Aquella noche de sueños inconsolables, cargada de truenos, rayos y centellas, ha sido para Manuel la pesadilla más grande que ha tenido en toda su vida, pues acostumbraba a quedarse dormido en el sofá, debido a que le daba miedo dormir en su habitación, la razón, era que la pared del costado izquierdo al lado su cama colindaba con el cementerio del pueblo. Los padres no se habían enterado que su único hijo odiaba las noches, noches malditas que se le hacían eternas. Aquel niño odiaba la pared que estaba al lado del cementerio por estar en su cuarto en vez de estar en otro; cuando Manuel se acostaba no soportaba darle la espalda a la fría pared que estaba al lado del cementerio y mucho menos cuando empezó a notar que la pared se estaba agrietando y en algunas partes de la grieta se podía notar claramente las lápidas de sus vecinos. En sus noches de insomnios y de ensueños sentía que tocar la pared, era tocar a los difuntos y escuchar que lo llamaban; cada vez que llegaba el momento de dormir iniciaba su martirio, pues empezaba a sentir y ver que su cuerpo se erizaba y ese miedo que sentía era acompañado de sonidos misteriosos que provenían del techo de su casa, provocados por los truenos que a la vez parecían mover todo, las luces fotográficas de los relámpagos alternaban con la noche misteriosa que hacían que a Manuel se le aceleraran los latidos del corazón. La Madre de Manuel solía contratar unas muchachas para que le ayudaran con los quehaceres del hogar. en esta ocasión logró colocar a Juana, la cual, con el tiempo se convertiría como en una hermana para él. Una de las tantas noches de exasperación que tuvo Manuel, siendo ya las 11 de la noche, le propuso a Juana que cambiaran de habitación, al menos por una noche sin que sus padres se enteraran, ella un poco sorprendida y extrañada le preguntó el porqué, recordándole que su habitación era muy amplia y confortable y que la de ella era muy pequeña y calurosa. Manuel insistió en la rogativa argumentando esta vez, que la cama era muy grade para él y que solo quería sentir la sensación de dormir en otra cama ya que, siempre había dormido en la suya; Juana al escuchar esto, mostró una expresión como quien quiere, pero no… sonrió y aceptó la propuesta, con la condición de que si su madre los encontraba en habitaciones diferentes la excusara; Manuel muy contento como cuando un niño recibe un juguete nuevo voló en un dos por tres a la otra habitación. Allá respiraba tranquilidad y se sentía a plenitud, pues ya no estaba en el cuarto que tenía la pared al lado del cementerio, Pero todo no podía ser tanta maravilla, el joven, parecía tener imán para atraer situaciones que generaran miedo. Al lograr conciliar el sueño, se le notaba la tranquilidad en su rostro sonriente mientras dormía y los suspiros que daba eran testigos de su paz interior, pero la felicidad duró poco, porque éstos se vieron interrumpidos de un momento a otro cuando el reloj de la torre de la iglesia marcó las 12:00 de la noche y al mismo tiempo sonaron las campanas con el misterio que les merece para anunciar la muerte de Florita, la mejor amiga de la mamá de Manuel, a quien había mordido una serpiente venenosa hacía ya 8 días y a quien los remedios caseros no le sirvieron para ver salir el sol del día siguiente. Manuel al escuchar esos campanazos que llegan al alma y que invaden de tristeza a cualquier ser humano, pero que a él no lo llenó de tristeza sino de miedo, saltó de la cama medio dormido y gritando del susto, su mamá al escuchar aquellos gritos salió corriendo a consolar a su hijo, pero al llegar al cuarto empezó a abrazar a quien ella creía ser Manuel, con la sorpresa de que era Juana, pero Manuel para cumplir con lo pactado salió corriendo, gritando y llorando de forma desesperada y queriendo explicar por qué no estaba en su habitación. La madre le pedía a su hijo que se calmara, mientras mandaba por un vaso de agua para el niño y le explicaba el porqué de las campanas, después de lo dicho le dijo que iría acompañar el velorio de su amiga, a lo cual Manuel pidió que lo llevara, recibiendo un no como respuesta, debido a que tenía que ir a la escuela al otro día, Manuel insistió tanto que la madre accedió a su rogativa con la condición que estarían acompañando solo una hora. Al llegar al velorio Manuel notó que había una fila para ver el cadáver así que, la siguió, pero se arrepintió porque en su mente quedó grabada la imagen de Florita, era una calavera, pues tenía la cara huesuda, los dientes ahumados de tanto fumar y salidos como buscando sonreír y los ojos hundidos. Al ver esto Manuel salió corriendo a donde su madre ella lo regañó porque sabía que era muy miedoso y se ponía en esas. Mientras se acomodaba en los brazos de su madre apareció Faustina, la vieja más chismosa del pueblo, haciendo comentarios mal intencionados… esa… esa se murió pero de hambre… todo el día se la pasaba jugando cartas y no comía nada, no atendía ni a los hijos… la madre de Manuel solo la miraba y haciéndole carita de ingenua, de sorprendida y modulando y repitiendo unos simples siii… ¡no lo puedo creer! Cortó la conversación lanzando la expresión; ¡hay en el pueblo otra que se va a morir... pero por chismosaaaa! al escuchar esto, doña Faustina y haciéndose la desentendida respondió con una pregunta ¿quién será esa? Cuando el reloj marcó las 2:00 de la mañana Manuel escuchó lo que no quería escuchar por parte de su madre… tenemos que ir a dormir, debes madrugar.Esta vez, ella misma lo acompañó a su propia habitación y se quedó acompañándolo hasta que se durmiera, pero a los 10 minutos de haberse ido su madre se sintió solo, entonces empezó a llover a cantaros, las láminas de zinc oxidadas que cubrían el techo de su casa se querían romper, el miedo se apoderó de Manuel como ya era costumbre, entonces tomó la cobija y se arropó de pies a cabeza y se hijo una máscara con la punta de la cobija, se corrió hasta el centro de la cama y esta vez el miedo era triple por los sonidos de aquella noche, la ropa que había colgada en el ropero que se movía al compás de la cortina lo hacían ver fantasmas y la más temida todas la pared al lado del cementerio,. Manuel sentía que lo tenían atrapado así que entre sollozos desesperados pegó un muy desgarrador grito mamaaa… me muero, al cabo de un segundo apareció la mamá en el cuarto y muy desesperada le preguntó que le pasaba, él brincó a sus piernas y dijo que no quería esa pared en su cuarto porque estaba al lado del cementerio; la Madre notando que era algo de miedo por parte de su progenitor decidió consolarlo, de esta manera Manuel aprovechó para contarle todo lo que había estado viviendo en todo ese tiempo; y al llegar la alborada decidió cambiarlo de cuarto y le pidió confiar en ella y en su padre. Finalmente, Manuel pudo comprobar que el sueño tiene mucho que ver con la habitación y con los vecinos que tenga a su lado, ver las noches como amigas y sin pensar la hora de su llegada, el pensamiento que tenía sobre los truenos rayos y centellas ya los veía como un fenómeno natural, pudo entender los diferentes significados de los toques de las campanas y se enteró que doña Faustina si tenía lengua viperina porque al mes falleció y algunos dicen que florita se la llevó.
Amalia, una joven de 19 años de edad y con ideas un poco descabelladas, decidió vivir la vida de una manera muy particular, sin importar lo despiadada, inhumana e insolente que podría ser, pues para ella sería una aventura divertida y fantástica, sin importarle lo que dijera la sociedad ya que, las mujeres son vistas como seres amorosas, femeninas, delicadas, pacientes y afectuosas, mientras que al hombre se le ha visto como un ser rustico, despiadado y muy poco afectuoso. Amalia, quien nació en una isla del pacifico colombiano, decidió conocer el país en toda su extensión al igual que su cultura y dejando a la vez un recuerdo en cada zona visitada. Por eso decidió emprender un largo viaje a cada región del país teniendo como idea principal dejar un hijo en cada sitio visitado. Aquella joven hija de unos humildes pescadores, quiso iniciar su recorrido por la región del caribe colombiano y para cumplir su cometido convenció a sus padres para que reunieran dinero y así viajar supuestamente a estudiar y poder darles una mejor vida a su familia. Con los ahorros que hicieron sus padres, viajó a la ciudad de Cartagena, donde después de conocer y estar un poco desorientada y sin saber que hacer se subió a un autobús, allí se encontró con un joven llamado Alberto, que inmediatamente lo atrajo por su belleza tropical, después de conversar un largo rato se enteró que el joven iba rumba a Maicao en la Guajira, pues Amalia sin titubear le suplicó que la llevara a conocer, agregándole que ella era una turista y quería ir a sitios diferentes a los ya acostumbrados, el joven aceptó la propuesta y se la llevó, al cabo de una semana se enamoró de ella y le propuso que se quedara a vivir juntos; al parecer el plan de Amalia estaba dando resultados, ella al escuchar la propuesta la aceptó de inmediato, pues recordó el plan que tenía. Después de vivir la pasión y el amor merecido la joven quedó embarazada, Alberto al enterarse le brindó todas las comodidades y quiso casarse con ella, pero ésta no aceptó, porque ya no quería estar en ese pueblo. Cuando ya el niño tenía tres meses de nacido, Amalia salió de la casa sin dar muchas explicaciones, se lo llevó a una vecina y le pidió que por favor se lo cuidara mientras hacía unas diligencias personales. De esta manera Amalia, conoció el Caribe Colombiano y dejó su primer hijo botado sin ninguna mortificación o remordimiento de madre, pues nunca más volvió a ese sitio como tampoco volvió a ver su hijo. Con los ahorros que tenían con su compañero sentimental supuestamente para comprar una casa, emprendió un nuevo viaje para la Región Andina, llegando así a la ciudad de Medellín, de la cual había escuchado hablar mucho, después de observar la belleza de la capital de la eterna primavera y recorrerla durante dos días, la abandonó dirigiéndose a la capital de la república, pero notó que el frío no era lo que ella deseaba así que, también abandonó Bogotá y partió a tierra caliente, su destino fue Honda en el departamento del Tolima, a pesar de que el calor era sofocante le gustó la forma de vida que llevaban sus habitantes además, durante el viaje se encontró con un señor de aproximadamente 55 años de edad con aspecto áspero, gordo, de bigotes desaliñados y de baja estatura; durante el trayecto el señor le contó todo sobre su vida en un santiamén, todo esto le llamó la atención a Amalia, pues era un señor de edad un poco avanzada y nada que ver con un galán de televisión, pero al fin y cabo era rico, sin hijos y viudo, gran suerte para ella. Este señor, sin conocer el pasado oscuro de Amalia le ofreció muy amablemente estadía en su casa, sin esperar nada a cambio y ella no escatimó detalles en aceptar y seguir con sus malas andanzas, luego recordó que ya tenía casi 21 años y era hora de tener su segundo hijo, un tolimense no queda nada mal… de manera que entabló amoríos con don José así se llamaba su segunda víctima, este le pidió matrimonio, pero desistió nuevamente, a los tres meses de vivir como rica con todos los lujos y comodidades, decidió quedar embarazada de don José, éste, al enterarse se puso muy feliz y la trataba como una reina y no la dejaba hacer nada que la esforzara o pusiera en riesgo el embarazo; pasado los 9 meses Amalia dio a luz un hermoso bebé que con la alegría que sintió don José, pasó a una mejor vida sin dejarlo disfrutar de su hijo , pues un fulminante paro cardíaco acabó con la vida de este hombre rico en dinero, pero pobre en salud. Con el fallecimiento del padre del niño, Amalia y su hijo quedaron con una muy buena fortuna, pero al pasar dos años ella empezó a notar que su hijo ya estaba creciendo y en una tarde nostálgica en la que escucha música romántica mientras descansaba en uno de los jardines de la casa, se le vino a la mente el recuerdo de aquel hijo que había dejado abandonado en la Guajira, debido a esto reaccionó muy bruscamente llamando a nana que tenía en la casa para que se llevara al niño, quien con su inocencia la acariciaba filialmente. Mientras organizaba maletas para continuar su recorrido, le pidió a la mujer que se encargaría de cuidar al niño y que la acompañara a un banco para y a una notaría, con el objetivo de hacer un traspaso de bienes y dinero, esta vez con la mentira de que haría un viaje largo y peligroso y no sabría cuál sería su destino, la señora un poco asustada accedió a sus pretensiones. Dejando a su otro hijo en compañía de aquella mujer, pero segura de que no le iba a faltar nada, decidió irse a un lugar lejano, así que esta vez fue a para a la costa pacífica, llegando a Bahía Solano, municipio costero perteneciente al departamento del chocó. En su tercer día de estar en esta selva húmeda quiso darse un paseo por la parte turística y pidió un acompañante para que le mostrara todos los al rededores del pueblo, con este joven negro tuvo un romance casual como ya los solía tener dicha mujer. Bastó solo una noche de intimidad que se multiplicó por tres, porque tres fueron los niños que parió; para ella lo de los tres niños fue una gran sorpresa, porque como estaban apartados y en una zona abandonada históricamente por el estado no tenía forma de hacerse tratamientos del embarazo; Amalia del susto que se llevó solo decía que se le había acabado la vida y que hasta allí llegaría su plan y que dejar botado un niño no era tanto problema, pero que ya dejar tres era algo insólito. Los niños ya tenían dos años y como ya era costumbre por parte de ella, empezaron a pasar por su mente una serie de pensamientos sobre si se iba quien cuidaría a sus niños, pero ella se las ingenió, así que con los ahorros que tenía de su anterior relación compró una casa y se llevó a vivir con ella una familia muy pobre de la cual se ganó su confianza y nuevamente decidió dejarlos botados con el compromiso de que les estaría mandando algo para el sustento de sus tres chocolaticos, como muy cariñosamente los llamaba. Decidió seguir su camino dirigiéndose esta vez a la hermosa llanura colombiana, llegando a Villavicencio, donde su estadía fue muy poca por la carestía en la ciudad, al seguir su destino fue a parar en el municipio de Aguazul, donde fue seducida por un joven de 17 años, aquel muchacho de apariencia mayor y quien le hacía los mandados fue una de las víctimas de aquella mujer despiadada. Un día, Amalia lo mandó a comprar licor y al regresar al joven lo incitó a que ingiriera alcohol con ella terminando esta situación en una faena sexual, pero debido a la experiencia que tenía aquella mujer y la malicia que la caracterizaba decidió revisar la cartera de aquel joven mientras él dormía, de esta manera se entera que es un menor de edad y le puede causar problemas legales, ella al notar esto lo despertó con un grito muy sonoro de decepción y empezó a gritarlo y decirle que por qué no le había dicho que era menor de edad, a lo que el joven le respondió que se calamara que no había nada de malo en eso y que por qué tanta preocupación, al escuchar dichas palabras se largó en llanto inconsolable, el joven al ver esto se disculpó y se fue cabizbajo, obviamente por la mente de Amalia pasó un remordimiento que la llevó a pensar que ese joven podría ser su hijo; Después de lo sucedido el joven siguió colaborándole con los mandados y al poco tiempo Amalia se sintió como siempre después de estar con un hombre… embarazada. Esta vez quiso abortar, pero recordó que era la oportunidad para tener una casanareña, pues esta vez tuvo una hermosa niña que fue arrebatada por los padres del joven a cambio de no ser denunciada por abuzo de menores, pues los abuelos de la niña estaban felices siempre habrían querido tener una niña, pero Dios solo les había dado un varoncito, entonces era como un regalo para ellos. El viaje que emprendió esta vez fue mu exótico, pues se dirigió al amazonas, al principio tuvo inconvenientes por el acceso a la zona, ella se arriesgó y viajó primero a Bogotá a tomar un vuelo directo hasta Leticia, estando en el sitio se maravillada por tanta flora y fauna y los paisajes naturales de nuestra tierra. En un día de paseo fue hasta una vereda limítrofe con Brasil, allí se sintió atraída por un indígena de la zona quien le dio chicha y la sedujo, en esta ocasión pensó que sería una relación diferente a todas las demás, ya que le tocó adentrarse a la selva, pintar su cuerpo y aprender la lengua de los nativos. Con este hombre se demoró más tiempo para procrear, debido a las condiciones exigidas por los miembros de la tribu. Pasado ya algún tiempo y haber aprendido la cultura quedó embarazada y dio a luz nuevamente un niño que la llevó a mirar la vida de otra manera, porque en la tribu aprendió a valorar la tierra y la vida y la importancia que tiene la familia, el amor que necesitan los hijos y los padres, esto la llevó a recordar todo lo que había hecho y reflexionar poco a poco en su interior, así que decidió viajar a la isla que la vio nacer y de donde nunca debió haber salido, con tan mala suerte que ya sus padres no estaban, pues habían hecho un viaje sin regreso en altamar, una tormenta les hundió la embarcación sin tener quien los socorriera. Amalia ya tenía 38 años, y había vivido más de lo normal, ya se sentía cansada y sin ganas de vivir, cada vez que veía a sus sobrinos correr por la playa recodaba insistentemente sus hijos, así que un día donde el arcoíris combinaba con un hermoso atardecer y parecía tomarse el agua desde lo más lejano del firmamento, decidió acercarse a él poco a poco sumergiéndose en el mar como una barco en pleno hundimiento hasta entregar su vida a las profundidades del océano y sin saber el destino que tuvieron sus hijos.
Aquel lunes 25 de abril, fue un día que tornaba diferente a todos los demás, donde ya la vida de Mateo empezaba a tomar sentido, identificando como dicen los mayores lo bueno y lo malo y hasta lo mágico que podría ser este mundo. En ese día, muy de madrugada sus padres salieron a trabajar la tierra como ya era costumbre y se quedó en compañía de sus 3 hermanos Paulo, Juancho y Rosaura la menor, la consentida de todos y la más linda de todo el pueblo, pues tenía un rostro angelical y un cuerpo armonioso para el futuro, tanto así que la abuela decía que iba a ser reina, su simpatía hacía que fuera la niña mimada de los tíos y de todos en general, pero todo empezó a empañarse ese maldito primer día de la semana del cuarto mes del año; día maldito, maldito día que fue guiado por el diablo o por no se sabe quién, donde aparecieron de la nada una cantidad de personas que Mateo al mirarlos sentía que lo estuvieran castigando con sus miradas, esos ojos les brillaban como un gato negro en la oscuridad y furioso queriendo atrapar su presa y sonreían de una forma inusual causándole miedo. Una señora del pueblo, al notar el pánico que sentía Mateo le pidió al niño que se entrara y cerrara la puerta con seguro, a lo que Mateo le respondió que dentro de un ratico lo haría, pues mientras la señora le hablaba y seguía su camino él miraba a otra que estaba mirándolo fijamente a él, aquella mujer tenía aspecto de bruja, los ojos se le salían de la cara y se movían solos, en su espalda se veían alas y su boca hacía juego con la nariz y se convertían en un gran pico que parecían una flecha esperando cazar su presa. Mientras que Mateo, huía de aquella mujer extraña por una de las puestas de la casa, la niña mimada, Rosaura se quedó sentada en la puerta que daba al costado izquierdo de la calle, su ingenuidad no le permitía pensar en cosas raras sobre sobre esa gente, pero Mateo si sospechaba de que esa gente no era de confiar, pues recordó que su madre antes de irse al trabajo, le había dicho que no salieran a la calle ni que abrieran la puerta cuando llegaran personas de otros pueblos, recuerden que no son de confiar. Precisamente, al terminar de evocar lo dicho por parte de la madre, Mateo hizo entrar a su hermana, pero ya en la tarde como a eso de las 6 la hermana empezó a botar lombrices por todos los poros y a blanquear los ojos como si estuviera agonizando o tuviese un ataque epiléptico, mientras pasaba esto la mamá que hacía poco había llegado, empezó a llorar desesperadamente y mover a Rosaura como si la fuera a desarmar por sacarle algo de adentro, Mateo estaba que se moría del susto y empezó decir lo que había pasado en la mañana cuando ella no estaba; madreee, lo que pasa es que vinieron la gente del pueblo de abajo a un sepelio y una señora que se convirtió en un pájaro frente a mi hermana se quedó mirándola fijamente y desde ahí mi hermana empezó a tener fiebre y sentirse mal. la mamá de Mateo sonrió un poco en medio de su desesperación y le respondió; no hijo, eso no puede pasar las personas no se convierten en animales, Mateo le respondió que si podía pasar eso porque él había visto a la señora, al escuchar esas palabras y en el medio del llanto inconsolable abrazó muy fuerte a Mateo y le dijo; si es cierto hijo todos esos son unos animales, al terminar esas palabras se escuchó un grito que se veía venir desde lo más profundo de las entrañas de la abuela. Noooooo, no puede ser, se murió la niñaaa, Juancho el hermano mayor al escuchar la noticia entró en pánico y se desmayó una y otra vez, Mateo se volvió inconsolable y empezó a correr como loco por todas partes. Ya en la noche la niña fue velada en la casa, bajo los comentarios de la gente, quienes insistían que todo había pasado por dejar solos a los niños en la casa, sin el cuidado de una persona mayor. Al día siguiente, en la mañana y a la hora del entierro había muchas preocupaciones por parte de todos los padres de familia del pueblo tratando de buscar alternativas para el cuidado de sus hijos cuando ellos no estuvieran en casa y llegaran las personas del pueblo de abajo. Mateo se imaginaba que esa gente provenían de un pueblo donde todos sus habitantes, en vez de caminar volaban, en vez de vestir ropa se cubrían con plumas y que cuando salían de su pueblo lo hacían para buscar sus nuevas víctimas, victimas que tenían fichadas en el pueblo, pues a los 5 días volvieron y consiguieron que nadie les abría las puertas de sus casas, pero al finalizar el día resultó una niña con los mismos síntomas de la hermana de Mateo y cuya muerte fue al instante. Mateo decidió ir esa noche al velorio de aquella niña, pues quería comprobar algo que había escuchado decir a algunos ancianos del pueblo, sobre lo que había que hacer para que murieran las personas que le habían hecho eso a las niñas; el abuelo decía que aunque era algo peligroso era efectivo, al morir los niños se compra una aguja nueva o alfiler y se le pincha uno de los ojos al niño. Mateo le contó esto a doña Concha la curandera del pueblo, con el objetivo de que ella realizara la acción, pero ella no le creyó y lo miró como un niño insolente e inquieto que decía bobadas, al pasar 10 minutos doña Concha lo llamó a solas y le dijo que las cosas no se dicen delante mucha gente, y que si le había creído, pero que le explicara nuevamente el proceso. Mateo al escuchar que ella si le creía se sintió muy contento y emocionado, fue tanta la emoción que el pequeño no podía hablar bien a lo cual ella le dio un vaso de agua para que se calmara, cuando ya el muchacho estaba un poco calmado y ya habiendo contado todo, le solicitó a Mateo que fuera él quien realizara el hechizo, a lo cual Mateo respondió que no era capaz de hacerlo, pues era muy miedoso y no creía que lo dejaran acercar a la niña; Concha al escuchar esto decidió que ella haría el trabajo y le pidió que por favor le guardara el secreto. Llegado el momento los dos se acercaron y ella disimuladamente, le preguntó que si alguien los estaba observando, él respondió con un no agudo, ella les dio a entender a todos los acompañantes que la niña tenía la cabeza un poco torcida y que trataría de enderezársela, por eso debería estar sola y cuando la gente se descuidó sacó de sus senos una aguja y chuzó el ojo izquierdo de la niña, al pasar esto se fue la luz, empezó a llover a cantaros acompañados de relámpagos y truenos que a todos los presentes los aturdió, ésto duró solo 5 minutos y las personas del recinto permanecieron calladas y como si estuvieran embobadas, solo Mateo y doña Concha entendían lo que pasaba realmente. Al final, doña concha le hizo una señal a Mateo moviendo las manos en sip sap avisándole que ya todo estaba listo, y solo le quedó la preocupación a los dos, de que si realmente la señora del plumaje y el gran pico, moriría al día siguiente de haber llevado a cabo esta hazaña.
¡No sé qué voy a hacer con Carlos…este muchacho me a matar! Fueron los gritos de doña pepa la mamá de Carlos, un niño de solo 8 años y a quien el vicio de comer cosas raras le fascinaba. El niño se saciaba en las calles del pueblo comiendo mierda de perro seca, jabones, camisetas y piedras blandas de colores que conseguía en las quebradas que cubrían los al rededores del pueblo, este niño armaba un plato exquisito para darse placer y supuestamente alimentar su cuerpo que no mostraba reacciones negativas en su ser, mientras que para doña pepa eran puras porquerías y no encontraba como hacer que Carlos abandonara ese vicio. Calos con la mierda de los perros armaba una gollería, eso que él veía como unos exquisitos panderos se desboronaban en su boca suavemente, la contextura y el color de los jabones eran llamativos y le provocaban ansias de probarlos, las camisetas parecían como si hubieran sufrido una balacera, pues se veían rotas en la parte delantera ya que, el niño aunque teniéndolas puesta las envolvía en sus manos dejando ver su enorme barriga y llevando las puntas de la camiseta a su boca, las masticaba hasta romperlas, el barro bien seco y de color amarillo eran las medias tardes y aprovechaba que al lado de su casa estaban construyendo un parque, para complementar con la arena seca que era tostada por el sol y según era leche en polvo. Doña pepa ya estaba casi loca de no saber qué hacer con ese muchacho, le hacía remedios caseros, le compraba vitaminas y sobre todo que no le faltara el mercado en la casa, pero no, Carlos prefería sus banquetes callejeros. Un día doña Martina fue a la casa de Carlos a buscarlo porque se le estaba comiendo las paredes de la casa, pues tenía la pared del frente empañetada con un revoque preparado de boñiga y puzol y él era quien le había estado sacando huecos a la pared para prepararse su apetitoso manjar. Una tarde veranera Carlos casi es arrastrado por la corriente sorpresiva de una de las quebradas del pueblo, ya que él se encontraba en la playa recogiendo las mejores piedras muertas, que son aquellas de colores y crocantes, estaba tan concentrado que estaba medio lloviznando y no se había enterado, no paraba de recoger piedras hasta que sintió un ruido como si se fuera a levantar la tierra, sin saber que, era la creciente que ya estaba cerca de él, lo cual lo obligó a salir corriendo dejando botado todos sus mecatos. Al problema que se le había presentado a doña pepa y a Carlos por las paredes de doña Martina, se le sumó, el que tuvo con la maestra de tercero, no lo van creer; Carlos se comía las tizas, sin dejar con qué escribir a la profesora. La mamá de Carlos quiso meterle algo de miedo para no volviera a comer tizas, entonces le contó lo sucedido a sus otros dos hijos; pambelé y Jair, estos decidieron contarle a Carlos una mentirilla; que no comiera más tizas porque eran hecha de huesos de muertos, pues Carlos largó la risa y dijo; ¡entonces la carne de los muertos debe ser más rica aun! A pesar de todo, Carlos no era mal estudiante aunque no llevaba cuaderno ni devolvía los que sus compañeros le prestaban para desatrazarse, pues como los devolvería si el enviciado niño se los comía, según él los que tenían hojas blancas sabían a leche y los de color amarillo sabían a panela. Un día doña pepa decidió llevarlo al médico a que le hicieran unos exámenes y le explicaran el por qué Carlos actuaba de tal manera y en vez enflaquecer , más bien se engordaba y parecía estar más saludable que sus otros hermanos, que si comían lo adecuado; después de la revisión, Carlos fue medicado y doña pepa muy contenta empezó a notar que ya Carlos no comía porquerías y estaba comiendo sanamente en la casa, pero ella no sabía que esos medicamentes le abrieron más el apetito y seguía consumiendo las porquerías pero a escondidas. Uno de los amigos de Carlos le contó a doña pepa que lo había visto comiendo arena en el parque, Carlos negó lo sucedido, entonces, la mamá para comprobarlo estuvo pendiente de que Carlos fuera al baño y cuando esto pasó le dijo lo hiciera en una bacinilla y al terminar el acto doña pepa empezó a mover la bacinilla como moviendo una batea cuando se lava la mina hasta ver los residuos, dando como resultado lo que el amigo le había dicho; entonces ella muy furiosa, aprovechó que ese día había un entierro en el pueblo y cuando ya habían metido al difunto en el hueco de 7 metros de profundidad, llevó al Carlos y lo tiró para que lo enterraran vivo, Carlos lloraba del susto y gritando decía que no lo volvería a hacer, el niño casi sufre de un infarto al ver que los que estaban ahí sonreían en vez de socorrerlos, algunos más bien le tiraban pelotas de barro, Carlos no puedo más y se desmayó y cuando despertó estaba bajo su cama acompañado de sus dos hermanos, quienes lo sacaron y lo escondieron para que no le hicieran nada. Doña pepa quería repetir la escena cuando Carlos volvió en sí, pero sus hermanos lo cubrieron dispuestos a que fueran castigados por ella y trataron de consolar a Carlos ya que, este lloraba de forma muy triste y melancólica que contagiaba hasta el alma más fuerte de cualquier ser humano. A partir de este suceso, Carlos empezó a dejar el vicio provecho, que lo único que estaba haciendo era acabar con su vida poco a poco, les cogió miedo a su madre y amor a sus hermanos, aprendió a comer saludable y a respetar a los difuntos.