Querido, cuánto tiempo te has ido… Que ya me he convertido en esta, en una sin piel. No me toques que desaparezco con apenas ese abrazo de manos; no me mires que toda quebrada estoy, deslucida y sin brillo, ahora soy este remedo de mujer… Tú me dices que soy la misma, después de cuatro días sé que la misma no puedo ser…consuelas mi llanto con tu susurro y me dices ha sido breve tu partida, pero sin tu beso la he sentido como la más larga de mi vida…y así entre gimoteos te declaro al final, que ha sido el tiempo más largo que triste he estado… ¿Acaso no comprendes mi agonía? Me miras con extrañes, y sé que piensas que cuerda no puedo ser y más al confesarte la tristeza que he sido estos días. Sí, querido “tristeza” porque triste no pude ser, es que he sido esa palabra en sentido completo, ese sustantivo abstracto que en mi caso ha sido todo lo contrario… Solo te quedas en silencio y me miras… ¡No, por favor…! ¿Lástima de mi? ¡Lástima de mi no sientas! Solo pido que piedad tengas de esta margarita negra, solo tómala con ternura y sin torpeza acomoda sus pétalos y átalos a tu pecho…llévala contigo… Acampare allí, allí en tu ombligo…