdida irreparable y sólo nos queda el consuelo de pensar que en sus 43 años de existencia logró todo lo que se propuso: tres títulos universitarios, una carrera profesional en dos de las universidades más prestigiosas del país, conferencias en universidades de Colombia, América y Europa. Buen hijo, hermano, tío, sobrino, amigo, profesor (eso lo manifiestan en todos los mensajes y fotografías que nos hacen llegar a diario). No se ha marchado, nos aseguran, solo dejó su cuerpo físico que ya está convertido en cenizas, pero su cuerpo espiritual nos acompaña y el legado de su mente privilegiada permanece en los escritos científicos que dejó en los archivos universitarios y revistas científicas. Su nombre terrenal Ariel Marcel Tarazona Morales. Los curiosos pueden buscarlo en Google como Ariel Tarazona o su nombre completo para tener acceso a algunos trabajo y videos de entrevistas y conferencias. Algunas no están publicadas porque se compartieron a círculos cerrados. No se sabe que hay más allá de esta existencia, pero deseo que mi muchacho, donde quiera que esté, no tenga sufrimiento y disfrute de los merecimientos que logró en este mundo. Que descanse en Paz QEPD Edgar Tarazona Angel Yo no tenía ningún afán De marcharme de la vida Y a ella solo unas horas La separaban de la partida Una mañana No amaneció. No padeció demasiado Solo unos días De dolor y agonía Por el tremendo mal. El cangrejo invencible Que no perdona Se le metió en el pecho Y en poco tiempo Le extirpó la vida. Hoy sigo con mucho tiempo Y sin ella. Edgar Tarazona Angel PENSANDO EN EL MAR Y TÚ Recuerdo el mar Sentado en la playa a oscuras Con el fondo musical Del rumor de las olas Y te siento junto a mi Como en esas noches estrelladas Cuando juntos mirábamos el cielo Y soñábamos el mismo sueño. Todo acabó con tu partida, No sé si hay otra vida Pero deseo que tengas lo mejor Más allá de la muerte Donde estés. Espero que seas feliz Y tengas una playa blanca Para soñar conmigo Y lo que no pudo ser. Sin embargo, estás conmigo en cada noche Cuando te recuerdo Arrullados por las olas Y cobijados por ese cielo estrellado De tantas noches de amor. Edgar Tarazona Angel No recuerdo cuantos tragos había tomado en esa interminable noche de diciembre con amigos de ocasión, si es que se pueden llamar así a cuatro o cinco borrachos que me encontré en una cantina de mala muerte en una noche que no deseo recordar. Yo era el único que tenía dinero y ellos me festejaban todas las pendejadas que se me ocurría decir. Trago mas trago hasta perder la razón, en medio de risotadas, abrazos y hasta lágrimas por las añoranzas; de un momento a otro resultamos siendo los mejores amigos del planeta y se me acabó la plata, tal vez eran las tres o cuatro de la mañana, se me viene ese retazo de recuerdo en medio de la bruma alcohólica, cuando nos sacaron a empellones de la tienducha después de empeñar mi reloj por la última botella de licor. También como entre una espesa neblina veo a cuatro tipos con cuchillos en mano atravesados por donde íbamos a pasar y exigiendo todo lo de valor que lleváramos con nosotros. Yo me quité el saco y lo entregué y de pronto sentí un fuerte golpe en la cabeza y es lo último que recuerdo. Desperté adolorido y asustado sobre una superficie metálica y fría, en una completa oscuridad. Traté de sentarme y me di un golpe en la frente, estaba acostado y encerrado en una urna metálica, saqué esta conclusión al palpar con mis manos hasta donde podía las dimensiones del lugar donde reposaba desnudo, ¡desnudo! De pronto me di cuenta de que no llevaba nada encima; además el silencio era total, en ese momento me entró el pánico y traté de patear, golpear con lo puños, gritar y nada, mi voz sonaba como retumbando con el eco de ese encierro. No sé cuanto tiempo transcurrió, se me hizo eterno, cuando entró un chorro de luz y la bandeja (decidí llamarla así) se deslizó hacia afuera y allí tres personas vestidas con bata de médico, gorro y tapabocas me miraron llenos de asombro. - ¡Está vivo!, dijo uno. - Muy extraño, le respondieron en coro - Hace tres días llegó sin signos vitales y como no tenía documentos lo declaramos NN y para el cuarto frío, escuché a uno de ellos. Hasta ese momento no me había dado cuenta que estaba orinado y cagado, uno de ellos me explicó que algunos cadáveres continúan evacuando y sus uñas y pelo crecen después de muertos. Del susto tan hijuemadre no sabía o no podía hablar, así que escuché la conversación que sostuvieron y por la que me enteré de haber entrado en Medicina Legal como NN, sin signos vitales y declarado muerto por el funcionario de turno que ordenó mi encierro mientras en 72 horas pudieran aparecer algunos familiares. Por esta razón seguía en la Morgue y con vida. Para terminar debo agradecer a un poder superior, como se llame, que dicho funcionario estaba demasiado borracho y no pudo o no supo determinar mi supuesta muerte comprobando la ausencia de signos vitales, que fue lo que escribió en el acta de constancia de mi entrada a un sitio donde no pienso volver. Edgar Tarazona Angel Su pasado era un enigma; sólo él conocía los detalles de su vida y por ningún motivo los compartía con nadie. Estuvo prisionero en diferentes oportunidades por delitos menores; nunca por asesinatos, que eran su pasión y verdadera profesión. Ahora estaba retirado, con bastante dinero en el banco, ganado con sus “trabajos”; nunca aceptaba muertes de seres anodinos, insignificantes, humildes… era el asesino mejor pagado del país. Cuando los años comenzaron a restarle facultades decidió el retiro honorable y escogió una pequeña ciudad cercana a la capital. Era cuestión de estrategia: en la población quería mantener un perfil bajo y su capital era apreciable, de manera que todas sus transacciones las realizaba en la sucursal de uno de los grandes bancos de USA y el dinero de los gastos en un banco nacional. Con el mismo sentido del incógnito, alquiló una habitación en un barrio de clase media y desde el primer día se hizo notar como un ciudadano ejemplar. Su nombre actual era Ángel Cervantes; todas las identidades anteriores estaban canceladas. Don Ángel servía a quien lo llamara: arreglaba escapes de agua y de gas, componía chapas y puertas, ayudaba a las señoras con las bolsas del mercado cuando las encontraba, tomaba una o dos sodas con los vecinos (nunca más de dos botellas) porque era abstemio, visitaba enfermos y ayudaba con las diferentes actividades comunales. Al barrio llegaron don Benigno Guerra y su señora. Compraron dos casas enormes y cada uno vivía en una de ellas; como cada inmueble quedaba con apartamentos y habitaciones desocupados, arrendaban a otros y de ahí provenía el dinero de su diario vivir. En algún momento apareció en la casa de la mujer de Benigno (Inocencia de Guerra) una venerable anciana que vivió un año y se trasteó a la casa de Benigno (olvidaba contar que dicho señor y su consorte o se hablaban, no convivían, se odiaban a muerte, pero siempre viajaban juntos y le hacían saber al otro de sus movimientos comerciales). La viejita pagó el primer mes de arriendo y a los quince días, al regresar del centro de la ciudad, encontró sellada la puerta de su apartamento y la reja del antejardín con un tremendo candado. Al preguntarle a su casero la razón este le dijo: - Señora Candelaria, usted le debe a Inocencia seis meses de arriendo. - Sí, señor, pero eso debo arreglarlo es con ella, ¿no le parece? - Nada de nada. O le paga a ella o no entra aquí. La pobre señora intentó convencerlo por todos los medios, pero como hablar con un muro de piedra. El hombre y su mujer tenían una fama grande de malvados, rencorosos y malas gentes, de manera que los vecinos se hicieron los desentendidos con la anciana. Los más caritativos le suministraron cobijas y algo de comida. Por fortuna el clima tropical permitía que Emilita (la viejita) durmiera en el parque sin la tortura del frío. Después de tres semanas de tristeza y abandono llegó Ángel, de uno de sus misteriosos viajes fuera de la ciudad. Habló con Emilita y se comprometió a solucionar su problema. Por aparte se entrevistó con Benigno y con Inocencia; ninguno aceptó nada diferente del pago de los seis meses atrasados en la renta. Ese ir y venir de uno al otro protagonista del drama se convirtió en un calvario. “Lo que se aprende no se olvida” y “el que ha sido no deja de serlo”, dicen los refranes; Ángel veía en la viejita el retrato de su anciana progenitora y por ella decidió arreglar el problema de una sola vez. Comenzó a visitar a Inocencia, de quien decían las malas lenguas que estaba enamorada de él, y se hizo amigo de Benigno; todo en cuestión de días. Por cuestiones de espacio Ángel no podía albergar a la ancianita pero si arreglarle el problema. Una noche llegó al parque y le dijo a Emilita que podía retornar a su hogar. La ancianita no podía creer que el candado no estaba y el sellamiento de la puerta tampoco. ¿Cómo había ocurrido todo? Sentado en el avión que lo llevaba a Bonaire, Ángel hacía un recuento de sus movimientos del día anterior. Después de dar por perdidas las conversaciones de conciliación y agotada su paciencia, esperó el siguiente viernes, día anterior a su viaje a la isla. Esperó que Benigno fuera a la tabernita donde llegaba a fastidiar a los comensales; buscó en su colección de ganzúas y abrió el candado sin violentarlo, se lo echó en el bolsillo y luego procedió a romper el sello de la ignominia; su segundo paso fue avisar a Emilita de que retornara a su hogar. El tercer paso visitar a Inocencia, emplear sus dotes de seductor, basado en los rumores que había escuchado y aceptar el licor que ella le ofrecía, demorando el primer sorbo que nunca llegaría, (la mujer tomaba una tras otra copa, como alcohólica que era) y en un momento determinado echarle en el vaso el veneno que no dejaría huellas y en el cadáver una expresión de felicidad; para contrarrestar el dolor, había revuelto con la pócima abundantes somníferos y con el alcohol agregado… Después de comprobar la muerte de la mujer, con los dedos le acomodó en el rostro una mueca que pretendía ser una sonrisa, la sentó ante la mesa del comedor con medio vaso de aguardiente en la mano y la cabeza recostada sobre el brazo izquierdo, lavó el vaso en que había bebido y todos los rastros de que la dama hubiera tenido compañía, sintonizó una emisora de música romántica y salió. Si alguien lo vio no diría nada, él era muy estimado y la señora odiada, a lo mucho se preguntarían los vecinos ¿Qué le vio don a esa bruja? Nadie lo vio. Fue al bar donde encontraría a Benigno, como siempre todos lo saludaron y le ofrecieron de beber, aceptó una bebida gaseosa y luego pidió una ronda para todos, a su cuenta. Llamó a Benigno y les hizo dar la mano a todos en señal de amistad; preguntó al cantinero la hora del cierre y se despidió de todos. Presumía lo que sucedería después; cuando saliera, todos le sacarían el cuerpo a Benigno… así fue. A las once de la noche fueron saliendo todos y, como siempre, el último fue Benigno, el más borracho y fastidioso de todos. Más adelante él lo esperaba, cerca de un parquecito con bancas, muy apropiado para su conversación. El hombre se sobresaltó al escuchar su nombre, pero al ver a su “amigo” se acercó confiado, tambaleándose. Este le ofreció media botella de aguardiente que el hombre recibió agradecido y de una vez se zampó un cuarto del contenido. Hablaron del hijueputa cantinero que no quiso vender más y de los desgraciados amigos que lo dejaron solo y se fue adormilando en el hombro del ángel vengador; este pasó su brazo sobre los hombros de Benigno y, cuando lo escucho dar el primer ronquido extrajo de su bolsillo un estilete que penetró limpiamente por el oído derecho del hombre borracho. Su experiencia de asesino le permitió imaginar la rotura del tímpano, luego los huesecillos del oído medio, el paso por el oído interno y al final el cerebro. Benigno jamás sabría cómo le llego la muerte. Se puso de pie, limpió la poca sangre que manó del oído, limpió el afilado estilete con una toallita desechable y guardo todo en el bolsillo; más tarde arrojaría el papel y el algodón a una cañería de aguas negras. Acomodó el cadáver en posición fetal, esa que adoptan los mendigos y los borrachos al dormir en una miserable banca de parque. Caminó dos cuadras a donde había citado un taxi que lo recogería para llevarlo al aeropuerto. Como era su costumbre llegó puntual. Tantos cadáveres en el camino de su vida y ningún arresto por esta causa eran el mérito por no dejar huellas y hacer las cosas con precisión matemática. En la morgue dirían que la mujer murió por intoxicación etílica y el hombre por una trombosis cerebral o algo parecido. Los forenses del pueblo no eran demasiado meticulosos. Antes de dormirse miraba por la ventanilla del avión esa alfombra maravillosa de nubes y en el horizonte el sol que empezaba a salir. Su conciencia estaba tranquila. Le daba gracias a Dios por haberle permitido realizar esta buena obra. Edgar Tarazona Ángel Cinco jóvenes de edades similares, los rebeldes del pequeño barrio de una ciudad de provincia, inseparables como hermanos siameses, para todo lo que a sus mentes malévolas les llegaba. En realidad, no eran delincuentes, sólo picaros estudiantes de clase media con todo el tiempo libre durante las vacaciones escolares. El grupo no tenía un líder definido, todo se realizaba según la inspiración del momento de alguno del quinteto y siempre tenía que ver con alguna picardía que muchas veces rayaba con el delito. Para unas vacaciones de fin de año llegó un circo a la pequeña ciudad y los Hermanos Centella, como decidieron llamarse, fueron a merodear por el lugar mientras levantaban las carpas y se acomodaban los integrantes de la familia circense. No encontraron en que fijar su atención hasta que sus miradas se detuvieron en unas jaulas y allí vieron dos leones, un tigre de Bengala y otros animales; pero su atención quedó fija en los grandes felinos, entonces decidieron hablar con el jefe del espectáculo: - ¿Señor, nos dice quien es el dueño de este circo? - Soy yo, jóvenes, ¿en qué puedo servirles? - Es una curiosidad – respondió Hernando, el más pícaro del combo- ¿Con qué alimenta los gaticos? -Refiriéndose, claro está, a los felinos y a sabiendas que son carnívoros. - Pues con carne, muchachos, como todos lo saben - ¿De cualquier carne? Preguntaron en coro. El hombre los miró detenidamente como sospechando algo y les respondió: - Cualquier carne, si jóvenes, mientras no esté en estado de descomposición. - ¿Por ejemplo, perros y gatos? El hombre los miró con asombro y les preguntó: - ¿Por qué esta pregunta? Claro que pueden comer hasta ratas y otros pequeños mamíferos. Y como sospechando algo, agregó: - ¿Es que ustedes pueden venderme animales para dar de comer a mis leones y tigre? - Por supuesto, respondieron. - Que no sea nada ilegal, agregó el dueño; no quiero líos con la justicia… - No se preocupe por eso, hay muchos animalitos sufriendo sin dueño y vagando por el campo. Lo importante es que nos pague. - Eso se sobreentiende. Y les agradezco porque me quitan un peso de encima. Desde esa noche comenzaron a desaparecer los perros y gatos callejeros. Cuando ya no quedaban más en el pueblo, en los campos vecinos los caninos amistosos que se acercaban a los Centella, terminaban primero entre un costal y luego en la panza de un depredador. Como en la canción de Juan Charrasqueado “en esos campos no quedaba ni una flor”, con la diferencia que en esa se refiere a mujeres y aquí a animales domésticos- Edgar Tarazona Angel La hermosa chica quedó asombrada mirando su celular cuando su novio, el amor de sus amores, le dijo que todo había terminado entre ellos y cortó la comunicación. Intentó reanudar el diálogo porque sentía que el hombre debía darle explicaciones por el rompimiento y, después de diez intentos, se convenció de la realidad y rompió en llanto. Estaba sentada ante una mesa con superficie de vidrio y sus lágrimas se fueron aposando sobre el cristal. Un mosquito que pasaba descendió sobre el líquido que se confundía con la transparencia de la placa cristalina… y allí dejó su vida. Edgar Tarazona Angel Doña Purificación era una señora muy piadosa, católica apostólica y romana, como le enseñaron a decir en la escuela en clases de religión, sin embargo, creía en espíritus malignos, ensalmos y hechicerías, muy contrarios a sus creencias religiosas y cargaba sobre su cuerpo cadenas con imágenes de santos, escapularios en los tobillos, pulseras, dijes, estampitas milagrosas, patas de conejo en la cartera, en fin, cuanto talismán le regalaban o compraba contra el mal de ojo y otros maleficios. Con ella vivía una nieta de diez años inquieta, desobediente y pícara que le hacía muchas diabluras, pero la acompañaba a rezar el rosario todas las noches con mucha devoción. Todo lo malo que ocurría en la casa y fuera de ella era culpa de los espíritus. Decía doña Purita, y empezaba a rezar para alejarlos de su vida. Un día, que necesitaba salir con urgencia, no encontraba las llaves y sin ellas debía permanecer en casa. Revolcó todos los rincones, destendió camas, buscó por todas partes y nada que aparecían las benditas. Tanta sed le dio que preparó una limonada y, como le gustaba bien fría abrió el congelador de la nevera y ¡oh, sorpresa! Allí estaban, entre los comestibles y el hielo. Mientras la buena señora maldecía a los engendros del demonio y todos los espíritus malignos por ser tan desgraciados con ella que le escondían las cosas importantes, su nieta se tapaba la boca para disimular la carcajada. Edgar Tarazona Angel No es muy grande Ni lujosa Hay otras inmensas Más lindas En barrios elegantes Con piscina y yacusi Y muchas otras cosas Que no tiene la mía, pero es propia con una familia adentro y mucho amor. No la cambio por nada Sus paredes me acogen Y me abrigan. Me siento satisfecho Y cada día Tan pronto me desocupo Regreso a este nido Que es mi casa y solo puedo decir AMO MI CASA Edgar Tarazona Angel Esto decía el bonito del pueblo y repetía una canción que estaba de moda y decía: “Que se mueran los feos/ que se mueran los feos/ que se mueran toditos, toditos los feos/ Yo no soy tan feo/ y como nadie me quiere a mi modo/ seguro me voy a morir…” Hasta las muchachas, que antes lo tenían como candidato a posible novio, se aburrieron de oírlo y una que, si lo quería de verdad, un día, resentida por sus desprecios y humillaciones, le arrojó ácido en la cara. Edgar Tarazona Angel A las ciudades pequeñas y poblados de mi país, todos los años y por diferentes épocas llegaban circos que yo llamaba pobres, con artistas ya envejecidos, payasos que pretendían ser graciosos y animales desnutridos, pero, a falta de otras distracciones los habitantes íbamos a las funciones, en especial niños con sus abuelos y adolescentes en plan de sabotear algunos actos. En mi ciudad de provincia abundaban los perros callejeros y algunos gatos que rondaban en las noches y peleaban sobre los techos de las casas en sus ritos de apareamiento. Misteriosamente, estos animalitos empezaron a desaparecer, justo cuando llegó un circo más importante que todos los anteriores, con una inmensa carpa, maromeros, contorsionistas, magos, payasos y animales entrenados que alegraron nuestras vidas. Entre los animales iban, además de un elefante, tres caballos y cinco perros, dos tigres de bengala y tres leones melenudos. Bueno, el asunto es que estos cinco últimos son carnívoros y esa es su única dieta. Pues desde el día siguiente a la llegada del dicho circo empezaron a desaparecen perros, gatos, palomas de la iglesia y algunos animales domésticos. Los tigres y leones se veían bien alimentados. Cuando comenzaron los comentarios sobre estas desapariciones, entre los habitantes mayores, en especial las viejas chismosas que no faltan en los pueblos; los muchachos púberes, que tenían una pandilla, se miraban y sonreían maliciosamente. Edgar Tarazona Angel Cuando fui acólito, en mi lejana infancia, en la parte inferior del templo había un sótano y allí se guardaban todas las imágenes de los santos y, en general, jarrones, cortinas, candeleros y candelabros, sotanas, etc. Todos los artículos sagrados, que no se estuvieran utilizando. Las estatuas de los santos y los cuadros eran tapados y cubiertos con unas telas moradas que, sin razón aparente, me causaban temor. Además, en clase de religión nos metían miedo al demonio y el sacristán agregaba que solo el podía levantar las telas y mirar de frente las sagradas imágenes. En mi mente infantil imaginé una película completa de terror y me convencí que podía volverse realidad. Un día el sacristán me pidió que lo acompañara al sótano por unos elementos para decorar el altar. Bajé con él y al retirarnos me dijo, como quien olvida algo: - Me parece que dejé las llaves junto a la Milagrosa, vaya las trae. Nunca pedía por favor Entré temeroso en ese cuarto semioscuro, era de día, pero allí no tenía luz eléctrica y la linterna la tenía el señor, que riendo a carcajadas cerró la puerta y me dejó encerrado, “para que aprenda”, me dijo, y se fue. Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra me acurruqué en un rincón a llorar y recordé todo lo que imaginé la noche anterior mientras las telas caían al suelo y los santos comenzaron a moverse. Solo recuerdo que grité con todo el volumen que daba mi garganta. Desperté en brazos de mi abuela y rodeado de mis hermanos que me miraban con deseos de preguntarme todo. Edgar Tarazona Angel Todos estábamos reunidos en la sala conversando de temas familiares cuando escuchamos hablar al niño con alguien Nos acercamos a la puerta y escuchamos dos voces, la del niño y una voz femenina, pero no se entendían las palabras. Después de unos minutos todo quedó en silencio y nosotros entramos y le preguntamos: - ¿Con quién conversabas? - Con mi abuelita – respondió - Y, ¿Dónde está tu abuelita? - Se fue por la ventana y me dijo que otra noche volvería para llevarme a un paseo muy largo Nos miramos aterrados; la abuela murió hace tres meses y su nieto tiene cáncer. Edgar Tarazona Angel Siento un gran amor por esos objetos con hojas y llenos de palabras que llamamos libros. Un amor que nació desde mi infancia alimentado por mi madre y dos damas de la familia que me enseñaron las primeras letras y me iniciaron en las primeras lecturas. Crecí en un pueblo pequeño y aferrado a las tradiciones sociales y religiosas, de manera que las primeras lecturas que escuché fueron pasajes bíblicos contenidos en un pequeño libro, que ahora es artículo de coleccionistas, titulado CIEN LECCIONES DE HISTORIA SAGRADA. Pero hago claridad en que no aprendí a leer en este libro, para eso estaban la CARTILLA CHARRY y LA ALEGRÍA DE LEER. Abuelas de las que años después las remplazaron como Paquito, Coquito y Nacho lee. Estas fueron las puertas de entrada a mi mundo de los libros. Mi gran sorpresa fue encontrarme con LAS MIL Y UNA NOCHES en versión para niños (lo digo porque gran cantidad de personas dicen haberlas leído y no lo creo, la versión completa son dos inmensos tomos de unas mil páginas cada uno, en letra pequeña); en letra grande y con dibujos conocí a Simbad el Marino, Aladino y la lámpara maravillosa, Ali Babá, las alfombras voladoras, los magos de oriente, los genios de lámparas y anillos que cumplen tres deseos, etc. También y, por respeto a las buenas costumbres, las tías me leían primero y después me daban libros de fábulas, de la mano de Esopo, Samaniego, Lamartine y, otros aprendí lo bueno y lo malo con las moralejas de dichos relatos. Mi gran compañía durante mi infancia de niño enfermo fue una enciclopedia en veinte tomos que compró mi madre cuando descubrió mi adicción a los libros: EL TESORO DE LA JUVENTUD, los que lo conocen saben que cada tomo está dividido en secciones como Los dos grandes reinos de la naturaleza, El libro de la poesía, Narraciones interesantes, Historia de los libros célebres, etc. Esta fue la llave para el resto de mi vida. Cada tomo me llenaba de imágenes y episodios que nunca dejaron de acompañarme por el resto de vida hasta hoy, que conservo tres de esos tomos y los abro para recordar esas horas solitarias con las letras. Con los libros célebres me hice amigo de Cervantes, Shakespeare, Calderón de la Barca, Quevedo, Víctor Hugo, Julio Verne y muchos más. A medida que pasaban los años, y aun niño, mi deseo de lectura aumentaba y mi padre me colaboraba con historietas o cómics que aparecían en cuadernillos (algunos de estos personajes sobreviven en esta época y otros desaparecieron. Los superhéroes permanecen, pero lo vaqueros pasaron a la historia). Todos los domingos los periódicos traían un suplemento que llamaban aventuras y eran series como Mandrake, El Fantasma, Tarzán y otros; también personajes cómicos como Lorenzo y Pepita, Pancho y Ramona, Copetín, un gamín bogotano y más. A los doce años empecé mi secundaria interno en una Escuela Normal y allí cambiaron totalmente mis costumbres literarias, los compañeros mayores llevaban material prohibido, aun por la iglesia católica y a mis manos, ojos y mente llegó José María Vargas Vila, un renegado que estaba excomulgado y eso lo hacía atractivo para las mentes febriles juveniles, también leí los poetas malditos franceses (Rimbaud, Apollinaire, Mallarmé…), el norteamericano Oscar Wilde, uno de los preferidos por su lenguaje sexual y, casi lo olvido, el Marqués de Sade. Pero, no todo era literatura prohibida y clandestina, el colegio contaba con una biblioteca que a mi me parecía inmensa y, con el paso de los años fui el poseedor de una casi igual de voluminosa. Los lectores éramos contados; los indisciplinados éramos privados de la salida los fines de semana y yo me distinguí los seis años por mal comportamiento, de manera que la biblioteca era mi celda de castigo; allí me encontré con los clásicos de todos los tiempos (hasta 1960) y mis preferidos fueron los rusos Tolstoi, Gorki, Gógol, Dostoyevski. No es que haya leído todas sus obras, algunas en resúmenes. También estaban los clásicos griegos y latinos y desde entonces me armé un sancocho literario en la cabeza que nunca pude ordenar, no sé si para bien o para mal. Terminado el bachillerato pedagógico entré a trabajar como profesor de primaria y dueño de mi dinero me volví comprador compulsivo de libros; en Bogotá DC, la capital de Colombia, abundaban los puestos de venta de libros usados, a precios casi regalados, entonces cada mes, con buena parte del sueldo, compraba libros de todos los temas, por no decir géneros, y es que no solo llevaba literatura, también historia, sociología, astrología, esoterismo, bricolaje y cuanto podía encontrar escrito. Fue así como llegue a tener una de las bibliotecas más grandes de la pequeña ciudad donde vivía y presumía de ella. Pues si leía o más bien devoraba libros, uno o dos diarios, según el tamaño y el contenido. Eso unido a una buena memoria, me hacía ver como un erudito, pero yo era una enciclopedia a nivel bachillerato, a lo sumo. Bueno, con los años y ya pensionado, decidí cambiar de ciudady como los libros pesan y hacen bulto empecé a regalar. Tenía la colección de MAGAZINES del Espectador y LECTURAS DOMINICALES de El Tiempo que obsequié con dolor a un amigo a quien suponía interesado en conservarlas; después supe por la esposa que los vendió por peso. Los siguientes regalos libros y textos escolares a los vecinos con hijos en edad escolar. Siguieron los menos importantes como novelas de vaqueros y de ciencia ficción que venían en edición de bolsillo; los ciento y pico de librillos que sacó COLCULTURA, revistas de diferentes temas y folletos… Después de diez años vino otro traslado de ciudad con el consiguiente trasteo y regalo de libros. Esta vez a las bibliotecas de colegios y escuelas ya que en esta población no tuve casi amigos lectores. y en los últimos años, como decidí que la mayoría de libros ya no volvería a leerlos los doné a cárceles, universidades y bibliotecas. A las prisiones de Medellín, obsequié 250 textos por intermedio de una abogada. Hago esta publicación por ser hoy 23 de abril el día del libro y confieso que cada entrega era un dolor grande porque para los que amamos los libros y la lectura estos son como hijos y duele la separación. Me queda la satisfacción de haber compartido literatura, ciencia, distracción, pasatiempos, manualidades y que los receptores de estas hojas impresas hayan disfrutado de la lectura y se enamoren de los libros como muchas otras personas y yo, que estoy compartiendo mi experiencia. Felices horas de lectura les deseo. Edgar Tarazona Angel En ese pueblo de mis historias, que es real más callo el nombre para evitar que alguno de los personajes (que aparecen con nombres supuestos, pero fácilmente identificables) me busque problemas y hasta me demande por calumnia y difamación, a pesar de que todo es cierto, por lo menos en un alto porcentaje. En otras historias ubico la acción en los días de mercado, que son miércoles y domingo y, a pesar del paso del tiempo, se conservan hasta hoy. Este caso también de desarrolla un miércoles y pasó a la historia del pueblo porque involucró al hombre más guapo y apetecido por las mujeres casadas y solteras con una forastera que llegó sin avisar y alborotó las hormonas de nuestro galán de pueblo. Se bajó del bus al frente de la tienda de mis tías, donde desocupaban botellas de cerveza algunos de los señores notables de la población quienes, de inmediato, suspendieron las conversaciones y dedicaron la atención a la recién llegada, no por su hermosura sino todo lo contrario, para resumir, mi papá estaba en ese grupo y se le escapó uno de sus típicos comentarios: “esa cara, a cualquier precio es cara…” Todos rieron y la recién llegada los miró con desprecio, alzó su maleta y se dirigió a un campesino que la esperaba con un caballo, lo identificaron como un peón de don Lucio. El domingo ya se sabía que la recién llegada era la viuda de un primo lejano del señor, dueño de una finca de las mejores, pero debido a su precario estado de salud casi nunca iba a la zona urbana y enviaba a su señora, acompañada por dos peones a llevar todo lo necesario. Como era domingo, la señora de don Lucio llegó acompañada por la recién llegada y asistieron a misa entre murmuraciones y comentarios. La señora del patrón, a pesar de los años, conservaba rasgos de belleza que contrastaban con la fealdad de la extraña, pariente de su marido. Una de las distracciones de los varones era ir a la iglesia a mirar las mujeres y saludarlas con mucha cortesía para después criticar los vestidos, peinados, caminados y chismes. Debo recordarles que en este pueblo las diversiones eran mínimas y, en la iglesia los hombres en una nave del templo y las mujeres en otro, esto incluía los dos colegios, uno femenino y otro masculino. Los jóvenes asistían obligados y los hombres treintañeros y los solteros se quedaban en el atrio fumando y se echaban voladitas a las tiendas cercanas a tomarse un traguito. Pues lo que tiene que pasar pasa, y no se sabe si es Dios o el diablo el que reúne dos seres tan diferentes. Ya les presenté a la fea, y los lambones del templo la bautizaron Horripila, por no decirle horripilante. Con ellos estaba Narciso, un muchacho que hacía honor al personaje de la mitología griega, era el muchacho más hermoso del poblado, pero también el más tímido. Nunca había tenido contacto con mujeres (en el pueblo, llegando a los quince años, el papá llevaba a sus hijos varones a un pueblo, donde había un prostíbulo, a volverlos hombres, ustedes imaginen el resto), como Narciso era huérfano de padre no tuvo quien lo llevara a iniciarse como varón). Nunca se supo como pasó, lo cierto es que su madre era amiga de la esposa de don Lucio y un día fueron a hacerla una visita, parece que allí Horripila lo invitó a dar una vuelta por la hacienda mientras las señoras conversaban y por allí, entre los matorrales lo cogió por su cuenta y lo volvió hombre. Este pobre muchacho, sin ninguna experiencia ni quien lo aconsejara, les tomó gusto a las relaciones sexuales con esa fea que, por añadidura, le doblaba la edad y presionaba a su mamá para visitar la finca de don Lucio. Al principio la buena señora no sospechó nada, pero en este mundo todo se sabe y más temprano que tarde se descubren los secretos mejor guardados, con mayor razón en un pueblo tan pequeño. Pues uno de esos días en que la pareja buscaba su escondite entre los matorrales, pasó uno de los caballeros chismosos y notó algo extraño en el comportamiento de la pareja, desmontó y los siguió de lejos hasta descubrir lo que muchos sospechaban. No los interrumpió en su entrega amorosa y se alejó en su caballo rumbo al poblado para reunirse con sus compinches a contarles con todo detalle lo que vio y hasta lo que no vio. En estos pueblos se dice que pueblo pequeño es infierno grande y no les falta razón. Los comentarios llegaron a oídos de las dos señoras de la historia, o sea la madre de Narciso y la esposa de Lucio. Esta despidió a Horripila y, hasta ese momento ninguno había notado que desconocían el verdadero nombre, esta desapareció y jamás se supo de su paradero. El muchacho rogó y suplicó a su progenitora que le permitiera ir a buscarla porque era el amor de su vida y su petición no logró ablandar el corazón de la madre. Bueno, todo lo que empieza tiene que terminar y esta historia no puede ser la excepción, una tarde el muchacho escapó de la vigilancia de su santa madrecita y corrió al lugar de sus encuentros íntimos con la fea. Pasaron las horas y como no regresaba a casa la dama pidió a sus vecinos que salieran a buscarlo, entre ellos los chismosos del atrio de la iglesia. El que descubrió el enredo sospechó donde podía estar y los llevó a donde los vio en su entrega sexual; allí colgaba el cuerpo del hermoso del pueblo despechado por el final de su romance. Edgar Tarazona Angel Esta historia es real y ocurrió hace bastantes años en una pequeña ciudad donde pasé mi juventud y parte de mi vida adulta. No voy a cambiar los nombres y si algunos de los familiares sobreviven sabrán disculparme, esta es una anécdota divertida. En el pasado a los curanderos los apodaban teguas, sobre todo a los de centros urbanos que ejercían la profesión de la medicina sin títulos universitarios que los acreditaran. Uno de estos fabricaba pomadas, ungüentos, aceites y medicamentos para curar la mayoría de enfermedades; le iba tan bien en el negocio que abrió laboratorio con el pomposo nombre de LABORATORIOS DOCTOR CALIFA. Allí mismo tenía consultorio y leía en el iris de las personas todas sus afecciones y, como puede suponerse, recetaba medicamentos de su producción. Y claro, en una pequeña ciudad no faltan los envidiosos, que se disfrazan de defensores de la ley, unos vecinos acudieron a demandarlo por suplantación de título profesional en el aviso de su consultorio. Juan Carlos Santos, que era el nombre de nuestro personaje, amparado por la ley, acudió a una notaría y se hizo cambiar los nombres por Doctor Califa, de manera que legalmente se llamó en adelante Doctor Califa Santos. Por cuestiones de la vida me fui de ese municipio, pero a mi regreso, años más tarde, encontré funcionando el laboratorio, registrado legalmente en cámara de comercio con el nombre de siempre, el Doctor ya se había marchado de este mundo, pero sus herederos usufructuaban las ganancias. Hace dos años regresé y ya no existe ni la casa ni el laboratorio. Solo el recuerdo de un doctor que en realidad no era pero si se llamaba. Edgar Tarazona Angel Siempre compraba la lotería los días miércoles y sábado, sin falta, por costumbre de muchos años. Y nunca ganaba, pero se decía que tarde o temprano debía acertar las cuatro cifras del premio mayor. Tanto insistió que antenoche cayó el número que había comprado y se enteró al ver en uno de los expendios de lotería y apuestas el resultado. No podía creerlo y miró varias veces el pedazo de papel para comprobar que era cierto y lo guardó en el bolsillo de la camisa. Muy contento, pero sin contarle a nadie emprendió camino a su casa y empezó a llover. Llegó mojado, se cambió de ropa y colgó la camisa y el pantalón mojados de una cuerda en el balcón para que se secaran, cuando saliera el sol. La lluvia aumentó hasta convertirse en una tormenta con rayos y truenos y se formó un torrente que arrastró de todo, entre otras cosas la ropa que estaba en los balcones y la camisa con la lotería. Edgar Tarazona Angel Una familia china se apareció un día cualquiera en el pueblo y se instaló en una casa de las afueras; casi nadie se dio cuenta porque entre semana la población es solitaria y el trasteo, si así se puede llamar, era muy pequeño. El apellido de estos extranjeros es PU y, como puede suponerse, les inventaros toda clase de chistes. Pero en la realidad, los muchachos PU, eran bastante problemáticos y nadie se trataba con ellos. A las primeras de cambio, como se dice, se enfrentaron a un grupo de jóvenes burlones y les dieron una tremenda muenda; los PU son expertos en artes marciales chinas y, a raíz de varias peleas, nadie se trata con ellos. El señor y la señora PU son dos personas respetables que elaboran hermosas artesanías para vender en la capital y, todo lo contrario de sus retoños, mantienen buenas relaciones con todos en el municipio. Los chicos PU no pueden estudiar porque no saben muy bien el idioma español y aprenden con sus padres a leer y escribir en chino. Como hay muchas cosas para contar de esta familia, por ahora solo les presento a la familia PU. Como todo lo malo que pasa hay que adjudicárselo a alguien, en el pueblo cuando aparece algo dañado o se pierde un animal todos piensan que los responsables son los hijos de PU. Pasaron los años y los hijos de PU se fueron del pueblo para la capital. Allí podían hacer sus fechorías en gran escala; a veces caían en manos de las autoridades, pero siempre salían en libertad. Entonces se dedicaron a la política y se hicieron famosos, por eso todos los delitos que cometen los grandes políticos, por extensión se los adjudican a los hijos de PU. Edgar Tarazona Angel Hace diez años se fue de este mundo la mujer de un pobre hombre que la soportó un cuarto de siglo. Ella estaba convencida de ser la esposa perfecta, se lo repetía día y noche y no se abstenía de divulgarlo a quienes la escuchaban; lo atormentaba con una cantaleta que aburría a los vecinos y el hombre soportaba con la paciencia del santo Job. Tampoco era buena ama de casa y la vivienda permanecía en perpetuo desorden. Las defensoras de las mujeres dirán que el tipo también debía colaborar; el asunto es que el sujeto trabajaba de domingo a domingo hasta 16 horas diarias para satisfacer los caprichos de la señora que le juraba cada día que nunca lo dejaría. Y lo cumplió. Aun después de estirar la pata o morirse. Nada más conciliar el sueño, de día o de noche la tal esposa, se le aparecía en sueños y, el señor despertaba sobresaltado y esperaba hasta una hora para dormir de nuevo, cerraba los ojos y otra vez llegaba a joderlo; esto no es invento mío, me lo contó mi amigo Oscar, la víctima de Rosaura, y no supe que decirle para librarse de esa pesadilla. Edgar Tarazona Angel Cuando era niña su madre le leía cuentos de hadas donde siempre había un príncipe azul que por algún motivo había sido hechizado y convertido en sapo. Esas historias aparentemente ya estaban en el olvido. En su adolescencia sufrió decepciones amorosas, como le ocurre a todos los jóvenes del mundo, hasta que en su vida apareció el que debía convertirse en el amor de sus amores. Se casaron y el romance no duró por que él la abandonó por una contorsionista de un circo que pasó por el pueblo. Purita, que así se llama nuestra dama (por no decirle Purificación que es el nombre que figura en la partida de bautismo), entró en una profunda depresión que la llevó casi al suicidio y fue internada en una clínica psiquiátrica. De allí salió obsesionada por los relatos maravillosos de su niñez y se convenció de la existencia de los príncipes azules. Poco a poco perdió la lucidez que le quedaba y deambulaba por los campos buscando sapos a los que besaba con amor esperando que se transformaran en un príncipe que la amara. Edgar Tarazona Angel Las madres de todas las épocas dan consejos a diario a sus queridos retoños sobre todo lo divino y humano y la verdad, cuando uno es joven y rebelde, le entra por un oído y le sale por el otro, como se decía en otros tiempos. La época más difícil para los seres humanos son los años de la pubertad y la adolescencia y es en este lapso de tiempo cuando las madres más insisten en dar órdenes y sugerencias sobre qué es lo que deben hacer sus hijos, muchas veces en contra de la opinión de sus maridos. Por supuesto, es cuando más desobedecemos y llevamos la contraria, la edad de la rebeldía, cuando los mayores son los enemigos, en especial los padres y familiares. Con la llegada de los noviazgos el asunto se agrava, es tradicional que la pareja no le guste a la madre, casi nunca, y allí nace la mala fama de las suegras. A veces ocurría lo contrario y era el papá de la novia el que se oponía y hasta amenazaba al pretendiente. Y ni se diga de las amistades, eso era una lucha despiadada para alejar a los hijos de los grupos de amigos. Según los padres las malas costumbres, los vicios y muchas enfermedades eran consecuencia de esas bellezas de amistades con las que andaban los jóvenes. Pasa el tiempo y la cantaleta familiar no termina, en especial por parte de las queridas madres y, de pronto, el hijo o la hija se casan en contra de la voluntad paterna y materna… pues resulta que a sus queridísimos retoños no les funcionó la pareja y aquí viene la justificación del título de este monólogo: ¡Claro -dice la madre con sonsonete- como el niño (o la niña, según sea el caso- hacen lo que les da la gana, pues ahí está el resultado, un matrimonio desecho, y no por culpa suya, es que nada más mire con quien se vino a casar, se le dijo, se le advirtió y claro, como la mamá es una vieja cantaletera que no sabe lo que dice, ahora mire a ver que hace con esos dos peladitos, porque esa sinvergüenza no se va a hacer cargo de ellos… y yo tampoco, más faltaba… ¡ Y así continúa la querida señora hasta por días para rematar justificando su diatriba con la frase del título: NO DIGA QUE NO LE DIJE. Edgar Tarazona Angel Esto se me ocurrió cuando vi a una señora llevando un pequeño recipiente con leche para darle a un gato; esa era la alimentación tradicional para los felinos domésticos y no sé desde cuando esto cambió, igual para los demás animales que llamamos mascotas, ya les digo como era la comida de perros y gatos (y otros animales) y como es en la actualidad. A los jóvenes que aman tanto a sus mascotas y las alimentan con pepas, llamadas concentrados o cuido, como le dicen en Antioquia, les cuento que esa costumbre dietética y nutricional es muy moderna; los gatos tomaban leche en la casa y por su cuenta cazaban ratones, pajaritos y otros pequeños animales para completar su dieta, claro que no despreciaban los pedazos de carne de res y pollo que se les daban y, cuando podían, algo de queso se robaban en la cocina. Los perritos de familia eran alimentados con sopa y todas las sobras de la comida casera, por decirlo de alguna manera, eran lo recicladores de lo que sobraba después de cada comida y vivían relucientes, sanos y nada malo les pasaba, hasta los sobrados de chocolate comían y seguían con vida. Lo digo porque ahora me dicen que el chocolate es como un veneno para perros y gatos… y parece que los restos de comida también. Yo veo en todo esto un gran negocio para las compañías que producen estos alimentos concentrados porque si todos los perros domésticos son alimentados con sopa y lo que dejan los humanos después de cada comida, pues bajan las ventas y pueden quebrar. Miremos los perros callejeros y esos que acompañan a los indigentes; la mayoría se ven gordos y saludables (me refiero a los animales no a los humanos), igual los gatos sin dueño, salvo contadas excepciones. Entonces, ¿cuál es el problema para no aprovechar los desechos alimenticios de la mesa para darlos al perrito familiar? Alguna vez a los gatos de mi hija les iba a dar alguna carne de esas procesadas, no recuerdo si salchichas o mortadela o algo similar y qué problema tan grande. No me alargo en esta explicación porque en muchos hogares se vive algo parecido; los adultos mayores conservamos viejas costumbres saludables, pero ahora, hasta los humanos deben dejar de comer algunos alimentos porque son cancerígenos o afectan alguno de los órganos del cuerpo o porque algún gurú de la nutrición decidió que eso hace daño. Ya no estoy en edad de tener mascotas. No me veo sacando un perro a caminar y cagar y yo recogiendo sus desechos en una bolsa, pero si tuviera un espacio grande en el campo si tendría un amigo canino, grande y fuerte como Pastor Alemán, Pitbull o alguna de esas razas y le daría sopa y seco y que fuera a defecar por ahí donde pudiera, sin tener que recoger. Los gatos son otro tema, no hay que sacarlos a pasear, hacen sus necesidades en una caja con arena y punto. Me gustaría que algún amigo o lector, que posea un perro, ensaye alimentarlo a la manera antigua a ver que pasa. De pronto le funciona y no desperdicia comida casera y se ahorra lo de los kilos de alimento concentrado. Es mi opinión. Edgar Tarazona Angel Desde que tenía recuerdos las imágenes en su mente y las voces le repetían que el trago era su enemigo, el alcohol es un diablo maligno, mire como tiene a su papá, a sus tíos y a todos esos amigotes que jartan con ellos, nunca lo olvide niño, aléjese de las botellas y de las malas mujeres… y se lo decimos con mucho cariño. Lo de las botellas si lo entendió porque con mucha frecuencia veía los estragos que causaban lo borrachos en el pueblo y cada uno en sus casas, pero a su tierna edad de cinco años no entendía porque debía poner distancia de las mujeres si todas las de su familia lo mimaban Ya el tiempo había transcurrido y esos consejos no encajaban en su vida bohemia. Salió de su pueblo natal a estudiar en una pequeña ciudad fría y llena de historia; se graduó con honores como maestro bachiller y empezó a laborar como maestro de primaria. En su primera escuela encontró la mujer que lo inició en todo, licor incluido y ahí fue que entendió la advertencia sobre las mujeres, pero en vez de asustarlo quedó encantado. Su facilidad para rimar versos de amor le abrió puertas y piernas, porque el alcohol ayudaba a encontrar las llaves precisas. Leyó El Retrato de Dorian Grey y, de alguna manera se vio reflejado e identificado; eso hizo que aumentara su consumo de alcohol y de mujeres. La última vez que nos encontramos me habló de su infancia y de los miedos que le inyectaron contra la bebida y el amor carnal. Entre risotadas me dijo que lo mejor que le pudo pasar en su vida fue encontrar ese demonio amigo, refiriéndose al trago, que le ayudaba a encontrar esos otros hermosos demonios… meses después supe que se había pegado un tiro en el corazón, completamente borracho, por una decepción de una hermosa diabla, como llamaba a las mujeres. Lo mataron sus demonios amigos. Edgar Tarazona Angel Lunes 4 de octubre de 2021. No sé la hora, pero de pronto empezaron a llegarme llamadas de personas que tengo en contactos y, desde que tengo esta tecnología, no se les había ocurrido marcar ni una sola vez. Todos tenían la misma pregunta o similar: “Edgar, usted sabe que pasa con WhatsApp, Facebook, Twitter…” y yo ni idea. Utilizo estas aplicaciones, pero no me prendo a toda hora. Pues de inmediato a mirar que pasaba y, por supuesto, abrí cada aplicación en mi celular y nada, no respondían; entonces busqué en Google la respuesta y Eureka, todo esto estaba colapsado en el mundo. Bueno, cualquier día podía pasar y las respuestas no se hicieron esperar, como ocurrió a principios de la Pandemia; se barajaron hipótesis que incluían saboteo de los chinos, intervención de extraterrestres y bulling de los dueños de estas aplicaciones. Para mi fueron unas horas, no muy largas, pero para otras personas que se pueden considerar adictos este espacio de tiempo debió parecerles una eternidad. Y hablo de adicciones porque por todas partes se ven seres humanos embobados o embrutecidos mirando la pantalla del celular y contestando mensajes o sosteniendo conversaciones escritas o video llamada. Les puedo asegurar que salí a caminar y encontré muchachas llorando porque pensaban que el novio las había bloqueado, hombres madreando por algo parecido, convencidos que la pareja no quería contestarles. Pasada la crisis que para muchos fue tragedia (se calcula que más de tres mil millones de seres en el planeta tierra), como que escuché un suspiro de alivio y pensé mirando los memes y las noticias: “si estas manifestaciones histéricas, terroríficas, de dolor, y otras emociones negativas se dieron por la suspensión de unas horas, qué pasará si esto se extiende a días, meses o años” A mi me permitió sentarme a revisar correo, que no colapsó, escribir unas cuartillas, leer unas revistas y periódicos que tenía amontonados y observar las reacciones de personas por la calle y lugares públicos. Que tal esto en Navidad y/o Año nuevo. Edgar Tarazona Angel En nuestros años de adolescencia y juventud la mayoría tenemos actitudes de rechazo a los mayores y esto depende del entorno social y cultural donde nos encontremos en esta etapa y es diferente para cada muchacho. Siempre o casi siempre hablo de mí y en este artículo no será diferente. Terminé mi secundaria en una normal para varones noviembre de 1966 (en esos años no existían los colegios mixtos) y empecé a trabajar como profesor en Fontibón tres meses después. Mi afición a la lectura me llevó a buscar grupos de escritores, poetas y artistas de diferentes actividades, y entre ellos era costumbre utilizar el cabello largo, barbas, ropa poco convencional, más bien pobretona y tabaco, o pipa en los labios, como para aparentar intelectualismo y bohemia. A pesar de mi edad yo llevaba varios años fumando y dos bebiendo, de manera que con facilidad me acoplé al ambiente y como no me crecía el pelo de la cara, adopté una cachucha tipo escoces y pipa al estilo de Sherlock Holmes y algunos personajes importantes de la realidad como Pablo Neruda y Julio Cortázar. Eso me hacía sentir artista bohemio e intelectual. El asunto era que la mayoría de ese ambiente eran vagos y yo de los pocos que trabajaban, de manera que, por lo general el trago, los cigarrillos y otras yerbas corrían por mi cuenta. Eso me obligó a comprar tabaco de mala calidad para mi hermosa pipa. En los grupos que frecuentaba nadie decía nada por el humo de chimenea maloliente de mi cachimba, pero en mi casa y otros ambientes familiares me gritaban que apagara esa porquería que olía a diablos, desde entonces he escuchado esa expresión muchas veces y por más que busco nadie me da razón a que huelen los diablos. Con el paso de los meses me alejé de algunos gorrones y mejoró la situación de mi bolsillo, así pude comprar tabaco de mejor calidad y caminaba por las calles orgulloso y echando humo cual locomotora de vapor. Pero en mi casa no me aguantaban a causa del humo que exhalaba, así que me fui del hogar paterno porque me pusieron a escoger entre ellos y mi amada pipa, por supuesto ganó mi pipa. Para no alargar el asunto, en marzo de 1982 suspendí el consumo de tabaco en forma de cigarrillo, habano o pipa. Y hace unos días un amigo me hizo retroceder en el tiempo al preguntarme si alguna vez yo había fumado en pipa, porque el ensayó y no le encontró ninguna gracia. Yo me devolví en el tiempo y tuve que convenir que él tenía razón; además de hacerme sentir importante y artista, lo único que me aportó el humo fue distanciarme unos años de mi familia y amigos y una maldita tos que me duró varios años. Sé que mi opinión sobre el uso de la pipa va a encontrar defensores de este artefacto productor de humo qué, a pesar de estar cargado con tabaco de excelente calidad, no tiene mayor encanto. Por eso jamás habrá un grupo de Pipólogos Anónimos (digo pipólogos para distinguirlos de los piperos, que en algunas regiones del país son borrachos que beben pipo, una bebida compuesta de alcohol, gaseosa, limón u otras sustancias); esta pendejada no crea adicción como si lo causa el cigarrillo. Edgar Tarazona Angel “Ya mis amigos se fueron casi todos Y los otros partirán después que yo Lo siento porque amaba Su agradable compañía Mas es mi vida, tengo que marchar…” Así dice la canción de José Feliciano y su letra me llega en un momento de vida donde parece escrita para mí. Muchos de mis amigos se fueron del país, otros viven en diferentes ciudades a la mía y no aparecen en las redes y nadie da razón de su paradero, pero otro grupo, también grande, se marchó para siempre porque ya no están en este mundo. En algunos casos he publicado un escrito sentido por el fallecimiento del amigo de turno que dejó esta vida; no siempre escribo y no siempre me entero a tiempo de su deceso y, a pesar de no ser muy sentimental y blando del corazón, pienso que con su partida algo muy dentro se quebró, sobre todo con algunos como Orlando Malo y su hermano Nicolás Colacho, que se fue la semana pasada. A la altura de mi séptima década la lista es extensa y, como dice la canción, otros partirán después que yo; nadie sabe cuándo, cómo ni dónde le toca su hora. Pienso que así es mejor, ¿Que tal vivir a sabiendas las respuestas a estos tres interrogantes? Prefiero seguir mi transcurrir en el mundo sin afanarme por el momento en que me toque salir. Todos los seres vivos tienen que morir, es ineludible. Edgar Tarazona Angel Nadie sabe cuánto tiempo va a vivir, pero dicen los entendidos que hay diversas causas para esperar una larga y saludable vida. Destaco las razones más utilizadas para que el tiempo de existencia se prolongue por muchos años (según la tabla para seres humanos): herencia genética, condiciones ambientales, alimentación, costumbres alimenticias, hábitos saludables o perjudiciales y otros menos importantes. Debo decir que estos parámetros son muy relativos y puedo asegurarlo por mi familia y mi propia experiencia. En mi extensa familia hay varios ejemplos de longevidad y no siempre se deben a cuidados extremos en su diario vivir y doy dos ejemplos: Mi tía abuela Ricarcinda Angel y mi abuelo Rodolfo Tarazona. La tía vivió desde 1898 hasta 1999, o sea 101 años y nos dejó con las ganas de vanagloriarnos de un familiar nacido en el siglo XIX, vivido en el XX y fallecido en el XXI, le faltaron seis meses. El abuelo Rodolfo nació en 1882 y falleció en 1987, eso es 105 años. Y, ¿por qué los doy como ejemplo? Porque estoy demostrando que no hay reglas inalterables para la longevidad. Es difícil que en una familia existan dos centenarios con características tan, pero tan distintas. La tía fue un alma de Dios, como se dice popularmente, y el abuelo un demonio desbocado. A continuación, cómo fue cada uno, y si alguien de la familia tiene algo que corregirme por favor en privado, gracias. Ricarcinda Angel Hurtado: 101 años; la ternura, el amor, la dulzura, la caridad de un ser muy lindo. Jamás de casó y decía mi madre (que vivió 92 años) que lo hice por cuidar a sus padres. Era parca en la comida, jamás fumó ni bebió licor y era una católica ferviente y consagrada a Dios, sufrió de Alzheimer sus últimos años. Rodolfo Tarazona: 105 años; no era el demonio, lo dije por exagerar, pero era la cara opuesta de la moneda: mujeriego, parrandero, dicharachero, fumó tabaco toda la vida y tomaba aguardiente (no tomaba con frecuencia, pero si le gustaba), carnívoro, como se dice buena muela, excelente salud casi toda la vida, se quebrantó un poco los últimos dos años y conservó la lucidez hasta la muerte. Hay otros personajes familiares que alcanzaron larga vida y dos o tres centenarios más. Mi tío Eduarda Tarazona Espinosa cumplió el pasado 26 de marzo 96 años con perfecta salud y lucidez mental, para no alargar el asunto les cuento que este “viejito” sale a trotar todos los días durante una hora o algo más. Yo no he tenido una existencia muy ordenada; fumé durante 19 años dos y hasta tres cajetillas diarias; bebí trago con exageración y comía de todo. En tres meses cumplo 73 años y en completa salud. Como todo el mundo puedo morirme en cualquier momento, pero ya son bastantes amigos y conocidos menores que yo que ya se fueron de este planeta por diferentes motivos… Y SE CUIDABAN. ¿Entonces, cual es el secreto para vivir largos años? Edgar Tarazona Angel Ahora, cuando por casualidad me da por mirar algunos programas infantiles y juveniles, me asombro al ver zombis, monstruos de todas clases, fantasmas y seres de ultratumba y una colección completa de personajes que, en mi infancia lejana, nos quitaban el sueño y la tranquilidad a muchos niños; hoy ni se inmutan los pequeños y hasta se ríen de las peripecias y aventuras de dichos seres. A mí, para no generalizar, pero sé que a otros mayores de sesenta y más años nos metieron miedo con el coco, la mano negra, el jinete sin cabeza, las ánimas del purgatorio, la llorona, el ánima sola y otros seres que ya pertenecen a las leyendas folclóricas y no meten miedo a ningún niño, tal vez hasta se burlan de nosotros por pendejos y creer en esas bobadas, pero así era; sin televisión y mala señal de radio en mi pueblo, los mayores nos contaban historias de terror que nosotros asumíamos como reales. En mi caso fue mi abuelita paterna la que se encargó de meterme en la cabeza muchos endriagos, fantasmas, apariciones y engendros. No lo hizo por maldad, sino porque ella se había criado en el campo donde era normal que se contaran estas historias y me las transmitió sin mala intención, esa fue una de las razones por las cuales me daba miedo bajarme de la cama y buscar la bacinilla para orinar, porque debajo estaba la mano negra u otro monstruo que me podía atrapar por los tobillos y me arrastraría hasta el cementerio; entonces me meaba en la cama. En mi época de acólito en una pared de la iglesia estaba un cuadro con la virgen del Carmen auxiliando a las almas del purgatorio que aparecían entre llamas y esa imagen se me aparecía en la mente en la noche; para allá también me podían llevar las ánimas benditas, el coco, los demonios y otros bichos de ultratumba. Fueron pesadillas infantiles que tuve hasta los diez años; a partir de entonces apareció en mi vida Santo, El enmascarado de plata, y sus aventuras que luchaba contra todos los engendros que me quitaban el sueño y los vencía, entonces recuperé la tranquilidad. Debo confesar que en mi pueblo de la infancia la luz eléctrica funcionaba de seis de la tarde a nueve de la noche, de manera que para espantar los sustos no podía encender un bombillo, como hacen ahora algunos niños que no pueden dormir después de ver una película de terror; mi solución era llamar a mi abuelita que algunas noches, llegaba con vela en mano y se sentaba junto a mí y para consolarme me contaba una de sus historias de aparecidos y regresaba a su lecho, yo me hacía el dormido porque me daba pesar que la viejita se desvelara, meada segura en la cama. Cuando veo en este momento presente la clase de películas y videos con monstruos modernos y los infantes deleitándose con esas imágenes me pregunto si eso no es una de las causas de la violencia. Además, los famosos juegos de video, que merecen otro artículo, tienen una violencia llevada al extremo y los niños y jóvenes ni se mosquean, como decíamos antes. Los acólitos. Antes de contarles lo que recuerdo de Semana Santa de mi pueblo, Chipaque, en los años 1958, 1959 y 1960 quiero decirles que es mi opinión que tengo como recuerdo de mis años como acólito con el padre Peña y el padre Montaño. Para las misas rezadas y rosarios éramos cuatro; para las misas cantadas y ceremonias especiales acolitábamos seis niños entre los ocho y los diez años. Recuerdo algunos nombres y me disculpan los paisanos si olvido alguno de sus familiares: Nelson Díaz, Fabio Bonilla, Oscar Rodríguez, Miguel García, Jorge Perea, Mariano Cubillos, Leo Baquero y yo, entre otros. Esta era una semana plena de fervor religioso, tan diferente a las de ahora. Todos en el pueblo participábamos activamente de todas las actividades religiosas, en especial nosotros los acólitos, y debo decir que esta época me marcó de por vida. Debajo de la sacristía existía un sótano donde se guardaban las estatuas de los santos cubiertas por unas telas moradas; este sitio me causaba pavor y un día por error quedé encerrado entre tantos santos que me sentía en el cielo, pero un cielo tenebroso, no podía gritar porque el miedo no me lo permitía y no sé cuántas horas pasaron, tal vez el cura peña me sacó, porque a la vuelta estaban los ´panales de sus queridas abejas que visitaba con frecuencia y, pienso que si grité y me oyó, y así pasé el susto, desde entonces no me gusta ver las imágenes de los santos cubiertas por esas telas moradas. Los días santos Bueno, el Domingo de ramos se realizaba una procesión por todo el pueblo, con la mayoría de las imágenes engalanadas sobre unas plataformas de madera, en hombros de los señores más rezanderos, o eso era lo que yo pensaba, porque muchos se emborrachaban con frecuencia y daban mal ejemplo, y en mi mentalidad de niño no creía que merecieran el honor de cargar las imágenes sagradas. Las imágenes dolorosas, esas que me daban más miedo, se acomodaban sobre otras andas para las procesiones más espectaculares del jueves y viernes santos y las señoras devotas (que eran todas las beatas del pueblo, entre las que se encontraban mis tías y las maestras de las escuelas) “vestían” a los santos de la mejor manera que podían y rivalizaban entre ellas por engalanar el mejor paso. Más que fervor religioso parecía una competencia, y esto lo digo sin ánimo de ofender, era mi mentalidad de niño. El viernes santo se moría Nuestro Señor y por derecha también fallecía la voz de las campanas, entonces resucitaba un aparato que odiaba y aun me fastidia, LA MATRACA, un aparato infame que parecía una maquina de tortura de la inquisición y que necesitaba de la fuerza de un hombre hecho y derecho (el sacristán y a veces otro compadre), la maldita matraca sonaba a todas horas y era un revuelto del ruido de varios trenes, truenos de tormenta y un derrumbe de piedras. A los niños con una caña, una rueda dentada fabricada con el carretel del hilo de las señoras modistas, nos hacían una matraca en miniatura que hacíamos sonar en las procesiones sin parar. Por fortuna resucitaba Cristo y se moría de nuevo el maldito aparato. El jueves y el viernes santos no abrían ningún negocio y sin necesidad de decretos de ninguna clase había ley seca, de manera que los borrachitos del pueblo (que no quiero nombrar) sufrían como si los azotes y la crucifixión fuera para ellos, además las esposas estaban pendientes de que no bebieran por dos días… pero los benditos iban a las veredas y se emborrachaban con chicha y guarapo. El jueves con el lavatorio de los pies y otras ceremonias era soportable para nosotros, los acólitos, y hasta nos parecía curioso que el sacerdote les lavara los pies a unos viejos cochinos y se los besara. El viernes era una tortura con el sermón de las siete palabras. De esa época data mi retiro de la iglesia durante los viernes santos. Este día un orador sagrado se encargaba del Sermón de las Siete Palabras y quién dijo miedo, el bendito soltaba un chorro de palabras incontenible que podía durar hasta seis horas. Esta tortura la soporté tres años, los que duró mi actividad como acólito de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima de Chipaque. El párroco invitaba a un “orador sagrado” que subía al púlpito y a veces bajaba la voz y miraba al cielo, de pronto empezaba a gritar y amenazar con los profundos infiernos a todos los pecadores, era cuando despertábamos asustados y las señoras miraban con disimulo a sus esposos ubicados en la nave izquierda de la iglesia (otro día les conté que los hombres a la izquierda y mujeres a la derecha para evitar malos pensamientos). Todo volvía a la normalidad el sábado a la media noche cuando en misa solemne resucitaba Nuestro Señor y empezaba la Pascua. Que diferencia tan grande con esta época que no se respeta nada. Mis lectores jóvenes pueden preguntarles a sus padres y abuelos. Edgar Tarazona Angel Este poema, escrito por Julio Flórez, poeta colombiano que se distinguió por salirse de las normas sociales y académicas, narra el enfermizo amor de un hombre por su amada y lo mejor para describirlo es transcribir íntegro el poema, que también tiene versión musical con varios cantantes, el más recordado Julio Jaramillo. Los versos son como siguen: BODA NEGRA (Julio Flórez 1867-1923) Oye la historia que contome un día el viejo enterrador de la comarca: era un amante a quien por suerte impía su dulce bien le arrebató la parca. Todas las noches iba al cementerio a visitar la tumba de la hermosa; la gente murmuraba con misterio: es un muerto escapado de la fosa. En una horrenda noche hizo pedazos el mármol de la tumba abandonada, cavó la tierra… y se llevó en los brazos el rígido esqueleto de la amada. Y allá en la oscura habitación sombría, de un cirio fúnebre a la llama incierta, dejó a su lado la osamenta fría y celebró sus bodas con la muerta. Ató con cintas los desnudos huesos, el yerto cráneo coronó de flores, la horrible boca le cubrió de besos y le contó sonriendo sus amores. Llevó a la novia al tálamo mullido, se acostó junto a ella enamorado, y para siempre se quedó dormido al esqueleto rígido abrazado. Impresionante, por decir lo menos, parece el guion de una película de terror, de esas que están de moda, no le falta nada ´para competir con el ARO, los Zombis y otros personajes siniestros: cementerio, novia muerta, amante desquiciado, noche, esqueleto, necrofilia (para los que no saben, es tener relaciones sexuales con cadáveres). Sólo lleven a su mente las imágenes que sugieren las palabras del poeta y tienen la película completa; al final muere abrazado al esqueleto. Muy romántica escena, digo yo, como para enseñarle a los niños de Kínder. Otro día les cuento más sobre Julio, que acostumbraba emborracharse y darle serenatas a los muertos del cementerio de la ciudad o pueblo donde viviera en el momento, con el consiguiente escándalo de los vecinos. Edgar Tarazona Angel Los seres humanos tenemos actitudes que, muchas veces, nos hacen dudar de nuestros sentimientos y emociones hacia el prójimo. Este es un ejemplo de lo crueles que podemos ser en cualquier etapa de la vida. Sucedió en mi juventud; teníamos un amigo, vecino de barrio, que jugaba muy bien fútbol y era un gran bailarín; eso atraía a las chicas y, por supuesto, nos causaba envidia a la mayoría que ni jugábamos bien y no sabíamos llevar el compás en los bailes. Dicen que nada es eterno en este mundo y un día nuestro compañero, practicando otro de sus deportes favoritos, bajaba una cuesta a toda velocidad en su bicicleta y se metió por detrás de una volqueta que frenó bruscamente. Quedó tendido en el pavimento y el conductor del pesado carro ni cuenta se dio. Por fortuna algún alma caritativa lo recogió y lo llevó al hospital más cercano. Por la gravedad de las heridas los médicos no tuvieron más solución que amputarle ambas piernas a la altura de las rodillas. Desde entonces quedó con el sobrenombre de INCOMPLETO. Que crueldad. Edgar Tarazona Angel << Inicio < Ant.
[1]
2
3
4
5
6
...
9
Próx. >
Fin >> Me gusta dejar vagar la imaginación sobre los hechos históricos y en mi cabeza semi desquiciada pienso como hubiera sido la historia si los hechos no se dieron como los registran los libros sino de otra manera. Quiero dejar claro que van a encontrar enormes anacronismos porque este es un artículo de humor y lo escribí para pasar un rato agradable. Con un salto de veinte siglos en el tiempo y cambiando el género de los Reyes Magos que visitaron al Niño Dios, hago un mínimo listado de lo ocurrido:•· Ante todo las tres Reinas Magas no se perderían porque no sentirían pena de preguntar el camino adecuado.•· Llegarían a tiempo para el parto o, en el peor de los casos, recién llegado el niño a este mundo y de una vez se ofrecerían a bañarlo, cambiarlo, prepararle un caldito a la parturienta y sacarían a José del establo para que no hiciera estorbo.•· Por derecha el burro y el buey saldrían directo para la calle para evitar los malos olores.•· Bueno, alguna diría que sacar la vaca porque con el animal echado (como se ve siempre en los pesebres de navidad) era difícil ver si era chico o chica; bueno, si era buey ya no era ninguna de las dos. Otra de las tres, más despistada sugeriría ordeñar al animalito para aprovechar la leche y vayan ustedes a saber cómo se ordeña un buey.•· Como la crónica no dice si llevaban sirvientes pues ellas mismas se encargarían de barrer el establo y cambiar la decoración exigua que debía tener (si es que la tenía), organizarían las visitas de los pastores y pondrían a los angelitos a cantar canciones de cuna para entretener al niño.•· Olvidaba los regalos, tres mujeres reinas y magas no llevarían regalos inútiles como oro incienso y mirra; para nada, estas damas llegarían con pañales, una tina, cosméticos delicados para el recién nacido, una cunita, cobijas para los fríos de la noche, camisitas, un esquimal, patines y mitones...• Como ocurre con todas las mujeres que se respeten de serlo criticarían a muerte al pobre marido:• Miren este desconsiderado, cómo se le ocurrió salir de viaje con la pobre María en los últimos días de gestación.• Por fortuna no se le complicó el parto porque a quien acudir en estos andurriales y sin cinco entre el bolsillo.• Y, ni siquiera en un camello, en un miserable burro y bien descastado el pobre.• Definitivamente no es el marido que nosotras quisiéramos tener ¿Sí o no chicas?• Y miren esa túnica de la pobre María, no solo deshilachada, es que no le combina con las sandalias, pobre chica... y ni hablar del niño, ¿qué futuro puede tener de ayudante de carpintería?• Y si se dan cuenta es que ese pobre José como que no tiene espíritu para nada, es que ni habla el pobre...• Oigan, y como para no enredar más el asunto, vengan chicas, fíjense muy bien y no me dirán que no, este niño no se parece en nada a José...Yo quiero dejar bien claro que soy creyente y de ninguna manera mi deseo es burlarme de las creencias ajenas; el artículo quiere mostrar una cara risueña en estas fechas y me pareció divertido cambiar los tres Reyes por Tres Reinas.Edgar Tarazona Angelhttp://www.molinodeletras.net/
|
Lecturas Totales | 158415 | Textos Publicados | 335 | Total de Comentarios recibidos | 308 | Visitas al perfil | 43912 | Amigos | 93 |
|
Amberian
Si tu sonrisa es como un rayo de luz
que alegra mi existencia.
Creo en ti amigo:
Si tus ojos brillan de alegría al encontrarnos.
Creo en ti amigo:
Si compartes mis lágrimas y
sabes llorar con los que lloran.
Creo en ti amigo:
Si tu mano está abierta para dar y
tu voluntad es generosa para ayudar.
Creo en ti amigo:
Si tus palabras son sinceras y
expresan lo que siente tu corazón.
Creo en ti amigo:
Si sabes comprender
bondadosamente mis debilidades y
me defiendes cuando me calumnian.
Creo en ti amigo:
Si tienes valor para corregirme amablemente.
Creo en ti amigo:
Si sabes orar por mí,
y brindarme buen ejemplo.
Creo en ti amigo:
Si tu amistad me lleva a amar más a Dios
y a tratar mejor a los demás.
Creo en ti amigo:
Si no te avergüenzas de ser mi amigo
en las horas tristes y amargas.
GRACIAS POR TU AMISTAD
AMBERIAN
Edgar Tarazona Angel